Los rituales se suelen vincular a los universos femeninos. Desde los de brujería hasta las fiestas de pijama, juntarse para crear vínculos y poner cosas en común se asocia a las mujeres. Los hombres, se piensa, no necesitan la ritualidad porque su identidad es hegemónica: no precisan de espacios propios ni ceremonias especiales porque todo el espacio público es suyo. Sin embargo, el avance de derechos “para grupos estructuralmente desfavorecidos”, como explica a Newtral.es la investigadora Gaëlle Marinthe, desafía “los privilegios de grupos favorecidos”: principalmente, hombres blancos. Así, la masculinidad encuentra en los movimientos reaccionarios una forma de reforzar su identidad y de recuperar aquello que han perdido “al percibirse como un grupo que ha dejado de ser valorado”, añade Marinthe. Como un ritual.
La construcción de la masculinidad predominante
Para hablar de masculinidad, hay que hablar de cómo esta se ha construido alcanzado una posición dominante. Una de las formas es conceptualizando la feminidad —y otras identidades— como una forma de subordinación. Marinthe, profesora de Psicología Social en la Universidad París 8, explica que la creación de “estereotipos” sirve precisamente para justificar la supremacía de la masculinidad y la “baja posición de otros grupos en la jerarquía social”: “Los estereotipos asociados con las mujeres son particularmente interesantes en este sentido porque, a menudo, parecen positivos. Por ejemplo, amabilidad, gentileza… Sin embargo, son características que no confieren estatus social”.
Pero, añade Marinthe, este sexismo benevolente no es la única forma de estereotipar: “El sexismo hostil se basa en retratar a las mujeres como manipuladoras que quieren tomar el poder, mientras que el benevolente retrata a las mujeres como seres puros y buenos que hay que proteger. Estas dos concepciones respaldan la misma idea: mantener una jerarquía en la que las mujeres estén por debajo”.
¿Y qué rituales llevan a cabo los hombres para sentir que forman parte de un grupo? “Son culturalmente específicos aunque uno de los más comunes es el entrenamiento militar”, apunta a Newtral.es Josh Roose, sociólogo y politólogo, profesor en la Universidad Deakin e investigador en masculinidad, violencia y movimientos extremistas. “La violencia puede ser un fuerte factor de consolidación para la unión y cohesión. El ejército y los clubes deportivos entienden bien esto”, añade. Roose también considera que “las manifestaciones” pueden ser rituales: “Estas exhibiciones performativas e hiper masculinas pueden ayudar en la construcción de un vínculo solidario entre los asistentes”.
La crisis de identidad
¿Qué valores entraña la masculinidad hegemónica en relación a los movimientos reaccionarios? En primer lugar, apunta Roose, “encarna la forma más honrada y respetada de ser hombre”. Además, “en sociedades patriarcales refleja valores como la misoginia, la homofobia y el racismo”. Sobre su adhesión a movimientos reaccionarios, el politólogo y sociólogo apunta cierta ambivalencia, ya que si bien esta ocupa la posición dominante, “los hombres atraídos por estos movimientos muestran heridas sociales, humillación, vergüenza y falta de reconocimiento”, lo que podría llegar a considerar una forma de subordinación.
Así, “se perciben a sí mismos como víctimas y que, de alguna manera, han sido subordinados por la sociedad: ante las mujeres y feministas, antes las comunidades queer, ante la población migrante”. La sensación de “agravio” se mezcla con un “sentido de ira y profunda frustración”.
Gaëlle Marinthe apunta que “para individuos que consideran los derechos de los grupos como una suma cero (si el otro grupo gana derechos, entonces yo pierdo derechos), los avances sociales son una amenaza directa porque se perciben como causantes de que su grupo pierda derechos”. Por otro lado, los movimientos progresistas “desafían la positividad asociada con atributos tradicionalmente masculinos, lo que provoca que se sientan amenazados, así como una pérdida de identidad”.
