Es habitual que en las facultades de Periodismo se repita una máxima como forma de enseñanza: “Cuéntalo como para que lo entienda tu abuela”. La abuela, en femenino, como un sujeto universal que representa una supuesta falta de conocimiento. O como un sujeto que adquiere relevancia solo para escuchar, no para relatar. Esto es una forma de androcentrismo, como explica a Newtral.es Montserrat Cabré i Pairet, catedrática de Historia de la Ciencia en la Universidad de Cantabria: “La mirada masculina está en el centro y desde ella se investiga, se representa y se transmite el conocimiento”.
El androcentrismo conlleva un sesgo de género: cuando la mujer queda invisibilizada o relegada a un papel pasivo y no activo, la visión del mundo no es global o completa, sino parcial, tal y como señala la literatura científica en los últimos tiempos. Algo que tiene consecuencias en diferentes ámbitos, uno de ellos el de la salud. Pero, ¿qué es el sesgo de género en Medicina? Resignificando la máxima periodística, te lo contamos como para que lo entiendan los hombres.
¿Qué es el sesgo de género en Medicina?
Para entender cómo afecta la visión androcéntrica del mundo a la salud de las mujeres, el ejemplo clásico es el del infarto. María Teresa Ruiz Cantero, catedrática de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Alicante, señala en conversación con Newtral.es que esta afección no cursa igual en hombres que en mujeres: “En ellos hay un dolor precordial, con irradiación al brazo izquierdo, después sube en el electrocardiograma la onda llamada segmento ST, algo que es menos común en mujeres. En ellas, además, la manifestación es más vaga, con angustia y malestar general”.
El sesgo de sexo/género en este caso se comenzó a poner de manifiesto en la década de los 90, “tras 30 años desde la descripción del retraso diagnóstico en mujeres que padecían un infarto agudo de miocardio porque presentaban síntomas diferentes a los considerados típicos, que eran los síntomas de los hombres”, explica a Newtral.es Elisa Chilet Rosell, bióloga, doctora en Salud Pública e investigadora especializada en salud y desigualdad de género en la Universidad Miguel Hernández (Elche).
Es decir, que el modelo de estudio para el infarto había sido el sujeto masculino, y esa información se extrapoló al femenino, asumiendo que todos los cuerpos son iguales —excepto para lo reproductivo— cuando, en realidad, “hay cuestiones diferenciales que hay que tener en cuenta por la distinta distribución de los rasgos biológicos”, señala Daniel G. Abiétar, profesional médico en el Hospital del Mar (Barcelona) y colaborador académico en la Universitat Pompeu Fabra, en conversación con Newtral.es.
Así, como explica Chilet Rosell, la ausencia de investigación diferencial ha excluido a las mujeres, también de los ensayos clínicos, algo que también se debía a la asumida capacidad y voluntad reproductiva: “Esta exclusión se debía principalmente al riesgo fetal durante el embarazo y también a potenciales interacciones hormonales, aunque también por la dificultad en el reclutamiento y una mayor tasa de abandono. Sin embargo, son estas razones las que hacen necesario que las mujeres sean incluidas en los ensayos clínicos y los análisis se realicen desagregados por sexo”.
Uno de los casos más conocidos sobre ausencia de mujeres en ensayos clínicos fue el estudio del fármaco Flibanserin, conocido como “viagra para mujeres”: a pesar de estar pensando para un público femenino, el ensayo se hizo con 23 hombres y tan solo dos mujeres, tal y como relata esta publicación científica (The Journal of the American Medical Association, 2015).

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Sesgo de sexo/género en la vacuna del COVID-19
Esta es una de las cuestiones que ha puesto de manifiesto la vacuna del COVID-19, que podría estar provocando alteraciones menstruales, aunque todavía no se ha confirmado un vínculo, como contábamos en Newtral.es. En España, la Universidad de Granada ha iniciado el Proyecto EVA, liderado por la investigadora Laura Baena, que trata de evaluar no la eficacia de la vacunación, sino si está asociada con los trastornos menstruales.
En el caso de los ensayos clínicos de las vacunas contra el COVID-19, sí había representación femenina, como señala la catedrática María Teresa Ruiz Cantero. El problema es más bien de un diseño androcéntrico que, de nuevo, no contempla la diferencia: “La variabilidad hormonal durante la edad fértil y en fase estrogénica no se tiene en cuenta”.
Como explica a Newtral.es Carme Valls Llobet, endocrina, investigadora y autora del ensayo Mujeres invisibles para la Medicina (Capitán Swing, 2020), la neutralidad, en realidad, puede ser un sesgo: “¿Acaso preguntaron a las participantes en estos ensayos si tenían alteraciones en la menstruación? Se preguntaba por la fiebre y otros efectos”.
