“Lo que no te mata, te hace más fuerte”, pregona la leyenda, que no es sino la versión condensada de un silogismo de Nietzsche. La biología tendría sus reparos a la hora de corroborar semejante afirmación. Pero quizás, una persona infectada con la bacteria podría aplicarse la cita. ¿Da infectarse de tuberculosis –y no desarrollar la enfermedad– una especie de superpoder? “Suelen tener una respuesta inmunitaria muy potente. Esto es muy interesante para hacer vacunas”. Y pocos saben tanto de vacunas y tuberculosis en España como Carlos Martín Montañés, al que dedicamos este videorreportaje.
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Profesor de Microbiología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Zaragoza, dirige el Grupo de Genética de Micobacterias desde 1992. Justamente, un grupo de micobacterias está detrás de la tuberculosis, la enfermedad infecciosa más mortífera de nuestro tiempo, hasta la llegada de la covid. Más de mil millones de víctimas reconocidas hasta la fecha.
Ahora, el vacunólogo recibe a Newtral.es recién llegado de Madagascar. “Es impresionante. La tuberculosis es la enfermedad de la pobreza. Se carga a gente activa. Destroza la economía y las oportunidades de desarrollo”, explica. Y tras 25 años de trabajo, en sus manos, literalmente, puede estar el antídoto definitivo.
Una vacuna de la tuberculosis más cerca de probar (definitivamente) que funciona
Su viaje a África coincide con el despliegue de la fase 3 de su vacuna experimental contra la tuberculosis, la llamada MTBVac, en la isla malgache, Senegal y Sudáfrica. Quizás, con la pandemia nos suene eso de las ‘fases’ de los ensayos vacunales. Pfizer, por ejemplo, empezó su última ronda de testeo en humanos apenas nueve meses después de haber dado con la fórmula que funcionaba en laboratorio.
Al equipo zaragozano de Martín Montañés le ha llevado más de dos décadas. ”Es que suele ser lo habitual, no creas”. Y lo habitual no es contar con los 2.000 millones de dólares de financiación exprés con que contó –redondeando– cada laboratorio que terminó poniendo en el mercado vacunas anticovid. La European & Developing Countries Clinical Trials Partnership ‘apenas’ les aporta menos de 20 millones para los ensayos.
La comparación con el dinero invertido en covid es apabullante. Sólo cada uno de los proyectos de vacunas del coronavirus exitosos recibió más de 2.000 millones en un año.
Pero el coronavirus parece que quedó en un mal sueño (y un terrible recuerdo para quien tiene covid persistente). Y la tuberculosis pulmonar sigue ahí. No hay vacuna para ella. Sí para sus otras formas, una vacuna que está a punto de cumplir 100 años: la llamada BCG (Bacilo de Calmette-Guerin). La vacuna de la tuberculosis original y, sobre todo, los antibióticos, nos libraron de esta enfermedad en el llamado primer mundo, ahogado en una bacteria se que propagaba feliz entre la miseria fabril de la Revolución Industrial.
Ahora, ¿quiénes son los candidatos a vacunarse con una vacuna de la tuberculosis? “Millones y millones de personas”, dice Martín Montañés mientras sostenemos un botecito de apenas 3 centímetros llamado a cambiar la historia de esta enfermedad. Es su candidata a vacuna de la tuberculosis definitiva. Un retazo de vidrio y bacteria liofilizada inventada en Zaragoza y producida en las instalaciones de Biofabri (Zendal) en O Porriño y en Paredes de Coura.
En nuestras manos, “una vacuna viva atenuada, de una sola dosis nada más nacer, en el estudio que estamos haciendo –se entusiasma el doctor– se puede transportar a temperaturas como la BCG–. Queremos una vacuna de la tuberculosis que sea universal, accesible”. Hasta aquí una declaración de intenciones que choca con la realidad de la financiación. Están en plena fase de captación de fondos, porque ni con todo el dinero de las administraciones españolas y de Europa alcanza. Hace unos meses pusieron en marcha la campaña T-End, junto a la TuBerculosis Vaccine Initiative (TBVI) y el grupo Zendal.
Unos ensayos que han durado diez veces más que los de la covid
La ONU calcula que cada año se debería invertir el equivalente a más de 12.000 millones de euros para acabar con la tuberculosis. Una “pandemia antes de la pandemia” que, aunque tiene su foco en países con escasos recursos –población más expuesta, más débil por problemas de alimentación, etc.–, no nos es ajena en el llamdo ‘primer mundo’. “Una de las grandes amenazas para nuestras sociedades es la de las resistencias bacterianas”. Cuando los antibióticos dejan de funcionar. Si eso nos ocurre con la tuberculosis, y la BCG no protegiera lo suficiente, nos mandaría de vuelta al siglo XIX.

