Historia y cuidado de los ‘panots’, la flor urbana de Barcelona

'Panots' de Barcelona | Saramarbu Shutterstock
'Panots' de Barcelona | Saramarbu Shutterstock
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Todo aquel que haya paseado por las calles de Barcelona habrá reparado en que el suelo que pisa tiene la peculiaridad de que también se vende como souvenir. Y es que los panots, esas piezas de cemento hidráulico que ocupan millones de metros cuadrados en la capital catalana, se han convertido en un símbolo. Pero mantener los iconos también tiene un coste. Te lo explicamos. 

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El mantenimiento de un símbolo

Desde Newtral.es hemos hablado con el Ayuntamiento de Barcelona para conocer el presupuesto que la capital catalana destina anualmente a la conservación de este elemento del mobiliario urbano. Nos explican que para su mantenimiento cuentan con varias herramientas de trabajo: “Una es el contrato de mantenimiento de los elementos de las aceras y espacios públicos, que actualmente está adjudicado por los años 2019, 2020 y 2021 con un presupuesto aproximado de 7,87 millones de euros anuales”.

Aunque esta cantidad se invierte en diferentes actuaciones, principalmente va destinado a la reposición de pavimentos de aceras como los panots. En este sentido, señalan que en el último año se ha sustituido una superficie aproximada de 30.000 m² de pavimento tipo panot.

[Infografía | El presupuesto de 2020 de Barcelona, en números y partidas]

En el actual ejercicio presupuestario, Barcelona ha destinado un total de más de 167 millones de euros a la partida de pavimentación de vías públicas. En cuanto al tipo de pavimentos, informan desde el Ayuntamiento, no prescribe la marca o la empresa fabricante del producto, sino que indica en las bases de los concursos públicos y contratos el tipo de panot que hay que instalar, que proviene de la guía de pavimentos.

No obstante, ya se ha convocado la licitación para el servicio de mantenimiento de pavimentos de las calzadas y pavimentos de las aceras de la ciudad de Barcelona para el periodo 2021-2024, con un presupuesto cercano a los 21 millones de euros

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El ensanche de las ciudades 

Para conocer la historia de esta icónica pieza hemos contactado con Danae Esparza, Jefa de Estudios del Grado en Diseño en Elisava (Escola Universitària de Disseny i Enginyeria de Barcelona) y autora del libro Barcelona a ras de suelo. Nos explica que el inicio de la utilización de este tipo de pavimento se sitúa en el Ensanche en torno a 1895. 

La salubridad en las calles de Barcelona a finales del siglo XIX era escasa, por lo que desde el Ayuntamiento encargaron al arquitecto Pere Garcia y Fària, ingeniero jefe del consistorio, la elaboración de un estudio para mejorar estas deficiencias que presentaba la ciudad. El resultado fue el Proyecto de Saneamiento de Barcelona que, en 1891, aprobó el ayuntamiento de la ciudad.

Posteriormente se aprueba la Ley de Ensanche para Madrid y Barcelona de 1892 y reglamento para su aplicación, donde se establecen los criterios y la normativa para llevar a cabo las obras en ambas ciudades. Sin embargo, en Barcelona, ni el alcantarillado ni la pavimentación del Eixample se llevaron a cabo conforme a la ley: «Eran los propietarios de las viviendas los que tenían que pavimentar 2,5 metros de su acera, pedían permiso al ayuntamiento para que les aprobara los materiales, que solían ser diferentes, y además tenían que correr con parte de los gastos».

Esto derivaría en grandes irregularidades de urbanización, por lo que, especialmente en los días de lluvia, las calles eran impracticables por la cantidad de barro que se acumulaba, motivo por el que la ciudad pasó a ser conocida por los foráneos como can fanga.

Del barro al icono

Con la intención de tratar de resolver este problema, la Comisión de Ensanche acuerda la utilización de un único material y la construcción de la acera en todo su ancho: «En 1907 se estandariza y el ayuntamiento decide que a partir de entonces serán las losetas de cemento hidráulico las que se utilizaran para pavimentar el ensanche, pero había varios modelos disponibles, no era solo el de la flor».

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De este modo, la famosa loseta gris de cemento hidráulico conocida como panot, comenzó a proliferar. Aunque se sospecha que se había usado con anterioridad, no está documentada hasta 1906: es uno de los cinco diseños elegidos por el ayuntamiento en el primer concurso público para proveerse de este material. La primera calle que se asfaltó con panots fue la calle Fontanella.

Sobre su autoría, en ocasiones se ha señalado al pavimento del vestíbulo de la casa Amatller diseñado por Josep Puig i Cadafalch. No obstante, Esparza señala que este está construido con losas de piedra, no con cemento hidráulico, y es piedra tallada donde la flor está entera en bajo relieve y no son solo la silueta como en el caso de los panots. «Es otro material, el dibujo es un poco diferente, y no existe ningún documento que lo acredite. Podría haber servido de inspiración, pero no existe documentación», añade. 

Fuentes: