Camino de dos años y 10 meses después de los primeros contagios conocidos en humanos por SARS-CoV-2, el origen del coronavirus de la pandemia sigue sin resolverse. Si se tratase de una investigación para resolver un crimen, a estas alturas apenas se contaría con un puñado de sospechosos habituales y un escenario: murciélagos, mamíferos vendidos ilegalmente y un mercado en Wuhán.
En el corcho de la comisaría, sus ‘fotografías’ clavadas sobre un mapa. Un mapa de la ciudad china donde todo empezó. Y, en concreto, el barrio periférico donde se enclava el mercado de marisco de Huanan. Un lugar que, definitivamente, no sólo vendía marisco. Y sobre el que se agrupan varias decenas de casos de covid entre diciembre de 2019 y enero de 2020 (cuando aún no se llamaba así a la enfermedad de las neumonías raras).
Este trabajo detectivesco –más o menos estancado– fue iniciado por una delegación de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Después, ha sido revisado por dos equipos científicos, que han tratado de unir cabos. El pasado julio, dos estudios publicados en Science se centraron en el mercado de Huanan, concluyendo que fue el epicentro inequívoco de la aparición del SARS-CoV-2.
En el primero de los dos trabajos, Michael Worobey optó por la misma técnica que llevó al doctor John Snow a descubrir el origen de un brote de cólera que estaba desangrando a un barrio entero de Londres en 1953. Utilizó un mapa sobre el que fue pintando cada caso en cada hogar, hasta encontrar un patrón que le condujo a una fuente contaminada.
Para probar la hipótesis del mercado como origen del coronavirus, Worobey y su equipo de la Universidad de Arizona (EE.UU.) utilizaron herramientas cartográficas para estimar las coordenadas de más de 150 de los casos iniciales notificados a partir de diciembre de 2019. De primeras, aquellos contagios en gente que había ido al mercado no revelaban un patrón claro ligado a ese edificio. Pero la cosa cambió cuando se incluyó un repertorio de infecciones no vinculadas al mercado.
Sumadas, se ven sobre el mapa apelotonadas junto a este establecimiento. Es decir, es posible que hubiera en diciembre una importante transmisión asintomática entre personas o confundida con catarros de gente contagiosa que, a su vez, se contagió en el mercado. Es lo que ocurriría en febrero con el resto del mundo. El virus salió de China en silencio, varias veces y, con total seguridad, en avión. Pero esto no implica que el origen o nacimiento del coronavirus SARS-CoV-2 se produjera en el mercado.
Ya circulaban dos subvariantes del virus en el mercado
Jonathan Pekar y su grupo de la Universidad de California-San Diego analizaron la diversidad genómica del SARS-CoV-2 al principio de la pandemia. Dos linajes, denominados A y B, marcaron su inicio en Wuhán. Su idea es que la primera transmisión zoonótica probablemente involucró a los virus del linaje B alrededor del 18 de noviembre de 2019.
Debió de haber una introducción separada del linaje A, probablemente una semana después de este evento. Y los dos siguieron evolucionando. Contra lo que se creía al principio, este es un virus de ARN que cambia y se adapta con relativa facilidad. Aunque no lo ha hecho en humanos con claridad hasta 2020. Es decir, antes tuvo que ser un virus animal.
El linaje B está más distanciado de los coronavirus (tipo ‘SARS’) de los murciélagos que el linaje A. Pero nadie sabe por qué la zoonosis (salto de animal a humano) con el linaje B ocurrió antes, acabando como el predominante durante la primera fase de la pandemia. No vieron restos del linaje A en las muestras recogidas en el mercado de Huanan.
¿No hubo zoonosis en el mercado? ¿O sí hubo contagio de animal a humano, pero con la versión ya adaptada a humanos del virus? Worobey apunta a que los animales intermediarios más plausibles son el zorro común (Vulpes vulpes), el tejón porcino (Arctonyx albogularis) y el mapache (Nyctereutes procyonoides. Todos, presentes en el merado de Huanan al menos hasta noviembre de 2019.
Así, el origen de este coronavirus pudo estar en el comercio con animales enfermos o asintomáticos, en condiciones de hacinamiento en los llamados mercados húmedos. Pudo ser en el de Huanan o en alguno más. Pero hay datos contundentes que apuntan a que este lugar tuvo que ser escenario de superpropagación.
Murciélagos y mapaches, (no tan) sospechosos en el origen del coronavirus
Los mapas de Worobey tienen algo que no pudo usar Snow en el siglo XIX: redes sociales. Si se superpone la cartografía de los casos con la de los comentarios en Weibo (un sitio de microblogging) de gente aparentemente enferma de neumonía en diciembre de 2019 y enero de 2020, el patrón es claro. Hay un área de aproximadamente 5 km a la redonda del mercado que se tiñe de contagios y comentarios de enfermos solapándose. El 1% está a menos a tres manzanas del mercado.
Los mapas de casos y comentarios sobre enfermedad respiratoria en redes sociales se acumularon junto al mercado.
La cuestión es que en mercado no aparecen por ningún lado los mayores sospechosos habituales: los murciélagos. Se han encontrado en algunos de estos quirópteros coronavirus genéticamente muy similares al SARS-CoV-2. Pero el salto evolutivo debió de contar con algún animal intermediario.
