Hablar del verano es hablar de la playa, del sol, de la crema solar, de las medusas… y también de los tiburones, unos animales sobre los que siguen pesando unos cuantos mitos.
Aunque la información científica disponible a día de hoy sobre su comportamiento es bastante más amplia que la que había en 1975, cuando se estrenó Tiburón, persisten algunas creencias en el imaginario popular que son falsas o matizables, pero ojo que unas cuantas son ciertas.
En Newtral.es hemos hablado con dos expertos para poder saber cuánta verdad hay en algunas de las afirmaciones que se suelen hacer sobre estos peces cartilaginosos.
- Uno de ellos es Marc Aquino Baleytó, del Institut de Ciències del Mar (ICM-CSIC). Actualmente está trabajando como técnico superior en el proyecto COTI, que pretende compatibilizar la pesca con la conservación de los tiburones.
- El otro es Ignasi Nuez Rodríguez, miembro del Grupo de Investigación de Grandes Vertebrados Marinos de la Universidad de Barcelona (UB).
Estas son sus valoraciones sobre algunos de los mitos que rodean a los tiburones.
¿Todos los tiburones atacan humanos?
Nuez es tajante al responder con un “falso” al mito de que todos los tiburones atacan a humanos. “De las más de 500 especies de tiburón conocidas en la actualidad”, apenas “una decena están consideradas como potencialmente peligrosas para el ser humano”, señala.
Por su parte, Aquino puntualiza que “habría que distinguir entre ataques provocados y no provocados”. Por provocados se entienden aquellos en los que la persona es la que va hacia el animal, ya sea arrojando pescado o carne al agua para incrementar las probabilidades de interacción con él (una acción que se denomina “cebar el agua”) o acercándose mucho para grabarlo.
En cuanto a los ataques “no provocados”, ambos expertos coinciden en cuáles son las principales especies que los protagonizan. “El tiburón toro, el tiburón tigre y el tiburón blanco” son las “tres especies responsables de la mayoría de los ataques a personas en todo el mundo”, señala Nuez, y Aquino añade una más: el tiburón oceánico de puntas blancas, que habita en aguas más tropicales y en mar abierto, aunque las interacciones con esta especie son más raras.
Un punto que Nuez destaca es que “mordida no tiene por qué ser sinónimo de ataque”. Aquino explica en este sentido que “los tiburones son curiosos, no tienen manos y tienen que explorar su mundo a través de la boca”, por lo que muchas de esas interacciones son “mordidas exploratorias”, no ataques.
¿Los tiburones confunden a los surfistas con tortugas y por eso es más probable que les ataquen o es un mito?
La idea de que los tiburones confunden a los surfistas con tortugas es matizable. Nuez indica que si bien es cierto que el tiburón tigre es un depredador de tortugas, no tiene constancia de ningún estudio que muestre que esta especie pueda llegar a confundir a un surfista con una tortuga, pero sí existe una teoría ampliamente considerada que habla de la confusión con mamíferos marinos.
“Se conoce que los tiburones blancos (y quizá otras especies) pueden llegar a confundir un surfista con un león marino o una foca”. Esto se debe a que, al observar la superficie desde la profundidad, “la silueta de un león marino o una foca puede llegar a ser muy similar a la de un surfista tumbado sobre la tabla con los brazos y las piernas fuera”, explica Nuez. Aquino corrobora que esta confusión es “factible”.
No obstante, Aquino subraya que esta confusión “no cubre todas las explicaciones”, y recuerda que los tiburones son animales curiosos que usan la mordida para explorar. También que hay otros factores clave, como la visibilidad del agua. En “aguas más turbias” o con baja visibilidad (como “de noche o cuando sale el sol”), el tiburón necesitará “acercarse más para poder discernir” qué hay en el agua. Y a ello se añade que cada tiburón tiene su propia “personalidad”, lo que también afecta a su nivel de atrevimiento.
¿Es cierto que los tiburones huelen la sangre a gran distancia?
