PÓDCAST | El verano del desastre que pocos vieron venir: calor y justicia con Fernando Valladares

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Europa parece haber despertado a la emergencia climática en medio de una pesadilla. El verano de 2022 puede pasar a la historia por sus olas de calor extremo prolongadas y tempraneras. Y con ellas, la sequía, los incendios y muertes asociadas a las altas temperaturas. Lo peor es que… ¿estaremos ante en verano más fresco de cuantos nos quedan por vivir?

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Hablamos de ello en este pódcast con el científico y activista del clima Fernando Valladares (MNCN-CSIC), quien recalca que «probablemente» estemos «ante el verano más fresco de los próximos». Lo cual no quiere decir que el año que viene tengamos puntualmente uno más frío. Pero las tendencias al alza son claras. Y las generaciones vivas actualmente están llamadas a vivir nuevos récords de temperatura.

Este verano de 2022 se ha saldado con tres olas de calor extraordinariamente extensas e intensas en España. Destaca, también, el anómalo episodio de calor de mayo, que ha abierto el debate sobre si la definición de ‘ola de calor’ se ha quedado obsoleta. La península ibérica ha vivido 35 días bajo temperaturas extremas solo durante el estío meteorológico. En algunas ciudades, como Girona, se han superado las 50 jornadas en ola de calor. Nunca se habían registrado tantos días.

Sin embargo, para Valladares estamos empezando a anestesiarnos con esta sucesión de noticias sobre los récords de temperatura. «Hay efectos de la emergencia climática que ya podemos visualizar como extraordinarios, más allá de una cifra de temperatura que olvidaremos». Por ejemplo, servicios ferroviarios interrumpidos porque las vías del tren se comban o pistas de un aeropuerto derretidas. Ambas cosas han ocurrido en este verano en un sitio donde el calor no suele ser la norma: Inglaterra.

Europa, sumida en veranos de calor extremo y en crisis ante el invierno

Todo empezó aquí. En esta Inglaterra imperial. Pero casi todo el mundo desarrollado carga hoy la culpa de carbono. Los países (y entidades) más ricos, el 1% de la población, son responsables de la mitad de todas las emisiones de gases de efecto invernadero. Estos están inequívocamente detrás de las olas de calor de verano, según demostró un estudio publicado mientras contábamos las olas.

Recuerda Valladares que esa culpa no es individual, del ciudadano de a pie, sino de «un sistema que nos lleva a un consumo de recursos y energía que tiene un límite». Y que se encuentra en una encrucijada. Un dilema, como el dilema del ferroviario: ante la guerra y la amenaza de Putin, ¿desempolvamos el carbón y tiramos de gas para deshacernos de la dependencia rusa? ¿O desplegamos con urgencia renovables que, dado que vamos tarde, nos obligarán a renunciar a parte de nuestro confort o privilegios?

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Un dilema con trampa, para la ciencia del clima, revisada en los últimos informes del panel de expertos del clima (IPCC) de la ONU. Las cuatro entregas del último año empiezan a sugerir, tímidamente, que es necesario replantear el sistema de producción y consumo. «Ha habido mucha resistencia a hablar de decrecimiento», señala Valladares. «Pero ya no es un tabú. La cuestión es que no contamos con un sistema alternativo», pero sí «iniciativas y ensayos, piezas de un puzle» para consumir de otra manera.

No obstante, «aún se puede evitar el choque de trenes». En ciencia del clima se trabaja con escenarios futuros. Unos más catastrofistas, otros más optimistas. Ninguno de los extremos es realista. «Por el momento se han cumplido los intermedios, los más probables». Puede que este verano de calor nos haya demostrado que «quizás se nos está escapando algo con los modelos climáticos actuales», pero hay motivos para ser optimistas y pensar que se pueden evitar los peores efectos de la emergencia climática, mientras contamos las olas… de calor.

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