Precisamente para compensar esta subordinación a la que la masculinidad dominante considera que ha sido sometida, se buscan estrategias para restablecer el orden. En este sentido, la socióloga Beatriz Ranea, especializada en género e investigadora en la Universidad Complutense de Madrid, señala en conversación con Newtral.es que “los rituales de confraternización a menudo tienen un componente de violencia —no siempre física, a veces simbólica— y de competitividad”.
“Hay muchos hombres que abrazan los avances sociales, pero hay otros que han decidido ubicarse en la reacción antifeminista como forma de reforzar su identidad y de recuperar el control sobre ella. Así han creado una épica combativa y una narrativa nostálgica (la idea de que otro tiempo fue mejor). Lo que nosotras conceptualizamos como privilegios, para ellos son derechos. En esa cosmovisión, tiene sentido su narrativa y justifican sus acciones”, añade Ranea.
La psicóloga social Gaëlle Marinthe señala otro factor más que explica la masculinidad y los movimientos reaccionarios (y el resurgimiento de los mismos): “Los contextos de crisis, por ejemplo el covid, la desinformación o la guerra de Ucrania, pueden llevar a una sensación de falta de control”. Cuando esto ocurre, hay más probabilidades de recurrir a lo que ella denomina “nacionalismo narcisista”, es decir, no solo el apego patriótico al considerar tu nación superior a las demás, sino “la consideración de que esta grandeza no es suficientemente reconocida”, prosigue la investigadora, que pone como ejemplo el “Make America Great Again”. Marinthe lo resume así: “Su pensamiento es: ‘Encuentro en la defensa de una nación fuerte y grandiosa lo que no puedo encontrar a nivel individual’”.
Esta publicación científica, del investigador Hans Asenbaum, vincula no solo la masculinidad a los movimientos reaccionarios, sino la blanquitud, señalando que cada vez más su visibilidad “no se ve como empoderadora, sino ansiosa y defensiva”. “En lugar de reclamar un reconocimiento igualitario, como hacen los grupos marginados, los hombres blancos se aferran a sus privilegios inmerecidos”, añade. Asenbaum apunta la misma contradicción que señalaba Josh Roose: “Mientras que las narrativas de la masculinidad blanca articuladas en el discurso populista de derechas se presentan como altamente deseables y, por tanto, se anuncian como hegemónicas, la mayoría de los hombres que votan a estos partidos, aquellos que encarnan este ideal masculino, se presentan simultáneamente como económicamente vulnerables y que han sido empujados a los márgenes de la sociedad”.
Masculinidad y movimientos reaccionarios: cómo se aterriza en una agenda política
¿Cómo se relaciona la masculinidad con los movimientos reaccionarios en el terreno de la política institucional? Como explica a Newtral.es Sílvia Claveria, politóloga especializada en género e investigadora en la Universidad Carlos III de Madrid, “los hombres votan más a la extrema derecha que las mujeres, al menos en el contexto europeo”. Alberto López, politólogo especializado en populismos e investigador en la Universidad Libre de Amsterdam, señala esta brecha de género y apunta que “esta se reduce cuando se introducen otras variables como la orientación sexual o la raza”. Es decir, “hay contextos en los que, por ejemplo, los hombres racializados y/o de la comunidad LGTBI votan menos a la extrema derecha que las mujeres blancas y/o heterosexuales”, añade López en conversación con Newtral.es.
Claveria señala que en España “uno de los predictores fuertes del voto masculino a la extrema derecha es el tema territorial”. “No es el único, pero un factor explicativo ha sido precisamente construir la sociedad catalana como la alteridad y como la causante de esa ruptura de nación”, añade.
López señala que hay “un crisol de derrotas que genera una sensación de cabreo y de enfado que se dirige a todo lo que se relaciona con el Gobierno”: desde las conquistas LGTBI, feministas y raciales hasta la amnistía. “Todos son ingredientes que suman a ese territorio que van perdiendo, a esa erosión de su país. Para ellos, la democracia se está acabando cuando en realidad lo que se acaba es su capacidad de resistencia al cambio”, añade. En definitiva, concluye el politólogo, “lo que pueden ser críticas o desavenencias legítimas con un gobierno, vemos que se está convirtiendo en una reacción colectiva para dar rienda suelta a otras cuestiones”.
