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‘Perdidos en el Ártico’: cuando los daneses descubrieron el fin de Groenlandia

Newtral I Fotograma de 'Perdidos en el Ártico'
Tiempo de lectura: 8 min

Hubo un tiempo, no tan lejano, en que los mapa mundi no incluían toda la superficie terrestre. La fiebre por descubrir y colonizar el mundo se inició en el siglo XVI con las misiones a América, Asia, África y Australia, y se alargó hasta entrado el siglo XX, cuando finalizó con las expediciones a las regiones polares. Una de las últimas zonas en ser explorada fue Groenlandia, cuyo extremo noreste se alcanzó en la primera década de 1900 gracias a las expediciones del Danmark y el Alabama, gestas que ahora retrata Perdidos en el Ártico, la nueva película de Peter Flinth.

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En busca de la Tierra de Peary: las expediciones del Danmark y el Alabama

En 1909, el explorador danés Ejnar Mikkelsen (Nikolaj Coster-Waldau, en la película) y su tripulación, incluido el mecánico Iver Iversen (Joe Cole), se embarcaron en una expedición hacia Groenlandia con el barco Alabama. Su objetivo era recuperar los cuerpos y hallazgos de la misión Danmark, liderada entre 1906 y 1908 por Ludvig Mylius-Erichsen, que había fallecido en el hielo junto a parte de su equipo.

Ambas expediciones buscaban lo mismo: probar que Groenlandia era una sola pieza de tierra y no dos, como décadas antes había asegurado el explorador estadounidense Robert Peary. Éste defendía la existencia de un canal que separaba la parte noreste de la isla del resto de la masa terrestre, lo que significaría que esa supuesta isla (apodada la “Tierra de Peary”) estaba separada de Groenlandia, cuando en realidad se trata de una península.

Mapa donde se muestra la «Tierra de Peary» como si fuera una isla

La pista que facilitó el descubrimiento: una licencia de la película

Como muestra Perdidos en el Ártico -y confirman los diarios de los exploradores, Mikkelsen y su equipo fueron capaces de probar que Groenlandia era una extensión de tierra continua gracias al diario encontrado junto al cuerpo de un miembro de la expedición Danmark, Jørgen Brønlund, quien en sus últimos momentos dejó por escrito que había enterrado sus hallazgos en un montón de piedras dibujado en un mapa que llevaba junto a él.

Sin embargo, hay que matizar que no fue Mikkelsen quien hizo el hallazgo, como señala la película, sino Johan Peter Koch, un explorador que formaba parte de la expedición Danmark. El descubrimiento se narra en el Informe sobre la expedición del Danmark a la costa noreste de Groenlandia, que en 1913 recopiló los diarios y vivencias de estos exploradores. Aquí puede leerse como en 1908, antes de abandonar Groenlandia, Koch lideró una misión de rescate de sus compañeros perdidos, aunque solo encontró el cuerpo sin vida de Brønlund y su diario.

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En este punto cabe destacar que, pese a que no se muestra en el filme, no todo el equipo de Danmark pereció en su misión. Varios hombres lograron llegar a Copenhague el 23 de agosto de 1908.

El perro Bjorn y el oso polar: otros “gazapos” del filme

Perdidos en el Ártico está basada en el libro del propio Ejnar Mikkelsen, titulado Dos contra el hielo. En esta obra se narran varios de los episodios que acertadamente se muestran en la película, como el hecho de que Iversen fuera el único miembro de la expedición que se ofreció voluntario para acompañar a Mikkelsen o las semanas que éste último pasó enfermo.

También es cierto, según el relato del explorador, el incidente que ambos viven a su regreso al campo base, donde se dan cuenta de que, pese a que sus compañeros debían aguardar su vuelta, la tripulación había abandonado Groenlandia dejando para ellos una cabaña con víveres para sobrevivir un año. 

Sin embargo, también hay episodios de la película que, pese a estar basados en los hechos que Mikkelsen narra en su novela, se han ficcionalizado en cierta medida para añadir dramatismo. Uno de estos momentos es la muerte de Bjorn, el perro favorito de Iversen. En la película, Bjorn es el primer perro en morir al precipitarse por un acantilado. Sin embargo, en el libro de Mikkelsen, aunque todos los perros efectivamente acaban falleciendo, los acontecimientos no suceden así. De hecho, en uno de los primeros capítulos el explorador relata como Bjorn no tiene reparo en comerse a uno de sus compañeros caninos fallecido. Tampoco ningún perro muere luchando con un oso polar.

