“No es normal, pero terminará siéndolo”: Cinco gráficos y cinco noticias para cuando te digan que ‘siempre ha hecho este calor’

Un hombre se refugia a la sombra de una palmera en la ola de calor en Málaga | J. Zapata, Efe
Un hombre se refugia a la sombra de una palmera en la ola de calor en Málaga | J. Zapata, Efe
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Hace no tantos años, solía criticarse el tipo de cobertura informativa que se hacía del calor del verano. Puntos de directo en playas, calles yermas mientras la gente se refugia en la siesta o espontáneos bañistas en fuentes públicas. La crítica no era otra que considerar noticia que en verano haga calor. Era lo suyo y lo sigue siendo. Sin embargo, la subjetiva percepción de lo caluroso de un día o varios solía encajar bastante bien dentro de la afirmación “siempre ha hecho este calor”. Esto era así hasta hace algunos años. Pero el rigor de los datos históricos dejan evidencia de que lo que está pasando en los últimos veranos no es normal. Y, definitivamente, este no es el calor de siempre.

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A pesar de que el verano de 2022 supuso el despertar a la emergencia climática de muchas personas escépticas y algún que otro negacionista, como recuerda el investigador del MNCN-CSIC Fernando Valladares, en el relato aún permanece la idea de que “siempre ha hecho este calor” en verano. Para reticentes, para quienes están tentados en desplegar alguna afirmación ‘cuñada’ o para quienes quieran tener argumentos con los que responderlas, aquí van los datos y las historias. Cinco gráficos y cinco noticias que evidencian que no siempre ha hecho este calor. Y lo que está pasando (sobre todo desde la década de los diez) no es normal.

1. Temperaturas normales en los veranos actuales eran consideradas ‘ola de calor’ para tus padres o abuelos

Aunque antes, conviene definir la ‘normalidad’. Recuerdan desde AEMET que entendemos que las temperaturas se salen de lo normal según se desvían de la media de temperatura de 1981-2010. O bien, definir a un episodio como ola de calor, la referencia 1971-2000. En asuntos climáticos se tiene una mirada a largo plazo, para detectar anomalías o ciclos. 30 años puede ser un umbral adecuado. Pero no todo el mundo usa los mismos 30 años. El servicio climático de satélites de Copernicus (UE) toma de referencia como ‘normal’ el periodo 1991-2020.

Así, cuanto más reciente es ese margen de años, más normales serán las temperaturas que estamos teniendo. Ahí puede haber un sesgo perceptivo generacional. Un informe de eltiempo.es revela que se han colado de media 3,5 grados en nuestros mercurios respecto a hace 60 años, en el periodo primavera-verano.

Explica la física y meteoróloga Mar Gómez que en los años sesenta, las temperaturas extremas comenzaban en Madrid a partir de los 33,6ºC. “Pocas veces la estación meteorológica de El Retiro superaba esa cifra y, cuando lo hacía, eran valores propios de una ola de calor”. Los registros de la última década muestran que el 5% de los valores más altos comienzan a partir de los 37,2ºC.

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Así, que sean o nos parezcan normales (si nuestra referencia es más cercana en el tiempo) no significa que sean ideales. Lo ideal es comparar con la media preindustrial. Como el IPPC. Los bebés nacidos en 2020 van a vivir +4ºC respecto a la era preindustrial si seguimos al ritmo actual de emisiones, según el último informe del IPCC-ONU.

¿Y qué hay de los '40 grados a la sombra' que Ozores retrataba en los sesenta?

Si una persona nacida en 1963 dice que “siempre ha hecho este calor”, en realidad estará recordando días sofocantes, sin duda. Pero con 3,5ºC menos de media respecto a los de la última década. En su infancia quizás haya visto la película Cuarenta grados a la sombra (M. Ozores, 1967), retratando algo que ocurría esporádicamente en Benidorm, donde se rodó. Pero los datos oficiales muestran que los veranos típicos benidormenses apenas superaban los 30 grados. En 2022 se superaron los 35ºC durante 9 días.

