La nacionalidad es un derecho fundamental reconocido por el artículo 15 de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Sin embargo, no todo el mundo goza de ella. Un ejemplo es Letonia. Este 21 de agosto el país celebra el 30 aniversario de su independencia de la Unión Soviética. Pero este hito histórico esconde una tragedia: a día de hoy, la desconexión de la URSS todavía es la causa de que uno de cada 10 habitantes de este país de la Unión Europea (UE) sean apátridas.
Esta cifra, que ha convertido a Letonia en el país de la UE con más apátridas, contrasta con la de otros Estados comunitarios. En España, por ejemplo, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) tiene contabilizadas casi 6.000 personas sin nacionalidad, es decir, el 0,01% de la población. El porcentaje letón ni siquiera se asemeja al del segundo país de la UE con más apátridas, Estonia, donde la cifra baja hasta el 5,5% de su población.
La apatridia en el mundo
En el mundo existen al menos 4,2 millones de personas apátridas –sin ninguna nacionalidad–, según los datos de ACNUR para 2020, que reconoce que la cifra real es mucho más alta, pero que no existen registros oficiales.Los países que concentran la mayoría de apátridas son Costa de Marfil, Bangladesh, Birmania, Tailandia, Letonia y Siria. Las razones son diversas, pero los efectos son los mismos: la pérdida de derechos, servicios y documentación que otorga la nacionalidad o ciudadanía al no estar protegido por ninguna legislación.
Los países que concentran la mayoría de apátridas son Costa de Marfil, Bangladesh, Birmania, Tailandia, Letonia y Siria. Las razones son diversas, pero los efectos son los mismos: la pérdida de derechos, servicios y documentación que otorga la nacionalidad o ciudadanía al no estar protegido por ninguna legislación.
Letonia: el país de la UE con más apátridas
Letonia es el quinto país con más apátridas del mundo: más de 200.000. La cifra sorprende por ser un Estado miembro de la Unión Europea (UE), que en 2012 ratificó el compromiso de que todos sus Estados estén adheridos a la Convención sobre el Estatuto de los Apátridas, creado en 1954 por las Naciones Unidas con el objetivo de reducir los casos de apatridia.
Los datos de ACNUR para el año 2020 cifran en 209.168 las personas que habitan en Letonia en condición de “no ciudadanos”, como los identifica el Gobierno del país. Esto es, más del 10% de la población total del país.
No tienen derechos políticos; no pueden votar ni ocupar cargos públicos, ni tampoco acceder a puestos de trabajo en la Administración, en las Fuerzas Armadas o la policía, pero sí se les reconocen los mismos derechos y obligaciones sociales que el resto de sus compatriotas.
La independencia de la URSS: la razón de la apatridia
En el caso letón, esta cantidad de apátridas tiene su origen en la independencia del país de la Unión Soviética en 1991. Tras su desintegración, la URSS se dividió en 15 repúblicas independientes, la mayoría de las cuales resolvieron utilizar leyes de naturalización de sus ciudadanos basadas en el principio de jus soli (derecho de suelo), es decir, la ciudadanía que se recibía al desaparecer la URSS era la del Estado donde se residía en el momento.
No obstante, algunos países como Georgia y las tres repúblicas bálticas (Estonia, Lituania y Letonia) decidieron aplicar el principio de jus sanguinis (derecho de sangre), que establece que la condición de ciudadano se adquiere en función de la nacionalidad de los padres.
Esto provocó que Letonia reconociera la ciudadanía automáticamente solo a los letones que estuviesen en posesión de ella antes de la invasión soviética de 1940, así como a sus descendientes. Por su parte, los migrantes que habían llegado desde Rusia y otros territorios soviéticos tenían que enfrentarse a un examen de ciudadanía para acreditar su conocimiento de la historia, las leyes y el idioma del país.
“La gente se acostó en un país y se levantó en otro”, señala Mira Milosevich, experta en Europa del Este del Real Instituto Elcano. “Al entrar las tres repúblicas bálticas en la UE y la OTAN, sus Gobiernos empiezan a desconfiar de estos ciudadanos soviéticos y a verlos como traidores, como una comunidad que puede socavar su unidad nacional”, explica Milosevich.