De hecho, precisamente la escena de la lucha con el oso polar tampoco es relatada en el libro de Mikkelsen con el mismo dramatismo que en Perdidos en el Ártico, donde la bestia llega incluso a atacar a Mikkelsen mientras Iversen se encuentra lejos del asentamiento cazando. En la novela autobiográfica, sin embargo, la bestia intenta derribar la puerta de la cabaña con los dos exploradores dentro, y cuando logra entrar, Mikkelsen utiliza un hacha para distraerla hasta que Iversen encuentra su rifle y la mata.

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La exploración del Ártico: la obsesión por ser los primeros

A finales del siglo XIX y principios del XX la exploración de nuevos entornos se centró en descubrir las regiones polares. Según el antropólogo e investigador de las comunidades indígenas del Ártico Francesc Bailón, esta zona del mundo “atraía mucho” a los exploradores porque era una de las pocas cosas que permanecía como “un territorio completamente inexplorado”. 

Al margen de intentar cartografiar zonas inexploradas, los cuatro objetivos principales de estos exploradores en el Ártico eran “realizar el Paso del Noroeste (ruta que iba por el sur de Groenlandia y por el archipiélago canadiense), la ruta del Noreste (por el norte de Escandinavia y atravesando Siberia), llegar al Polo Norte geográfico y al Polo Norte magnético”, en palabras de Bailón

“Todo empieza cuando Marco Polo vuelve de su ruta por Asia Meridional en el siglo XIII. Se abre la posibilidad de crear rutas comerciales entre Europa y el continente asiático, pero hay un problema, ya que, si hacían el camino por vía terrestre, los comerciantes podían encontrarse pueblos que interfirieran en las rutas”, explica a Newtral.es el antropólogo. Por esta razón, los europeos y más tarde los estadounidenses empezaron a estudiar vías marítimas con las que evitar dichos peligros. “Tardaron 400 años en conseguirlo”, resalta Bailón.

Algo de contexto: ¿Cómo acabó Groenlandia perteneciendo a Dinamarca?

Aunque Groenlandia había sido habitada por pueblos paleoesquimales desde el 2.500 a.C., fue avistada por Occidente hacia el año 900 gracias al explorador nórdico Gunnbjörn Ulfsson, explica Bailón. Los primeros europeos pobladores de la isla fueron, según la tradición nórdica, los vikingos procedentes de Islandia que llegaron a Groenlandia en el siglo X, acompañando a Eirik Thorvaldsson quien le puso nombre al nuevo territorio colonizado y que significa «Tierra Verde

Pero entonces, ¿por qué Groenlandia acabó en manos de Dinamarca? La respuesta está en la Unión de Kalmar: la fundación de un Estado dinástico por la unión de las tres monarquías nórdicas (Dinamarca, Noruega y Suecia) gracias al matrimonio en 1363 de Margarita de Dinamarca y Haakon VI de Noruega (entonces también rey de Suecia).

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Suecia acabó separándose, pero Noruega y Dinamarca permanecieron unidas hasta 1814, tras lo cual las colonias noruegas pasaron a manos de la monarquía danesa, un mandato que la Corte Permanente de Justicia Internacional constató en 1933.

¿Dónde están las mujeres?

Pese a que en Perdidos en el Ártico las mujeres solo aparecen como una ensoñación o deseo de los exploradores durante los años de aislamiento en el Ártico, Bailón destaca que también existieron mujeres que participaron en expediciones a las regiones polares. 

Destaca, por ejemplo, Louise Arner Boyd, exploradora estadounidense que en 1926 se convirtió en la primera mujer en financiar y organizar una expedición al Ártico. “Sus fotografías todavía se utilizan hoy en día para analizar el cambio climático en el planeta”, relata Bailón.

Ada Blackjack es otro de estos casos eclipsados por los exploradores masculinos. Esta mujer iñupiat, de Alaska, y perteneciente a la etnia inuit pasó varios meses sobreviviendo sola en la isla de Wrangel (Rusia) a principios de la década de 1920 después de que sus cuatro compañeros hombres perecieran en el intento.

Por último, Bailón destaca la figura de Josephine Peary, mujer del anteriormente mencionado explorador Robert Peary. Ella acompañó a su marido en diversas expediciones a las regiones árticas, llegando, incluso, a dar a luz en mitad de una de estas misiones. Sobre ella, Isabel Coixet dirigió una de las escasas películas que existen sobre mujeres exploradoras, Nadie quiere la noche (2015), un recordatorio de que ellas también estuvieron presentes en todos los grandes momentos de la historia.

Fuentes