Parte de la música de Beethoven es prácticamente imposible de tocar. Y, pese a todo, es uno de los compositores más interpretados de la historia. Directores de orquesta de todo el mundo han tenido que hacer sus particulares interpretaciones de las partituras del genio alemán para poder llevarlas a los auditorios y los discos. El motivo: las anotaciones de metrónomo (el tempo o ritmo) de puño y letra de Beethoven en las partituras originales no tienen ningún sentido. La música sonaría espídica, a una velocidad insólita. Justo ahora se van a cumplir 210 años de uno de los inventos que arrancaron con mal pie: el metrónomo de Maelzel.
“Beethoven fue un early user (pionero en el uso) del metrónomo” recuerda la física y licenciada en Bellas Artes Almudena Martín Castro. Ella y su compañero Iñaki Úcar (Instituto de Big Data, UC3M) resolvieron el misterio en 2020. Durante años se pensó que este instrumento, consistente en un péndulo para marcar los pulsos por minuto de una composición, era el responsable. El metrónomo de Beethoven tenía que estar roto. Un estudio de 2013 sugería eso. Pero ese supuesto fallo tenía un patrón muy humano que descubrieron Martín Castro y Úcar.
“Nuestro estudio revela que los directores tienden a tocar siempre más despacio que lo que Beethoven dejó indicado. Incluso quienes se proponen seguir sus indicaciones al pie de la letra. Los tempos que del compositor son, en general, demasiado rápidos hasta el punto de que, colectivamente, los músicos tienden a ralentizarlos”, indicaba en 2020 Úcar, que también toca el clarinete y el saxo. La cuestión es que esta ralentización sigue en promedio una desviación sistemática, no es caprichosa.
El metrónomo de Beethoven no estaba roto, era una cosa de UX
Como explica Almudena M. Castro en este capítulo de Tampoco es el fin del mundo, analizaron el tempo y sus variaciones a lo largo de 36 sinfonías interpretadas por otras tantas orquestas. 196 horas de música convertidas en big data y matemáticas. Y, tras procesar esos datos, surgió la magia.
“Esta desviación se puede explicar si Beethoven leyó la escala del aparato en el lugar incorrecto”. O sea, que no sabía usar del todo bien el metrónomo, recién inventado por Johann Nepomuk Maelzel en 1815. “Le regaló uno. No es como ahora, que te compras un iPhone que acaba de salir y hay 100 más en la cola [para adquirirlo]. Hay contexto sobre cómo se utiliza”.
La masilla que marcaba el tempo en el primer metrónomo tenía forma de flecha y Beethoven se lio.
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Hace 210 años, no. Y las instrucciones quizás no fueron claras. Esta pareja de investigadores se percató de una anotación concreta en la Novena Sinfonía de Beethoven: El tempo de metrónomo era, literalmente “108 o 120”, según el manuscrito. O sea, que el compositor dudó del punto exacto donde se leía la marca del nuevo invento de Maelzel.
El primer metrónomo tenía un fallo de usabilidad, no estaba roto. La masilla que permite elegir el tempo (más rápido o más lento) tiene forma de flecha. El problema es que el lugar donde leer el tempo correcto no está en la punta de la flecha, sino en la base. Beethoven se lio. Y se lio siempre con un patrón que descubrieron al procesar todas estas composiciones y sus posteriores ejecuciones a lo largo del tiempo.
Para Almudena Martín Castro, “cada vez que tienes que inventar cómo se maneja una nueva tecnología, hay ciertas claves culturales, o sea, piezas aprendidas que entre todos hemos decidido que sean así, pero que en realidad no hay un motivo o último o que se pueda deducir lógicamente por qué esas cosas son de esta forma”, concluye.
Esta historia y la de los demonios de la música, como el de la nota fantasma, también resuelto recientemente, en este capítulo del pódcast Tampoco es el fin del mundo.
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- Estudio de M. Castro y Úcar, en ‘Plos One’, 2020
- Estudio de Forsén et al., en las actas de la AMS, 2013
- Almudena M. Castro e Iñaki Úcar (UC3M)
Titular falsario. La big data no ha resuelto nada en este caso