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Políticas contra lo ‘woke’, la última moda entre los republicanos de Estados Unidos

El gobernador de Florida, Ron DeSantis. (FLORIDA WEB)
Tiempo de lectura: 12 min

El partido republicano afronta la carrera electoral de 2022 con una nueva bandera política: abajo lo woke. Las campañas de numerosos candidatos republicanos llevan meses repitiendo esa palabra como si fuera el peor de los males que acechan a Estados Unidos. Y sin embargo pocos saben definirla con precisión. El diccionario Merriam-Webster lo intenta de esta manera:

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«Consciente y activamente atento a hechos y cuestiones importantes (especialmente cuestiones de justicia racial y social)».

Tampoco es que importe que pocos conozcan su verdadero significado. A estas alturas, woke es un término tan pervertido que cualquier político republicano podría usarlo para repudiar las ideas de su contrario. El propósito es dibujar a cualquier rival demócrata como abanderado de lo otro, del «arriba lo woke«.

La cuestión es si cabe más peliaguda cuando la crítica a lo woke pasa a los planos legislativo y ejecutivo. El último año ha visto cómo multitud de estados gobernados por republicanos tomaban una posición legislativa en sus políticas contra lo woke. La estrategia se ha traducido en:

  • Limitaciones de los temas considerados woke sobre los que los profesores pueden hablar con sus alumnos.
  • Censuras de libros woke en bibliotecas y currículums escolares.
  • Represalias contra compañías privadas por sus posturas woke.

En el plano general, la mayoría de críticas a lo woke tienen que ver con cuestiones raciales, de orientación sexual y/o de identidad de género. ¿Pero de dónde viene realmente el concepto? ¿Cómo se ha pervertido su significado? Y sobre todo, ¿con qué políticas están los republicanos atentando contra lo woke?

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Qué es lo woke

El significado más literal de woke tiene que ver con estar despierto, o stay woke. No fue hasta los años 20 que woke empezó a recibir un uso diferente, específicamente dentro de la comunidad negra.

  • En 1923, el activista de Harlem y filósofo jamaicano Marcus Garvey fue uno de los primeros en hablar de la necesidad de que los negros alrededor del mundo despertaran para luchar contra las injusticias que subyugaban a los suyos y la necesidad de participar en la vida política.
  • En esos años, woke pasó a tener una connotación simbólica entre los negros. Si uno estaba woke, entonces estaba al tanto de la discriminación racial o social y la injusticia.
  • Hacia mediados del siglo XX, estar woke también significaba estar despierto y atento a las posibles injusticias sociales y políticas cometidas a tu alrededor, fueran linchamientos, persecuciones o segregación.

La prominencia en el uso de woke despegó con la ayuda de la cantautora estadounidense Erykah Badu, que en 2008 hizo una versión del tema «Master Teacher» de Georgia Anne Muldrow en la que cantaba «I’d stay woke».

  • En 2012, Badu usaría esa misma composición de stay woke para denunciar el encarcelamiento del grupo de punk rock feminista ruso Pussy Riot.
  • Ese mismo año, un miembro del equipo de vigilancia comunitaria en una urbanización de Sanford, Florida, mató a un joven afroamericano de 17 años llamado Trayvon Martin.
  • Las denuncias por lo ocurrido en Twitter, especialmente tras la absolución del tirador, a veces iban acompañadas del hashtag #staywoke.

Desde ese momento, más y más activistas empezaron a usar woke para acompañar las denuncias de otras muertes de jóvenes afroamericanos a manos de la policía. El movimiento Black Lives Matter pasó a tener cada vez más relevancia conforme esos casos cobraban más prominencia en los tiempos de la viralidad online. Woke es solo un concepto que creció en popularidad en paralelo a ese fenómeno.

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La ‘corrupción’ del término woke

Al crecimiento de popularidad de Black Lives Matter le siguió también un aumento destacado de los debates sobre qué discursos, instituciones, políticas o conceptos guardaban un cariz racista. Estar woke pasó a incluir también el reconocer aquello que sostiene los pilares del racismo sistémico.