A esto se suma, apunta Valls Llobet, la relativización que las propias mujeres hacen de sus problemas de salud: “El androcentrismo también funciona de esa manera, considerando que las particularidades femeninas son menos importantes. Muchas mujeres habrán minimizado sus dolores o problemas en la menstruación habitualmente y, por tanto, en el ensayo también”. Es decir, seguramente se les haya adelantado la regla muchas otras veces, pero también muchas otras veces habrán tenido fiebre. “Sin embargo, la fiebre la notifican, pero lo otro no o en menor medida”, añade esta endocrina.
Diferencias sintomáticas y mayor retraso diagnóstico
María Teresa Ruiz Cantero es la coordinadora del informe Perspectiva de género en Medicina (Fundación Antoni Esteve, 2019)que va más allá de las diferencias halladas en el infarto y en otras afecciones cardiovasculares. Por ejemplo, en cuanto a enfermedades infecciosas, “una revisión sistemática muestra indicios controvertidos de un mayor retraso en el diagnóstico de la tuberculosis en las mujeres que en los hombres, así como de un mayor retraso terapéutico”, apunta esta catedrática en el documento.
Y en cuanto a enfermedades respiratorias, “el tabaco como riesgo de enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) era la razón de un diagnóstico menos frecuente en las mujeres [el tabaquismo es más frecuente en hombres], lo que afortunadamente se ha superado con la realización de espirometrías”.
También los roles de género juegan un papel en el sesgo androcéntrico en el caso de enfermedades inflamatorias digestivas como la colitis ulcerosa o el Crohn: “Hay una mayor demora diagnóstica en mujeres que en hombres o incluso errores diagnósticos: se asume con mayor frecuencia que si tienen diarrea o estreñimiento es porque están estresadas o tienen ansiedad y no buscan una causa más allá, cuando puede ser una enfermedad autoinmune”.
La bióloga e investigadora Elisa Chilet Rosell referencia uno de los estudios más completos al respecto, publicado por Nature Communications en 2019: “Analizaron datos de siete millones de hombres y mujeres en Dinamarca, poniendo de manifiesto que ellas eran diagnosticadas más tarde que los hombres en, al menos, 700 enfermedades, con la única excepción de la osteoporosis”.
Es lo que apunta también la endocrina Carme Valls Llobet al señalar que, en ocasiones, la asistencia sanitaria adolece de vacíos: “Se estudia a fondo la próstata, pero mucho menos el ciclo menstrual. Y cualquier problema de menstruación lo tratamos con anticonceptivos hormonales. Al inhibir el ciclo menstrual estamos dejando de estudiar las causas de un posible problema”. De esta forma, la ausencia de ciencia se suple medicalizando. “Por ejemplo, ante la misma intensidad de dolor, las mujeres tienen mayor probabilidad de que se les prescriba analgesia”, apunta Chilet Rosell.
Ocurre algo similar con la salud mental, explica Valls Llobet: “Por un lado, cualquier queja de una mujer se atribuye a que tiene ansiedad o depresión”. Esto hace que se obvie la dimensión social, económica y política de la salud: “La feminización de la precariedad, la doble jornada de trabajo [un empleo remunerado y el trabajo de cuidados] mucho más frecuente en ellas… Todo eso son factores de riesgo”.
Según el monográfico coordinado por María Teresa Ruiz Cantero, “las mujeres son etiquetadas con mayor frecuencia de problemas de salud mental, pero si a la depresión y la ansiedad les añadimos el alcoholismo y el suicidio, la prevalencia es similar en ambos sexos”. Es por esto que Valls Llobet considera que “estudiar con perspectiva de género tambien facilitaría la visibilidad de ciertos problemas masculinos”.

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El androcentrismo como disciplina
Montserrat Cabré i Pairet, catedrática de Historia de la Ciencia en la Universidad de Cantabria, resume el androcentrismo como “la universalización del cuerpo masculino”. Un ejemplo que esta profesora e investigadora usa en sus clases es el de los manuales de anatomía: “Es el cuerpo del hombre el que en la tradición anatómica está en el centro de la representación. Los cuerpos femeninos están desaparecidos, únicamente aparecen cuando se representan los órganos reproductores”, explica.
Cabré i Pairet considera que el sesgo de género también se produce en el momento en que la Medicina que se formaliza e institucionaliza es la ejercida por hombres: “Por un lado, hay que reconocer que el trabajo de cuidados ha permitido sostener el sistema de salud. Pero no nos quedemos solo ahí: ha habido muchas mujeres muy reconocidas en sus comunidades como expertas en Medicina por sus especiales dotes sanadoras. En la Edad Media, hubo mujeres que fueron autorizadas a ejercer profesionalmente porque a pesar de no haber podido asistir a la universidad, aprendían el oficio de manera informal”.