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No, Benidorm no era el sitio de lo '40 grados a la sombra' en aquellos años del boom turístico. Explica el catedrático de Geografía Física, de la UB Javier Martín Vide que “la expresión '40 grados a la sombra' ha constituido el titular repetido, casi año tras año, cuando Sevilla, Córdoba u otras poblaciones de la cuenca del Guadalquivir, y algunas más, alcanzaban ese valor redondo. Sin embargo, algo ha cambiado en la última década o poco más“.

Por ejemplo, en Sevilla aproximadamente el 60% de los días de julio y agosto se registran máximas por encima de 35ºC y el 25% por encima de 38ºC. Eso es 'lo normal' para Sevilla. Pero es que ahora hablamos de temperaturas así o superiores en el tercio norte. En ocasiones, con bruscos ascensos totalmente fuera de lugar: más de 45ºC en Figueres este año, por ejemplo, y ni siquiera dentro de una ola de calor.

Como analiza en un artículo en The Conversation, “cabe ya afirmar que el calentamiento global no sólo se expresa por el aumento estadísticamente significativo de la temperatura media anual o el de las temperaturas medias de las máximas y de las mínimas, sino también por la mayor ocurrencia de olas de calor“.

También sabemos que los '40 grados a la sombra' de un termómetro urbano no tienen nada que ver con los que mide una estación calibrada de la red principal en que se fija AEMET. Esto, sin olvidar que la mayoría de esos termómetros del mobiliario urbano suelen estar al sol.

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2. Las olas de calor de ahora marcan la nueva normalidad del verano

Un ejemplo: Quizás tu memoria te lleve a los terribles años noventa de calor y sequía. Cierto, fueron terribles y hubo cortes de agua en ciudades. Pero, dejando la sequía aparte, sólo en lo que llevamos de años veinte, ya hemos superado el número de días de ola de calor de aquella década completa. Y el termómetro suma 0,7ºC más de media durante esos días que entonces, en los noventa. El número de olas de calor crece un 4% por decenio, pero ahora, más rápido.

3. Las olas de calor duran más y se encadenan

Es cierto que hemos tenido 'siempre' olas de calor (aunque en el norte no van a estar tan de acuerdo en esa afirmación). Pero últimamente duran demasiado. No es ni medio normal someterse a temperaturas por encima de los 35ºC de máxima y 20-25ºC de mínima durante más de dos semanas, pero esto está pasando. El 2022 fue paradigmático en ello. Antes, lo más habitual es que una ola no superase los tres días seguidos, es decir el mínimo para que la AEMET lo considere como tal ola de calor. Se están alargando en el Mediterráneo pero son peores en el noroeste.

4. No siempre ha hecho así, ha habido años sin ola de calor

El verano actual rebosa días tórridos. Esto no pasaba antes, por más que se pueda tener la percepción de que siempre hace calor en verano. Hasta los años noventa, podía haber días muy calurosos en el valle del Guadalquivir o Guadiana, como explica Martín Vide. Pero no generalizados en la península como para hablar de 'ola de calor'. El término, de hecho, se populariza en los noventa. Sin embargo, desde 2015 no ha habido un solo año sin olas de calor. Y, como mínimo, han sumado ocho días.

5. El calor ahora es más generalizado

No hay ola de calor, oficialmente, si no se registran las temperaturas más cálidas en al menos un 10% de las estaciones medidoras. El norte peninsular se convierte, poco a poco, en refugio climático para el veraneo. Pero incluso allí se hacen sentir olas de calor que eran más excepcionales. Y, sobre todo, unas temperaturas mínimas impropias para esas latitudes. Las olas de calor tienden a extenderse por más provincias y el pasado 2022 casi hacen un 'pleno al 50'. 49 del medio centenar estuvieron en ola de calor, sumándose a ellas las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla. Sólo Pontevedra se libró.

