Mujeres atómicas, de Lise Meitner a la promesa de la energía de fusión infinita

Mujeres atómicas, pódcast con Eleonora Viezzer
Mujeres atómicas, pódcast con Eleonora Viezzer
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Nagasaki fue peor que Hiroshima. La tecnología de fisión volvía a pasar de la teoría a la práctica. Tras su descubrimiento, una mujer, Lise Meitner que se opuso desde el primer momento a su puesta en práctica, cuando apenas era una teoría bien fundamentada sobre el papel y su aplicación no necesariamente bélica. Pero incluso antes de que la fisión nuclear pasase de la teoría a la tragedia de la guerra, la ciencia estaba dando sus primeros pasos en la energía de fusión: la unión de núcleos atómicos en la promesa de una bomba más potente pero, también, de una electricidad casi infinita para la paz.

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Después de caer la segunda bomba de fisión (primera de plutonio) sobre población civil, un 9 de agosto de 1945, EE.UU. y la URSS ya tienen puesta su mirada en es la energía de fusión, con el objetivo de crear una bomba de hidrógeno. La ‘bomba H’ termonuclear, que sobrevuela toda la película Oppenheimer (Christopher Nolan, 2023). Por fortuna, nunca se llegó a lanzar una de estas características sobre la población. Y, 78 años después, la humanidad está más cerca de un uso civil de la energía de fusión, tras un anuncio, este agosto, del Laboratorio Nacional Lawrence Livermore de EE.UU.

Por segunda vez han obtenido la ansiada ‘ganancia neta de energía en la ignición’. O sea, producir más energía de la empleada en unir núcleos de átomos. La primera vez, lo consiguieron el 5 de diciembre de 2022 (lo anunciaron una semana después), mediante el uso de láseres apuntando a una esfera de deuterio-tritio, dos isótopos de hidrógeno.

La promesa de una energía de fusión casi ilimitada con pocos residuos… y con muchos peros. Porque técnicamente su desarrollo es muy complejo y caro, además de no ser absoluta y 100% limpia, aunque más que la actual energía nuclear de fisión.

De los Átomos para la Paz de la Guerra Fría a la energía de fusión en reactores nucleares

EE.UU. ha hecho un gran movimiento, con su tecnología de láseres (técnicamente, llamada ‘confinamiento inercial’). El Laboratorio Lawrence Livermore nació en los cincuenta del siglo pasado orientado al arsenal atómico. Quizás, por esa herencia, su apuesta está centrada en la producción de picos de energía muy concentrados, “nanosegundos”, con una necesidad de recarga constante de la cápsula de ‘combustible’. Como explica en este pódcast Isabel García Cortés (CIEMAT), su anuncio supone un avance para la ciencia, pero con muchas limitaciones por superar.

Europa no se queda atrás. De este lado se ha apostado más por otra tecnología, la de ‘confinamiento magnético’, que, como explica la investigadora, está más orientada a producir electricidad de forma sostenida. ¿Estamos ante una nueva carrera atómica civil? ¿Hay, acaso, siempre un trasfondo militar? ¿Es posible tener la energía de las estrellas en nuestra mano de forma casi infinita?

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“Nosotros en eso somos muy cautos –dice García Cortés– porque nosotros estamos metidos en la línea más clásica de investigación”. Pone como ejemplo en proyecto ITER, “basado en en el conocimiento de muchos años de miles de científicos estudiando la mejor manera de de diseñar la máquina, de manejarla, de mantenerla en condiciones de fusión”. Nada que ver con bombas. “Aspiramos es a tener un reactor como puedan ser los de fisión (centrales nucleares clásicas) o pueda ser una central térmica”.

En este pódcast repasamos la historia de la de fusión nuclear. Una fuente de energía teorizada cuando ya se habían desvelado los peligros de su hermana, la fisión, la que implica dividir los núcleos de átomos y que se usó en las bombas de Los Álamos, Hiroshima y Nagasaki. La misma que descubrió la exiliada Lise Meitner y a cuyo uso se enfrentó. Incluso cuando no era más que un papel lleno de cálculos a los que los científicos de Hitler tuvieron acceso. Los nazis no llegaron a la fusión. Pero la Guerra Fría no se podría entender –igual– sin esa carrera por unir núcleos atómicos.

En este capítulo de Tampoco es el fin del mundo Isabel García Cortés nos aclara los avances en energía de fusión y su origen histórico, repasamos la vida e injusticias que vivió Lise Meitner con el investigador y escritor Juan Fueyo y con la narración de Lorena Baeza de un visionario de la ‘energía infinita’, el filósofo Olaf Stapledon (autor de Hacedor de estrellas, 1937). También recuperamos esta entrevista con una de las científicas punteras en la búsqueda de energía de fusión en España, Eleonora Viezzer, que trabaja en la construcción de un reactor experimental en Sevilla.

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