El misterio y origen de la Navidad no está en las cenas multitudinarias, las luces, los atracones, los regalos o la lotería. Está en el solsticio de invierno. Para el inicio de la época del Imperio Romano, coincidía con su 25 de diciembre. Luego se fue anticipando, por desajuste del calendario con el ciclo natural del año. En realidad, muchas de las cosas que llamamos ‘de Navidad’ (de la Navidad actual) son ‘cosas de romanos‘.
En concreto, de sus fiestas de invierno, las Saturnalia o Saturnales. No eran las Navidades de los romanos, no. De hecho, cohabitaron después con la celebración de la natividad de Jesús, como recuerda el arqueólogo Néstor F. Marqués en este capítulo de Tampoco es el fin del mundo.
El autor de Fake News de la antigua Roma recuerda respecto al origen de la Navidad que los cristianos sí hicieron girar el nacimiento de su salvador alrededor del día del solsticio (el actual 21-22 de diciembre). Pero los romanos, para entonces, ya lo daban todo por estas fechas para cuando se ‘inventó’ la Navidad. Desde luego, estas fechas han ido bailando con cada cambio de calendario. El mismo que hizo que Isaac Newton naciese y no naciese un 25 de diciembre.

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Feliz Newtondad: La controvertida historia de la Navidad en que (no) nació Newton
Como ocurre con varios ritos, la noche más larga del año en el hemisferio norte, la que sigue al día en que los rayos del Sol llegan más oblicuos, ha servido como marca para la llegada de un nuevo tiempo y, eventualmente, un mesías. Pero, en concreto, la Natividad de Jesús es una celebración fundada mucho después de su teórico nacimiento; en realidad, se conmemora su concepción, más que su nacimiento. Y no hay datos de que hubiera ‘Navidad’, en sentido religioso, antes de finales del siglo II.
El origen de la Navidad no está en las Saturnales de los romanos
Formalmente, el día de las Saturnalia era el 17 de diciembre, lejos del solsticio, que entonces era el 25 (dado el desajuste del calendario respecto al actual). Desde la reforma juliana, ya no tenían claro todos los romanos si había que celebrar el 17 o el 19. Así que Augusto tiró por la vía fácil: fiesta durante tres días, un poco como ha ido pasando con nuestra Navidad, que ‘dura’ ya casi un mes y medio.
Con el paso de los siglos, las fiestas se fueron alargando casi hasta el 25 de diciembre. Tanto, que Saturnalia cohabitaron con la Navidad cristiana, no es que las fagocitase la religión que terminó generalizándose en el Imperio, como explica Néstor F. Marqués.
Nuestra actual Navidad, que tiene relativamente pocos elementos religiosos, en realidad sí se parece a una reinterpretación de las Saturnales romanas en cierto sentido. Los fastos alrededor ”del día más feliz del año” para Catulo tenían el mismo espíritu. La antigua Roma tenía, por estas fechas (en que acababa la siembra) vacaciones, banquetes, iluminación callejera, lotería y hasta un dulce con un haba dentro. Aquí va una pequeña recopilación de elementos similares (que no copiados por el cristianismo):
1. Las luces de Navidad
España ronda los 12 millones de euros en instalar luces de Navidad cada año. La tradición de iluminar estas fechas se consolidó con la generalización de la electricidad en las ciudades. Pero antes de eso, los romanos ya llenaban las calles de antorchas durante, al menos, la noche de las Saturnalia, mucho antes del origen de la Navidad. Como explica Marqués, “esta era una fiesta de contrastes, la luz frente a la oscuridad”.
En una sociedad preeléctrica y eminentemente rural como la de la antigua Roma, la vida diaria se apagaba con el ocaso. Pero las Saturnales permitían hacer vida de calle en pleno invierno. Gracias a esas luces, la fiesta nocturna se alargaba. Diversas religiones y cultos del hemisferio norte se han valido de la luz y el fuego para celebrar festejos hacia el solsticio de invierno.
2. Regalos
Como en la Navidad actualidad, los antiguos romanos se intercambiaban regalos durante sus fiestas de invierno. Antes de que los Reyes Magos entrasen en acción, desde al menos tres siglos antes, la infancia recibía regalos. No eran exactamente juguetes, pero sí muñecos. Figurillas de terracota, muy similares a los que aparecen actualmente dentro del…
3. Roscón de Reyes
Definitivamente, los romanos no tenían roscón de Reyes por Navidad. Pero durante sus Saturnales, al menos desde el siglo III, cocían unos bollos que se consumían durante estos días de fiesta invernal. Eran unas tortas redondas de higos, dátiles y miel. En el interior de la masa, introducían un haba. Como este dulce se repartía entre plebeyos y ricos por igual, si a un esclavo, por ejemplo, le tocaba el haba, se convertía en rey por un día o por algún tiempo más. Quedaba libre de trabajo temporalmente.
En general, durante el día de las Saturnalia, los esclavos no eran tratados como tales. “Había un componente de igualación y se tendía a vestir con ropa colorida (¿hola, jersey feo de Navidad?), no con las túnicas” que tenemos en mente. A veces se hacían una especie de juegos en que se intercambiaban los roles con sus propietarios. Y es que durante esas fechas podían explayarse a jugar.
4. Lotería de Navidad
El origen del sorteo de lotería de Navidad se remonta al 18 de diciembre de 1812, en Cádiz. Pero sí hay un vínculo entre este juego y las Saturnales de los romanos. Durante ese periodo, estaban autorizadas las apuestas. Y también, los concursos. El emperador Augusto fue, seguramente, la primera persona en jugar a la subasta del Un, Dos, Tres… . Explica Marqués que “él le era un bromista y hacía rifas en que lo mismo te tocaban diez lingotes de oro que diez esponjas“.
5. Cenas familiares y de empresa: cómo lo hacían los romanos en Navidad
Durante las Saturnalia, los romanos tenían sus particulares cenas de ‘Navidad’, con familiares, amigos o para hacer networking de negocios. En origen, los más pudientes se marcaban unos enormes banquetes, aunque es un bulo eso de que vomitaban voluntariamente para poder comer más. “Esto es una burla que hace Séneca de las clases más opulentas”. Pero era habitual en estas fiestas de invierno que los familiares o los amigos se reencontrasen alrededor de una mesa. O un triclinio, más bien.

¿Había langostinos en la cena? Desde luego. Marqués refiere el caso de un mosaico en el Aventino en que aparece, en el suelo, una especie de trampantojo con la leyenda ‘casa sin barrer’. Y en ella, representados ”restos de gambas, langostas, ostras, cigalas, centollos… todo lo que te puedas imaginar. Incluso hay ratoncillos que vienen a comerse los desperdicios que han caído por el suelo. Daban a entender que en esa casa se daban banquetes”.
¿Había cuñados? “Había unas normas, a la cena iban tres personas como mínimo (las ‘tres gracias’) y nueve como máximo (las ‘nueve musas’)“. Grupos burbuja. “Si había más gente y tenías dinero, tenías que poner otro triclinio“, algo así como otra mesa. Era un momento de jolgorio y chistes. Pero había gente a la que le daba muchísima pereza, como a Plinio el Joven o Séneca. Eran los Grinch de las Saturnalia.
Todo esto y más historias, en la charla que mantenemos con Néstor F. Marqués en este capítulo del pódcast Tampoco es el fin del mundo.
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