La mentira siempre estuvo con nosotros, pero esto… esto es otra cosa. La posverdad como forma de comunicación se confunde en redes sociales habitualmente con la mentira, y no es exactamente eso. En realidad, es una forma de comunicación que combina varios elementos que pueden estar en su totalidad presentes o no, pero con un objetivo común la destrucción de la preocupación que debemos tener por recibir información veraz.
Para ello, como he dicho, se vale de varios elementos como son por ejemplo el humor, lo grotesco, el ridículo, el miedo, los complejos, etc. Cualquier cosa que apele al sentimiento y anule el razonamiento. Es por así decirlo la comunicación llevada a los instintos más básicos. Cualquier cosa que toque cualquier órgano humano, excepto el cerebro. Y sobre todo interrumpir, con mucho ruido de fondo y humo espeso, el discurso convencional dentro de la política o la vida pública.
No es convencer a los propios, criticar a los ajenos. No es ganar votos o defender su caída. Esto es otra cosa. Es crear confusión, ruido, desubicarnos. Destruir los referentes que tenemos y sustituirlos muy ladinamente por otros ¿No les extraña, por ejemplo, esos grupos que afirman que todos los medios están comprados con oscuras intenciones, mientras se apoyan en “otros medios”, de los que muchas veces no sabemos absolutamente nada?¿Esos no están comprados?
Posverdad, marketing y política
En marketing, e incluso en el mundo del espectáculo, todo esto no es nada nuevo. El llamar la atención, aunque sea a base de flatulencias como en la magnífica Ay, Carmela para evitar una tragedia, se convirtió en una poderosa forma de venta en base a la atención captada. Pero llevado al mundo político, y acelerado por las propias características de las redes, se ha convertido en algo muy peligroso. Juntar el “vale todo para captar la atención”, con posiciones extremas en herramientas como son las redes sociales, que basan sus beneficios en el tiempo que pasamos en ellas ha sido como tirar cerillas a un pajar.
En la red es muy fácil de encontrar. En esta forma de comunicación es habitual, por ejemplo, el uso de los memes. El deshumanizar al rival, o sus ideas, y llevarlo a lo grotesco. Nada que ver con la expresión del humor o la crítica. Es de más bajo instinto. El lenguaje que utiliza es muy parecido, siendo admisible el insulto o el mal gusto. No llamar o mencionar a las personas por su nombre, o acompañar las ideas del rival con un adjetivo fijo es su forma de expresión.
Creo que es evidente, y ustedes saben de lo que hablo.
Posverdad y silencios en redes sociales
El uso de los silencios es otro de los integrantes de la posverdad en redes sociales. Casi más importante de lo que se dice es lo que nunca se dice. Por ejemplo, creo que es evidente que si hiciéramos una lista de temas a los que hacen referencia continuamente los amantes del uso de la posverdad serían mucho más notorios el amplio hueco en los que no se tratan, que los que se repiten hasta el hartazgo. Inmigración sí, pobreza energética no. Adoctrinamiento de niños en la educación sí, el futuro de los mismos abocados a mercados de trabajo donde serán explotados, no. Los temas elegidos siempre lo serán en función del impacto en los creyentes y partidarios, no de la importancia o gravedad de los mismos.
Por supuesto el control sobre lo que se puede decir o no es también parte de estas tácticas. Más allá aún, sobre lo que se puede o no se puede hablar. Volcarán sus esfuerzos en amenazas, juicios y acusaciones, y cualquier cosa que les sirva para dirigir la conversación a su red de intereses. Todo lo que quede fuera debe ser eliminado o censurado. De una manera u otra. Ya saben, interrumpir el discurso convencional es el objetivo.
La creación de una red de confianza
Y se teje para ello de una red “de confianza”. Se debe dudar de todo político, excepto los nuestros. De todo medio, excepto los nuestros. De cualquier voz que opine lo contrario que los nuestros. Se crean nuevos líderes de opinión. Se les llama “periodistas” aunque no lo sean. Se les convierte en mesías, muchas veces a golpe de talonario y adornados con muchos seguidores de bots, para que cualquiera que le siga vea cuánta gente le da la razón a uno mismo en sus creencias. Se llama medio a cualquier cosa que tenga un titular y junte letras, siempre que el estribillo sea el correcto y la música sea del agrado. La red permite todo eso sin mucha inversión. Todo son ventajas.
Si la red ha acabado con la privacidad también se aprovecha. Si los límites de lo convencional estaban en la esfera privada esto ya no existe. A base de repetirnos que hemos perdido algo tan importante como la privacidad se naturaliza el uso de imágenes, capturas. Textos o mensajes que nunca debieran ser hechos públicos más que por sus implicados de una forma absolutamente escandalosa como si todo fuera “natural” y “normal”. Y no, no lo es. Todo tiene un contexto, e incluso cuando subimos imágenes a una red pública es bajo ciertas condiciones. No para que cualquiera las use, y menos con ese sentido. Sin embargo, insisto, lo tenemos tan asumido que ni nos molestamos en protestar. Hasta que nos toca a nosotros, claro.
Hechos entre confusión y redes sociales
No se confundan. Existen hechos concretos. Existen los datos. Pero todo ha llegado a ser tan confuso que la duda metódica sobre incluso la verdad establecida es más necesaria que nunca. No se trata que cualquier crítica o duda se convierta en una falta contra un dogma. No. La verdad está sujeta a interpretaciones como las geográficas, las culturales, etc. Pero el hecho de que estos límites no existan en la red está acabando incluso con ese resquicio de luz. Y lo más preocupante, en la forma de defenderla.
La amplitud de las posibles audiencias, junto a la velocidad a la que se distribuyen gracias a la red, han convertido la posverdad en un problema global.
Aunque incluso esto que escribo es cuestionable, sin duda. Pero sin posverdad en redes sociales. Por favor.
ARTÍCULO MUY INTERESANTE,ME HA ENCANTANDO HABER UTILIZADO MI TIEMPO EN LEER ESTE ARTÍCULO BASADO EN PURAS VERDADES SOBRE LA REALIDAD Y EL FUTURO DE LA COMUNICACIÓN Y LAS VERDADES DIGITALES