De la transfeminidad a la bisexualidad: todo lo que puedes aprender leyendo ‘Orlando’ de Virginia Woolf

Orlando Virginia Woolf
Cartel de la película 'Orlando', basada en la novela homónima de Virginia Woolf y protagonizada por Tilda Swinton | Filmaffinity
Tiempo de lectura: 12 min

“¿Cómo hablarle a un hombre que no te ve?”, se pregunta el Orlando de Virginia Woolf tras encontrarse a un tipo ensimismado en lo que parece ser un amago de escritura. En la novela, Orlando deseaba llamar su atención tanto como él había llamado la atención de Orlando, pero su mera presencia no es suficiente. Si abandonamos la literalidad, en realidad la pregunta adelanta muchas de las cuestiones que aborda el libro. La sexualidad —qué hacer con el deseo inesperado—, la identidad —cómo proyectar nuestra verdad del ser— o el género —cómo emancipar la feminidad de la mirada masculina—. En definitiva, cómo conseguir ser vistas por quien te tiene delante pero desconoce qué está observando realmente.

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La novela, publicada en 1928, cuenta la vida de Orlando, perteneciente a la nobleza, cuya vida se prolonga durante 400 años y en la que, en un determinado momento, se transforma de hombre a mujer de la noche a la mañana tras un letargo de siete días. La escritora recurre a la fantasía para que el personaje no esté amordazado: si la magia existe es para que el lector la use. Ni una sola forma de amar, ni una única forma de ser hombre o mujer, ni una sola vida.

“Es muy desafiante cuando las cosas no se pueden mantener en sus casillas. A los reaccionarios les pone nerviosos que las cosas no tengan un solo nombre, que se pueda cambiar la manera en que llamamos a lo que está en el mundo, que es lo que hacen las metáforas. Les interesa fijar posicionamientos y decir desde ahí qué está bien y qué está mal”, explica la escritora y poeta Laura Casielles. Lo dice en relación a la reciente cancelación en Valdemorillo de la adaptación teatral de Orlando a pesar de que la obra ya estaba programada. No es la única: varios autores y artistas denuncian cancelaciones en ayuntamientos de PP y Vox tras las elecciones del pasado 28M. Algo que algunas compañías de teatro califican de “veto ideológico” por parte de los respectivos gobiernos municipales.

Para Sandra Cendal, editora de Continta Me Tienes, “no existe ninguna razón legítima ni moralmente válida que pueda explicar la censura de una creación que no vulnera ningún derecho fundamental”. Añade, en relación al caso de la desprogramación de Orlando, que “responde a una ignorancia absoluta”.

‘Orlando’, de Virginia Woolf: la identidad y el género

En Orlando, de Virginia Woolf, el momento de la transición de hombre a mujer se cuenta a través de una fábula. Hay una verdad que ha de revelarse pero tres figuras llamadas Pureza, Castidad y Modestia tratan de evitarlo. “Verdad, no salgas de tu horrible guarida. Escóndete más abajo, temible Verdad. Porque tú exhibes a la luz brutal del sol cosas que más valiera ignorar y no hacer; tú desvelas lo vergonzoso; lo oscuro lo haces patente”, se lee en la novela. Sin embargo, tras un letargo, Orlando se despierta mujer. 

Pero ser mujer y ser femenina no son equivalentes necesariamente, como no lo son la hombría y la masculinidad. Y la novela lo deja claro desde el principio, retratando a Orlando como un ser con características poco típicas de la masculinidad. Así le describe al comienzo, cuando todavía es hombre, casi como si fuese un verso de Wildest Dreams, la balada femme de Taylor Swift: “El rubor de sus mejillas se cubría de una pelusa de durazno, el vello del labio era apenas algo más espeso que el de las mejillas, los labios eran cortos y dejaban vislumbrar dientes de una exquisita blancura de almendra”.

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Así, Orlando, casi como un espíritu que vive durante siglos, es un ser transfemenino; una mujer, sí, pero no solo. O como dice la artista y poeta Roberta Marrero: “Orlando es tan de verdad cuando es hombre como cuando es mujer. Creo que la novela habla de la dualidad entre lo masculino y lo femenino”.

Orlando Virginia Woolf
La escritora Virginia Woolf

La masculinidad y la feminidad

Para la escritora, dramaturga e historiadora Alana S. Portero, Pureza, Castidad y Modestia encarnan “los tres pilares de la feminidad a ojos de los hombres”: “En el libro tienen que retirarse para que Orlando pueda ser la mujer que está destinada a ser pero sin todas esas cargas de la feminidad”, añade. 

