Somaye Sarvarzade tenía tan solo un mes de vida cuando su familia abandonó su hogar, en Herat, cruzando en bicicleta la frontera entre Afganistán e Irán. Ella, siendo un bebé, iba oculta en el chadori de su madre.
Era 1984 y el Gobierno afgano, bajo el control soviético, les había desposeído de su casa y de muchas de sus pertenencias, tal y como cuenta Somaye en conversación con Newtral.es. Pasarían algo más de dos décadas, con un régimen talibán mediante, hasta que esta investigadora especializada en educación y derechos humanos regresara a Herat, una de las principales ciudades de Afganistán con casi medio millón de habitantes.
“Mi padre fue el primero en volver. Mi familia y yo seguíamos en Irán mientras acabábamos nuestros estudios. Tras la invasión de Estados Unidos y el colapso del régimen talibán, estaba esperanzado. Recuerdo que me dijo: ‘Conseguirás trabajo en un banco, hay muchos bancos nuevos en Afganistán que contratan a mujeres. Te compraré un coche, un coche rojo’”, explica Somaye.
Fue en 2008, con 24 años, cuando cruzó de nuevo la frontera. “Era emocionante volver: durante mucho tiempo, lo que más deseé en el mundo fue tener una identidad que no fuese la de ser solo una inmigrante sin derechos en Irán. Quería un lugar al que llamar hogar y una causa por la que luchar”. Somaye comenzó a trabajar en una ONG local por los derechos de las mujeres y de la infancia. Pasó un tiempo fuera, en la Universidad de Stanford, gracias a una beca Fulbright. De vuelta en 2015, se unió a UNICEF y trabajó en un programa para mejorar el acceso a la educación en “una zona rural, bajo el control talibán”, recuerda esta investigadora.
“Las cosas se complicaron”, relata Somaye. Su marido y ella recibían amenazas constantes: “Es muy difícil sobrevivir en un país con tanta corrupción cuando te opones a la corrupción. Además, tener trabajo siendo mujer o tener afiliaciones con organizaciones estadounidenses o europeas te sitúa como un objetivo”. En septiembre de 2020, ambos se exiliaron a Virginia (Estados Unidos).
Casi un año después, Afganistán ha sido tomada al completo por los talibanes después de que Estados Unidos anunciase la retirada de sus tropas. Somaye cuenta que se siente “enfadada, preocupada, traicionada, decepcionada, frustrada y dolida”: “No dejo de pensar en que esto se podría haber evitado. La situación es demasiado caótica y no consigo ver la luz al final del túnel”, añade.
En Herat están muchos de sus seres queridos, entre ellos su madre: “Está reviviendo todo el trauma que ya experimentó cuando tuvimos que huir de Afganistán en los 80 y que nunca curó. Pero ahora es peor porque no tiene a mi padre para apoyarse en él, murió el año pasado”. Esta educadora y feminista afgana teme por todos, pero especialmente por sus sobrinas y sobrinos, “por la ausencia de futuro para ellos”. “Me siento muy impotente por no poder hacer mucho desde tan lejos”, afirma.

Pashtana Durrani: “Salvar a las mujeres en Afganistán fue la excusa con la que EEUU justificó la invasión”
Una de las cuestiones que menciona Somaye es el retroceso que vivirán mujeres, niñas y niños. Los datos son claros: Afganistán ocupa el puesto 157 de 162 del Índice de Desigualdad de Género (GII) de Naciones Unidas pero en la última década se han alcanzado ciertos derechos que ahora peligran de imponerse el régimen talibán. Algunas conquistas son el incremento de mujeres universitarias, mayor presencia en el ámbito económico y político, y más autonomía en la vida pública.
Pashtana Durrani, activista y fundadora de la ONG afgana LEARN, sigue en el país, oculta, “para no tirar por tierra el trabajo de tantos años”, dice a Newtral.es. El trabajo al que hace referencia es el de facilitar el acceso a la educación en la infancia, pero también el de formar como parteras a mujeres de zonas rurales, ya que Afganistán tiene una de las tasas más altas de mortalidad materna a pesar de haber descendido en las últimas dos décadas, según datos del Banco Mundial. LEARN, además, promueve el conocimiento sobre la higiene menstrual y los derechos reproductivos.
A Durrani no le convence el mantra “Save Afghan Women” (“Salvad a las mujeres afganas”) que se ha popularizado en la última semana. “No queremos dar pena, queremos apoyo económico y reconocimiento. Si solo se nos retrata como víctimas, nos quitan nuestra capacidad de cambiar las cosas”, apunta.
Somaye Sarvarzade comparte esta opinión: “¿Se supone que nos van a salvar los héroes de Occidente? Lo que está sucediendo no es solo responsabilidad de los talibanes, también del Gobierno afgano y de la administración estadounidense”. Y añade: “Precisamente la narrativa de que había que salvar a las mujeres en Afganistán fue la excusa con la que Estados Unidos justificó la invasión”.
La reflexión de la geógrafa política Jennifer Fluri, investigadora en la Universidad de Colorado Boulder especializada en el papel de las mujeres en los conflictos bélicos y las organizaciones feministas clandestinas como la afgana RAWA, va en esta misma línea al señalar cómo los diferentes actores bélicos se han arrogado la protección de las mujeres a lo largo del tiempo: “Los soviéticos afirmaban que ellos estaban salvando a las mujeres afganas, la resistencia muyahidín también decían protegerlas de los soviéticos, los talibanes también aseguran que protegen a las mujeres y Estados Unidos justificó su invasión como una forma de salvar a las mujeres de los talibanes”.
Por eso, según Fluri y como apuntaba Pashtana Durrani, la categorización exclusiva de las mujeres de Afganistán como víctimas es problemática: “No se puede negar la violencia generalizada contra las mujeres, que en el caso de los talibanes es draconiana, pero las mujeres no son un ente monolítico: algunas sufrirán más o menos opresión en función de su etnia, su clase social, su estatus familiar, su localización [ámbito rural o urbano]…”.

