España ha afrontado una primavera marcada por la sequía, con poca agua por las escasas precipitaciones y con temperaturas inusualmente altas, según el balance general y pese a las últimas lluvias. El último informe de situación del Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico de mayo hizo saltar las alarmas: abril fue el mes más seco desde el comienzo de la serie en 1961.
A finales de mayo comenzó a llover, pero las aguas torrenciales que han caído, aunque han aliviado la crisis, no han solucionado el problema porque el agua no ha podido aprovecharse. Los expertos explican que las tormentas que están cayendo estas semanas humedecen el suelo, pero no son aguas almacenables. De hecho, la reserva hídrica en España ha bajado la última semana y se sitúa en el 47,7% de su capacidad a pesar de las intensas lluvias registradas.
El calor impropio para esta época del año, el bajo nivel de agua que arrastran los embalses desde diciembre de 2022 o la escasez de lluvias que afecta al 80% del campo español, según la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG), dejan una situación preocupante. Y, tras las olas de calor extremo del pasado verano, los pronósticos de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) auguran que aún queda por delante un nuevo estío más cálido y seco de lo normal.
Cuatro tipos de sequía en España por falta de agua: meteorológica, hidrológica, agrícola y socioeconómica
Para entender la situación crítica en la que se encuentra España hay que tener en cuenta que el territorio peninsular sufre actualmente los cuatro tipos de sequía que existen, como recoge la cartera que dirige Teresa Ribera: sequía meteorológica, hidrológica, agrícola y socioeconómica.
Se dice que se está en sequía meteorológica cuando se produce una escasez continuada de precipitaciones. El origen de esta falta de lluvia está relacionado con el comportamiento global del sistema océano-atmósfera, donde influyen tanto factores naturales como factores antrópicos, como la deforestación o el incremento de los gases de efecto invernadero.
La hidrológica se produce cuando hay déficit en las reservas de agua, como en los embalses y en el agua subterránea. Por su parte, la sequía agrícola es el déficit de humedad en el suelo para satisfacer las necesidades de los cultivos, mientras que la socioeconómica es la escasez de agua que afecta a las personas y a la actividad económica.
De las cuatro clases, es la meteorológica la que da origen a los restantes tipos de sequía. Es decir, la falta de lluvias, un problema que arrastra España desde el 2022 como detalla la Aemet. “El pasado diciembre la península entró oficialmente en un escenario de sequía de larga duración, caracterizada por abarcar al menos tres años con precipitaciones por debajo de lo normal”, explica a Newtral.es Rubén del Campo, portavoz de la Aemet.
La sequía actual en España, un fenómeno diferente a otras sequías del pasado
En España, de manera recurrente, no llueve durante ciertos periodos de tiempo. En concreto, durante los últimos 40 años, España ha tenido, según la Aemet, tres episodios de sequías prolongadas e intensas, y otros tantos de sequías intensas pero más cortas. Además, durante la segunda mitad del siglo XX, Greenpeace ha detectado ya una reducción de entre el 10% y el 20% de los recursos hídricos disponibles en muchas cuencas de la Península Ibérica.

No obstante, la sequía meteorológica, hidrológica, agrícola y socioeconómica (por las restricciones al uso del agua que se han impuesto en Cataluña) que registra España tiene unas características especiales que la dejan fuera de las sequías que se incluyen en los ciclos naturales.
Una de ellas es la intensidad localizada en ciertos puntos del territorio. “Hemos tenido sequías más largas e intensas en décadas pasadas, en los 80, en los 90 y en los 2000. Lo que ocurre es que ahora, en algunas zonas concretas de España como Cataluña, el sur de Castilla-La Mancha y Andalucía oriental los últimos dos años de sequía han sido los más intensos que se registran desde los años 60”, indica Del Campo.

Pero la característica principal que intensifica la sequía actual es el aumento de las temperaturas ligado al cambio climático. “Abril ha sido el mes más caluroso de toda la serie histórica y, al mismo tiempo, el mes más seco: cuando ambos fenómenos confluyen las sequías se agravan”, explica Del Campo. De hecho, incluso con las lluvias que han caído a finales de mayo, esta temporada es extraordinaria en cuanto a escasez de lluvias. “No hay precedentes de ninguna primavera de la serie histórica en la que haya llovido tan poco”, insiste el portavoz de la Aemet.
Sergio Vicente Serrano, investigador científico del Instituto Pirenaico de Ecología-CSIC, explica, por su parte, las consecuencias del calor excepcional registrado en los últimos años. “Las altas temperaturas provocan que los bosques consuman más agua, por lo que se producen menos escorrentías superficiales (precipitaciones que no se infiltran) y la vegetación sufre y acaba por morir por falta de agua y carbono”. Además, el calor extremo produce que las masas de agua embalsada, ya escasa, se evapore más rápido. “Las sequías son cada vez más severas debido al incremento de la demanda de agua por parte de la atmósfera”, afirma Serrano.