Esta afirmación sobre los tiburones no es un mito, sino una realidad, aunque requiere de ciertos matices. Ambos especialistas coinciden en que la capacidad olfativa de estos depredadores es extraordinariamente aguda y fundamental para su supervivencia.
Aquino explica que los tiburones se sienten atraídos no solo por la sangre, sino también por grasas, aceites de pescado e incluso la orina de algunos organismos. Esta habilidad olfativa es crucial, ya que les ayuda mucho a encontrar a sus presas, incluso cuando están muertas, cumpliendo un rol vital como “carroñeros” que ayudan a controlar la descomposición de la materia orgánica y a evitar la propagación de “bacterias” y “enfermedades” en el medio marino. “El tiburón blanco es el que tiene mejor olfato”, indica.
Nuez complementa esta información precisando que los tiburones son verdaderas “máquinas sensoriales” que dedican “hasta dos tercios del peso total del cerebro” al sentido del olfato. Aunque algunas especies “sí parece que pueden oler sangre a varios centenares de metros de distancia”, este experto aclara que es un mito que puedan hacerlo a más de una milla. En cuanto a la sensibilidad, asegura que son capaces de detectar “una cucharadita de sangre en una piscina de tamaño normal (no olímpica)”.
¿Es un mito que el chapoteo atrae a los tiburones?
Hay consenso entre los dos expertos: “Chapotear no es una buena idea”, en palabras de Aquino. Nuez explica que un movimiento ajetreado en el mar puede indicar que padeces algún tipo de problema, y para “los tiburones, que hacen uso de su gran abanico de órganos sensoriales para localizar a sus presas, el chapoteo puede resultar de gran interés y puede atraerlos hacia ti. Si es un tiburón nodriza, no hay problema. Si es un tiburón tigre…”. Por ello, Aquino aconseja que “cuanto menos nos comportemos como una presa, mejor”.
¿Es cierto que la mejor forma de reaccionar si te encuentras a uno es enfrentarte a él?
Los expertos coinciden en que la clave es no comportarse como una presa, y ambos señalan que el contacto visual es primordial.
Lo que hay que hacer según Aquino es “mirarlo, mirarlo y que él sepa que lo estás mirando”. Incluso si no se llevan gafas, hay que “meter la cabeza y mirar” para “evitar la emboscada”. Nuez lo secunda: “A los tiburones no les gusta ser vistos”, y el contacto visual “disminuye considerablemente” las probabilidades de que se acerquen, pues al ser “cazadores de emboscada”, ser descubiertos suele hacerles desistir.
También es importante no huir “nadando desesperadamente”, ya que esto “desencadena una reacción de depredador-presa”, explica Aquino. Por ello, aunque sea difícil, lo ideal es estar relativamente tranquilo y si el tiburón persiste, Nuez recomienda “no hacer movimientos bruscos, no hacer ruido y no darle la espalda”.
El enfrentamiento físico es la última medida. Si el tiburón se acerca “demasiado”, Aquino sugiere interponer un objeto, como “un palo pequeño o incluso aletas si se tienen”. Al tocarlo, el tiburón “saca información de ese contacto” y es menos propenso a morder. Si la defensa directa es inevitable, se debe golpear “en el ojo o en la zona de las branquias” y “en el hocico”. Nuez concuerda en que “golpeando el ojo del animal o el hocico (…) se puede llegar a ahuyentar”. En caso de que no se tenga ningún objeto, Aquino recomienda extender el brazo recto bloqueando el codo para mantener una “distancia de seguridad”, protegiendo “órganos vitales”.
“Y no, los delfines no van a acudir al rescate”, concluye Nuez.
- Marc Aquino Baleytó, del Institut de Ciències del Mar (ICM-CSIC) y técnico superior en el proyecto COTI
- Ignasi Nuez Rodríguez, miembro del Grupo de Investigación de Grandes Vertebrados Marinos de la Universidad de Barcelona (UB)
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