El nombre del barranco del Poyo ha quedado maldito, aunque desde hace cientos de años es conocido su potencial catastrófico. En 2005 se propuso su encauzamiento (y también renaturalización) en algunos tramos. Pero la virulencia que empieza a mostrar el nuevo clima abre el debate de si las soluciones de adaptación que funcionaban antes se quedan cortas. Al menos dos estudios han revelado que ni siquiera fueron las aguas del Poyo las que provocaron la mortífera riada en la Horta Sud de Valencia el 29 de octubre de 2024. Según la mayoría de personas expertas, el futuro climático obliga a conjugar cemento, naturaleza y big data con otra palabra igualmente maldita: incertidumbre.
Casi nada se puede comparar a lo ocurrido el 29 de octubre de 2024. A la desmesura de la precipitaciónse sumó la aparente ceguera ante los alarmantes caudales de la red de barrancos que se enmarañan en la cuenca del Poyo. Paradójicamente, ni la lluvia a nivel local ni las aguas que alimentan al Poyo fueron las que anegaron Paiporta y otros municipios cercanos. Estudios técnicos apuntan a “dos hermanos menores“ de esta rambla, que carecían de monitorización automática. Pero, ¿es posible tener ojos en todos lados? Y, sobre todo, ¿era necesario?
El último de estos trabajos es obra de un estudiante de máster en el IEAMA-UPV. Jaime Alberto Cachay Melly quería poner a prueba un modelo computacional de su universidad para estudiar crecidas y erosión en caudales. Cachay simuló lo que pasó antes y después de que el sensor (en aforo) de la rambla del Poyo saltase por los aires arrasado por el desbocado caudal, cuando poco antes de las 19:00 soportaba más de 2.000 m³/s.
Publicidad
Cachay comprobó que, en realidad, aguas abajo del medidor es donde todo se descontroló de forma repentina. La rambla del Poyo estaba recibiendo agua masivamente de otros dos barrancos que recogen aguas de la sierra donde se enclava Turís, donde se batió el récord histórico de precipitación por hora. Nadie miró a esos barrancos. Esto no quiere decir que se careciese de información para tomar decisiones.
Fueron los barrancos del Gallego y L’Horteta, que carecen de medidores automáticos
El catedrático de la UPV Félix Francés (autor que propuso a la CHJ el nunca ejecutado encaucamiento del Poyo) dirigió el trabajo de Cachay. “El sistema de monitoreo que tenemos (SAIH Confederaciones Hidrográficas) yo creo que está bastante bien. Instalar sensores en todos los cauces, todos los barrancos, es imposible. Añadir más es caro. Para eso ya están los modelos”. Según sus cálculos, gracias a las matemáticas y la computación, hubiera habido un margen de anticipación de hasta seis horas aquel 29 de octubre. Y hubiera permitido lanzar mensajes más focalizados según el riesgo que tenía cada municipio.
Pero los modelos tienen que lidiar con una doble incertidumbre: la del pronóstico del tiempo y la climática, donde la mayoría de escenarios apuntan a más torrencialidad e imprevisibilidad. Barrancos como los del Poyo pueden producir inundaciones relámpago (flash flood) y están en casi toda la cornisa mediterránea. “Aunque muchos lechos están secos la mayor parte del año, en menos de una hora pueden llegar a caudales capaces de provocar desbordamientos. Hay que reforzar los sistemas de alerta”, explica por su parte Cachay. Y esas alertas se pueden lanzar y focalizar mejor si se puede modelar el comportamiento del agua incluso si no llueve en un punto de riesgo concreto. Prácticamente en esto hay unanimidad en la comunidad científica y técnica: el agujero negro del 29-O no fue de datos, sino de prevención y alerta temprana.
Al menos otros dos trabajos, publicados en el último año, vienen a concluir que desde primera hora de la tarde había señales de peligro. Y, como explica Francés a Newtral.es, desde hace años se sabe del que los dos principales afluentes del Poyo pueden dar problemas. Aquel día se sumó un factor: “Que por la mañana ya hubo precipitación importante”, lo que anegó el suelo, que no pudo tragar más agua para cuando se dio la tormenta masiva en la zona de Turís. A partir de ahí, todo arrastre, especialmente por esos afluentes del Poyo.
Barranco del Gallego: Discurre por un desnivel superior a los 200 m, con cauces complejos con zonas de inundación y escasez de drenaje. Esta red ha sido modificada tanto por causas naturales como por la actividad humana.
Barranco de L’Horteta: Nace cerca de Turís, el lugar donde cayó más agua el 29 de octubre. Desemboca en el Poyo a la altura de Torrent. Discurre por un espacio agrícola.
Publicidad
El pasado diciembre, otro investigador del IIAMA-UPV, Francisco Vallés, planteó un modelo hidráulico para ayudar a la localización de desaparecidos arrastrados por los cauces en episodios torrenciales. Entonces su trabajo ya vino a probar que toda esa agua que anegó Paiporta y municipios cercanos no podía ser sólo la que recoge la cabecera del Poyo. La mirada había de ponerse allí donde estaba cayendo como nunca, en las inmediaciones de Turís.
