El piano sonaba en casa de Lilian Grigorian (Ereván, 1978) en plena guerra. Su madre, música profesional, hacía sonar la melodía en “un hogar sin electricidad ni gas, a menos quince grados”. Así lo recuerda Lilian en conversación con Newtral.es, una cardióloga del Gregorio Marañón afincada en España desde que su familia, en el año 93, emigró desde Armenia.
“Mis padres estaban divorciados. La guerra asolaba el país [1991-1994] y a mi madre la invitaron a una gira de conciertos en España. Como iban a ser tres meses fuera, decidió llevarnos consigo a mi hermana y a mí. Estando aquí, le ofrecieron trabajar en el Conservatorio de Santiago de Compostela. No vinimos huyendo de la guerra, pero mi madre aceptó la oferta porque la situación en nuestro país de origen era muy complicada”, relata.
Ahora, Lilian, “tan española como armenia”, observa desde Madrid cómo la batalla en el territorio de Nagorno-Karabaj (poblado principalmente por armenios pero perteneciente a Azerbaiyán) ha estallado de nuevo a pesar de que el mundo está inmerso en una pandemia: “Quienes estamos lejos del país [dice en referencia a la diáspora armenia] lo vivimos con especial dificultad porque es como estar dividido: mi dolor está en mi patria aunque mi casa y mi cuerpo estén en España”.

El origen del conflicto en Nagorno-Karabaj
La región del Alto Karabaj, también conocida como Nagorno-Karabaj, es un territorio montañoso de unos 4.400 km2 situado en el este de Azerbaiyán, cerca de la frontera con Armenia. “Aunque jurídicamente la región es azerbaiyana, se considera a sí misma independiente bajo el nombre de República de Artsaj. Ningún país miembro de la ONU reconoce esta república, que en la práctica está controlada por Armenia. Armenios y azerbaiyanos se disputan la región desde hace más de 30 años y nunca han alcanzado un acuerdo de paz, por lo que estallan nuevos enfrentamientos ocasionalmente. Uno de los episodios más sangrientos ocurrió en abril de 2016: cuatro días de violencia que dejaron unos 300 muertos. No obstante, la escalada más grave hasta ahora ha estallado en septiembre de 2020”, explican en el medio especializado en información internacional El Orden Mundial.
¿Por qué pertenece a Azerbaiyán a pesar de que su población es, principalmente, armenia? En conversación con Newtral.es, Kevork Oskanian, investigador de la Universidad de Birmingham especializado en política euroasiática, se remonta a la década de 1920, “cuando los bolcheviques asignaron este territorio abrumadoramente poblado por armenios a Azerbaiyán”: “Con la apertura de la década de los 80 decidida por Gorbachov, su población exigió que Azerbaiyán devolviese el territorio a Armenia. Cuando la Unión Soviética colapsó, los habitantes locales proclamaron la independencia con el apoyo de Armenia. Azerbaiyán intentó recuperar el control y las dos partes libraron una guerra violenta a partir de 1991 que provocó 30.000 muertes”.
El conflicto estalló tras la celebración de un referéndum en diciembre de 1991 por la independencia de Nagorno-Karabaj, tal y como detalla a Newtral.es Armine Ishkanian, investigadora en el Instituto de Desigualdades Internacionales (dependiente de la London School of Economics) y especializada en procesos políticos de países como Armenia: “108.736 personas (un 82,2% del total de la población) votaron a favor. Cuando Azerbaiyán se negó a reconocer el resultado del referéndum, comenzó la guerra”.
Desde entonces, afirma Ishkanian, “Azerbaiyán ha reclamado Nagorno-Karabaj apelando a la integridad territorial, mientras que los armenios han reclamado su derecho a la autodeterminación”. Tres años después, en 1994, se declaró el alto el fuego. “A partir de ese momento, ha tenido lugar lo que se ha denominado ‘una guerra fría’, pero es un concepto erróneo ya que nunca fue un conflicto verdaderamente frío o congelado”, señala esta investigadora.
27 de septiembre de 2020: Azerbaiyán ataca Nagorno-Karabaj
Tras los intentos fallidos de instaurar la paz duradera entre Armenia y Azerbaiyán por parte del Grupo de Minsk, creado por la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) en 1994, en Nagorno-Karabaj el conflicto se ha reavivado en diferentes momentos, uno de los más cruentos, asevera Armine Ishkanian, fue el de 2016: “Duró cuatro días y solo consiguió dejar las cosas tal y como estaban, es decir, mantener el statu quo”.
Tan solo un año después de la guerra de cuatro días de 2016, la organización internacional Crisis Group elaboró un informe en el que alertaba del “alto riesgo de nueva hostilidad” si no había avances diplomáticos entre Azerbaiyán y Armenia: “Esto puede llevar a la muerte y desplazamientos de civiles y tiene el potencial de escalar más allá del Alto Karabaj”.