Dominic Royé, responsable de ciencia de datos en la Fundación para la Investigación del Clima (FIC), asegura a Newtral.es que los episodios de calor extremo del verano de 2022 son un anticipo de “lo que se predice que ocurrirá, como muy tarde, a mitad de siglo. Será la nueva normalidad de las próximas décadas”, afirma.

En un estudio publicado en 2021 en la revista Atmospheric Research junto con Nieves Lorenzo y Alejandro Díaz-Poso, Royé pronostica que el número medio anual de días de ola de calor en la península ibérica se incrementará un 104% hasta 2050.

Hasta hace unos años había incertidumbre sobre si este calor era algo 'pasajero' o si estaba provocado por el cambio climático. Ahora ya no hay duda. La tecnología y conocimiento actuales han permitido atribuir con claridad estas olas de calor de nueva generación a la emergencia climática.

Cinco noticias que no hubiéramos dado en España si hiciera 'el calor de siempre'

? Este 2023 se están multiplicando los casos de pinos y encinas que secan repentinamente. El calor del verano pasado está tras estas muertes. De igual manera, la caída de palmeras en Alicante o Barcelona, con consecuencias trágicas, parece ligada al calor y la sequedad del ambiente.

? Los golpes de calor se están llevando por delante la vida de trabajadores que ejercen su labor bajo el sol. Se ha modificado la legislación para que algunas de estas personas tengan una mayor protección en días de aviso por calor. Pero más allá de los fallecimientos repentinos, más de 12.000 personas murieron el año pasado por el exceso de calor, de manera diferida.

mapa telediario 65 valencia

▸ Análisis

Las muertes atribuibles a una ola de calor se adelantan y marcan récord. 2022 supuso 12.000 muertes prematuras o evitables sin calor

? España vive un nuevo ciclo de sequía que no se puede atribuir, por ahora, directamente a la emergencia climática. Lo que sí es nuevo es el calor prolongado y extremo que hace que, a la sequía meteorológica se sume una enorme evaporación de los cauces y embalses y una mayor demanda de los cultivos. Los suelos están tan secos, en algunos lugares, que repelen las precipitaciones.

? El número de días con más de 30ºC en primavera se puede multiplicar por 10 en algunas regiones a final de siglo. Los días de verano en las principales ciudades españolas han pasado de 90 a 145 en los últimos 50 años; “la primavera es probable que en algún momento desaparezca y pasemos del invierno al verano de golpe“, señala Royé, siempre ante los peores escenarios de emisiones de CO2 y metano.

? El volumen de las precipitaciones, junto con las altas temperaturas, favorecen los puntos de cría, y han propiciado una plaga que afecta a habitantes y turistas. Los expertos llaman a la calma porque en el caso de la plaga vivida en Castellón este año, no había especies que pudieran propagar enfermedades. Sin embargo, en 2022 se registró al menos un caso de dengue autóctono en Baleares. Y se ha generalizado la presencia de mosquito tigre, antes impropio de nuestras latitudes. Este sí puede propagar varias patologías.

Fuentes

2 Comentarios

  • Así es, es necesario más recursos públicos para implementar las medidas que se nos exige desde Europa, la ONU y la OMS. Tenemos que cumplir con lo que nos mandan. Así como aplicar restricciones más severas (prohibición del coche y obligatoriedad del uso de la bici o andando, prohibición de macro-granjas de ternera y obligatoriedad del consumo de insectos, prohibición del uso de las nucleares y fósiles y limitación del número de turistas). Solo hay un planeta, tenemos que cuidarlo. La solución es destinar más fondos en los agentes climáticos y en las asociaciones climáticas.

  • Es una pena que sea necesario el compromiso de la Ciencia, cuya función es buscar la verdad, para andar explicando lo que ya está explicado: el calentamiento global provocado por el Homo Sapiens. Pero no hay más remedio, hay que hacer el esfuerzo de divulgación, pues detrás del negacionismo hay fuerzas ricas y poderosas que se ven amenazadas por las evidentes medidas a tomar para frenar ese cambio.