También este verano, la veterinaria Maya Weinberg y el neurobiólogo y zoológo Yossi Yovel han revisado buena parte de estos estudios y llegan a la conclusión de que no hay evidencias suficientes para considerar que el origen directo del coronavirus SARS-CoV-2 esté en los murciélagos.
Los autores sostienen en iScience (grupo Cell) que los murciélagos “muestran una respuesta inmunitaria equilibrada contra los virus”. Pueden estar ahí, pero no les hacen nada. ¿Por qué? “Vuelan”, explicaba en 2020 a Newtral.es Javier Juste, uno de los mayores investigadores en España y África de murciélagos. “Ellos son unos mamíferos outsiders”. Aletean, poniéndose a 600 pulsaciones por segundo. Esa aceleración también pone a raya a los radicales libres, implicados en procesos inflamatorios.
Pero Weinberg va más allá y cree que incriminar a los murciélagos como reservorios asintomáticos de virus es atrevido. La mayoría de estudios no ha probado la presencia de patógenos contagiosos a humanos. Ni siquiera portadores de un virus, sentencia desde Tel Aviv.
Con todo, la cercanía genética entre el SARS-CoV-2 y los virus de murciélagos de herradura resulta muy sospechosa. De ahí que se haya buscado un animal presente en los mercados húmedos como intermediario. Le tocó al pangolín (descartado), al perro-mapache… De hecho, el lugar del mercado de Huanan donde más restos había del patógeno era en la zona donde, años antes, se había fotografiado a un mapache enjaulado a la venta.
La mina abandonada que espoleó la teoría del ‘escape del laboratorio’
Algunas voces se apuntan a la teoría de que el origen del coronavirus está en un accidente (o suelta intencionada) en un laboratorio de Wuhán. La propia administración de Joe Biden terminó deslizándolo como posibilidad, pese a que la delegación de la OMS que investigó el surgimiento de la pandemia lo considera altamente improbable.
Los mapas de Worobey hacen inconsistente esta teoría, pues no hay registros recurrentes más allá del mercado, en los inicios. Y mucho menos, ligados al Laboratorio de Virología de Wuhán. Pero, ¿y si el escenario inicial estaba no sólo lejos en el espacio, sino también en el tiempo?
Al sur de China, en Yunnan, una mina de cobre abandonada ha servido durante décadas de refugio para murciélagos. En la primavera de 2012, un grupo de técnicos acudió a hacer labores de limpieza. Tres de ellos murieron después con neumonías graves. Al parecer, víctimas de algún tipo de coronavirus, según información de The Times, que lo conecta con el origen del coronavirus.
Esto se desprende de una investigación iniciada tras aquellas muertes por un equipo científico que, poco más tarde, proporcionaría datos para una tesis doctoral, firmada por Li Xiu (Universidad Médica de Kunming). Informes de inteligencia de EE.UU. revelados por The Wall Street Journal avivaron la idea de que partes de esas muestras se guardaron en el laboratorio wuhanés. Según los mismos, en 2019 tres de sus empleados sufrieron neumonía.
Vincular los eventos y los escenarios de 2012, los de 2019 y los de 2020 es algo tentador pero atrevido. Empezando porque no está claro que lo que había en la cueva fuera un betacoronavirus (el grupo en que se enmarca el SARS-CoV-2). Pero, ¿y si había algo más en la mina?
Dos investigadores plantearon en una carta a la revista Frontiers in Public Heath los posibles vínculos entre los operarios enfermos de 2012 y el origen del coronavirus actual. Y otros investigadores han intentado por su cuenta acceder a la cueva a lo largo de 2020. Igual que un equipo de Associated Press.
En los dos casos, con el mismo escaso éxito que para acceder a los registros de muestras del laboratorio. O al propio mercado de Huanan, que está parapetado ahora tras unas planchas decoradas con plantas tropicales. Artefactos que tratan de hacer olvidar la pesadilla y el estigma de ser la chincheta de todos los mapas pandémicos.
Bulos, fakes y dudas sobre el origen del coronavirus desde febrero de 2020
No hay evidencia sobre ninguna de las teorías conspirativas ni de escape de laboratorio. Y en ausencia de información (y colaboración) de las autoridades de China para indagar en ciertos lugares, la comunidad científica se inclina por lo más probable: una zoonosis resultado de los estilos de vida actuales, los procesos de urbanización masivos y depredación de ecosistemas. No algo que ocurre de un día para otro. Sumado al comercio con animales sin control sanitario (donde pone el énfasis Worobey).
Definitivamente, esto no empezó con una simple sopa de murciélago. A la pandemia de bulos y fakes se suma la línea paralela de la sobreinformación. Evidencia más o menos solvente que ha ido mutando con el paso de los meses. El origen del SARS-CoV-2 en aún incierto. Pero las alternativas directamente fabuladas son muchas más. En 2020 ya se habían separado y entremezclado las líneas paralelas de la evidencia y del invento:
Lo que yo no me puedo tragar es que después de 2 años no se sepa cuál fue su origen, hoy en día con los medios técnicos que tenemos y después de crear vacunas que nos han ayudado a superar la pandemia no tiene sentido. En la infografía descartáis muy rápido el laboratorio de Wuhan, si la pandemia empezó allí que eso está claro aunque ahora haya informaciones que intenten insinuar otra cosa me parece que no se debería descartar, de hecho es llamativo la cantidad de información incoherente que tiende a descartar el laboratorio de Wuhan. Alguien no quiere que se sepa ese origen, esa es la sensación general que da el asunto.