Opinión | Nuestro desastre particular

Primer día de colegio en Valencia. | Juan Carlos Cárdenas (Efe)
Tiempo de lectura: 7 min

Termina, por fin, 2020. El que iba a ser el año de conmemoraciones galdosianas (permítaseme la licencia, que soy profe de Lengua y Literatura) mutó en año COVID-19. Pero me temo que no solo será recordado por sus secuelas sanitarias y económicas.

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Cuando hablo a mis alumnos de la Generación del 98, me gusta explicarles que ese espíritu revisionista nace de la aceptación del desastre. La pérdida de las últimas colonias hizo a España abrir los ojos a su decadencia. Salvando las distancias, creo que 2020 y el coronavirus podrán ser recordados como otra especie de bofetada que nos sacó del letargo: la mejor sanidad del mundo se quebró en marzo; en la era de los smartphones, demostramos un insólito analfabetismo digital; nuestras viviendas minimalistas se convirtieron en prisiones mínimas, el teletrabajo, en tele explotación y la conciliación, en una utopía.

¿Y en educación? Aquí no hubo grandes chascos, sino la constatación de que estamos tan mal como pensábamos. Me niego a citar informes PISA. No creo que la necesidad de la educación se deba medir en términos económicos. Además, reconozco que me encanta perderme en esos «saberes inútiles» y nada competenciales (la filosofía, la literatura, el arte…) que amueblan cabezas y alimentan espíritus críticos. Pero lo que está de moda es lo tangible, el «saber hacer» en un sistema educativo cada vez más mecánico y menos exigente. Y la crisis del coronavirus ha destacado estas carencias, las ha hecho más visibles.

En marzo de 2020, la pandemia nos cerró las aulas. Presumíamos de tener un sistema educativo moderno que contemplaba el empleo de las TIC. Pero resultó que las familias no estaban preparadas. Ni los centros, ni los docentes, ni las plataformas…  No es solo una cuestión de brecha digital. Los alumnos que sí tenían medios se perdían en cuestiones tan sencillas como adjuntar un archivo a un correo electrónico. 

En septiembre, volvimos a las aulas improvisando, con unos equipos directivos desbordados por instrucciones de última hora, sin sanitarios en los centros (el famoso coordinador covid es un profesor que añade esa tarea a su carga habitual de trabajo) y, francamente, pensando que en 15 días volvíamos a estar confinados. Haber llegado a Navidad sin grandes brotes en las aulas me parece una auténtica proeza.

Fue maravilloso estar de nuevo cara a cara con nuestros chicos. La tele educación, sobre todo con los más pequeños, es una entelequia. Había mucho trabajo que hacer. Porque, aunque en junio no se dio aprobado general (no era justo, pero quizás sí fuera lo más honesto), las notas del curso 2019/2020 fueron de todo menos realistas. Pero no podía ser de otra manera y no por solo la desigualdad tecnológica, sino porque había familias a las que la enfermedad había tocado de lleno. 

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¿Qué propuso la administración para compensar estas lagunas de conocimiento? Crear la figura del profesor «refuerzo covid» que, salvo sorpresas de última hora, vuelve a casa por Navidad. ¿Por qué? Porque, sobre el papel, ya está solucionado todo, ya se han resuelto los desequilibrios académicos entre los estudiantes.

Pero no es verdad. Porque tampoco es muy cierto que ese desfase fuera a causa del confinamiento del curso pasado. En la mayoría de los centros, estos profesores han sido utilizados para dar una especie de clases de compensatoria encubiertas (es decir, para aquellos alumnos que tienen un desfase curricular muy agudizado) o para sustituir la carencia de aulas de enlace en los centros (aquellas para alumnos inmigrantes que no saben el idioma). El problema continúa, porque no se recuperan dos cursos ni se aprende un idioma en tres meses. Continúa porque el retraso académico de algunos chicos no es cortesía de la pandemia sino de las desigualdades sociales que se reflejan en la escuela, de la creación de pequeños guetos en los centros de según el barrio, de la reducción de los equipos de Orientación, de los recortes de recursos que favorecían la inclusión de estos alumnos (compensatoria, PMAR)…

Le pediremos al año nuevo los recursos que necesitamos para que nuestros alumnos, nuestros hijos, tengan la educación que se merecen, con pandemia o sin ella.

