En su cuenta de Instagram, Irene Nonay se describe así: “Farmacéutica convertida en agricultora. Haciendo lo que hacía mi abuelo y el abuelo de mi abuelo: cultivar almendros”. Tiene 29 años y es la sexta generación de agricultores de la familia en la Finca Los Planteses, en las Bardenas Reales de Navarra, donde gestiona una plantación de 70 hectáreas de almendros.
Su perfil, universitaria, joven y de una familia de tradición agrícola o ganadera, se ha vuelto cada vez más común. Nonay hace parte de la nueva oleada de agricultores, en la que cerca del 40% tienen título universitario y el 65% cuenta, al menos, con bachiller o una FP superior, por encima del promedio nacional; la generación de agricultores más formada, según un informe reciente de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG).
La mayoría de ellos ve en el campo un trabajo estable a largo plazo (87%) y están satisfechos con su carrera (8,48 sobre 10). Pero las nuevas incorporaciones de jóvenes todavía están lejos de compensar el relevo que necesita el sector. El estudio refleja que los 27.000 titulares de explotaciones agrarias menores de 35 años apenas representan el 3%, mientras que el 40% supera los 64 años.
Para compensar este desequilibrio, la nueva PAC contempla destinar más de 220 millones de euros en ayudas específicas para los jóvenes, pero desde las organizaciones señalan que las ayudas son escasas, tardan años en llegar a los beneficiarios, y los trámites y la burocracia hacen que no todos puedan optar a ellas.
Un cambio de percepción, la profesionalización del sector y perspectivas a largo plazo, los ingredientes para alimentar las incorporaciones
“Yo vi la oportunidad de desarrollarme profesionalmente. Mis padres habían creado una empresa, la habían puesto a competir en la industria porcina y no tenía la necesidad de salir a buscar un salario en otro lado”, resume Eva Lizama, agricultora y ganadera de 26 años con un grado de Administración y Dirección de Empresas. Tanto su hermano, ingeniero mecánico, como ella trabajan en la empresa familiar en Gallocantao, Zaragoza.
Junto a ellos, hay muchos jóvenes que han optado por la agricultura pese a haber estudiado carreras de otras ramas, como Guillermo Iribarren, que dejó su trabajo como gestor de activos en una multinacional para apoyar a la empresa familiar en el cultivo de nueces. Aunque no se considera a sí mismo agricultor, cree que es un sector al que es difícil acceder. “Si eres nuevo y quieres acceder, lo tienes muy complicado, porque las barreras de entrada al sector son muy altas, tanto por los costes, como por el acceso a la tierra”.
En esta incorporación de jóvenes al sector, hay abogados, farmacéuticos, y pocos agricultores como tal. “Es importante que el campo cuente con jóvenes agricultores cualificados. Si queremos competir en un mercado cada vez más competitivo, hay que mejorar el campo, las formas de comprar maquinaria, aplicar la innovación tecnológica, optimizar los procesos y luchar contra los retos que tiene la agricultura a día de hoy”, resume.
Rosa Gallardo, directora de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica y de Montes de la Universidad de Córdoba (ETSIAM), y miembro del equipo investigador que ha elaborado el estudio, coincide con él. “Que el nivel formativo de los jóvenes agricultores esté por encima del nivel medio de los jóvenes en España es muy positivo porque estos jóvenes han optado por el sector agrario de forma voluntaria, no es que no tengan salida en otros sectores”, dice.
La profesionalización del sector agrario y la innovación en el campo también lo han hecho más atractivo, mejorando la percepción que se tiene de él, añade Andrés Góngora, portavoz Comisión Ejecutiva de COAG, Aunque también señala que en muchos casos optan estos trabajos porque no encuentran una salida profesional relacionada con lo que han estudiado.
El 83% de los jóvenes agricultores viven en el medio rural, y el 69% se dedica a tiempo completo a la actividad agraria.
Alimentar al mundo: un mercado que no se agota
Tres de cada cuatro jóvenes agricultores vienen de familias de tradición agrícola o ganadera, de las que dicen que aprendieron todo lo que necesitan para trabajar en él. Por eso, también, consideran que es un trabajo estable a largo plazo.
