En 2015, Sara Hurtado y Adriá Díaz hacían historia para el patinaje artístico español. La danza sobre hielo, una disciplina desconocida en la que ambos insistieron siendo muy jóvenes, les reconocía años de trabajo con una quinta posición en el Europeo, un hito en el deporte nacional que a la patinadora, sin embargo, le dejó una sensación amarga. “Cuando vi la nota, me di cuenta de que no era feliz y de que era un éxito que justificaba nuestros malos entrenamientos y un ciclo negativo del que teníamos que salir”, recuerda en Newtral.es.
La historia de Sara Hurtado (Madrid, 1992) es la de una joven que nunca se conformó. Con 15 años, llamó a la puerta de la Federación de Deportes de Hielo para convencerles de que tenían que trabajar en una disciplina más propia de Francia. Con 23 años, y ante una sensación de estancamiento, hizo lo contrario a lo esperado: romper con Adriá. “Fue muy duro porque pensaba que estaría toda la vida con él por todo lo que habíamos peleado. No estaba al 100% y tampoco podía exigir, vi que era muy joven y tenía que decidir”.
¿El deporte o la vida? “Cuando hay un ciclo negativo, el deporte se resiente. Y si tienes malas sensaciones, no eres productivo y el esfuerzo no merece la pena. Me di cuenta de que lo que yo quería no era lo que necesitaba. No podía avanzar”. A pesar de estar muy convencida y tranquila con dejarlo, encontró la ilusión junto al ruso Kirill Khaliavin mientras Adriá siguió con Olivia Smart. Ahora, son referencia en España. “El tiempo te acaba demostrando que las decisiones que tomas desde el corazón siempre van a estar bien”, recalca.
La ilusión de “unos locos”
“Mira este vídeo. ¿Te gusta?” Un simple mensaje en la red social Messenger despertó el interés de Sara. Esa pregunta de Adriá cambió la vida de una patinadora que no tardó en convertir la danza sobre hielo en una obsesión. Con apenas 15 y 16 años, llamaron a las puertas de la Federación para pedir que se involucraran, hasta que contrataron a un entrenador británico para trabajar en Madrid. “María Teresa Samaranch buscaba el crecimiento y de repente encontró patinadores interesados en lo mismo”.
Los primeros años focalizaron sus esfuerzos en no quedar los últimos en los campeonatos. “Llegábamos a los campeonatos y el mundo entero pensaba que Adri era bielorruso y yo americana y que nos habíamos juntado para representar a España, jamás imaginaban que era una relación Madrid-Barcelona. Les petaba la cabeza imaginarlo. Nunca perdimos la motivación porque siempre había algo que aprender y mejorar, así que empezamos por evitar la última posición y terminamos metidos en la final de un Mundial”.
Que Sara Hurtado lograse disputar dos Juegos Olímpicos de Invierno en Sochi y Pyeongchang formando dos parejas diferentes, o que ahora regrese con fuerza para buscar los terceros, se entiende desde sus orígenes, cuando con ocho años comenzaba a “bichear” en Majadahonda y a soñar con Sonia Lafuente, un año mayor que ella y gran referente en el patinaje individual. Hablaban de ir a los Juegos Olímpicos. “De invierno”, incide Sara, resaltando la proeza de haberlo logrado con pasaporte español.

Para entonces, Sara desconocía a Blanca Fernández Ochoa, primera española en lograr una medalla en los Juegos Olímpicos de Albertville 1992, año de nacimiento de la protagonista. “Tenía una tienda en la pista de Majadahonda, necesitaba unos patines duros, y ella me los vendió. Simplemente pensaba que era una mujer muy amable. Con el tiempo me di cuenta de quién era y de lo importante que es que nos mostremos. También que nos permitamos soñar. “¿Por qué no hacer algo? Es una pena que ahora no nos lo permitamos tanto como cuando éramos niños”.
El peaje de ser deportista de élite
“Ojalá otras generaciones no tengan que pasar por lo que he pasado”, lamenta. Con solo 28 años ya ha vivido en Londres, Montreal y Moscú, donde reside. “Es el mayor peaje que he pagado en la vida, y solo espero que en el futuro tengan facilidades, oportunidades y un entorno para desarrollar su carrera deportiva sin tener que irse de casa”. Un sacrificio sobre el que reflexiona cada vez que una niña le pide una foto nerviosa. “Se nos olvida el impacto que tenemos y somos inspiración, eso es más potente que cualquier medalla”.
