Ainara, Maribel y Cristina son tres mujeres con algo en común: son emprendedoras en el mundo rural. Las tres viven en pueblos que no llegan a los 150 habitantes. Decidieron dar el paso de ganarse la vida sin salir de su pueblo por estar “enamoradas” de su tierra, como dice literalmente Ainara.
La Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales (Fademur) es una de las organizaciones que en España representa a miles de mujeres que viven y trabajan en el mundo rural. Y algunas de ellas también emprenden.
Concretamente, la federación ayuda a más de 300 mujeres emprendedoras en el mundo rural con 327 proyectos que buscan ser un impulso para el mundo rural y un arma contra la despoblación.
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Inundar de literatura las calles de los pueblos
Ainara nació en el País Vasco, pero lleva “20 años enamorada” de Treviana, un municipio de La Rioja situado en el valle del río Aguanal. Según los últimos datos del padrón municipal, solamente tiene 145 habitantes.
“Me vine en 2008”, explica, en el contexto de la crisis económica que explotó ese año. Diez años más tarde, Ainara comenzó junto a su marido Sergio el proyecto ‘Literatura Kalean’ (la traducción del euskera al castellano quiere decir ‘Literatura en la calle’). El objetivo es llevar la literatura, como su propio nombre indica, a las calles.
“Acercar la cultura a los pueblos”, resume Ainara. “Sabemos que hay alternativas culturales y de ocio en las ciudades, pero no mucha gente lo hace en los pueblos pequeños, solo en las fiestas, pero no el resto del año. Por eso lo vimos como una necesidad”, insiste.
Ainara y Sergio, en un punto de venta / Foto cedida.
“Íbamos vendiendo de puerta en puerta y así conseguimos, juntos, 13.500 lectores”, dice. “Apostamos por el tú a tú, por ir a buscar a los lectores, aunque también vendemos por internet. Nos gusta ir a mercados, ferias, hacer talleres en bibliotecas… Por ejemplo, en 2021 estuvimos en 17 pueblos durante los dos meses de verano”, recuerda.
Explica que venden ficción, no ficción… pero también cuentos infantiles que, además, cuentan la historia de La Rioja y Bizkaia. “Queremos que los niños y niñas sepan algo de los pueblos de aquí”, insiste.
“Ahora nos están surgiendo diferentes proyectos. Por ejemplo, desde el año 2020 empezaron a llegarnos manuscritos y estamos editando para otras personas. Poco a poco nos van conociendo más”, asevera.
Ainara y Sergio en un taller en la calle / Foto cedida.
Vinos que nacen “del amor a su tierra”
Maribel vive en Mazarulleque, un pequeño pueblo del municipio conquense de El Valle de Altomira, en Castilla-La Mancha. No llega a 60 habitantes. Según el padrón municipal, El Valle de Altomira en su conjunto tiene 198.
Maribel tiene una pequeña bodega familiar que lleva 16 años haciendo vino ecológico pero sin comercializar hasta hace dos años, en 2019, bajo el nombre de Vinos Artesanos Altomira.
“La historia es un poco atípica porque empezamos haciendo vino por ocio, pero al final empezamos a comercializarlo”, comienza a explicar Maribel. “Es un proyecto que nace por el amor a mi tierra”, prosigue.
Poco después de empezar con la comercialización llegó la pandemia, pero lejos de ser un obstáculo lo vieron como una oportunidad. “Al principio fue un golpe. Nos quedamos diciendo: ¿pero qué?”, asevera.
“Pero es verdad que tras dos semanas nos dimos cuenta de que era una oportunidad para hacer buenas cosas y decidimos mejorar nuestra web”, recuerda. “Ahora a la gente le encanta. Está muy trabajada y nos costó mucho terminarla”, insiste.
Tras la pandemia, están “muy satisfechos” con cómo está yendo el proyecto. “Con el poco tiempo que llevamos, los resultados están siendo muy buenos. Estamos en los mejores restaurantes de Cuenca”, celebra.