“Perciben que si su familia ha podido desarrollar una vida más o menos plena, en un entorno agrario, por qué no lo van a poder tener ellos en su futuro, con todas las dificultades que pueda tener el sector”, cuenta Góngora. “Hay una percepción de que, lo que hacemos, producir alimentos, al final es valorado o demandado por la sociedad. Las cosas se pueden poner muy mal, pero en el futuro vamos a seguir necesitando alimentos”.
Sin embargo, la confianza en el sector a largo plazo contrasta con la incertidumbre que genera mes a mes trabajar en el sector primario, cuenta Góngora. “Lo que llevamos mal todos, pero los jóvenes especialmente, es la incertidumbre en cuanto a la renta que vas a obtener. En el campo no hay un sueldo, no tenemos un salario a final de mes. Tu salario depende de muchas cosas, de tus costes de producción, de si la cosecha ha sido mejor o peor, de cómo lo vendes. Nuestra renta es lo que sobra”.
Otro de los motivos que frena a muchos es que las inversiones que hay que hacer en las explotaciones para mejorar la tecnología o ampliar la explotación son tan altas que obligan a hacer planes a muy largo plazo, cuenta Lizama. “Lo primero es que tienes que tener claro que te quieres quedar, que va a ser tu modelo de vida, porque los endeudamientos a los que nos podemos enfrentar son altísimos”.
La PAC ofrece ayudas para que los jóvenes se incorporen, pero los entrevistados coinciden en que son escasas, y la burocracia y los retrasos en abonarlas las hacen poco eficientes. “Muchos de los jóvenes que quieren incorporarse al campo, si no reciben la ayuda no lo van a poder hacer, porque es muy caro. Una familia, para incorporar a su hijo a la actividad, o recibe una ayuda o es muy difícil que pueda recibir créditos suficientes para mejorar la explotación y tener una explotación acorde”, explica Góngora, que cree que el Ministerio tendría que reforzar la línea de ayudas a jóvenes. “Ahí no debería faltar dinero”.
Lizama añade que el dinero de las ayudas solo alcanza “para modernizar algo de tu explotación, pero no permite iniciar una explotación, ni agrícola ni ganadera”.
Lejos del relevo generacional: los problemas de acceso a la tierra lastran la llegada de más jóvenes a la agricultura
Antes de que termine la década, COAG calcula que seis de cada diez agricultores estarán en edad de jubilarse, y asegura que se necesitan 200.000 nuevas incorporaciones para garantizar el relevo generacional.
“No va a haber menos agricultura, pero sí un cambio en el modelo. Va a haber más fondos de inversión, y el modelo agrario, que es súper social, va a estar en manos de empresas”, explica Góngora.
El acceso a la tierra es otra de las razones que dificulta la llegada de más jóvenes al campo. Gallardo explica que el hecho de que muchos vengan de familias ganaderas es positivo porque conocen el sector, pero también revela la dificultad de conseguir tierras para aquellos que no tienen ese vínculo. “Los jóvenes agricultores han accededido a la tierra por herencia o por vínculo familiar, y eso evidencia que hay que facilitarla por otras vías”.
Junto a esta preocupación está la de fijar población al territorio. El 83% de los jóvenes agricultores vive en el medio rural, a diferencia de las grandes empresas, que pueden deslocalizarse, señalan.
Eva también lo ve así y dice entre risas que ser agricultor es un título nobiliario, porque solo lo pueden ejercer quienes ya tenían tierras antes. También reclama al Gobierno que se hagan planes que faciliten el acceso a ellas, y recuerda que antes existían modelos para hacer esa transición, como el cese anticipado de la actividad agraria, por el que una persona próxima a la jubilación unía sus últimos cinco años laborales con los primeros cinco de un joven para traspasar la explotación.
- Eva Lizama, agricultora y ganadera en Gallocanta (Zaragoza)
- Andrés Góngora, portavoz Comisión Ejecutiva de COAG
- Guillermo Iribarren
- Rosa Gallardo, directora de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica y de Montes de la Universidad de Córdoba (ETSIAM)
- Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG)
- Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación
- Cese anticipado de la actividad agraria 2000-2006
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