Esta catedrática también advierte de los riesgos que puede entrañar esencializar una variable como es la del sexo: “Siempre se ha entendido que sexo era naturaleza, algo objetivo, y género, cultura, subjetivo. Pero esto sabemos que no funciona así y que hay una gran complejidad. No se pueden separar estas categorías en un laboratorio, no se puede buscar una separación limpia, ya que las distinciones aparentemente biológicas actuales también son culturales; el propio hecho de distinguir entre hombres y mujeres por sexo se hace desde lo cultural”.
En este sentido, Cabré i Pairet aboga por incorporar la diversidad biológica en la investigación. Y como dice el médico Daniel G. Abiétar, “hay quienes han sido históricamente excluidos o solo han sido objetos de estudio, como personas trans o personas racializadas”: “Es hora de que devengan en sujetos de estudio, es decir, que también hagan la ciencia quienes han sido sistemáticamente excluidos de la experimentación y de su diseño”.
Fuentes consultadas
- Informe Perspectiva de género en Medicina, coordinado por María Teresa Ruiz Cantero (Fundación Antoni Esteve, 2019)
- Lack of consideration of sex and gender in COVID-19 clinical studies (Nature Communications, 2021)
- Evaluation of Flibanserin: Science and Advocacy at the FDA (The Journal of the American Medical Association, 2015)
- María Teresa Ruiz Cantero, catedrática de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Alicante
- Carme Valls Llobet, endocrina, investigadora y autora del ensayo Mujeres invisibles para la Medicina (Capitán Swing, 2020)
- Elisa Chilet Rosell, bióloga, doctora en Salud Pública e investigadora especializada en salud y desigualdad de género en la Universidad Miguel Hernández
- Daniel G. Abiétar, profesional médico en el Hospital del Mar (Barcelona) y colaborador académico en la Universitat Pompeu Fabra
- Montserrat Cabré i Pairet, catedrática de Historia de la Ciencia en la Universidad de Cantabria
Increible, nunca me habia parado a pensarlo. un articulo muy util, traspasaré el contenido a mis conocidos. gracias
Muy buen artículo
Obviamente, Newtral de neutral tiene muy poco, está muy posicionada.
Ya es casi una plaga. Veis sesgo de genero en contra de la mujer en todo. Pero si además cada vez hay más doctoras...
Cómo decir "mi opinión vale más que los datos que me puedas dar porque decido ser un ignorante" sin decirlo
Hola, aprecio la aportación del artículo para visibilizar un sesgo desconocido por muchos y ha resultado muy interesante; pero la expresión "te lo contamos como para que lo entiendan los hombres" es bastante desafortunada.
En un artículo que busca hablar de la igualdad y los sesgos de género no se puede poner una expresión como esa. La expresión va a poner a muchos lectores a la defensiva, cuando no directamente ofenderles. Cuando se empieza hablando de un ejemplo clásico de discriminación en un artículo SERIO (en uno con un tono más desenfadado se podría comprender) no se pueden permitir estos deslices que dan la razón a aquellos sectores ideológicos que mantienen que el feminismo busca la supremacía de la mujer y no la igualdad real. Creo que el artículo tiene mucho valor y es una pena que el mensaje que quiere transmitir se vea enturbiado por esa expresión desafortunada.
El problema, Sergio, es que lejos de pretender arrojar luz sobre una problemática, adoptar un nuevo acercamiento, o incluso cambiar un paradigma percibido como hegemónico, este tipo de artículos obedecen a un formato combativo y —artificialmente así concebido, irredento.
Desde un prisma objetivo y libre de sesgos la paradoja que referencias no tendría cabida ni razón de ser, pero desgraciadamente no se busca cerrar ninguna brecha de género, sino alienar a aquellos que por razones de su sexo y/o género son unilateralmente juzgados incapaces de alinearse con la supuesta seriedad del asunto; lo irónico, casi caricaturesco, es que de ser realmente una cuestión tan apremiante, no haría falta recurrir al amarillismo para conseguir llamar la atención.
Artículos como este, gratamente documentados pero con ánimo de apelar a la crispación no hacen sino darles la razón a aquell@s que cuestionan la seriedad de la línea editorial de Newtral.
Ejemplo claro de cómo incurrir en contradicciones flagrantes: confundir sexo con género, cuerpos sexuados con patrones culturales, y meter con calzador el tema trans. Se está cuestionando el androcentrismo en la salud y se acaba afirmando que el sexo biológico es cultural... confusión conseguida.
Hola Juana,
No se ha afirmado tal cosa; lo que afirma una de las catedráticas entrevistadas es que haber categorizado la distribución de los rasgos biológicos de forma estrictamente dicotómica es algo cultural. Eso no significa que esos rasgos biológicos no existan o no tengan importancia.