Mireia Banqué se anda ‘por las ramas’. Esta investigadora del Centre de Recerca Ecològica i Aplicacions Forestals (CREAF) tiene un ojo siempre puesto en los árboles con los que se topa. Son un buen indicador de cómo le van las cosas a la Tierra. Y en las comarcas barcelonesas de Osona y Berguedà, empezó a llamar la atención la cantidad de cicatrices marrones que aparecen en el bosque de pinos. La especie Pinus sylvestris, con su característica corteza rojiza, es de hoja perenne, así que no debería dejarnos estampas otoñales, mucho menos en julio. Pero es que los árboles se secan o mueren repentinamente de calor. Y no por el calor de este año.
“Se están dando muertes… masivas”, explica por videoconferencia Banqué, coordinadora de Alerta Forestal, para matizar de inmediato: “No me gusta usar la palabra ‘masiva’ por su alarmismo, pero se están dando situaciones de decaimiento forestal importantes”. De un total de 33.072 hectáreas de bosque con signos de sufrimiento por sequía y calor extremo, 5.993 hectáreas eran coníferas.
Estos datos se desprenden del informe DeBosCat 2022, la red de seguimiento del estado de salud de los bosques de Cataluña, que concluyen que el pasado año fue el año con más bosques afectados por sequía. No obstante, la iniciativa Alerta Forestal del CREAF permite a cualquier persona mandar fotos árboles secos para su posterior estudio. Y este 2023 han saltado las alarmas con las coníferas –como los pinos– encinas o robles. “Los pinos están mostrando los efectos de la sequía con un año de retraso”.
¿Por qué se están muriendo los árboles repentinamente?
Muchos árboles no se mueren, pero amarillean antes de tiempo. Un ‘otoño’ prematuro en pleno julio. Otros, de hoja perenne, están tirando masivamente sus hojas, como las encinas. Puede que rebroten, “se desprenden de sus hojas cuando no tienen disponibilidad de agua”, para funcionar al mínimo, a la espera de tiempos mejores. Pero eso tiene un límite. Y en los pinos está resultando mortal.
“Lo que estamos viendo este año es que muchos de los pinos que mueren ahora lo hacen por el calor y la sequía de 2022”, explica Baqué. Las coníferas aguantan bien el arreón cálido esquivando la muerte a corto plazo. Se mantienen verdes pero el daño queda hecho. “Pueden mostrar los síntomas del estrés hídrico meses o incluso años después de que se acabe este periodo”. Y ahora están muriendo en diferido.
No todas las muertes de árboles que se observan estos días están ligadas a la sequía y calor de 2022. Cada día se secan ejemplares por diversas causas. Sin embargo, el estrés térmico e hídrico debilita a los vegetales y los torna más vulnerables a nuevos episodios de calor o plagas. Las palmeras son especialmente sensibles al picudo rojo. Pero este año algunas están cayendo a plomo por las altas temperaturas, como en el caso de una decena de muertes en la provincia de Alicante.
En el caso concreto de los pinares montañosos de las comarcas de Osona y Berguedà, en Barcelona, la muerte en diferido por calor es muy evidente y no está ligada al calor de 2023. “Son zonas en las que estos meses de mayo, junio y algún día de julio ha llovido. Más de 200 mililitros en un mes. Y sin embargo, estos pinos están muriendo”, dice la ambientalista. Empezaron a notar las muertes de árboles mucho antes de llegar el calor de este año, “a final de invierno, pero ahora han seguido apareciendo nuevos pinos muertos; las precipitaciones que han llegado al final de esta primavera no han servido para evitar los los efectos de la sequía y de las olas de calor del año pasado”.
2023 tórrido: ¿habrá una masiva muerte de árboles por calor en 2024?
¿Tan terrible fue el verano de 2022 como para provocar este arboricidio en diferido? “2022 fue un año muy duro porque fue muy seco. Pero es que además, en primavera de 2022 se registraron unas olas de calor muy grandes y muy sostenidas”, dice la investigadora. 2023 empieza a parecérsele, así que ¿esperamos un 2024 con muertes de pinos o encinas por los calores de estos días?
“Por ahora, en primavera hemos tenido algunos algunos chubascos que han dado un poco de respiro en algunas zonas de Cataluña”, precisa Banqué, que cree que eso puede marcar una diferencia en cuanto a muertes de árboles por calor. “Se han registrado lluvias, sobre todo en las partes más altas de las de las cabeceras de los ríos, humedeciendo el suelo, que es como si fuese la caja de ahorros de los árboles”. Pero no hay garantías. Y en otras zonas, la sequía ha amenazado para siempre los cultivos de frutales o vides.