Las consecuencias de la apatridia
Las consecuencias de la apatridia afectan a todos los aspectos de la vida. Dado que el reconocimiento de la nacionalidad es la llave para acceder a muchos derechos como la educación, la atención sanitaria, el empleo y la igualdad ante la ley, las personas que carecen de ella (los apátridas) son de las más vulnerables del mundo, explica el experto en apatridia de ACNUR, Francisco Ortiz.
Una persona apátrida puede tener la imposibilidad de trabajar legalmente, tener propiedades o abrir una cuenta bancaria. Algunos no están autorizados a asistir a la escuela o la universidad, o pueden tener problemas para acceder al sistema judicial, casarse o registrar los nacimientos y las defunciones.
Las razones: migración interna y población marginal
Alejandro Pozo, doctor en Paz, Conflictos y Democracia del Centro Delàs, destaca en una entrevista a Newtral.es que una persona puede ser apátrida en origen, si nunca fue registrada en la administración, o de manera sobrevenida.
Esta última opción se explica por las circunstancias que suceden en un lugares concretos, como conflictos armados, persecuciones políticas, religiosas o étnicas, desastres naturales o nacimiento de nuevos países; sucesos que pueden dejar sin nacionalidad a una persona que antes sí la tenía. Además, existen una serie de factores estructurales de ciertos territorios que, unidos con estas circunstancias sobrevenidas, provocan un incremento del número de apátridas.
La existencia de minorías étnicas y/o religiosas en ciertos territorios es otra de las causas importantes. “El concepto de apátridas siempre implica a los más vulnerables, a los más perseguidos”, subraya Pozo.
Costa de Marfil: el país con más apátridas
Costa de Marfil es el país con más apátridas contabilizados. En esta región de África occidental viven 954.531 personas sin ninguna ciudadanía, según ACNUR. La mayoría lo son como consecuencia de la migración interna vivida en el continente durante el colonialismo de los años 20. “En esa época empiezan a llegar personas de los países limítrofes, como Burkina Faso y Guinea, para trabajar en las plantaciones de café y algodón”, explica el periodista Theo Kouamouo.
Cuando el país se independizó, en 1960, empezó a otorgar la nacionalidad basándose en el principio de derecho de sangre, por lo que muchos hijos de migrantes se quedaron sin ciudadanía. Sus progenitores no habían sido reconocidos como marfileños, pero tampoco tenían la nacionalidad de sus países de origen, que se habían independizado de las potencias europeas durante su ausencia.
Desde ACNUR destacan otro problema: a los niños que se encuentran en la calle –una práctica bastante común cuando una familia no puede mantener a los menores– no se les reconoce la nacionalidad marfileña automáticamente, como sí pasa en España, por ejemplo.
Bangladesh y Birmania: el caso de los rohingyas
La persecución de los rohingyas ha convertido a Bangladesh y Birmania en el segundo y tercer país con un mayor número de apátridas, respectivamente: casi un millón y medio en total. El investigador experto en historia contemporánea de Asia Oriental y del sudeste asiático, Daniel Goma, tiene clara la razón: la alta presencia de esta comunidad musulmana de origen bengalí que llegó desde Birmania debido a la persecución que sufren en este país.
El conflicto con los rohingya se remonta, según explica Goma a Newtral.es, a la época de la India británica, cuando Birmania pertenecía a esta colonia. “Los británicos favorecen su llegada para aumentar la fuerza laboral. Son inmigrantes pobres que vivían en Bengala y que acuden, sobre todo, para dedicarse al cultivo”, señala el experto.
Las razones para esta discriminación son, por un lado, religiosas, ya que se trata de musulmanes que viven en una nación mayoritariamente budista. Además existen otros motivos, como la presión demográfica que los rohingyas ejercieron en ciertas zonas de Birmania, un país muy pobre como para dar cobijo a tanta población.
