Resuelto el misterio de la patata en rama que nació en un laboratorio del CSIC

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Donde no hay mata, no hay patata. Y donde hay una alteración genética, puede haber tanta patata que termine brotando fuera de la tierra, al aire. Es lo que le ocurrió un día a Pilar Cubas, biotecnóloga del CNB-CSIC. En una de sus visitas a sus invernaderos descubrió que parte de sus plantaciones estaban produciendo patatas aéreas. Patata en rama. Algo nunca visto en la naturaleza y que ha merecido la portada de la revista Nature Plants.

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“Estaba en el invernadero –recuerda Cubas– mirando las plantas de patata que estaban creciendo para ver si tenían un exceso de ramificación, que es lo que realmente estudiamos. Y vi que en una colección de líneas lo que había era, en lugar de ramas, tubérculos aéreos”. Su origen, un misterio.

“No teníamos ni idea”. Le hizo unas fotos que ahora, años después, se convierten en portada de la revista científica porque acaban de dar con la clave genética. El llamado gen BRC, en concreto, su versión BRC1b.

Las patatas aéreas son un inesperado almacén de azúcar en superficie

El equipo del Centro Nacional de Biotecnología contaba con Michael Nicolas, alumno postdoctoral en aquel momento que se puso manos a la obra para resolver el misterio de las patatas aéreas. Se sumó la colaboración de Salomé Prat, que estudia los genes que regulan cuándo forma tubérculos la patatera. Y así empezaron los experimentos estas patatas al aire.

“Usamos una variedad silvestre, la original, por así decirlo (Solanum tuberosum ssp. Andigena)”, explica Cubas. “La planta lo que hace es, en invierno, cuando empieza a notar que los días se acortan, empieza a enviar azúcar a unos tallos subterráneos que se llaman estolones”. No son raíces. En la punta se empieza a acumular este azúcar, “que se transforma en almidón. Este almidón se va a quedar enterrado, protegido del invierno y de los animales que podrían querer comerse este órgano”.

Eso es en esencia una patata. Una estrategia de supervivencia de la mata. Cada invierno el “resto de la planta, la parte expuesta a aire, se muere, pero a partir de todo ese azúcar que se ha acumulado ahí van a surgir nuevas ramas y hojas en la primavera”.

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La cuestión es que Cubas solo vio patatas aéreas en una línea de cultivo que había modificado o editado genéticamente para silenciar un gen: el BRC1b, encargado de frenar la producción de ramas en exceso. Así que en el experimento cultivaron plantas de variedades silvestres con el gen silenciado y otras con el gen activado, y las dejaron crecer en grupos con diferentes condiciones.

Pilar Cubas, con la ultima cosecha de patatas aéreas | M. Viciosa

¡Bingo! Volvieron a aparecer las patatas aéreas. Pero solo en algunas de las que tenían capado el gen BRC1b, el que frena la producción de ramas. Es decir, de alguna manera, para producir follaje, la patatera necesita llevar mucha azúcar a su parte aérea. Y quizás por eso se acumula en ciertos nudos, dando lugar a una patatita.

Una patata aérea para un tomate más sabroso

O sea que la planta dirige ese azúcar hacia los tallos, no hacia abajo. La cosa se pone interesante si usamos esa técnica con frutos, como los tomates. Cubas cree que si podemos favorecer el movimiento del azúcar hacia los frutos, “vamos a conseguir que sean más grandes y que tengan más producción”.

Hoy en día ya es posible (fuera de Europa) producir tomates editados genéticamente, no necesariamente transgénicos, mediante edición CRISPR para obtener ejemplares más sabrosos y resistentes.

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“Si podemos favorecer el movimiento del azúcar hacia los frutos, vamos a conseguir que sean más grandes y que tengan más producción”.

Pilar Cubas, CNB-CSIC

Quizás esta sea otra vía para obtener variedades de frutos que un día fueron sabrosos pero que la selección artificial tras cientos de años de cruces convirtió en insulsos a favor de cosechas más abundantes e inmunes a plagas. Pero para usar este descubrimiento en la patata fuera de la patata queda tiempo y otros experimentos. Y algo de ciencia básica, para conocer los mecanismos del carbono en estos vegetales.

Ahora bien. ¿Sería útil una patatera que dé patatas en rama? ¿Sería más cómoda de cosechar? Cubas vio que el peso de los tubérculos es menor. O sea, desde el punto de vista agrícola, se consideraría una mata menos eficiente.

¿Han probado ya el sabor de estas patatas que crecen al aire? «No, y no lo recomiendo», dice pilar. El contenido de sus tubérculos en una sustancia tóxica aumenta según crece expuesta a la luz. Mejor, por ahora, no jugar con las cosas de comer, mientras no se demuestre si seguridad.

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1 Comentarios

  • A mí me está pasando algo parecido. En un saco de tierra, de éstos que venden en los invernaderos, había echado yo fresas a ver si venían pájaros a comerlas y me llenaban la tierra de lombrices. No tuve éxito, y a las fresas, las enterré en el mismo saco. También eché en él composta obtenida de estiércol de ternero. Lo mezclé bien y dejé el saco abierto aún por si sucediera el milagro de que los pájaros lo visitasen. Un día tuve la idea de enterrar en él dos pequeñas patatas blancas. Cuando ya desesperaba de conseguirlo, la parte aérea de las mismas emergió de la tierra. Todo contento regaba diariamente las matas. Pero el estiércol hacía acto de presencia en el suelo de la terraza con el agua sobrante que salía de la parte inferior del saco. Ello fue el motivo de que cogiera el saco en cuestión y lo colocara horizontalmente (es decir, tumbado) en un pesebrón. Para conseguir regarlo, le hice una abertura enmedio del mismo, y por esa abertura lo vengo regando. Yo sabía que las matas de patata daban flores, pero me quedé escandalizado cuando vi su número en mi caso. Mayor fue hoy mi sorpresa cuando vi, que de alguna de las ramas de las que habían salido flores, colgaban unas bolitas verdes demasiado grandes, qué digo, inmensamente mayores de lo que debían ser si fueran los cálices de aquellas flores. Si la señora Cubas desea verlas, o incluso analizarlas, estaré encantado de recibirla.