MTBVac no es la única candidata a vacuna para acabar con la tuberculosis en adultos. En estos momentos, hay 14 ensayos clínicos. Varios, también, en la Fase III. Sin embargo, la MTBVac es tan ambiciosa que apuesta por ser administrada en bebés. Con lo que se amplían las oportunidades de que se erradique la enfermedad, como ya ocurrió a finales de los años ochenta con la viruela.
Esto ha hecho que se dilaten los ensayos clínicos en el tiempo. Y los ojos de las entidades regulatorias se agudizan. “Ha habido que reclutar, para los ensayos, a mujeres en sus últimos cuatro meses de embarazo”. Para algunas de estas familias, en Sudáfrica, Madagascar o Guinea, participar en el ensayo es la única manera de poder acceder a un servicio sanitario público gratuito. “La pandemia de covid fue un desastre, un retraso enorme, no sólo para los ensayos. Sino para el diagnóstico en la gente”.
Pero para llegar a esta fase 3, en países en vías de desarrollo, antes hubo que pasar por un grupo de voluntarios de un país eminentemente rico: Suiza. La historia de los ensayos clínicos con la vacuna española de la tuberculosis se remonta a 2013. Y la “loca idea” de tratar de demostrar que inyectar un bacilo vivo atenuado de Mycobacterium tuberculosis es mejor que poner –como desde hace 100 años– una vacuna hecha con la versión animal de la tuberculosis, la bovis, de actualidad en este 2023 por la polémica relajación de controles en explotaciones de Castilla y León.
En 2015, el estudio en recién nacidos demostró que MTBVac es segura y mejora la respuesta del sistema inmunitario ante la enfermedad. Ahora se trata de probar que protege mejor que la alternativa BCG, incapaz de evitar la transmisión de la enfermedad respiratoria. Por el camino, hasta llegar aquí, millones de muertes en el Sur Global. Y, en los noventa, inesperadamente, un rebrote en el mundo desarrollado.
El origen de todo: la España que aún moría de sida
A finales de los años ochenta del siglo pasado, Montañés empezó a intersarse por la genética de las bacterias. Y, en particular, qué las hacía a veces muy virulentas o resistentes a los antibióticos. Y llegó la siguiente década, con una expansión del VIH y de muertes por sida. Ahí emergía la tuberculosis. ¿Por qué una enfermedad del siglo XIX se estaba llevando por delante a chavales infectados con el virus más moderno que conocía la humanidad?
“Vimos que estaba produciendo un brote con una cepa de tuberculosis (bovina, en este caso) entre los pacientes de sida. De hecho mató a más de 100 personas. Resultó ser una cepa que se hizo hipervirulenta”, explica el doctor. El “momento eureka” surgió al caracterizar los genes implicados en su letalidad y en la capacidad de su laboratorio para manipularlos (técnicamente, los factores de transcripción de los genes, activarlos o desactivarlos, como en un interruptor). Y hacer de la tuberculosis humana una aliada para la vacuna.

La vacuna fue diseñada por Carlos Martín Montañés y la doctora Brigitte Gicquel, del Instituto Pasteur (Francia). Y, más de dos décadas después, tras probarla (y volver a probarla) en animales, llegaron los ensayos en humanos. Con el apoyo desde la Asociación de Ensayos Clínicos de Europa y Países en Desarrollo (EDCTP por sus siglas en inglés), el laboratorio gallego Biofabri se puso a fabricar viales para la experimentación, que han llegado ahora a esta fase 3. Según adelanta el doctor Frank Verreck, de la Iniciativa para la Vacuna de la Tuberculosis, desde Países Bajos, con “los datos preliminares, somos muy optimistas, va a ser exitosa”.
El sueño de la erradicación del peor agente infeccioso tras el coronavirus se disipa sin una nueva vacuna o un antibiótico revolucionario que aún no existe.
El reto es mayúsculo, porque llevamos más de 70 años con el objetivo de la erradiación en el horizonte. Y siempre deviene en espejismo. La primera barrera son los condicionamientos sociales, empezando por la pobreza y el surgimiento del VIH. La detección de casos –frenada por la pandemia de covid–, su control, la quimioprofilaxis o la actual vacuna BCG no bastan. La bacteria sigue saltando de persona en persona cuando se manifiesta en su forma pulmonar. Así que sólo una nueva vacuna contra la tuberculosis respiratoria o el descubrimiento de nuevos antibióticos o asociaciones antimicrobianas supondrían un punto de giro verdaderamente esperanzador.
Martín Montañés destaca: “Una vacuna de una universidad española, producida por un laboratorio español y que puede tener una repercusión mundial impresionante”. Y un recado para antivacunas: “Pensemos en los meses en que nos faltó una vacuna anticovid. Un mundo sin vacunas como el actual implicaría que los niños no podrían ir a las escuelas. No podríamos vivir en una sociedad como esta, prácticamente. Ya, ni somos conscientes de la amenaza de muchas infecciones porque ni nos acordamos de que estamos vacunados contra ellas”.