Quien golpea primero, golpea dos veces. Pero, en ocasiones, el golpe viene de vuelta. Eso le ha ocurrido a la historia de éxito de la vacuna de Oxford. En la universidad británica se plantearon una meta: tener la primera vacuna efectiva contra la COVID-19 y conseguir convencer a un laboratorio para que la produjese, incluso antes de probar su eficacia masivamente, arriesgándose a perder, caso de no aprobarse.
La anglosueca AstraZeneca apostó por el equipo de Sarah Gilbert, a tenor de los resultados obtenidos en monos: ni uno solo desarrolló neumonía tras exponerse al coronavirus SARS-CoV-2 en laboratorio. Se contagiaron, pero la covid se quedó ahí. Ese era el objetivo: evitar muertes y hospitalizaciones.
De esto, hace casi un año. Hoy, 17 millones de dosis de la vacuna de Oxford corren por las venas de ciudadanos europeos (en realidad, la vacuna ‘desaparece’ de la sangre, pero genera anticuerpos). No así estadounidenses, donde AstraZeneca no ha conseguido aún una aprobación que, sea por razones políticas o sanitarias, se le complica por momentos.
Los problemas de AstraZeneca: la FDA se entera por la prensa
AstraZeneca declaraba en su ‘hoja de ruta’ que sus objetivos no eran los de tener una vacuna esterilizante. Es decir, no tenía interés en desarrollar la más perfecta vacuna capaz de liquidar al SARS-CoV-2 antes incluso de que se abra paso en nuestras células.
Bastaba con que fuera capaz de evitar una covid sintomática, con riesgo de terminar en el hospital. Y lo hiciera con una eficacia mínima del 60 % respecto a quien no se pone ninguna vacuna. Un objetivo en línea con sus directas competidoras por obtener autorización en EE.UU.: Pfizer y Moderna.

Pero la agencia estadounidense del medicamento FDA terminó enterándose por la prensa de que AstraZeneca había tenido que parar sus ensayos clínicos, al menos en dos ocasiones, por casos de mielitis transversa que, finalmente no tuvieron nada que ver con la vacuna.
Fuentes de la FDA contaron al New York Times que eso enfrió las relaciones con AstraZeneca de cara a una posible aprobación. Rota la confianza, se abrieron paso sus competidoras americanas de tecnología ARNm, Pfizer y Moderna. Encima, con resultados sorprendentemente buenos en sus ensayos clínicos.
El lastre de las cifras de eficacia
La gran alegría de esta pandemia ha sido el enorme éxito inicial de las vacunas de ARN mensajero. Una tecnología totalmente nueva en profilaxis para humanos, pero con experiencia preclínica y años de investigación en áreas como el la lucha contra el cáncer.
“Los resultados son abrumadoramente buenos”, dijo el máximo ejecutivo de Pfizer, Albert Bourla, en noviembre. Aún sin publicarse los datos de su fase 3 que, como en el caso de Moderna, aseguraban más de un 95 % de eficacia.
Los resultados de los ensayos clínicos, en términos porcentuales, están muy ligados al diseño del propio ensayo y los lugares donde se mida su eficacia. Así como el momento de la pandemia. No es lo mismo obtener datos en Estados Unidos que en Sudáfrica o Brasil, máxime cuando surgen nuevas variantes cuyo impacto no quedó reflejado en la fase 3 de Pfizer o Moderna.

Nombre | AZD1222 |
Plataforma | Vector (un adenovirus de catarro de mono como vehículo) |
Eficacia (fase 3) | Hasta 90% (60 % con la pauta prevista) 27,3% para prevenir infecciones asintomáticas |
Dosis | Dos (con entre 4 y 12 semanas de diferencia) |
Administración | Inyección en brazo |
Almacenada en… | Nevera doméstica hasta 6 meses |
Empresas y países | AstraZeneca, Universidad Oxford (??) |
Primeras aprobaciones | ?? (emergencia, 30/12/2020) ?? (ídem) ?? (condicionada, 30/01/2021) |
Datos en Fase 3 | The Lancet, diciembre de 2020 |
Así, AstraZeneca consiguió un exitoso 70 % de promedio, pero claramente inferior a las mediciones con ARNm. El laboratorio se apresuró a matizar que alcanzaban el 90 % de éxito si se administraba una dosis más pequeña en el primer pinchazo.
