La Segunda Guerra Mundial acabó en septiembre de 1945 con la firma de la rendición incondicional de Japón. Sin embargo, para un determinado número de soldados el conflicto siguió en marcha durante, en el peor de los casos, décadas. Ellos son los llamados “soldados rezagados”, militares japoneses que se negaron a dejar las armas y volver a sus hogares ante la falta de una orden directa de sus superiores. El caso más conocido es el del militar Hirō Onoda, una historia que ahora aborda la película Onoda: 10.000 noches en la jungla, dirigida por Arthur Harari. Pero él no fue el único.
¿Quién fue Hirō Onoda?
Onoda: 10.000 noches en la jungla se basa en las memorias escritas por su protagonista, Hirō Onoda, un exteniente segundo del ejército japonés que pasó 30 años escondido en la selva de Filipinas creyendo que la Segunda Guerra Mundial no había acabado.
Onoda fue enviado a finales de 1944 a las islas Filipinas -concretamente a la isla de Lubang- para liderar una guerrilla contra el ejército estadounidense en plena Segunda Guerra Mundial. A los pocos meses de llegar, Estados Unidos ya controlaba prácticamente todo el archipiélago, por lo que el militar decidió replegarse en las montañas junto a tres de sus hombres para cumplir la orden de resistir.
Durante los meses posteriores, Onoda y sus hombres recibieron varias señales y avisos de que la guerra había terminado (panfletos dejados por los lugareños de la isla e incluso lanzados por avionetas, visitas de partidas de rastreo…), pero el entonces teniente consideró en todas estas ocasiones que se trataba de propaganda yanki falsa.
Los compañeros de Onoda fueron abandonándolo poco a poco. Uno se entregó al ejército filipino y los otros dos fueron asesinados durante altercados con las autoridades locales. Pese a ello, el soldado no se rindió hasta 1974, y solo lo hizo tras recibir la orden directa de su comandante, como él mismo relató en una entrevista en 2010.
Los soldados “rezagados” de Japón
Tras perder la Segunda Guerra Mundial, Japón tuvo que repatriar a más de 6 millones de personas, entre ellas numerosos soldados, que durante los años previos habían colonizado los territorios conquistados durante la expansión del Imperio nipón. Lo cuenta el historiador de la Universidad de Chicago Yoshikuni Igarashi en su libro Vuelta a casa: El regreso tardío de los soldados perdidos de Japón. “Unos 6,7 millones de japoneses fueron repatriados desde los territorios de ultramar, el 97,5% de los cuales llegaron a casa a finales de 1948”, concreta Igarashi.
Unos cuantos, sin embargo, tuvieron que esperar varios años más antes de regresar. El más tardío fue Private Teruo Nakamura, rescatado en enero de 1975 en la isla de Morotai (Indonesia), como narró Time en su momento. En 2006 tuvo lugar otra aparición de un soldado rezagado, Ishinosuke Uwano, declarado muerto en el año 2000 después de haber sido visto por última vez en 1958 en la isla de Sajalín, perteneciente a la Federación Rusa. No obstante, Uwano no había seguido luchando, sino que se encontraba en Ucrania, donde se había casado.
Un año antes, en 2005, dos octogenarios habían aparecido en Manila asegurando que eran soldados japoneses de la Segunda Guerra Mundial, como recogió El País, pese a que el Gobierno japonés nunca llegó a reconocer que efectivamente fueran militares rezagados.
La negativa a la rendición: consecuencia del “fanatismo nacionalista”
El historiador Manuel de Moya, experto en Historia Contemporánea de Japón y propaganda, explica a Newtral.es que estos casos “extremos” de negativa a la rendición que muestran historias como la de Onoda “se asocian con el fanatismo nacionalista militarista también característico de la Alemania nazi”.
Según De Moya, los militares de Japón y Alemania estaban sometidos a “campañas de fanatización y discursos en los que se les instaba a no rendirse hasta el último momento”. Esta teoría aparece reflejada en Onoda: 10.000 noches en la jungla, donde puede verse cómo el protagonista ha recibido una educación tan estricta como para enseñarle que no tiene, siquiera, “derecho a morir”.
Para el historiador el caso de los soldados japoneses tenía, además, un añadido. “Habían crecido con un discurso propagandístico que defendía la esfera de coprosperidad”, un concepto ideado por las autoridades niponas que abogaba por la creación de un bloque liderado por Japón y libre de la influencia europea en el que estuvieran integradas todas las naciones asiáticas, relata De Moya.
El expansionismo de Japón y su papel en la Segunda Guerra Mundial
Tras el crac de 1929, Japón entra en un contexto de fuerte crisis económica, según explica a Newtral.es De Moya. En ese punto, “la expansión del Imperio se convierte en un objetivo apetecible para las élites y círculos políticos ultranacionalistas, que ven aquí una solución para los problemas internos”, apunta el historiador. Estos nuevos territorios no solo ofrecerían a Japón los recursos naturales que escaseaban en su archipiélago, sino que “para que la masa de población sin empleo que inunda las ciudades se marchase a colonizarlos”, remarca.
Los japoneses inician una campaña de anexión de territorios ubicados en el Pacífico, como las actuales Malasia, Indonesia e Indochina. En ese contexto, Filipinas -donde se desarrolla Onoda: 10.000 noches en la jungla- “era de ocupación obligada si Japón quería expandirse hacia el Pacífico” por su posición estratégica en las rutas de comunicación y su oferta de materias primas, apunta el historiador. Así, el Imperio nipón inició la ocupación de Manila, entonces controlada por Estados Unidos, a finales de 1941.
Llegado ese punto, “los estadounidenses detectaron que Japón se había convertido en una amenaza para sus intereses y sometieron al país a sanciones económicas que lo dejaron en una situación crítica”, explica De Moya. La reacción del Imperio nipón, que hasta ese momento había permanecido neutral en el conflicto, fue entrar en la Segunda Guerra Mundial con el bombardeo de la base naval estadounidense de Pearl Harbour (Hawái) el 7 de diciembre de 1941.
Tras la batalla de Midway de 1942, “gran parte de la estrategia estadounidense se basó en recuperar el territorio perdido”, resalta De Moya. Así, Estados Unidos fue avanzando por el Pacífico isla por isla hasta llegar a Japón. En el otoño de 1944, los norteamericanos desembarcaron en Filipinas, conquistando Manila a principios de 1945.
- Manuel de Moya, experto en Historia Contemporánea de Japón y propaganda
- Hemeroteca de Time, BBC y El País
- Vuelta a casa: El regreso tardío de los soldados perdidos de Japón (Yoshikuni Igarashi)