Cada vez es más habitual leer en la prensa o escuchar a expertos hablar sobre ‘incendios de sexta generación’. Sin ir más lejos, fue el término que usaron las autoridades de Canarias para referirse al incendio de Tenerife, uno de los peores que se han vivido este verano en España. “El fuego está fuera de capacidad de extinción y se comporta como un incendio de sexta generación”, dijeron en un comunicado.
Los incendios de sexta generación son “incendios muy intensos capaces de modificar la meteorología de los alrededores del propio incendio”, explica a Newtral.es Javier González Romero, miembro de la unidad docente de Incendios Forestales en la Escuela Superior de Montes de la UPM. No solo tienen efectos devastadores para el monte, sino que también suponen un peligro para la sociedad. “Tienen un avance muy errático, provocan focos secundarios por desplazamiento de material incandescente y hacen que sean muy difíciles de extinguir, aparte de que son muy intensos”, añade.
¿Cuándo se empezó a hablar de incendios por generaciones?
Entre la década de los 80 y 90 fue cuando se empezó a clasificar a los incendios en generaciones. Los de ‘primera’ vinieron a definir lo que empezaba a ocurrir en el campo. La agricultura y la ganadería extensivas se iban abandonando, y lo que antes eran paisajes en mosaico –en los que, por ejemplo, se mezclaban los bosques con cultivos o tierras de pasto– se iban transformando en paisajes continuos, explica Marcos Gómez Carpintero, vicepresidente de la Asociación de Trabajadores de las Brigadas de Refuerzo de Incendios Forestales (ATBRIF) del Ministerio para la Transición Ecológica.
Después llegaron el resto de generaciones, que servía para reflejar cómo iba cambiando el comportamiento del fuego a medida que mutaban el paisaje y el clima: la velocidad de propagación de los incendios era cada vez mayor, al igual que la carga de combustible; los elementos urbanos se iban adentrando en el bosque y con ellos, otros tipos de combustible (como la pintura o la gasolina); y a eso se sumó que los incendios se empezaban a producir simultáneamente en distintos puntos.
“No es que hayamos ido de una generación a otra olvidándonos de la anterior, sino que se han ido sumando cuantitativamente”, explica Gómez Carpintero.
Y así es como hemos llegado hasta los incendios de sexta generación, que a todos los ingredientes ya mencionados han sumado el del cambio climático. Este término lo acuñó el ingeniero de Montes catalán Marc Castellnou, conocido en el mundillo como un ‘gurú del fuego’. La clasificación de sexta generación empezó a usarse desde 2017, año en el que se vivieron los devastadores incendios de Portugal o de Chile, que dejaron decenas de muertos.
Pese a su uso cada vez más extendido, esta clasificación “es un poco subjetiva”, a juicio de Cristina Santín, investigadora Ramón y Cajal del Instituto Mixto de Investigación en Biodiversidad del CSIC. La experta añade además que este término “lo usamos un mogollón aquí, pero realmente en otros países no se usa casi”. Santín también matiza que no se trata de un fenómeno totalmente nuevo. Antes ya se daba, pero en muy raras ocasiones y sin las herramientas adecuadas para estudiarlos.
Qué distingue a los incendios de sexta generación de otros incendios
Hay dos factores que alimentan los incendios de sexta generación: el cambio climático, que entre otras cosas hace que la vegetación se seque y quede a disposición del fuego; y la gran acumulación de combustible derivada de los paisajes de continuidad.
Uno de los rasgos que define a estos incendios es que generan las llamadas ‘columnas convectivas’. En meteorología, una ‘convección’ es un “movimiento vertical del aire”, según la Real Academia Española. “El mismo calor del incendio hace que los gases calientes asciendan, y eso provoca esa convección, ese ascenso del aire. Esto, aparte, hace que el incendio actúe como un centro de bajas presiones, es decir, que succione el aire que hay alrededor. Y esto afecta a la meteorología de alrededor del incendio”, explica el profesor Javier González Romero.
Cuando estos gases que emite el incendio consiguen ascender a las capas altas de la atmósfera y estas a su vez están cargadas de humedad, lo que ocurre es que se convierten en nubes, denominadas pirocúmulos.