Azadah Raz: “Los avances feministas no son iguales en todo el territorio afgano”
Esa violencia innegable pasa por cuestiones como “matrimonios forzados con menores y toda la violencia sexual y psicológica que ello conlleva, obligación de llevar el burqa, negar la educación de las niñas más allá de los 12 años, prohibir el empleo de las mujeres y reinstaurar la ley que exige que las mujeres estén acompañadas por un ‘tutor’ masculino para salir de casa”, explica a Newtral.es Vrinda Narain, profesora en la Facultad de Derecho de la Universidad McGill (Canadá) e investigadora especializada en feminismo y derechos de las mujeres musulmanas.
Azadah Raz exiliada afgana y doctoranda en la Escuela de Derecho de Melbourne (Australia), señala en conversación con Newtral.es que “son los talibanes quienes han mostrado sobre todo una imagen de la mujer afgana como oprimida”. “Y ahora quieren volver a hacerlo con su interpretación ultraconservadora de la Sharia”, recalca.

Considera que los avances feministas “no son iguales en todo el territorio afgano”. Y así opina también Somaye Sarvarzade al señalar que la presencia de las organizaciones “se han limitado a las áreas metropolitanas de Kabul, Herat y Mazar”: “Ha habido una desconexión entre estas organizaciones y las zonas rurales, donde la población femenina apenas experimentó el progreso”.
Sin embargo, Somaye destaca el papel que están desempeñando muchas mujeres estos días en el país: “Occidente solo nos ve como mujeres oprimidas mientras en Afganistán muchas se manifiestan contra los talibanes. Están protestando por mantener sus derechos, exigiendo que ningún Gobierno reconozca la legitimidad del régimen talibán. E incluso algunas siguen acudiendo a la universidad o a sus puestos de trabajo, hay reporteras afganas allí cubriendo lo que ocurre”.
Abdul Ghafoor: “Occidente habla de salvar a las mujeres de Afganistán mientras lleva años deportándolas”
La vida de las personas que integran la comunidad LGTBI también está en “grave peligro”, tal y como señala Somaye. “Todavía es un gran tabú en Afganistán. Los pocos y limitados esfuerzos que se han hecho por estas personas han sido para ayudar a unos pocos a salir del país”, añade. La investigadora Jennifer Fluri también considera que esta comunidad sufre “muchos prejuicios y hostilidad” y que a día de hoy “viven en la clandestinidad”.
Abdul Ghafoor fundó hace unos años una ONG, AMASO, para dar asistencia legal a la población afgana que abandonó el país y a la que los países de acogida acababan deportando. Desde Alemania, donde llegó hace apenas unos días tras la toma de control talibán, reconoce en conversación con Newtral.es que se siente “sin esperanza”: “No podemos esperar nada de la comunidad internacional. Hablan de salvar a las mujeres afganas, pero durante muchos años Europa ha deportado a muchas de ellas”.
Uno de los casos que más recuerda es el de una mujer asentada en Noruega “a la que deportaron con sus dos hijos”: “Tuvo que regresar a su lugar natal, en una zona rural donde ni siquiera se le permitía ir al mercado sola”, añade Ghafoor, quien señala, además, que “la deportación las convertía automáticamente en objetivos”.
Somaye recuerda que el mejor marco desde el que actuar no es la salvación, sino la emancipación: “Algunas mujeres han experimentado la autonomía. Sé que van a defenderla todo lo posible”.
Fuentes consultadas
- Somaye Sarvarzade, afgana en Estados Unidos e investigadora especializada en educación y derechos humanos
- Azadah Raz, refugiada afgana y doctoranda en la Escuela de Derecho de Melbourne (Australia)
- Pashtana Durrani, activista y fundadora de la ONG afgana LEARN
- Jennifer Fluri, investigadora en la Universidad de Colorado Boulder
- Vrinda Narain, profesora en la Facultad de Derecho de la Universidad McGill
- Abdul Ghafoor, exiliado afgano y fundador de AMASO, una ONG que presta asistencia legal a personas afganas deportadas
- Banco Mundial
- Índice de Desigualdad de Género (GII) de Naciones Unidas
Donde habla de la 'ocupación sovietica" como un mal en realidad fue el gobierno democrático socialista quien les pidió ayuda pues establecieron. La educación libre y gratuita todos los ni eles la, sanidad pública y gratuita la I d ualdas de rechos mujeres y hombres el divorcio el aborto el derecho a la homosexualidad una gran reforma agraria con reparto de tierras a los campesinos prohibición del cultivo del opio. Y fue en to ces cuando los señores de las castas adineradas buscar. El apoyo de los muyaidines religiosos que luego se convirtieron. En talibanes y recibieron el apoyo militar y económico de EEUU Irán y países occidentales
Me parece un enfoque muy completo .Excelente artículo.