Altura del agua el 29-O
20 cm >> 1 m >> 4 m >> 10 m
14:0021:00
Imágenes a partir del modelo de Vallés, UPV
Como analizan otros investigadores en El País, el modelo acelerado de Vallés funciona, como se muestra en una visualización de Luis Sevillano. Según su simulación, cuando arrancó el CECOPI, 9 km2 no residenciales ya estaban anegados. Hora y media después, el Poyo (alimentado por sus afluentes) comienza a rebosar junto a las casas. El profesor participó como perito en la instrucción del caso de la dana y ya entonces defendió el papel de Aemet y su aviso rojo. “Las inundaciones en este tipo de cuencas se llaman inundaciones relámpago. Y los avisos tienen que vincularse a las lluvias, no a las crecidas”, pese a que en la Horta Sud no llovía.
Vallés, como Cachay, los datos de lluvia publicados por la CHJ, la Aemet y la red de la Asociación Valenciana de Meteorología (Avamet), un ejemplo de ciencia ciudadana de rigor, explica Francés. Con todo, para este ingeniero, el reto de las agencias meteorológicas está en afinar más los pronósticos en posibles escenarios extremos y con geografías complejas, como la de esta zona de Valencia.
Publicidad
La emergencia climática nos empuja a monitorizar y alertar de otra forma
Las organizaciones científicas World Weather Attribution (WWA) y ClimaMeter han publicado sendos informes preliminares que relacionaban el calentamiento global de origen humano con los extremos de precipitación en el sureste español. La emergencia climática hizo que la lluvia en la dana fuera un 12% más intensa y el doble de probable que en tiempos preindustriales, aunque esta sea tierra de riadas y gotas frías.
No se puede instalar un sensor en cada barranco. Para eso tenemos los modelos que permiten extrapolar el riesgo a partir de precipitación
No sabemos si habrá mucha más lluvia en el futuro, pero sí peor. “El cambio climático no es un fenómeno temporal, es estructural”, apunta el catedrático emérito de Geografía Humana de la UV Joan Romero, quien ha participado este martes en una sesión sobre las lecciones aprendidas de la dana de 2024 en su universidad. “Sabemos que el Mediterráneo será de las zonas más afectadas por el cambio climático en todo el mundo”. Pero, además, “en algún momento, hace mucho, perdimos el respeto a la naturaleza”.
Hemos poblado cauces o zonas inundables. “Las ciudades se están convirtiendo en las nuevas cuencas de sedimentación”, añade su compañera en la UV Ana Camarasa, también en esta sesión. Pero es que además, el cambio climático “está cambiando el patrón de las zonas inundables. Se están reajustando”.
Además de las zonas pobladas, la cuenca del Poyo y sus afluentes tiene un problema de impermeabilización. Aproximadamente un 20% de su superficie no puede absorber agua de forma natural. Como apunta Carolina Boix Fayos (CEBAS-CSIC), gran parte de las poblaciones están en la zona natural ”donde el agua busca su salida natural en momentos de crecida”. Vaguadas y cauces están cubiertos por un “denso tejido urbano y, por tanto, son invisibles para la población que no tiene conocimiento de ello”.
Encauzar, renaturalizar y prevenir: no hay una sola receta para frenar la próxima tragedia
La idea de Francés de encauzar y conectar el barranco del Poyo con el nuevo cauce del Turia se quedó en el cajón de la crisis económica. Pero, ¿es una buena idea reabrirlo ante realidades tan abrumadoras como la dana de 2024? El profesor cree que habría que estudiarlo, porque con las reformas necesarias, el cauce del llamado Plan Sur sí sería capaz de aliviar caudal del Poyo, aunque habría que hacer cálculos. “El problema del Poyo es que, por su magnitud, puede empezar a reducir el nivel de protección del nuevo cauce del Turia”, el que se construyó en 1969 justamente para evitar riadas en la cuidad.
En la dana de 2024, sólo algunos distritos y barrios al sur del nuevo cauce se inundaron. La cuestión –apunta Francés– es que un alivio del Poyo en ese tramo del Turia no termine causando problemas también en los barrios del norte en caso de crecidas. “Canalizarlo ahora supondría una modificación del nuevo cauce“.
No hay una receta única para el Poyo o el resto de barrancos que tejen el paisaje que va de la serranía a las llanuras de la metrópoli. Boix, junto a otros colegas, aportan soluciones para adaptarnos a esta nueva realidad climática y urbanística en The Conversation. Desde la educación y concienciación social del riesgo de inundaciones para toda la población hasta combinaciones de soluciones de ingeniería o basadas en la naturaleza, no en el cemento. Encauzar, muchas veces, acelera aguas y reduce el tiempo de reacción en otros puntos.
Ana Camarasa apunta que “la planificación del riesgo tiene que ampliar perspectiva, considerar toda la cuenca”. La toponimia revela la memoria del agua. “El Poyo, entre Chiva y Cheste se llama barranco de La Marjal (terreno pantanoso). En Quart, Les Basses (las balsas). Y tenemos una parada de metro que se llama Salt de l’Aigua (salto del agua)”. Hoy estos terrenos aparecen trufados por construcciones, polígonos industriales y… hasta un aeropuerto.