Por otro lado, la falta de inversión en instalaciones y profesorado ha impuesto el modelo de educación semipresencial a partir de 3º ESO, que no hace otra cosa que perpetuar un retraso generalizado en la adquisición de contenidos. Se ha permitido la rebaja de los mismos en las programaciones didácticas porque, aunque es viable que chicos de 14 años se queden en casa solos, no parece que la mayoría tengan aún la madurez para organizarse y trabajar por su cuenta.

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Aquí tocamos otro tema interesante: ¿Por qué se baja el nivel de exigencia y no ocurre nada? ¿Nos es indiferente que estos chavales adquieran menos conocimientos? ¿Por qué nadie reacciona ante semejante idiotización de nuestra juventud? Porque colegios e institutos no son solo centros educativos, sino pilares fundamentales en los que descansa la conciliación de la vida familiar y laboral. En otras palabras, son guarderías de niños grandes. 

¿Y qué dicen de la semipresencialidad los gurús de las nuevas pedagogías? Porque la solución pasa porque se pongan cámaras en las clases y el profesor tenga el don de la ubicuidad por obra y gracia de Internet. Pero entonces… ¿volvemos a las clases magistrales sin interacción con los alumnos? ¡Estamos hablando de muchachos de 14 a 17 años! 

Lo positivo de toda la situación ha sido la bajada de la ratio provocada por la situación sanitaria (¡ojalá se mantenga esta disminución!). Aunque en primaria (otra chapuza por la falta de inversión) haya supuesto que algunos colegios mezclen alumnado de distinto curso en la misma clase y con el mismo profesor.

También resulta reconfortante tener la sensación de que, tras el confinamiento, se vuelve a poner en valor la labor docente (aunque sea más por necesidades de conciliación). En algunos centros se han vivido situaciones emocionantes con profesores y padres unidos pidiendo que llegaran los docentes que faltaban (algunos incorporados hace apenas semanas).

Quedan cuestiones por repensar: por ejemplo, los requisitos de acceso a la función docente y su estabilidad laboral. Ha habido vacantes que han tardado en cubrirse porque se pedían ingenieros bilingües para puestos a media jornada con un sueldo ridículo. Sin embargo, la escasez de docentes ha llevado a la administración hacer la vista gorda con algunos requisitos pedagógicos básicos.

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 Y en medio de este 2020 loco… ¡Habemus nueva ley de educación! Una ley que tiene en común con sus numerosas predecesoras que no ha sido consensuada con la comunidad educativa y que tiende a universalizar basándose en bajar el nivel. 

En fin, este balance de 2020 parece una evaluación de las últimas décadas. El coronavirus ha sido nuestro desastre del 98 particular, destapando lo evidente: si se racanea en educación, se pierde su poder como herramienta de igualdad social, se infantiliza a los ciudadanos del mañana, nos jugamos nuestro futuro. Le pediremos al año nuevo los recursos que necesitamos para que nuestros alumnos, nuestros hijos, tengan la educación que se merecen, con pandemia o sin ella.

5 Comentarios

  • La pura verdad!!! Confirmo hasta la última coma

  • Un análisis real de lo que hemos pasado.

  • Ana, ha puesto usted, sobre la mesa, algunos de los problemas educativos de una forma que hasta el más ignorante puede enterarse. Que pena, que el gasto en educación, haya responsables políticos, que lo vean como GASTO para dárselo a los amigos, y no, como INVERSIÓN, en el futuro de los niños y del país. Si desde casa, los padres, os mostraramos el respeto que merecéis, y transmitirlo a nuestros hijos, otra parte de los problemas se esfumarian. Por favor, continúe usted enseñando y no decaiga. Este país necesita gente como usted.

  • Muy bien explicado, año negro para todo y todos. Las ideas a están poniendo en práctica, tanto en sanidad , en educación , etc.,son negativas, poco efectivas y el problema es q creo q vamos a convivir con ellas , aún con el resultado nefasto

  • Fantástico artículo que da de lleno en la diana de las causas y consecuencias de un sistema educativo abandonado a las neuróticos caprichos del mercado y de los políticos.
    Gracias, Ana.