«La mejor palabra que describe lo que hemos vivido estos meses es intenso, muy intenso», comienza Marta Arsuaga Vicente, médico especialista en Unidades Infecciosas. «Ha sido una experiencia tremenda«, prosigue Rocío Menéndez Colino, médico especialista en Geriatría.
«No podías pararte a pensar lo que estaba ocurriendo porque te derrumbarías«, sentencia Esther Presa Vázquez, enfermera en la Unidad Cuidados Intensivos.
Tres voces de tres sanitarias del Hospital La Paz, en Madrid, describen lo que han vivido estos meses, día tras día, en un reportaje en ‘El Objetivo’.
«Emocionalmente, ahora mismo, en este instante, me siento bien», relata Marta Arsuaga . Recalca «ahora mismo» porque, como ella misma admite, no siempre se ha sentido bien. «He pasado por momentos de insomnio, me despertaba todo lo que tenía que hacer al día siguiente», explica.
«También he pasado por momentos de apatía, ganas de no hacer nada: no venir a trabajar, no estar con mi familia… Nada», dice Marta.
Los datos hablan por sí solos: en el pico de la pandemia, en La Paz llegaron a estar ingresados hasta 1.100 pacientes con coronavirus, llegando a aumentar en un 300% sus camas en la Unidad de Cuidados Intensivos.
Esto supuso una carga de trabajo sobre los hombros de los sanitarios que les pasó factura, como resume Esther Presa. «Empezamos a tener síntomas de ansiedad o de nervios«, recuerda, que se traducía en «dolor en el pecho, más cansancio del que habíamos tenido, gente no dormía bien…».
«Cuando todo se calmó, lo que habíamos vivido durante ese mes salió reflejado» con esos síntomas, resume Esther.
Muchos pacientes con coronavirus murieron aislados, sin poder despedirse presencialmente de sus seres querido, algo «muy duro» de ver, cómo también explica Rocío Menéndez. «Recuerdo en especial a una paciente, a una mujer, que ya había hablado con su hija pero estaba muy mala, por lo llamamos de nuevo a la hija para que se pudiera despedir de la madre».
«En el momento en el que yo estaba hablando con ella, pensé: ‘estoy yo aquí con ella y su hija no…’. Es muy duro. Gracias a Dios pudo hablar con ella en el último momento pero pensar que la última persona (a la que vería antes de fallecer) iba a ser yo… Intenté darle el mayor cariño que se puede», recuerda Rocío.