Pese al sacrificio, Sara es consciente de que el patinaje le ha enseñado a vivir. “Todo lo que he aprendido ha sido en la pista, no en un colegio o en un instituto. Ahora me doy cuenta de que cuando era pequeña y empezaba, estaba adquiriendo herramientas para mantenerme en pie y perseguir lo que me gusta”.
Sara Hurtado y la persona antes que la deportista
Siete campeonatos de España y dos participaciones en los Juegos después, Sara Hurtado considera que su mayor momento de felicidad sobre los patines se produjo en octubre de 2020, cuando, según dice, volvió a nacer. Una cuarentena en Moscú y la lesión más grave que ha afrontado, una lesión en el hombro, le apartaron durante un año de la sensación de ser libre. “Me siento una persona diferente. Verme en el hielo un día normal, con condiciones normales, fue algo maravilloso”, recuerda sonriente.
Si algo ha aprendido en el último año es a disfrutar del proceso. “Comencé a trabajar con un psicólogo para conectar con el ahora. Sé que tengo un objetivo a cuatro años, pero debo ser consciente de lo que estoy construyendo, y de que los Juegos solo es ir a recoger el premio. A veces el propio objetivo te sobrecoge y no te deja estar conectada con tu tarea y tu momento, así que trabajas con sufrimiento, consigues una medalla y te sientes vacía”.
La pandemia del COVID-19, aislada en Moscú, también ha cambiado su perspectiva de la vida. Ella ya estaba acostumbrada a estar lejos de su familia, pero entiende que la soledad y el aislamiento son dos cosas muy diferentes. “Lo que antes era una prioridad, ahora ha perdido relevancia. Me ha hecho pensar: ¿Estoy cuidando a los míos? ¿A qué estoy dedicando mi energía? ¿Merece la pena? Los deportistas crecemos con esa identidad, nos ponen una etiqueta, y tenemos emociones. Me he visto como persona y no como deportista”.
En esa visión, considera trascendental disfrutar. “Son muchos años entregados al deporte y no puedo olvidarme y desconectar de la razón por la que empecé. Me veo a mí misma de pequeña, con ilusión, y pienso en lo libre que me sentía. Patinar era mi lugar, mi refugio, mi recreo para conectar con mi mundo interior. Había muchos estímulos y un medio hostil donde tenías que ser creativa. Por eso patino, y es algo que no quiero apreciar porque me lo quiten. Hemos abierto los ojos y ahora cada entrenamiento parece el primero o el último”.
Escucharse y ser coherente con lo que necesita son sus dos grandes aprendizajes durante los meses lejos de la pista de hielo. “Ahora solo pienso en lo que tengo a mi alrededor y no proyecto la felicidad en algo que voy a alcanzar, que es la raíz de las frustraciones. ¿Por qué no me llena algo que me han dicho que me tiene que llenar? Todo empieza por el principio de uno mismo. A veces piensas que quieres algo y en realidad no lo necesitas”.
Sara Hurtado: “Dejarte fallar es muy difícil”
El error es parte de la vida del patinador. Tanto, que entrena cómo ocultarlo. “Tu resultado depende del juicio del otro, de personas que no te conocen y que te valoran en segundos. Tienes que trabajar la consistencia y la perfección y manejar una batalla de estar en paz con el fallo. Cuantos más fallos cometas, más herramientas vas a tener para manejarlos, incluso para ocultarlos. Dejarte fallar es muy difícil”.
Sara todavía se sorprende con el cambio que ha dado el patinaje gracias a su trabajo o al de Javier Fernández, campeón del mundo en dos ocasiones. “Soy consciente porque sé que ha pasado, pero tengo una sensación de felicidad máxima, de flotar. Es descubrir un superpoder, que nada es imposible, que te da energía para aguantar cuatro años más y los que vengan”. La mente ya está puesta en Pekín 2022, los que serían sus terceros Juegos. “El ciclo olímpico se te pasa volando. Cuando llegan, quieres más. Allí, cuatro años te parecen poco”.
Juegos Olímpicos de Sochi 2014 con Adriá Díaz: 13ª.
Juegos Olímpicos de Pyeongchang 2018 con Kirill Khaliavin: 12ª.
Grand Prix de Rostelecom 2018: plata.
Campeona de España en nueve ocasiones.