Y es que Orlando no está a disgusto con la imagen que le devuelve el espejo al despertar como mujer, lo está con la mirada masculina que ahora le atraviesa. Prueba de ello es cuando enumera los excesivos rituales necesarios para mantener la feminidad a la vez que critica cómo hay que ocultar la belleza para no distraer a los marineros. “Quizá cuando lo leí me lo llevé a mi propio terreno, aunque para eso están los libros, para que cada quien se proyecte como le dé la gana, pero mi sensación es que hay una masculinidad rechazada. Le ha sido fácil habitar el mundo como hombre, pero no le disgusta ese rito iniciático que vive como mujer. Lo que no está es dispuesta a soportar esas tres cosas —la pureza, la castidad y la modestia—, esos tres grandes lastres impuestos a las mujeres y a la feminidad”, apunta Alana S. Portero. 

Así lo reitera la joven Orlando cuando señala: “Mejor es ir vestida de pobreza y de ignorancia, que son los hábitos oscuros del sexo femenino”. O cuando la narradora omnisciente vuelve al comportamiento de Orlando antes de la transición: “Recordó que cuando era hombre exigía que las mujeres fueran obedientes y castas, que aparecieran perfumadas y exquisitamente ataviadas”. “Ahora tendré que pagar en carne propia por esas exigencias”, reflexionaba la Orlando de Virginia Woolf. También se torna evidente cuando la novela reitera que el bien más preciado de una mujer es la pureza: “Es su joya, el centro de su ser, deben protegerla a cualquier precio y perecer si se les arrebata”. Incluso, pone el acento en cómo la construcción de la masculinidad se erige pisoteando la feminidad: “Negar la educación a una mujer para que no se rían de ti”. “¡Qué tontas nos hacen!”, insiste Orlando. 

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“Creo que analiza lo femenino no atacándolo, sino mostrando cómo lo femenino ha sido visto solo a través de la mirada masculina a lo largo de la historia”, apunta Roberta Marrero. Y en la misma línea se pronuncia Alana S. Portero: “No le da tanta importancia a la feminidad como sí se la da a esos tres espíritus que le pesan a las mujeres. Abandonar la feminidad no es relevante en el camino de la liberación, lo es abandonar la castidad, la obligación de ser humildes, sumisas y puras. No me imagino a Virginia Woolf aleccionando a las chicas que se arreglaban mucho diciéndoles que le hacían el juego al patriarcado o a los hombres, si además la mayoría de sus amigos eran travestis. Woolf lleva el peso de ser una escritora suicida y depresiva y eso hace que la gente se aproxime a su obra con mucha gravedad, pero siendo lista y seria, no era para nada grave. Ella ridiculiza todo de la misma manera, no especialmente la feminidad. Orlando es una obra con mucho sentido del humor”.

Victoria Borrás, editora de Amor de Madre, se sintió interpelada con la reconciliación de Orlando con su propia feminidad, expropiada, en parte, por la mirada masculina que considera que se hace para su uso y disfrute: “Hay un momento en el que se reconoce en el espejo. Se ve y está feliz. Hay una sincronicidad con la identidad, una sensación de recuperar la gobernanza de tu propia existencia”. 

El párrafo en cuestión narra el momento en el que Orlando se arregla sin más pretensión que gustarse, sabiendo perfectamente qué ropa y ornamentos le favorecen: “Se paró frente al espejo y se arregló las perlas en el cuello. Como las perlas no lucen bien sobre un vestido de algodón floreado, lo cambió por uno de tafetán gris paloma, luego por uno flor de durazno; luego por uno de brocado borra de vino. Tal vez necesitaba un poco de polvo, y el pelo —así— sobre la frente le sentaría. Calzó zapatos puntiagudos y se puso en el dedo un anillo con una esmeralda”. Después, dice para sus adentros: “Diantre, Señora, usted es la belleza en persona”. La escena culmina con la narradora diciendo: “Hasta Orlando (que no tenía vanidad personal) lo sabía, porque sonrió con esa involuntaria sonrisa de las mujeres cuando su propia belleza, que les parece ajena, se forma como una gota que cae”. 

La búsqueda del amor y los roles de género

Para la escritora y poeta Laura Casielles, Orlando, de Virginia Woolf “cuenta que en una vida se viven muchas vidas”: “Su transición de hombre a mujer no es un punto de corte, una vida que cambia y ya. Por eso es tan maravilloso el recurso de la fábula, creando un personaje que atraviesa muchos siglos y no envejece, porque es un cuestionamiento de las identidades firmes, no solo respecto al género, sino respecto a que el ‘yo’ sea uno solo a lo largo de toda la vida”. 