  • Dada la base ideológica progresista de esa perspectiva, era cuestión de tiempo que apareciera una reacción política contraria a lo woke.
  • Así, el movimiento conservador empezó a denunciar los supuestos excesos de lo woke, generalmente relacionando el concepto con otro: la cultura de la cancelación.
  • Los republicanos en Estados Unidos habían encontrado a un enemigo perfecto: turbas woke que perseguían a quienes no hablaran o pensaran como ellos y los cancelaban.

Era una estrategia similar a la que grupos afines habían perseguido años atrás, cuando los activistas de derechos civiles de los 60 eran descritos como agitadores externos y los estudiantes universitarios progresistas eran considerados como los políticamente correctos en los 80 y 90.

El concepto no ha hecho sino expandirse conforme más temas de actualidad ajenos al conservadurismo han aparecido en la primera plana política. Por ejemplo:

  • Con la legalización del matrimonio homosexual tras la decisión del Tribunal Supremo en 2015.
  • O con la demanda que varios alumnos adolescentes trans pusieron al estado de North Carolina por impedirles usar el baño del género con el que se identificaban en 2016.
  • O con el nacimiento del movimiento MeToo tras las denuncias contra el productor hollywoodiense Harvey Weinstein en 2017.
  • O con las protestas generalizadas que se produjeron tras el asesinato de George Floyd a manos de la policía en 2020.
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Así, manifestaciones en contra de la homofobia, la transfobia, el machismo y el racismo pasaron a formar parte del mismo paraguas: lo woke.

Los excesos de lo woke

El éxito del movimiento conservador reside en haber logrado asignar un solo concepto como woke a una retahíla de fenómenos progresistas que pretenden luchar contra injusticias políticas y sociales. Según los republicanos, esa lucha contra las injusticias se ha excedido en multitud de instancias. Por ejemplo:

  • En los campus universitarios, donde se han producido casos de protestas violentas para impedir la participación de figuras conservadoras en charlas y ponencias. Una cancelación, que dirían.
  • En la política del lenguaje, con supuestas cancelaciones de aquellos que han usado un micromachismo, han dicho algo que no se consideraría racista hace cinco años o han hecho una broma sobre los pronombres inclusivos.
  • En la falta de presunción de inocencia, especialmente en el contexto del MeToo, por todas aquellas acusaciones de acoso o agresión sexuales que han terminado en la cancelación de algún hombre sin que el caso haya pasado por un juicio.

La ventaja republicana del concepto woke es que han logrado mezclar los excesos y los casos anecdóticos con el resto de iniciativas progresistas contra las injusticias sociales y políticas de Estados Unidos. Y es algo que están transformando ahora en iniciativas legislativas y ejecutivas concretas.

Las políticas contra lo woke en el deporte

Los proyectos legislativos antiwoke se pueden dividir en tres frentes:

  • Deporte.
  • Educación.
  • Represalias contra empresas privadas.

En lo que respecta al deporte, la mayor atención la recibe la participación de las jóvenes trans en competiciones universitarias y de instituto contra rivales del género con el que se identifican, no con el que les asignaron al nacer.

  • Los republicanos saben que la ley de baños de North Carolina fue profundamente polémica en 2016, lo suficiente como para influir en la derrota del gobernador Pat McRory aquel año.
  • En cambio, la participación de jóvenes trans en competiciones del género con el que se identifican es un asunto muy polémico. Solo un 24 por ciento de estadounidenses lo apoya, según encuesta reciente de NPR/Ipsos.
  • 18 estados han aprobado leyes para prohibir la participación de jóvenes trans en competiciones del género con el que se identifican. Todas se han aprobado en los últimos dos años en estados cuyas legislaturas dominan los republicanos.

Con el cambio de foco, los republicanos pueden poner a los demócratas a la defensiva en un tema controvertido que les granjeará enemigos hagan lo que hagan. Basta que un demócrata defienda la postura protrans para etiquetar a todo el partido como woke. Mientras tanto, la comunidad trans sale perjudicada al ser usada en una batalla política que al final concierne a muy pocos alumnos atletas.

  • En cierta medida, la estrategia se parece a la que usan los republicanos con las protestas antiracistas como las lideradas por Black Lives Matter.
  • Como en esos movimientos progresistas hay activistas que piden desfinanciar o reducir drásticamente los presupuestos policiales, los republicanos asignan esa idea a todos los demócratas woke.
  • En realidad, una minoría muy pequeña de demócratas progresistas defiende esa medida porque es muy impopular entre el electorado, pero los republicanos saben usarlo a su favor y dividir a sus rivales en luchas internas.

