Saquen las manos de nuestras tetas: cómo la mirada masculina ha querido apropiarse del pecho femenino

pechos femeninos mirada masculina
De izquierda a derecha, La Virgen con el niño (Jean Fouquet), Lilith (John Collier) y Pamela Anderson
Tiempo de lectura: 9 min

El pecho femenino ha sido, paradójicamente, mitificado y vilipendiado a lo largo de la Historia. Aunque hablar de la teta exclusivamente en esos términos “supondría un robo a la propia agencia de las mujeres y comprar el marco único de la mirada masculina”, como explica a Newtral.es la filósofa Raquel Miralles, cofundadora de Crisi Coop. Precisamente este agosto, la cantante Eva Amaral desnudaba su torso frente a las miles de personas que habían acudido a su concierto mientras gritaba: “Por que nadie nos pueda arrebatar la dignidad de nuestra desnudez”. Un gesto político que trataba de desmarcarse de esa ambivalencia histórica que ha impregnado el pecho femenino.

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Precisamente ante las diferentes —y contradictorias entre sí— narrativas sobre el pecho femenino que conviven a lo largo de la Historia, Miralles recuerda que “no conviene deslegitimar a las mujeres que enseñan su cuerpo en otros términos”. Desde las Venus prehistóricas, las Vírgenes de la Leche o las feminidades prerrafaelitas hasta Susana Estrada, Pamela Anderson o Amaral, recorremos las distintas conceptualizaciones de las tetas y cómo estas han tratado de rebelarse contra el secuestro de la mirada masculina. 

Las narrativas del pecho femenino desde la mirada masculina

En su libro Una curiosa historia de sexo (Capitán Swing, 2022), Kate Lister recoge un extracto del tratado medieval de Pseudo Alberto Magno que dice así: “Si los pechos de una chica apuntan hacia abajo, es una señal de que ha sido corrompida porque en el momento de la impregnación la menstruación se desplaza hacia arriba, a los pechos, y el peso añadido hace que caigan”.

Como explica a Newtral.es Montserrat Cabré i Pairet, catedrática de Historia de la Ciencia en la Universidad de Cantabria y doctora en Historia Medieval, “en la Edad Media se vinculaba el pecho femenino con el útero y la menstruación”. “Había una enorme ambigüedad en la forma de concebir el cuerpo femenino. Era peligroso pero, a la vez, era sujeto de nutrición. En esta configuración se entendía que la sangre menstrual se transformaba en leche para alimentar al bebé. Sin embargo, la regla se concebía, desde una teoría propia de la mirada masculina, como un elemento maligno, resultado de la putrefacción, con capacidades nocivas, impuro”, añade.

Cabré i Pairet señala que, aun así, la lactancia “estaba mitificada”. En la Historia del Arte se ha representado a las Vírgenes de la Leche como transmisoras no solo de alimento, sino de religión (madres de la Iglesia): “Dar de mamar es una forma de alimentar a la Humanidad transmitiendo identidad y civilización”, apunta Cabré i Pairet. La fábula romana de Cimón cuenta cómo un padre encarcelado y desnutrido mama a escondidas la leche de su hija Pero. La muchacha amamanta al progenitor y el carcelero, al descubrir lo que está sucediendo, deja al hombre en libertad movido por ese gesto compasivo. Es decir, el pecho femenino como símbolo de vida y de caridad. O como apunta a Newtral.es la gestora cultural e historiadora del arte Semíramis González: “Las tetas son admitidas cuando tienen función milagrosa”.