Uno de los puntos álgidos de la persecución estalla en 1978, cuando se ejecuta una campaña militar que expulsa a más de 200.000 rohingyas de Birmania hacia Bangladesh. El último éxodo de esta minoría comenzó en agosto de 2017. Aquel año, la persecución sufrida en Birmania obligó a 723.000 rohingyas a buscar protección en Bangladesh, según datos de ACNUR. “Bordea el genocidio”, lamenta Goma.
Tailandia: el desamparo de las “tribus de las colinas”
Otro de los casos paradigmáticos es Tailandia, donde ACNUR tiene contabilizados 480.695 apátridas, lo que lo convierte en el cuarto país con más residentes sin ciudadanía. La mayoría, señala Francisco Ortiz, pertenecen a etnias minoritarias que vivían en las montañas, conocidas como “tribus de las colinas”, o a aquellas ubicadas en zonas fronterizas del país.
Por un lado, las tribus que vivían alejadas de las ciudades quedaron fuera de los procesos administrativos de naturalización porque ni tenían un fácil acceso a la Administración pública, ni pertenecían a las etnias mayoritarias de la región. Por otro, el cambio de fronteras derivado de la guerra de Indochina (1946-1954), que provocó la independencia de Laos y Camboya, y la división de Vietnam, propició que las personas que vivían en estas zonas limítrofes quedaran desamparadas legalmente.
Siria y la minoría kurda
El problema de las minorías se repite en Siria, que con 160.000 apátridas es la sexta región con una mayor presencia de personas sin nacionalidad. La mayoría son kurdos, un pueblo sin nación que lucha por construir un Kurdistán independiente desde la disolución del Imperio Otomano en la I Guerra Mundial y que vive dividido entre Turquía, Siria, Irán e Irak, principalmente.
Durante el periodo que Siria pasó bajo dominio francés, la metrópolis animó a los kurdos a asentarse en el norte del país para explotar la zona agrícola. Pero con la independencia de Siria en 1946, el nacionalismo árabe y el panarabismo –movimiento político que propugna la unión de todos los países de lengua árabe y sociedad musulmana– empiezan a ganar peso. Esto hace crecer el rechazo hacia los kurdos, que son vistos como un pueblo extranjero y un “problema para el proyecto panarabista”, en palabras de Jordi Tejel, historiador experto en Oriente Medio.
En 1962, se inicia un censo de la población kurda que vivía en el norte de Siria, pero el proceso estaba teñido de un “fondo político” que dejó fuera del registro a gran parte de la comunidad, según explica Tejel. “Dieron un solo día para que todas las personas acudieran a la administración más cercana y presentaran sus papeles. Los que no pudieron hacerlo perdieron la nacionalidad”, relata el historiador. Se calcula que perdieron la nacionalidad unos 120.000 kurdos, un número que ha ido en aumento con la descendencia de estos primeros apátridas, que tampoco reciben la nacionalidad al nacer en suelo sirio.
Los apátridas en España
En 2019, 1.691 personas solicitaron en España acogerse al Estatuto del Apátrida. El 94% de ellas eran saharauis, según datos del Ministerio del Interior, que ese mismo año aprobó 1.790 solicitudes y rechazó 203.
Desde 2011, 11.608 personas han pedido el estatus de apátrida en nuestro país. En 2017 se detectó el mayor incremento: 2.418 solicitudes en un solo año. No obstante, no existe un dato exacto de apátridas reconocidos en España, ya que no existe un censo oficial. Pese a ello, ACNUR calcula que rondan los 7.000 u 8.000.
Fuentes:
- Datos de refugiados y apátridas de ACNUR (link).
- Francisco Ortiz, experto en apátridas de ACNUR.
- Mira Milosevich, experta en Europa del Este del Real Insitituto Elcano.
- Datos sobre solicitudes de asilo del Ministerio del Interior (link).
- Casa África y Theo Kouamouo, periodista africano.
- Daniel Goma, experto en historia contemporánea de Asia Oriental y del sudeste asiático.
- Jordi Tejel, historiador experto en Oriente Medio.
- Alejandro Pozo, doctor en Paz, Conflictos y Democracia del Centro Delàs.
donde dice " las tres repúblicas balcánicas (Estonia, Lituania y Letonia)"
debería decir repúblicas bálticas