Casielles señala que “Orlando, tanto como hombre como mujer, anhela una vida y una amante”. En ese sentido, explica la poeta y escritora, “ser mujer en la sociedad victoriana se revela como un reto porque las mujeres no podían anhelar ninguna de esas dos cosas”. Por ello, la poeta pone énfasis “en el cuestionamiento que hace del matrimonio, de la monogamia y de las relaciones válidas”. Dice así la novela: “Si una amaba también a otras personas, ¿era eso matrimonio?”. 

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Por último, Laura Casielles recuerda que Orlando, de Virginia Woolf, es “una gran carta de amor”: “Woolf escribe este libro como regalo para la que fue su amante Vita Sackville-West, que era otra mujer extraordinaria”. La escritora y dramaturga Alana S. Portero, sin embargo, apunta que “se trata de una carta de amor un poco rara”. “No me gusta cómo ama Virginia Woolf en los libros, es un poco cínica. En Orlando se ve un poco menos, y lo mejor que tiene es que es un personaje muy humano, con su miedo, su pasión y su desapasionamiento. Pero en la idea del amor de Woolf hay cierta frialdad”. 

La bisexualidad en ‘Orlando’, de Virginia Woolf

“[Orlando] vio salir una figura que, ya fuera de muchacho o de mujer, le infundió la más aguda curiosidad; esa persona, del nombre o sexo que fuera, era de mediana estatura y muy esbelta, y vestía de pies a cabeza de terciopelo color ostra con ribetes de alguna piel verdosa poco conocida; pero esos detalles quedaban eclipsados por la extraordinaria seducción que irradiaba todo su ser”. Con este párrafo sobre la primera vez que Orlando ve al que será uno de sus grandes amores, Virginia Woolf introduce el cuestionamiento de la asumida heterosexualidad de Orlando.

Poco después deja entrever su bisexualidad cuando la narradora omnisciente cuenta: “Cuando el mancebo —porque desdichadamente tenía que ser mancebo, una mujer no podía patinar con tal velocidad y vigor— pasó raudo por su lado, casi en puntas, Orlando estuvo a punto de tirarse de los pelos de rabia; era de su mismo sexo, y por lo tanto vedado a sus abrazos”. En realidad, a quien tanto desea, con quien tiene ese flechazo instantáneo, es Sasha, una patinadora rusa. Pero como explica la editora Victoria Borrás, “cuando piensa que es un hombre, siente igualmente atracción”. “Lo que deja clara es la limitación social que le permite experimentar ese deseo”, añade. 

No es hasta su transformación como mujer cuando Orlando se permite ahondar en su propio deseo bisexual, teniendo amantes de otros géneros. Es entonces cuando recuerda a aquel hombre que parecía escribir y que ni siquiera le prestó atención: “El hombre sentado que estaba escribiendo o, mejor dicho, mirando, pero desde luego no a ella, pues en ningún momento pareció verla allí plantada con todas sus galas, aunque un muchacho guapo debía de ser entonces, no lo iba a negar; y cada vez que pensaba en él, el pensamiento tendía en su torno un espejo de calma argentada”, narra la voz de la novela, evidenciando lo que cualquier lector ya intuía: el apetito de Orlando por los hombres y no solo por las mujeres

Así, una de las grandes temáticas de Orlando, de Virginia Woolf, es la bisexualidad, como apunta la escritora Alana S. Portero: “A ellas las desea siempre. Y con los hombres, al principio, siente que tiene que complacerles. Pero, después, cuando se enamora de ellos, se enamora de verdad”. Para Portero, “la gran modernidad de esta novela, en realidad, es esa: hablar de la capacidad de amar a hombres y mujeres”.

Fuentes
  • Orlando, de Virginia Woolf (1928)
  • Alana S. Portero, escritora, dramaturga e historiadora
  • Roberta Marrero, artista y poeta
  • Victoria Borrás, editora de Amor de Madre
  • Laura Casielles, escritora y poeta
  • Sandra Cendal, editora de Continta Me Tienes

2 Comentarios

  • Leí la novela hace como quince años y me fascinó: creo encontré puntos de coincidencia con Orlando porque me identifico como mujer siendo hombre, pero me gustan las mujeres. Desde niña/o me atraen los vestidos, faldas, blusas, ropa intima femenina, maquillaje, etc. Mi deseo más grande es encontrar una mujer que acepte eso y vivír felices las dos.

  • Ahora Tolkien es Tolkien. Es normal que no haya muchos clásicos literarios escritos por mujeres, porque en aquella época estábamos MUY discriminadas.