“En julio de 2020, hubo contiendas a pequeña escala, pero la guerra actual comenzó en las primeras horas de la mañana del 27 de septiembre, cuando Azerbaiyán lanzó un ataque militar a gran escala a lo largo de toda la línea de contacto, aproximadamente 180 kilómetros”, explica Ishkanian.
Esta investigadora incide en la importancia de tener en cuenta tanto la fuerza militar como el apoyo que recibe cada uno de los bandos: “No tienen el mismo tamaño de población ni la misma fuerza militar. El lado armenio tiene tres millones de habitantes (con 150.000 en Nagorno-Karabaj) mientras tanto, Azerbaiyán y su aliado Turquía, que es un participante directo en esta guerra, tienen una población combinada de 90 millones (10 millones en Azerbaiyán y 80 millones en Turquía)”.
Desde su punto de vista, Azerbaiyán estaría a la ofensiva para recuperar íntegramente el territorio de Nagorno-Karabaj: “Sin embargo, los armenios en Karabaj se están defendiendo del ataque militar, que incluye bombardeos de objetivos y poblaciones civiles”.
La semana pasada, Amnistía Internacional hacía un llamamiento demandando protección internacional para la población civil de este territorio, donde, según esta organización, se estarían empleado bombas de racimo, “prohibidas en cualquier circunstancia por el derecho internacional”: “El personal experto del Equipo de Respuesta a las Crisis de Amnistía Internacional pudo identificar municiones de racimo M095 DPICM de fabricación israelí que, aparentemente, habían sido disparadas por fuerzas azerbaiyanas”.
María José Pérez, profesora de Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense de Madrid y especializada en estudios rusos, señala en conversación con Newtral.es que “los principales aliados son Rusia y Turquía”: “Turquía no ha reconocido todavía el genocidio armenio que perpetró durante la Primera Guerra Mundial. Además, está muy interesada en apoyar a Azerbaiyán porque culturalmente los ciudadanos de uno y otro país están muy vinculados. Por otro lado, Rusia juega a todas las bandas: apoya a Armenia y, de hecho, las fuerzas armadas armenias tienen una dependencia considerable, tanto económica como militar. Pero a la vez, Rusia también vende armas a Azerbaiyán”.
Una guerra en plena era del COVID-19
La lectura geopolítica no es secundaria para Lilian, pero le preocupa especialmente que esto esté sucediendo en plena pandemia: “Cada año intento ir, aunque sean pocos días. Quiero que mis hijas conozcan mis raíces. Además, mi padre está allí y muchos de mis amigos también. Este verano, como como cada verano, pensaba ir, pero la pandemia me lo impidió”, asegura.
La actual guerra, dice, aviva sus deseos de regresar: “Como médica que soy me gustaría ir para ayudar. Soy consciente de que hay mucha necesidad en los hospitales. Contengo ese deseo e intento convencerme de que desde España quizá pueda hacer más por visibilizar lo que está ocurriendo allí. Pero no descarto ir si veo que la situación se prolonga”, reconoce la cardióloga.
El estallido de la guerra en plena crisis sanitaria global provocada por el COVID-19 no es, en opinión de las expertas, algo casual. Dolores Rubio, profesora de Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense de Madrid y especializada en integración europea, considera que “la pandemia acelera el proceso”: “El virus saca a flote todas las debilidades y las fracturas. El COVID-19 no es una guerra como tal, pero sus consecuencias van a ser como las de una. Todas las generaciones tienen su guerra, y esta va a ser la nuestra”.
Según Rubio, “en los 90 se inició una revolución geopolítica que hizo caer el orden internacional”: “Desaparecieron los centros hegemónicos de poder estable que había hasta el momento. No existe un nuevo orden internacional, no están claros los centros de poder, por lo que la sociedad internacional está en crisis. Digamos que la pandemia es la gasolina para esa crisis que ya existía”.
Es por eso que el investigador Kevork Oskanian apunta que “Nagorno-Karabaj puede ser una señal de lo que viene: un mundo más caótico, peligroso e impredecible”. Además, según Oskanian, “la pandemia proporciona un telón de fondo que permite a las principales potencias estar distraídas”. “Hace unos años, la participación de Turquía en la guerra actual hubiera sido impensable, pero en la redefinición de las reglas del orden mundial que estamos presenciando ahora, es capaz de imponer su influencia de formas nunca antes vistas”.
Para la profesora María José Pérez, “la guerra en Nagorno-Karabaj sería una forma de distraer la atención de la población sobre otros temas”: “Impide reclamar más transparencia, más información, y la crítica a los líderes de ambos países, que están en horas bajas”. Además, señala, “estamos todos en otra pantalla”: “La pandemia funciona como una gran distracción para llevar a cabo ataques que en otro momento no habrían pasado tan desapercibidos en la comunidad internacional”.
Armine Ishkanian comparte esta visión: “El COVID-19 ha obligado a que la comunidad internacional dirija toda su atención a cómo abordar la pandemia. A muchos observadores internacionales les resulta chocante que Azerbaiyán haya iniciado una guerra en medio de una pandemia pero, lamentablemente, eso es lo que ha pasado”.