La reforma que plantea el Gobierno en la educación no universitaria es la creación de una nueva selectividad o Evaluación de Bachillerato para el acceso a la Universidad (EBAU) que rompa con el modelo establecido hasta el momento. La idea del Ministerio de Educación y Formación Profesional consiste en hacer que la parte del examen general, aquella que otorga el 40% de la nota final, pueda verse como “una prueba de madurez” del alumnado.
La nota final de los alumnos que se presentan a la EBAU consta de tres partes y es sobre 14 puntos. Un 60% de la nota es la media de sus resultados de Bachillerato. Otro 40% corresponde a la fase general de la EBAU, en la que el alumno se evalúa de materias como Historia de España, Historia de la Filosofía, Lengua y Literatura, además de las lenguas cooficiales de las comunidades autónomas en las que las haya, o lengua extranjera. Con estas dos notas el alumno podría llegar hasta un máximo de 10 puntos. Los cuatro restantes se consiguen a través de las pruebas específicas. Estos son exámenes de asignaturas enfocadas a los estudios universitarios que quiera cursar el alumno, como Biología, Física, Historia del Arte o Latín, entre otros.
Con esta reforma del Gobierno de la EBAU, esa parte más general del examen −la que cuenta un 40% en la nota− cambiará para ser una prueba más transversal, que combine conocimientos adquiridos en distintas asignaturas. No obstante, este cambio no se aplicará hasta el curso 2023/2024 y será transitorio hasta el curso 2026/2027, cuando el Ministerio planea terminar de consolidarlo.
Esta reforma de la EBAU genera dudas en distintos expertos consultados por Newtral.es. Jesús Miguel Jornet, catedrático de Medición y Evaluación Educativa en la Universidad de Valencia, afirma que “parece un intento de reformar el sistema educativo español a través de su última parte, que es la prueba de acceso a la universidad”.
La reforma de la EBAU del Gobierno pasa por hacer una prueba transversal
La prueba transversal que busca implantar el Gobierno en su nueva selectividad es un ejercicio general de madurez que va a evaluar las capacidades adquiridas por los alumnos tras finalizar Bachillerato mediante preguntas de distinto formato. En la fase transitoria (de 2023 a 2026) la nota procedente de esta prueba valdrá un 25% de la fase general y en el curso 2026-2027 alcanzará el 75%.
Enric Prats, profesor de la Facultad de Educación en la Universidad de Barcelona, valora la reforma del Gobierno de la EBAU a falta de conocer los detalles. “El mecanismo no me parece mal pensando en que va a haber dos cosas: un proceso de adaptación, que es importante, y luego también tendría que haber un desarrollo curricular competencial real en la ESO y Bachillerato. Esto segundo es lo más complicado, tanto por el currículo en sí como por la formación y preparación del profesorado. Pero es justo esto lo que pueda determinar que tenga éxito o no”.
Por su parte, Carmen Fernández, decana de la Facultad de Ciencias de la Educación en la Universidad de Santiago de Compostela, explica que el sistema de EBAU actual no funciona, ya que está configurado como una prueba que aprobar, además de ser una de las más complejas y con más exámenes de Europa. Es por ello que valora de forma positiva la reforma del Gobierno.
“Reduce la complejidad. Lo que se define como ‘madurez’ es una combinación de la expresión escrita, el razonamiento, la comprensión lectora y la competencia comunicativa de los alumnos. De hecho, ahora vemos cómo muchos tienen carencias en la base cultural y comprensión lectora, además de dificultades en la resolución lógica-matemática”, opina la experta.
Prats y Fernández ponen de ejemplo a Alemania o Reino Unido, donde los exámenes finales de los estudios preuniversitarios están más enfocados a validar las competencias de los alumnos.
Evitar la revalidación de contenidos ya aprendidos y apostar por las competencias de los alumnos
Para Prats, tal y como está planteada la nueva prueba de selectividad, también durante el periodo de transición, se puede considerar más una revalidación de conocimiento de los alumnos de Bachillerato que una prueba preparatoria para la universidad o que refleje los conocimientos transversales del alumno.
En esta idea coincide Andrés Escarbajal, profesor de la Facultad de Educación en la Universidad de Murcia. “La prueba de madurez académica que se quiere implantar sigue evaluando destrezas de materias de Bachillerato y hasta 2026 están relacionadas con castellano, inglés y la lengua cooficial. ¿Qué prueba de madurez es esa? El alumnado ya ha demostrado que domina comentarios de textos científicos, literarios y de actualidad en Bachillerato. En este asunto, sigo sin ver mejoras”, opina el experto.
Y plantea una alternativa: “Que se evalúe por competencias, que se evalúe la capacidad de pensamiento crítico, los ejercicios adicionales para mejorar la calificación y que se reduzca el número de pruebas-exámenes. Si uno de los objetivos de la reforma no es repetir contenidos, ¿por qué se siguen relacionando con materias de Bachillerato?”.
Aprovechar la reforma de la EBAU del Gobierno para eliminar desigualdades
Jornet considera que el problema de las reformas de la EBAU es de base, y afecta a todo el sistema educativo y de evaluación, no únicamente a la selectividad. Para el catedrático de Medición y Evaluación Educativa, “la prueba debería ser una consecuencia del sistema de país que tengamos”.
Además, el catedrático señala las diferencias y desigualdades que pueden generarse entre las distintas autonomías, pero también entre los tipos de centros. En ello, también apunta a que falta una inspección que certifique que las notas de los alumnos en Bachillerato sean las que les corresponden.
Para el experto hay dos elementos a tener en cuenta en el diseño de una metodología nueva para la selectividad: la fiabilidad y la validez. “La fiabilidad del alumnado, es decir, si sacarían el mismo resultado haciendo el examen dos veces, y de los correctores, que deberían seguir el mismo criterio. Y la validez, que es valorar si la prueba realmente refleja lo que se da en el temario”, dice.
Escarbajal apunta a que “se podría haber avanzado más en tener una única EBAU para todo el Estado más eficaz y más inclusiva, y con ello estaríamos dando cumplimiento al objetivo de desarrollo sostenible de educación de calidad”. Fernández también apuesta por armonizar el sistema, pero comparte que no se podrá lograr si las instituciones no trabajan de forma coordinada por todo el territorio.
- Página web del Ministerio de Educación y Formación Profesional
- Jesús Miguel Jornet, catedrático de Medición y Evaluación Educativa en la Universidad de Valencia
- Enric Prats, profesor de la Facultad de Educación en la Universidad de Barcelona
- Carmen Fernández, decana de la Facultad de Ciencias de la Educación en la Universidad de Santiago de Compostela
- Andrés Escarbajal, profesor de Primaria, Pedagogía y Políticas de Inclusión en la Universidad de Murcia
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