Cultivos leñosos, como los viñedos o frutos secos han tenido problemas para brotar este año. Y desde COAG advierten de que incluso los que mejor resistencia a la sequía presentaban arrastran años de calor que está llevando a ejemplares de árboles o cepas a la muerte. En el canal de Urgell, los frutales han estado sin regar desde abril hasta principios de julio, en que la Comunitat General de Regants autorizó un riego de emergencia en dos turnos para evitar la muerte masiva de los árboles por el calor.

Además de los cultivos leñosos o de los pinos, otros árboles urbanos también muestran signos de la pasada sequía. Se nota en ejemplares de hoja caduca, que han sacrificado algunas de sus ramas y han brotado por otros sitios, en una “conocida estrategia de supervivencia ante el estrés”. El problema es que, a veces, quedan tocados y expuestos a enfermedades y plagas.
“Los árboles también sufren golpes de calor. Hemos visto algunos que tenían acceso a agua que se quedaron como torrados”.
Los árboles, a su modo, “también sufren golpes de calor”. Aunque se sequen en diferido. “Tenemos registros –apunta Banqué– de zonas en las que árboles de ribera que tenían acceso a agua quedaron como si los hubiésemos metido en el horno, torrados. Yo, en los años que llevo, aún no había visto esto”.
En realidad un árbol funciona como una pajita de refresco. Tiene las raíces clavadas en el suelo, donde está el agua. ¿Cómo succiona? “Gracias a las evaporación que se produce en las hojas, que hace el vacío dentro del tronco”. Y el agua sube. Pero si el calor es excesivo, evapora demasiado, succiona más; y más agua necesitará el árbol para evitar su muerte. Si no hay suficiente liquido en el suelo empiezan los problemas y el ejemplar optará por ‘cerrar’ o tirar sus hojas. “Es casi como si los árboles sudasen más en en verano”. Y, en paralelo, el calor puede devenir en embolias: el agua no llega a las ramas más altas.
Árboles como refugiados climáticos que migran para evitar la muerte por calor
España constituye el límite sur de la distribución del pino silvestre en Europa. Así que no está teniendo demasiado problema en ‘hacer las maletas’ y migrar al norte. Podría ser, metafóricamente hablando, uno de nuestros primeros refugiados climáticos. “Es lo que hacen las especies cuando se ven en esta situación, buscar refugio subiendo en altitud”. Si pueden, ‘suben’ hacia hacia arriba de las montañas. O sea, sus semillas empiezan a prosperar más fácilmente otras latitudes y altitudes, como también explicaba en el pódcast Tampoco es el fin del mundo la paleoclimatóloga Ellen Thomas.
“Este pino silvestre es un poco el indicador que nos avisa de que está empezando esta regresión”, concluye Banqué. Estas especies ”lo que prevemos es que van a ir progresivamente a ser sustituidas por otras especies que son más resistentes a la sequía”. Se conocen otras especies de pino particularmente resistentes y adaptadas a condiciones extremas, como las derivadas de una erupción volcánica. Es el caso del pino canario.
Los plátanos de ciudad han perdido corteza de golpe al engrosar sus troncos con las últimas lluvias, tras meses secos.
Otra investigadora del CREAF, Laura Fernández de Uña, demostró que los árboles más grandes son muy buenos soportando las sequías de corta duración, a pesar del enorme recorrido que debe hacer el agua para llegar de la raíz a las ramas altas. La evidencia científica demuestra que, con la altura, los árboles van mejorando su eficiencia en el uso del agua.
¿Quiere decir que veremos bosques con árboles más grandes por la emergencia climática? No necesariamente, pues esta ventaja de los ejemplares altos se limita a sequías cortas. Puede que prevalezcan otras especies que aguanten, pero que opten por no crecer tanto.
Un fenómeno curioso lo ejemplifica. Los plátanos de sombra, árboles típicos de las ciudades, con esa hoja parecida a la de la bandera de Canadá, han arrancado la primavera sin apenas crecer, por la sequía. Cuando llegaron las lluvias de mayo, aprovecharon y engrosaron sus troncos, como quien quiere hacer acopio. Eso fracturó la piel de sus troncos y ramas. Por eso hemos podido ver las aceras llenas de crujientes cortezas desprendidas, sin que sea un síntoma de enfermedad, pero sí de una sequía implacable a la que los árboles se adaptan a la desesperada.
- Estudio de Fernández de Uña et al., sobre la resistencia a la sequía y la altura de los árboles en ‘New Phytologist’, 2023
- Estudio de Ovenden et al. sobre resiliencia del pino silvestre, en Journal of Ecology, 2021
- Informe DeBosCat, 2022
- COAG, sobre problemas de brotación en 2023
- Mireia Banqué, CREAF