Políticas contra lo woke: educación y empresas

Pero sin duda el modelo a seguir para acabar con lo woke puede verse en la política de Florida. El gobernador republicano Ron DeSantis, ayudado por la legislatura estatal de mayoría republicana, es el guerrero cultural por excelencia del partido conservador. Solo este año:

  • Ha promulgado una ley conocida por sus críticos como No digas gay. Prohíbe que los profesores de primaria conversen con sus alumnos sobre temas de orientación sexual e identidad de género. La ley es tan ambigua que también promete provocar autocensura sobre esos temas entre profesores de instituto.
  • Ha promulgado una ley llamada literalmente Ley Stop WOKE. Prohíbe cualquier enseñanza que pueda hacer que los estudiantes sientan que tienen algún tipo de responsabilidad por errores históricos del pasado como la esclavitud por su raza, color, sexo u origen nacional. También limita que las compañías puedan hacer algo parecido a través de cursos sobre diversidad.

La entrada de DeSantis y los republicanos en las aulas es parte de una estrategia mayor aprovechando un momento político concreto. Durante la pandemia, numerosos gobernantes demócratas han sido criticados por padres y expertos por haber mantenido los colegios cerrados durante demasiado tiempo.

  • Los republicanos han aprovechado la coyuntura para recuperar una posición de influencia en el debate educativo y acusar a los demócratas de sus excesos.
  • Esos excesos incluyen una supuesta adoctrinación woke por la que los niños aprenden que los blancos tienen la culpa de la esclavitud, que la historia de Estados Unidos está manchada de sangre y hay que avergonzarse de ella, o que los géneros son fluidos y hay que experimentar sexualmente desde muy jóvenes.

Todo esto no es necesariamente cierto salvo por casos anecdóticos, pero ha generado una respuesta política enorme. Es algo que se ha traducido en la censura de libros sobre temas LGBTQ+ o escritos por autores negros, según la American Library Association (ALA).

  • Más de 1.100 libros han sido prohibidos en distritos escolares a lo largo de Estados Unidos entre julio de 2021 y marzo de 2022, según datos de PEN America. Es un pico sin precedentes recientes.

A por las empresas

En el caso de Ron DeSantis, alinearse con las críticas demócratas a políticas antiwoke como No digas gay se ha traducido en represalias directas para compañías como Disney. Bastó que el consejero delegado Bob Chapek criticara la ley para que DeSantis pidiera quitarle a Disney los privilegios con los que cuenta desde hace décadas por tener sus parques temáticos en el estado.

Pero no es la única represalia contra las compañías privadas. Multitud de estados están penalizando a los fondos de inversión responsable a los que consideran woke por rechazar invertir en las industrias de combustibles fósiles o armamentística.

  • Reuters contó el pasado julio al menos 44 leyes en 17 estados conservadores que se han considerado o aprobado solo este año para penalizar a empresas que sigan esa filosofía, denominada en el sector como ESG (Gobierno Ambiental, Social y Corporativo).
  • Entre las medidas incluidas en esos proyectos están apartar a las firmas de inversión de los mercados de bonos estatales o de los fondos de pensiones públicos para jubilados.

No está claro que las leyes vayan a suponer un duro golpe contra esas firmas, según Bloomberg. Pero las iniciativas son ilustrativas de la contundente respuesta política conservadora contra compañías privadas que no se adecuen a sus valores.

  • Todo y pese a que vaya en contra de la filosofía de liberalismo económico que ha caracterizado al partido republicano durante años.
  • Líderes republicanos como DeSantis estiman que ser guerreros antiwoke es mejor forma de hacer política que intentar llevarse bien con empresas privadas como Disney, por muy poderosas que sean en su estado.

Por ahora, los demócratas no están sabiendo bien por dónde contraatacar, pero hay indicios de que debates políticos candentes como el aborto pueden meter a los republicanos en problemas con el sobreuso del concepto woke. El próximo noviembre cabrá ver si el acelerón antiwoke de los últimos dos años tiene recompensa electoral.

Fuentes

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