“Si esa nube se convierte en una nube de tormenta, se llama pirocumulonimbo. Estas pueden provocar precipitaciones o tormentas secas que pueden contener rayos y generar focos secundarios”, explica González Romero. Estas nubes necesitan mucha energía para sostenerse, y cuando no cuentan con ella también puede producirse un fenómeno llamado ‘desplome’. “Si ese desplome se produce encima del incendio, se pueden producir vientos racheados en todas direcciones y que todos los frentes de la llama actúen como la cabeza del incendio”, explica el profesor, aunque incide en que la formación de un pirocúmulo no siempre implica que después se forme un pirocumulonimbo, un fenómeno más raro de ver.
Cómo se combate a estos incendios
Cuando estos incendios de sexta generación alcanzan una determinada intensidad, quedan fuera de capacidad de extinción. “A partir de unos 10.000 kilovatios por metro cuadrado consideramos que está el límite de la resistencia de un bombero forestal con su con su EPI y con su protección. También los medios aéreos son ineficaces porque el agua que echamos sobre el frente de la llama se evapora antes de llegar”, explica González Romero.
Donde sí pueden actuar los bomberos es en la cola del incendio, es decir, en la parte que va quedando en el extremo contrario del avance de las llamas. También pueden hacerlo en los flancos (los laterales). Hay momentos del día, como la noche, que facilitan las tareas de extinción, aunque hay puntos en los que no se puede actuar hasta que no cambia la meteorología.
“Se trata de ir cerrando el perímetro del incendio, de ir trabajando donde se puede quitando velocidad, intensidad y llama”, explica Marcos Gómez Carpintero, que además de ser vicepresidente de ATBRIF también trabaja en una Brigadas de Refuerzo en Incendios Forestales en La Iglesuela (Toledo). “Por supuesto, si el incendio llega a un río, a un arroyo, a una carretera, a un camino o a una línea de defensa que hemos construido nosotros, también pierde combustible e intensidad”, añade.
Las secuelas que dejan tras de sí los incendios de sexta generación
La investigadora Cristina Santín indica que estos incendios, que dejan “una superficie muy grande totalmente calcinada”, afectan más que otros a la vegetación y al suelo, que al arder de forma tan intensa es más difícil que se recolonicen tanto con plantas como con fauna.
Otra de las secuelas de los incendios de sexta generación es que el suelo queda en una situación de vulnerabilidad. Como ya explicamos en Newtral.es, si llueve sobre esas superficies calcinadas se corre el riesgo de que se produzcan inundaciones y de que se erosione el suelo.
Por último, Cristina Santín señala que “la cantidad de carbono que emiten a la atmósfera es mucho mayor que la de incendios más pequeños”.
Cómo prevenir este tipo de incendios
Los expertos coinciden en que para prevenir incendios de sexta generación la clave está en tener unos montes bien gestionados.
Marcos Gómez Carpintero enumera distintas técnicas que se pueden llevar a cabo: hacer un uso técnico del fuego, hacer un mantenimiento de las áreas de cortafuegos o establecer fajas (espacios de terreno sin combustible) en torno a las urbanizaciones o núcleos urbanos, que cada vez están más metidos en el monte. “Convertir un monte en un jardín es inasumible, en eso estamos de acuerdo. Ahora bien, tenemos personal cualificado para ir analizando […] en qué zonas podemos actuar en invierno para que esto no ocurra”, señala.
“Irónicamente, desde ATBRIF y desde los bomberos forestales siempre hablamos de que los incendios en realidad se apagan en invierno”, dice Gómez Carpintero, y concluye: “Ojalá de aquí a dentro de poco veamos cómo empezamos a prevenir los incendios antes de que ocurran”.
- Javier González Romero, miembro de la unidad docente de Incendios Forestales en la Escuela Superior de Montes de la UPM
- Cristina Santín, investigadora Ramón y Cajal en el Instituto Mixto de Investigación en Biodiversidad del CSIC
- Marcos Gómez Carpintero, vicepresidente de la Asociación de Trabajadores de las Brigadas de Refuerzo de Incendios Forestales (ATBRIF) del Ministerio para la Transición Ecológica
- Web del Gobierno de Canarias