Maribel en un ‘stand’ con los vinos / Foto cedida.
“Le estoy dedicando muchas horas al día a ese proyecto, aunque es mi segunda ocupación. Me dedico a asuntos jurídicos y de la administración. Pero a esto le estoy dedicando también mucho trabajo. Un trabajo que no he sido consciente que estaba haciendo”, insiste.
Sin embargo, Maribel también hace hincapié en lo que supone vivir en un pueblo pequeño. “Son todo trabas. Tenemos mala carretera y hay que ir a la ciudad para todo”, dice.
“Eso sí, para mí está cerca, tardo unos 50 minutos en llegar. Como lo he hecho toda la vida, me resulta normal. Para mí, estoy cerca de la ciudad”, prosigue.
Varias botellas de la bodega de ‘Vinos Artesanos Altomira’ / Foto cedida.
“Son una joya”: el huerto de kiwines ecológicos
Cristina heredó de su bisabuela unas tierras en Los Bayos, una aldea de Asturias con ocho habitantes, entre ellos Cristina. “Empecé en 2016 a preparar la finca con varias motivaciones. Primero, recuperar la tierra que había quedado abandonada, y segundo, conseguir cultivar”, recuerda.
Ella misma explica que siempre sintió “pasión por la naturaleza” pero que nunca se había decidido a dar “el paso definitivo” para trabajar la tierra. “Me empecé a preocupar por comer sano, por conocer de dónde venían los alimentos y cómo se cultivan”, insiste. Ese fue el primer empujón que le hizo lanzarse de lleno con su proyecto.
“Tuve que empezar de cero y yo sabía que era un trabajo a medio o largo plazo, que tardaría años en poder cultivar. Tampoco sabía el qué, pero entonces descubrí una variedad de kiwi, el kiwín lo llamamos aquí, y me encantó. Me enamoró”, explica Cristina.
Entonces comenzó a cultivar ‘kiwines con corazón’, como reza el lema de su huerto. “Son una joya. No me puedo explicar cómo era posible que apenas se conocieran o que ni siquiera se pudieran comprar. Hoy en día son muy difíciles de encontrar porque la mayor parte se exportan”, dice.
Cristina junto a una plantación de kiwines / Foto cedida.
“La tierra la trabajo yo sola, aunque en ocasiones me ayudan mis padres en lo que pueden”, dice. “Pero, de momento, esto es un emprendimiento que estoy haciendo en solitario”, insiste.
Cristina explica que empezó a comercializar los kiwines en 2019, “y poco a poco va aumentando la cantidad”. “Pero con dificultades porque es un cultivo muy peculiar”, asegura.
Además, para ella ha sido complicado hacer las gestiones correspondientes para, por ejemplo, tener agua potable. “Debería ser algo básico, pero no es sencillo conseguir los permisos. Llevo meses con el tema”, dice.
Una plantación de kiwines / Foto cedida.
“Somos una pieza clave en el desarrollo rural”
Cristina, Maribel y Ainara, tres mujeres emprendedoras en el mundo rural, también reflexionan sobre el papel de la mujer en el mundo rural. “Yo creo que somos una pieza clave”, asegura Maribel.
“No quiero ser osada, pero si las mujeres se quedan en los pueblos, hay escuelas, empleos, se genera movimiento. En definitiva, estamos evitando la despoblación”, insiste Maribel.
Lo mismo piensa Cristina. “Somos fijadoras de población. Antes la mujer no era la cara visible, pero ahora, por suerte, estamos cambiándolo poco a poco y se ve el trabajo que hacemos”, reflexiona. “Y somos peleonas y no sobreponemos a las dificultades del camino”, prosigue.
- Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales
- Instituto Nacional de Estadística
- Ainara (Literatura Kalean)
- Maribel (Vinos artesanos Altamira)
- Cristina (Kiwines ecológicos)