- Gaëlle Marinthe, profesora de Psicología Social e investigadora en la Universidad París 8
- Josh Roose, sociólogo y politólogo, profesor en la Universidad Deakin e investigador en masculinidad, violencia y movimientos extremistas
- Beatriz Ranea, socióloga especializada en género e investigadora en la Universidad Complutense de Madrid
- Alberto López, politólogo especializado en populismos e investigador en la Universidad Libre de Amsterdam
- Sílvia Claveria, politóloga especializada en género e investigadora en la Universidad Carlos III de Madrid
- Whiteness, masculinities and radical democracy: mapping four spaces of (dis)appearance (Journal of Gender Studies, 2023)
Pavo, cállate
Aprenda a ser más elocuente. Aprenda a participar en un intercambio organizado y productivo de ideas; si no para mayor ilustración de la sociedad, al menos, por respeto propio. Edúquese y respete a los hombres hombres que construyeron España comiendo un pan terciado castellano de cebada, centeno y trigo.
Además, resulta que las mariconcillas ahora se han vuelto estalinistas. Al igual que Stalin, nos mandan callar y envían al disidente al loquero. Cuando no le rezan tres avemarías al pravda de turno, hay que hacerlos callar según ellos. Luego no digan que defienden la libertad de expresión. La tienen miedo. Han peridido el discursos. La correa de transmisión de las ideologías globalistas está rota y el pueblo pueblo -no la chusma telecreyente- se organiza en torno a ideas insultantes para la farándula mediática y sus señoritos oligárquicos, así como para los políticos esos hoy con el cociente intelectual de una almeja.
Una vergüenza de artículo que viola, estrepitosamente, lo más básico de la decencia dialéctica clásica. Incurre en una gigantesca falacia del espantajo al atribuir a terceros o a un interlocutor si no, lo que éstos dicen por impotencia para rebatir lo que verdaderamente dicen. Bajeza extrema típica de la siniestra globalista, que odia la consideración de tesis y antítesis. También incurre en una grosera psicologización, de por sí siempre falaz.
En el fondo, es la misma pérfida basura judía progresista de pervertir a una sociedad de incautos o de resentidos persuadiéndoles de que sus obligaciones con respecto a terceros o a la sociedad en general son una forma de opresión y que la desestructuración social resultante es una forma de liberación. A ver cuando toda esta ralea progresista se atreve a confrontar públicamente, dentro de un intercambio organizado de ideas, a aquellos que denigran.
La subversión no ya del orden establecido sino de todo orden y del orden en cuanto tal, se vale de la histeria (del griego ὑστέρα, útero) de las mujeres y de los mariconcillos de terciopelo que se desayunan un croissant. Para toda esta rebelión orteguiana de masas, la lógica o la gramática son "fascistas" o masculinas. En realidad, las grandes civilizaciones son masculinas y los matriarcados sólo han producido pobreza. Alta gentuza sorosiana quiere convertir ahora Occidente en una sociedad como la de los mo suo, matrilineal y pobre, para beneficio de las oligarquías acaparadoras.
Asco de rojos, la dosis de verdad y realidad que le has dado a estos inmorales y/o descerebrados ha estado a la altura de sus merecimientos; es poco lo que has dejado por decirles así que me limitaré a decir que apoyo cada punto de tu tésis y a externar la rabia y tristeza que me da escuchar las monumentales idioteces de estos los sicólogos, sociólogos y politólogos que ensayan, imprimen texto e (sic) imparten cátedra en las facultades.
¿Será que en verdad creen las tonterías que dicen?, porque aquí hay dos sopas y si no las beben ambas sí por lo menos de una: son unos completos idiotas o unos inmorales que se prestan para adoctrinar a punta de mentiras, o ambas; ya metido en sus zapatos: más valdría ser idiota.
Saludos.
zg.jl.mx