Aun así, esto cambia cuando la representación deja de ser una sublimación del acto de la alimentación en una obra de arte y pasa a ser un acto humano, real. Es decir, ni siquiera el pecho femenino que se muestra alineado con esa mirada masculina está necesariamente exento de castigo: “Cuando exhibimos nuestro cuerpo o nuestros pechos nos convertimos en un problema porque nuestra sexualidad está reducida al ámbito privado. Por eso, ganarse la vida con ello, como hacen las trabajadoras sexuales, o posar en topless para PlayBoy, como hizo Pamela Anderson, rompe con un orden establecido. También si una mujer da de mamar en público puede ser desafiante”, explica Raquel Miralles

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La filósofa considera erróneo “interpretar ciertos desnudos como meras asimilaciones de la norma o del patriarcado”: “Lo de Amaral es un claro gesto político, pero que Chanel sea criticada por enseñar el culo debería hacernos reflexionar sobre la mirada que estamos aplicando sobre ellas. Si acaso hay que taparse más o menos para ser más reivindicativas. Los análisis discursivos sobre cómo se nos cosifica son válidos pero no pueden ser los únicos”, añade Miralles.

Para ella, hay una fina línea que separa “problematizar el deseo que nos cosifica, que es necesario, y analizar toda acción desde ahí”. Insiste en que considerar, por ejemplo, que “si una mujer posa desnuda para una revista de tintes pornográficos es porque quiere pasar por el radar patriarcal, no deja de ser una rendición a esa mirada masculina, es reduccionista”. “No todo lo que se exhibe quiere ser mirado, o quiere ser mirado pero no de la misma forma”, concluye Raquel Miralles.

pecho femenino virgen de la leche
La Virgen con el niño, de Jean Fouquet (1452-1458) | Wikipedia

Cuando mostrar el pecho era un signo de autoridad

Respecto a las contradicciones del pecho femenino, Montserrat Cabré i Pairet apunta que si bien “se consideraba que había malignidad en el cuerpo de la mujer, la lactancia se mitificó y, de hecho, en la Edad Media se buscaba que las nodrizas fueran mujeres moralmente impecables porque se pensaba que a través de la leche materna se transmitían valores”.

Pero no siempre fue así, como apunta en conversación con Newtral.es el arqueólogo e historiador Mikel Herrán, conocido como Puto Mikel en su faceta como divulgador: “El pecho femenino no siempre ha escandalizado. Hay representaciones en la prehistoria de mujeres que llevan falda, es decir, están vestidas por la parte de abajo porque la ropa cumplía una función de protección del entorno, pero llevaban el torso descubierto”.

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En su web, el Museo Thyssen explica que “ya en la prehistoria existían numerosas figuras femeninas desnudas, con formas redondeadas y senos prominentes conocidas como Venus”. “Aunque resulte difícil afirmar con certeza su utilidad, la mayoría de las investigaciones llevan a afirmar que se trata de representaciones protectoras y diosas de la fertilidad, destinadas a proteger a las madres y futuras madres”, añade el análisis. La historiadora del arte Semíramis González recalca que “las representaciones prehistóricas tenían un componente antropológico que tenía que ver con el desconocimiento de cómo se producía la maternidad”. “Tenían también un componente espiritual, en el sentido de que eran las mujeres las que eran capaces de dar vida. Eran representaciones con una función talismánica, para favorecer la fecundidad porque eso perpetuaba la civilización”, añade González. 

Pero mostrar el pecho femenino también ha estado vinculado a la autoridad. El Ostentatio Mammarum hace referencia a “la exhibición de los pechos por la madre ante el hijo que no escucha, apelando a la autoridad materna o a la súplica”, tal y como explica María del Carmen García Herrero, catedrática de Historia Medieval en la Universidad de Zaragoza, en el capítulo que escribe para el libro Maternidades: representaciones y realidad social (Almudayna, 2010).

Aunque la mirada masculina parezca impregnarlo todo, “es importante reconocer la autonomía que ejercían muchas mujeres”, tal y como puntualiza Montserrat Cabré i Pairet. En concreto, el Ostentatio Mammarum aparece en La Iliada, cuando Hécuba descubre sus pechos para intentar disuadir a su hijo Héctor de que se enfrente a Aquiles. “Mostrarlos era una forma de interpelar al hombre en momentos de conflicto para recordarle que todos ellos fueron solo niños que lloraban por mamar”, explica Mikel Herrán. 

