Cualquier ser humano se fabrica a partir de un libro de instrucciones genético contenido de manera casi idéntica en los núcleos de sus células. Está escrito en más de 3.000 millones de letras A, T, C, G. Es el ADN. Pero para que las células ‘hagan y fabriquen cosas’ no necesitan leerse todo el libro. Sacan un capítulo concreto de él y se imprimen un croquis de construcción a partir del libro de ADN. Ese croquis está escrito en otro código: ARN. Y ese extracto de ARN no afecta al ADN original. Salvo alguna cosa.
Un equipo científico de EE.UU. dirigido por Richard Pomerantz (Centro de Cáncer Sidney Kimmel de Filadelfia) acaba de publicar un descubrimiento que pudiera parecer que da la vuelta a la lógica: el ARN sí afecta al ADN de células por la acción de una sustancia: la polimerasa theta (Polθ). La molécula tendría un papel relevante en células cancerosas para que secuencias de ARN modifiquen parte del ADN celular para garantizar su supervivencia y multiplicarse malignamente.
¿El mundo al revés? Siguiendo con la metáfora, ¿cómo puede un escáner alterar el documento original del libro de instrucciones ADN? Con este Photoshop de algunas células llamado Polθ. Pero también por “la acción de algunos virus [que se valen de polimerasas]. Esto ya es conocido, por desgracia, con retrovirus tan complicados como el del VIH, que provoca el sida”, señala desde el CNB-CSIC el genetista Lluis Montoliu.

La Polθ, capaz de de hacer queel ARN afecte al ADN, no está habitualmente en los tejidos del organismo. De hecho “puede utilizarse como marcador tumoral”, explica el investigador, “puesto que es típico de células de cáncer”. Por sí sola, una molécula de ARN no puede afectar a las de ADN, de la misma forma que los planos de un edificio concreto no implican un cambio en el programa de la carrera de arquitectura, más bien, ocurre al contrario.
De las 14 polimerasas de ADN que hay en las células de los mamíferos, sólo tres realizan la mayor parte del trabajo de duplicación de todo el genoma para preparar la división celular.
ARN que afecta al ADN, un descubrimiento de hace 50 años
“En 1970 ya se descubrió esta actividad contraria al flujo general de la actividad genética. Varios investigadores vieron hace 50 años que hay una proteínas, las polimerasas transcriptasas inversas, capaces de usar el ARN como molde a partir del cual generar ADN”. Es justo lo que hacen retrovirus.
Conocíamos muchas polimerasas así. Este nuevo estudio, al que a juicio de Montoliu “se le ha prestado una atención exagerada, aunque es muy interesante”, presenta una nueva polimerasa con esa cualidad, la Polθ. En concreto, con ARN afecta al ADN para ”reparar sus mutaciones”.
Esta polimerasa normalmente está silenciada y cuando aparece es un mal pronóstico. Pero este hallazgo abre un camino para, no sólo diagnosticar cánceres, sino apagarla para que no induzca actividad cancerosa o, si consiguiéramos domarla, hacer reparaciones en el ADN que eviten los tumores. Por el momento, todas estas aplicaciones son puramente especulativas, aunque esperanzadoras.
El estudio de Pomerantz planeta un experimento in vitro y sobre hongos y bacterias, no sobre personas. Por tanto, aún no sabemos para qué nos puede ser realmente útil. “En las células sanas, el objetivo de esta molécula puede ser la reparación del ADN mediado por el ARN. En las células no sanas, como las cancerosas, la Polθ está muy expresada y favorece el crecimiento de las células cancerosas y la resistencia a los fármacos”, explicó Pomerantz en la presentación de su trabajo.
Las vacunas de ARN o adenovirus no afectan al ADN ni cambian nuestro genoma
“Tengamos o no tengamos esa polimerasa, el ARN de las vacunas no hace nada en nuestro ADN”, sentencia Montoliu. Uno de los bulos que más circula alrededor de las formulaciones para prevenir la covid es que, al ser fabricadas con ingeniería genética, las inyecciones pueden provocar alteraciones en nuestro genoma o volver al receptor ‘transgénico’.
Desde Londres, la investigadora Ana María Ortega-Prieto recuerda algo importante: “Cada vez que el virus infecta de forma natural una célula, se producen millones de ARN mensajeros. Sin embargo, esto no supone ningún riesgo para nuestro ADN”. Es decir, que la infección natural –por coronavirus u otros– ya implican la acción de esta molécula.
Como explica en The Conversation, “imaginemos que por arte de magia este ARN mensajero puede permanecer dentro de las células un tiempo indeterminado. El siguiente paso para poder alterar nuestro ADN sería poder interactuar con él y esto no ocurre. ¿Por qué? Pues simplemente porque hay una separación física entre ellos”.
Pero en las vacunas de adenovirus (Janssen, AstraZeneca) el inyectable sí entra en el núcleo celular, donde está nuestro ADN. ¿De verdad no lo afecta? “Los adenovirus son vectores muy curiosos –señala Montoliu–. Entran en el núcleo, se quedan flotando, donde tienen que transcribirse (es decir, hacer ARN), pero no tocan nuestro ADN, no se integran en nuestro genoma, hasta que se destruyen”.
Todavía no existe la inyección capaz de provocar una mutación específica y controlada en nuestro ADN. Eso, más bien, lo hacen fuentes de radiación como el mismísimo Sol. Pero aleatoriamente, pudiendo provocar tumores. Quizás las prometedoras técnicas de edición genética, como el corta-pega genético CRISPR, lo consigan en humanos en un futuro próximo. En su tecnología, probada con éxito en cultivos, por ejemplo, fía la medicina futura la desaparición de determinadas enfermedades raras o cánceres.
Hay un profesor que dice,los carbones si afectan al cerebro.en la podología existte esteinerañ?