Ha sido una de las grandes noticias planetarias de 2020: fosfina (PH3) en las nubes Venus. Un gas asociado a la vida, pero no necesariamente, como plantean ahora (y entonces) científicos neerlandeses. Creen que hay menos (o nada) de la que defendieron sus descubridores en Nature Astronomy.

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Vida extraterrestre:
¿Vida en Venus? Lo que la fosfina detectada nos dice en realidad del planeta infernal
El estudio ha sido publicado en el repositorio de artículos científicos Arvix, lo que supone que aún no ha pasado la necesaria revisión por parte de otras personas expertas para poder ser publicado en una revista científica, aunque Astronomy & Astrophysics se encargará ahora de ello.
Pensemos que no tenemos una sonda en Venus que tome muestras de su atmósfera para traérnoslas y analizar qué hay o qué no hay allí. Las observaciones las hacemos a distancia, con telescopios y otros medidores. Por ejemplo, los que detectan mediante ondas electromagnéticas, como es el caso.
Por eso lo que recibimos no es una foto ni una muestra. Recibimos vibraciones e interferencias. Ondas que son coherentes con realidades físicas, como en este caso, la fosfina, que se mueve al ‘trasluz’ del infrarrojo de una determinada manera. Recibimos datos en bruto que hay que procesar. Números que pueden significar cosas. O no.
«Sin significación estadística»
Literalmente, y para quien maneje bien la estadística : «Nuestro análisis independiente muestra una característica cercana a la frecuencia PH3 a un nivel de ~ 2 sigma, por debajo del umbral común de significación estadística». O sea: que todo apunta a un falso positivo, al revisar las cuentas, explican en su trabajo.
El equipo que observó fosfina en Venus se valió del telescopio James Clerk Maxwell (JCMT) de 2017. Luego lo confirmó con datos del telescopio ALMA en 2019, ajustando los datos con lo que se denomina «un polinomio de 12 grados, llegando a ∼15 sigmas». Los sigmas, aquí, son como una nota de fiabilidad. El ~2 es un claro suspenso.
Por usar una metáfora: es como sintonizar un dial de radio. Se va barriendo el espectro hasta encontrar una voz dentro de la banda de FM. Pero con los altavoces desconectados, con lo que no oímos nada. De pronto, donde esperaríamos encontrar ruido blanco, se enciende el piloto de ‘estéreo’ y se para el barrido. Debe de haber una emisora. Y si hay una emisora, quizás haya vida en forma de locutor o locutora.
Pero, el caso, es que no lo sabemos, porque no podemos oírlo. Tenemos indicios, eso sí. Pero el sintonizador se ha podido equivocar (como parece ahora), creyendo que había algo de señal. Vamos, que las probabilidades de que ahí estuvieran Barceló o Alsina son muy bajas.
Por tanto, «no se ha observado fosfina en la atmósfera de Venus. Además, el uso de un polinomio de grado 12 produce líneas de absorción falsas con más de 10 sigmas en otras regiones del espectro». El falso positivo. Aunque los autores del estudio original de la fosfina sostienen que el software para procesar datos había sido actualizado.
De ahí podría venir el desajuste. Con todo, un desajuste muy grande (de ~15 a ~2), como matiza el físico y matemático Francis Villatoro (@emulenews).
Y si la hay, puede venir de volcanes
Otro equipo, de la Universidad de Cornell, ya advirtió a principios de octubre la existencia en Venus de un mecanismo geológico abiótico –no relacionado con la vida– para explicar la abundancia de fosfina detectada en las nubes altas de ese planeta
Esta hipótesis, indica la investigación, requiere que Venus «esté experimentando en la actualidad una alta tasa de vulcanismo basáltico», lo que consideran que es consistente con observaciones de naves espaciales y experimentos de laboratorio.
En el pódcast que encabeza esta información comentamos esto con el astrobiólogo Carlos Briones, para quien estas noticias revelan que «así es la ciencia: tras este estudio habrá otros, con datos a favor y en contra… y con el tiempo se llegará a un consenso. Lo principal es que Venus cobra nuevo protagonismo para ir en busca de otras vidas».