Mujeres problemáticas y las categorías para ellas 

En 1978, a la actriz y vedete Susana Estrada se le salió un pecho cuando Enrique Tierno Galván le entregaba un premio. Como relata la filósofa Raquel Miralles, “el entonces alcalde se puso muy nervioso, pero ella bajó la cajita del premio que le tapaba el pecho y dijo: ‘Vamos a dejar que la prensa haga su trabajo’”. 

Miralles recupera este momento icónico que tuvo lugar en plena Transición para incidir en la ambivalencia del pecho femenino desnudo: “Una puede pensar que los hombres estarían muy contentos porque estaban viendo una teta, la estaban convirtiendo en su objeto de deseo. Eso no borra que fuese un gesto político. Estrada contravino todas las reglas sobre la buena mujer, humilde y recatada, le retiraron el derecho a voto y estuvo en la lista negra del 23F”. 

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Del mismo modo, un sostén puede significar una cosa y la contraria: “Quitárselo puede ser liberador precisamente porque en Instagram siguen censurando nuestras tetas, pero ponérselo, sobre todo si es de encaje y rojo, puede ser revolucionario en una sociedad donde la cultura de la violación considera que es un elemento que nos predispone al sexo”, añade Miralles.

Lilith, de John Collier (1887)
Lilith, de John Collier (1887)

El arqueólogo e historiador Mikel Herrán expone que “por eso se crean categorías muy concretas, para integrar en una única mirada lo asociado a lo femenino”. “El arquetipo de femme fatale tiene como objetivo desactivar la agencia de las mujeres que no querían convertirse en amas de casa porque eran peligrosas. La mirada masculina considera que todo se hace al servicio del hombre y, a la vez, trata de explicar con una sola causa, culpabilizadora, el porqué de que una mujer haga algo”, añade.

Herrán lo explica aludiendo a las mujeres retratadas por pintores prerrafaelitas: “De alguna manera están señalando que la belleza femenina se hace para los hombres, pero también es una advertencia de que son perversas porque quieren tentarles”. 

Raquel Miralles recomienda el libro Las hijas de Lilith (Cátedra, 2020), de la historiadora del arte Erika Bornay, porque en él “la autora recoge muchas obras de arte de pintores prerrafaelitas, que eran en su mayoría muy misóginos, pero en las que se nos muestra una feminidad muy poderosa, con mucha agencia, muy peligrosa para la época”. La portada del libro es, de hecho, el cuadro Lilith, de John Collier, “que era un demonio abortista y que devoraba a las hombres, la primera expulsada del paraíso”, apunta Miralles, quien concluye que “podemos reapropiarnos de las obras”. En el reverso de la disciplina que alecciona sobre qué mujeres no debemos ser está también las mujeres que podemos ser.

Fuentes
  • Raquel Miralles, filósofa y cofundadora de Crisi Coop
  • Montserrat Cabré i Pairet, catedrática de Historia de la Ciencia en la Universidad de Cantabria y doctora en Historia Medieval
  • Semíramis González, gestora cultural e historiadora del arte
  • Mikel Herrán, arqueólogo e historiador
  • Web del Museo Thyssen
  • Una curiosa historia de sexo (Capitán Swing, 2022)
  • Maternidades: representaciones y realidad social (Almudayna, 2010)

4 Comentarios

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  • No existen las trabajadoras sexuales, existen las mujeres prostituidas. A este respecto, les recomiendo el magnífico libro de Amelia Tiganus 'La revuelta de las pu..s. De víctima a activista'.

  • No solo el pecho de las mujeres ha sido mitificado y vilipendiado, también la mujer misma. La tradición cristiana la presenta o como la virtud (la Virgen María, que concibió sin mácula), una santa, una beata, o como el mal, la Eva que tentó a Adán, etc. Concepciones simplistas que tienen a la mujer en su foco. Estos prejuicios deben ser erradicados a todos los niveles, para lo cual hay que ver a la mujer no como un objeto sino como un sujeto, como dueña y responsable de su cuerpo y de su mente. Adelante el feminismo.

  • Ya me tiene arto el tener del feminismo y de la supuesta desigualdad de género.

    • Tb estamos hartas del machismo y la misoginia de la sociedad. Que viva el feminismo por siempre...