Un fenómeno realimenta al otro: cuando hay sequía en España, los episodios de calor son más cálidos porque la energía procedente del sol se concentra en subir la temperatura ya que no hay agua que evaporar. Precisamente lo que ocurrió a finales de abril: las altas temperaturas se incrementaron, en parte, por la sequía excepcional que asoló el país. “En esta sequía se ha puesto en jaque los recursos hídricos del territorio mucho antes que en las sequías del siglo XX: varias ciudades han anunciado ya restricciones al uso del agua”, recuerda Jorge Olcina, catedrático de Geografía de la Universidad de Alicante. El experto indica que esta tendencia será cada vez más frecuente en las próximas décadas. “Mayores temperaturas, mayor evaporación y más necesidad de agua”.
Las lluvias torrenciales en los periodos de sequía no son aprovechables
Tras el abril más seco, a mitad de mayo comenzó a llover. Sin embargo, lo ha hecho de manera torrencial lo que ha provocado inundaciones, calles anegadas y decenas de incidencias a lo largo del país. La lluvia que cae en forma de trombas de agua, aunque alivia la crisis temporalmente, es poco aprovechable y no solucionan el problema. “A pesar de las lluvias que han caído a finales de mayo, esta primavera ha sido la más seca desde que hay registros”, recuerda Del Campo.
“No hay capacidad de almacenar la lluvia torrencial, aún no tenemos las infraestructuras necesarias”, advierte por su parte Olcina. Las tormentas que están cayendo estas semanas humedecen el suelo, pero no son aguas almacenables que solucionen el problema de la sequía en España. “Los embalses en España se han construido para captar el agua en la cabecera y no en la cola, que es donde está lloviendo”, añade el experto de la Universidad de Alicante . Es decir, llueve más en la costa que en el interior, donde no existen estos sistemas de almacenamiento.
Algunas ciudades, como Alicante, Barcelona o Valencia, ya comienzan a idear propuestas contra las inundaciones. Han desarrollado depósitos fluviales y parques inundables para almacenar agua en caso de lluvias fuertes. “Es necesario adecuar las ciudades al tipo de lluvia que está cayendo ahora: muy intensa, localizada y concentrada en un corto espacio del tiempo”, insiste Olcina. Esto es: aplicar la economía circular del agua en el medio urbano con nuevos recursos como la depuración del 100% de las aguas residuales, incluir su desalación en zonas de la costa Mediterránea, disminuir las pérdidas en tuberías y evitar los trasvases que no son la solución cuando el agua escasea.
“En un contexto de cambio climático como el actual, la política de oferta continuada se ha acabado”, insiste Olcina. “Hay que gestionar muy bien la demanda: estudiar las necesidades, los recursos y aplicar herramientas no convencionales”, añade.
La esperanza: el otoño
Los expertos consultados tienen puestas sus esperanzas en el otoño. Porque, aunque el inicio del verano meteorológico –que ha comenzado este 1 de junio– arranque con temperaturas frescas, la previsión de la Aemet para el conjunto del estío es que “será muy cálido, entre los cinco veranos más cálidos de la serie histórica”, admite Del Campo.
Sin embargo, hay luz al final del túnel. Los modelos apuntan a que octubre será húmedo, unas lluvias que no acabarán con la sequía ni llenará los pantanos pero sí aliviará el problema hasta cierto punto. “De momento, esta sequía no está siendo tan larga ni tan grave como la de los 80 y 90, pero si en otoño no llueve, sí se agravará”, recuerda el experto de la Aemet.
¿Cuánta agua tendría que caer de media a partir de otoño para salir de la sequía en España? “Tendríamos que volver a un régimen de precipitaciones invernal, es decir, de borrascas del Atlántico que durante, al menos, un par de meses estuvieran descargando con regularidad en la península”, destaca el catedrático de la Universidad de Alicante.
Pero los modelos meteorológicos se mueven en la dirección contraria. “Nuestro clima tiende a extremarse con mayores temperaturas y más eventos extremos de este tipo: sequías intensas salpicadas de golpes de lluvia torrencial”, anuncia Olcina. De la misma manera se expresa el experto del CSIC. “En un futuro las sequías en condiciones de mayor calor seguirán ocurriendo, la demanda de agua se incrementará cada vez más, lo que evaporará el agua del subsuelo y de los embalses”. Para los investigadores, solo queda adaptarse a la sequía severa que cimentará el futuro, ya que para revertir el fenómeno es tarde.
- Jorge Olcina, catedrático de Geografía de la Universidad de Alicante
- Sergio Vicente Serrano, investigador científico del Instituto Pirenaico de Ecología-CSIC
- Rubén del Campo, portavoz de la Aemet
- Informes del Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico
- Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG)
¿Por qué, si publicáis esto el 7 de junio no recogéis los datos de mayo donde ha llovido y la curva de la media del 2023 subiría?