Estados Unidos tenía razón. Rusia lanzó una ofensiva casi total contra Ucrania en la madrugada del jueves. La precisión de los primeros ataques y la envergadura de la invasión, iniciada desde varios frentes, tenía todas las huellas de una operación premeditada desde hace meses.
A primeros del pasado diciembre, medios como The Washington Post ya se hacían eco de informes de inteligencia que apuntaban a eso mismo: una invasión de más de 175,000 efectivos desde varios puntos de la frontera ucraniana.
- La realidad es que las fuerzas rusas contarían con incluso más efectivos. Y quizá incluso con el apoyo de las fuerzas bielorrusas.
El presidente estadounidense Joe Biden se dirigió a su ciudadanía para responder a la ofensiva de Rusia. El mandatario anunció nuevas sanciones que se dirigirán contra cuatro grandes bancos rusos y contra las élites rusas y sus familias
- La intención de la Casa Blanca es imponer sanciones severas contra la economía rusa que se noten tanto de forma inmediata como en el tiempo.
«Hemos diseñado intencionadamente estas sanciones para maximizar el impacto a largo plazo sobre Rusia y para minimizar el impacto sobre Estados Unidos y sus aliados. […] El propósito es limitar la habilidad de Rusia para hacer negocios en dólares, euros, libras y yenes para ser parte de la economía global».
Joe BidenPublicidad
Pero que EE. UU. supiera desde hace tanto tiempo lo que preparaba Putin indica que también tenían previsto cómo reaccionar. Ucrania es un aliado, pero no un aliado de la OTAN. Por tanto, la magnitud de la respuesta siempre iba a estar limitada a sanciones económicas en coordinación con sus principales socios. La opción de una intervención militar, aunque posible, carece de sentido por tres razones:
- EE. UU. no tiene compromisos de defensa directos con Ucrania como sí los tiene con sus socios de la OTAN.
- Biden prometió abandonar guerras como la de Afganistán en pro de una nueva era de diplomacia —y centrarse en su batalla económica y geopolítica con China.
- Un enfrentamiento directo con Rusia podría desatar una guerra imprevisible. Tal escalada del conflicto podría desestabilizar Europa de una forma que no se veía desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
Por eso la principal conversación en las últimas horas sigue girando en torno a las sanciones contra Rusia por su ofensiva. A priori, es la única herramienta de las potencias occidentales para frenar a Putin. Biden ya lo fue adelantando en la noche del miércoles, hora local estadounidense:
“Mañana, me reuniré con los líderes del G7, y EE. UU. y nuestros aliados y socios impondremos sanciones severas sobre Rusia. Seguiremos proveyendo con apoyo y asistencia a Ucrania y al pueblo ucraniano”.
Biden evitó hacer declaraciones en público sobre la ofensiva de Rusia. Sus palabras se emitieron en un comunicado escrito. Para cuando la Casa Blanca lo publicó, solo el Secretario de Estado Antony Blinken había intervenido en televisión unas pocas horas antes de que Rusia lanzara su invasión en Ucrania.
- Linda Thomas-Greenfield, embajadora de EE. UU. en las Naciones Unidas, apenas aportó mucho más en el supuestamente trascendental Consejo de Seguridad de la ONU convocado de emergencia por Ucrania. Los discursos preparados parecían ignorar la invasión a gran escala que estaba teniendo de forma simultánea en el país protagonista.
Pero las sanciones llegarán. La mañana del jueves en EE. UU. promete ser un frenesí informativo sobre las previsiones de qué anunciará Biden en su discurso ante la ciudadanía al mediodía. Y ahí la mayor atención se dedicará a dos grandes puntos sobre cómo responder a la ofensiva de Rusia:
- Excluir a Rusia de Swift, el sistema de pagos global que usan casi todas las instituciones financieras a nivel global. Bloquear a Rusia ahí se ha considerado hasta ahora como la opción nuclear en el ámbito de las sanciones.
- Prevenir a Rusia la obtención de semiconductores y otros tipos de tecnologías avanzadas que el país usa para sus industrias aeroespacial, militar y tecnológica.
Cualquiera de esas sanciones requeriría de un consenso enorme entre la comunidad internacional. Y aunque ya hay aliados de EE. UU. que han adelantado su apoyo a una respuesta firme a la agresión rusa, cabe tener en cuenta algunas consideraciones:
- Primero, EE. UU. necesita convencer a sus socios de que excluir a Rusia de Swift es un paso necesario, por mucho que la decisión pueda reverberar en el resto de economías occidentales.
- Segundo, Rusia ha dicho en el pasado que una exclusión de Swift sería tomada como una declaración de guerra. EE. UU. puede entenderlo como una escalada innecesaria más en el conflicto —o un paso necesario para llamar la atención de Putin.
- Tercero, impedir que Rusia obtenga semiconductores, especialmente aquellos diseñados por EE. UU. pero fabricados en el extranjero, podría desatar consecuencias graves para la cadena de suministro actual —y quizá ayudar a China a ocupar un hueco que está deseando llenar.
El plan de Biden se conocerá en cuestión de horas, pero una cosa está clara: tal y como el Kremlin, la Casa Blanca llevaría meses pensando cómo responder a la ofensiva de Rusia. Un error de cálculo ahora tendría un solo culpable y su nombre es Joe Biden.
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