El problema es que eso lo descubrieron… por error. El director ejecutivo de la compañía, Pascal Soriot, reconoció a Bloomberg que necesitaban “un estudio adicional” para validar sus datos porque, como añadió el investigador de AstraZeneca Menelas Pangalos, lo descubrieron “por pura serendipia” tras una revisión de sus datos.
No para mayores, pulso con Europa
Europa acogió la vacuna británica tras las largas de Estados Unidos, que apostó por Pfizer y Moderna (esta última, promovida por la administración estadounidense). Aunque Reino Unido, sumida en una dramática escalada de casos y muertes en diciembre, tuvo que aprobar primero Pfizer. Estrenó 2021 vacunando con su vacuna. Y su Brexit.
Tras publicar buenos resultados en la revista The Lancet, queda una grieta: no se ha probado masivamente en personas mayores de 65 años, como se desprende del informe presentado a la FDA. Reino Unido, no obstante, decidió que es válida para todo mayor de edad, a la luz de otros indicios, como la respuesta de anticuerpos medidos en laboratorio.
La Agencia Europea del Medicamento (EMA) siguió ese mismo camino. Pero su aprobación llegó en medio de las primeras tensiones entre el ejecutivo comunitario y AstraZeneca. La farmacéutica dijo que no podrá cumplir su compromiso de suministrar 100 millones de dosis durante el primer trimestre.
La Comisión, por un lado, no pone pegas para que se administre AstraZeneca en mayores. Pero Alemania se adelantó y apostó por limitar su distribución a menores de 65. Le siguieron Francia e Italia.
[Actualizado 25/03/2021] La FDA tendrá nuevos datos de eficacia con los que evaluar la vacuna esta primavera. AstraZeneca presentó el 22 de marzo un avance de su ensayo en fase 3 en América. Ofrece mejores datos globales de protección entre personas vacunadas que en los presentados en invierno, con sus ensayos pilotados desde Reino Unido.
En concreto, una eficacia media del 79 %, rebajada días después al 76 %, para prevenir la COVID-19 sintomática no grave. También entre personas mayores (en ensayo contempló voluntarios de entre 18 y 130 años –no hay personas que tengan 130 años, pero los ensayos se diseñan así para decir sin límite de edad–).
La eficacia, entre más de 6.000 monitorizados por encima de 65 años, se elevó al 80 % – 80 % . Ninguna murió de covid. Ninguna desarrolló efectos secundarios graves. Los últimos datos, de marzo, correspondientes a EE.UU. coinciden globalmente con los del los ensayos de Reino Unido, prepublicados en The Lancet, en protección a 90 días con una dosis (la segunda se pone después de casi tres meses).
España, centrada en proteger primero a la población más golpeada, decidió centrarse en las vacunas de ARNm para mayores de 55. AstraZeneca quedó reservada a trabajadores esenciales o muy expuestos menores de esa edad, que es donde se había probado masivamente con enorme éxito en los ensayos.
En marzo, esos mismos tres países dieron un nuevo paso adelante frenando la vacunación con AstraZeneca, a la espera de más investigaciones sobre la posible relación entre la vacuna y problemas de coagulación en sangre, que preliminarmente descartan la farmacéutica y la EMA. Les ha seguido este 15 de marzo España.
Este nuevo golpe a la imagen de la vacuna de AstraZeneca contrasta con varios puntos competitivos a su favor: es una vacuna barata (alrededor de 1,78 euros por dosis, según datos no oficiales filtrados); se conserva en neveras convencionales; se pueden y deben espaciar las dosis, permitiendo acelerar vacunaciones.
Además, está demostrando que funciona con la variante británica, aunque menos con la sudafricana; nadie se está muriendo de covid una vez vacunado y consigue frenar hospitalizaciones en Reino Unido con un 94 % de eficacia. Empieza a actuar eficazmente semanas poco después de la primera dosis.
El reto en esta carrera de obstáculos es demostrar que algunas trombosis raras no tienen nada que ver con su formulación. Incluso, que de probarse causalidad, sean tan pocos los eventos que siga compensando frente al riesgo real de contraer un virus potencialmente mortal, que produce —paradójicamente— trombos en una cuarta parte de los casos más graves.