Después de que Más País-Equo presentase una enmienda a los Presupuestos Generales del Estado para introducir una jornada laboral de cuatro días —propuesta que ya constaba en su programa electoral—, el vicepresidente Pablo Iglesias recogió el guante. La medida no deja de ser un debate, ya que no hay ninguna propuesta política firme por parte del Gobierno de coalición. Sin embargo, abre la puerta a reflexionar sobre la organización social y laboral. Nueva Zelanda ya ha planteado esta posibilidad, y en Japón, Microsoft ha realizado una prueba piloto tras la cual la empresa ha concluido que sus empleados no eran solo más felices, sino más productivos, según recoge The Guardian.
“Necesitamos repensar seriamente la manera en la que trabajamos”, afirma Miriam Marra, profesora de Finanzas e investigadora en el ICMA Centre (Universidad de Reading, Reino Unido), en conversación con Newtral.es.
Marra elaboró un estudio, junto a otros investigadores de la Henley Business School (Universidad de Reading), sobre las posibles ventajas de la implementación de una jornada laboral de cuatro días sin reducción del salario. Tras realizar una encuesta en 250 empresas que habían adoptado esta medida, concluyeron que este modelo de negocio podría generar un ahorro millonario entre las empresas británicas “gracias a una mayor productividad y una mejora en la salud física y mental de los trabajadores”, explica esta profesora e investigadora.
La investigación de Miriam Marra y sus compañeros aporta otros datos, tal y como explica ella: “El 64% de los negocios encuestados reportaron mejoras en la productividad de la plantilla; un 78% de esas empresas afirmaron que sus trabajadores estaban más contentos, un 70%, que estaban menos estresados, y un 62%, que se cogían menos días por estar enfermos. Además, un 63% de los empresarios señalaron que implantar la semana laboral de cuatro días les había ayudado a atraer y retener talento”.
¿Y qué piensan los trabajadores? YouGov realizó a principios de 2019 una encuesta en siete países europeos —Reino Unido, Alemania, Francia, Dinamarca, Suecia, Finlandia y Noruega— que mostraba que, a excepción de Noruega, la mitad de la población o más estaría a favor de implementar esta medida. Sin embargo, este apoyo estaba condicionado al bienestar económico del país. En caso contrario, el apoyo disminuía significativamente.
La profesora de Finanzas Miriam Marra también señala, a favor de la jornada laboral de cuatro días, “el impacto positivo que tendría en el medioambiente al haber un día donde disminuiría el uso de transporte y, por tanto, las emisiones de carbono”. Además, añade Marra, “tener un día libre más a la semana podría animar a la gente a ir más de compras y a restaurantes”: “En general, para invertir más dinero en negocios y ayudar a revivir una economía antes estancada y ahora recesiva. Esto es muy importante dado el clima económico actual y las perspectivas económicas que predicen que una recesión golpeará pronto a nivel mundial”, añade.
Trabajar cuatro días, apunta también Marra, “podría tener efectos positivos en términos de redistribución laboral”, redistribución que, a su vez y según esta investigadora, “podría mejorar el problema de la desigualdad de género”, ya que “las mujeres no participan tanto del mercado laboral como los hombres”.
El trabajo remunerado y el trabajo de cuidados
Sara Moreno, socióloga e investigadora en la Universitat Autónoma de Barcelona (UAB) y especializada en políticas de conciliación y desigualdad en el mercado de trabajo, considera que la implementación de la jornada laboral de cuatro días no sería beneficiosa para reducir la desigualdad de género: “La propuesta asumiría la idea de que los cuidados solo se realizan tres días a la semana. Pero de lunes a jueves también hay que cuidar y hacer tareas domésticas, lo que supondría que las seguirían haciendo las mujeres”, explica a Newtral.es. Moreno señala que la manera en que la sociedad organiza su tiempo no es unívoca: “Ahora nos organizamos así, pero podríamos organizarnos de otra manera”.
Nuestra organización temporal actual provendría de una visión masculinizada del mundo, como apunta a Newtral.es Vicent Borràs, sociólogo e investigador en el Institut d’Estudis del Treball (dependiente de la UAB): “A principios de siglo, en España se comía antes. ¿Por qué comemos a las tres de la tarde y salimos tan tarde del trabajo? Se debe en parte a que son horarios diseñados en función de las necesidades del cabeza de familia y de los jefes y empresarios. Por ejemplo, el padre trabajador [modelo clásico de breadwinner, el que lleva el pan a casa] a menudo estaba pluriempleado. Salía a mediodía de trabajar, por lo que comía más tarde y, después de comer, se iba a su otro empleo en el que estaba hasta las ocho o nueve de la noche”.
Mientras, las mujeres realizaban el trabajo reproductivo (cocinar, limpiar, cuidar de personas dependientes…) y, las de clase social más baja, trabajos productivos también: “Se iban unas horas a limpiar la casa de alguien, o estaban en casa cosiendo, o bajaban al bar a ayudar al marido. Estaban en el mercado de trabajo, solo que su existencia como trabajadoras no constaba”, apunta Borràs.
Por tanto, siendo ellas las que estaban en un mercado laboral informal, su capacidad de negociación o de influencia era menor que la de los hombres. “La organización del tiempo y del trabajo, que son construcciones sociales, se hicieron en función de las necesidades de los hombres, que tenían los trabajos mejor remunerados, con contrato y valorados”.
Por ello, Borràs se muestra contrario al modelo laboral de cuatro días, ya que “no facilita que los hombres asuman su implicación en las tareas del hogar”: “Los estudios realizados indican que la hora a la que los hombres salen de trabajar tiene consecuencias en su implicación en las tareas del hogar. Por tanto, si durante cuatro días a la semana sigues saliendo a la misma hora o incluso más tarde, esto no va a tener efectos positivos en la corresponsabilidad”, asegura.
En definitiva, según este sociólogo e investigador, “trabajar hasta más tarde y tener más días libres no significa que aumente la implicación en casa”. De hecho, para Borràs, una política diseñada de esta forma pone el acento “en el ocio más que en la conciliación”. Por ello, apunta que “es más importante salir antes del trabajo que tener un día libre más”. Como ejemplo, Borràs cita el caso de Francia: “Se propuso reducir la jornada, trabajando en vez de 40 horas semanales, 35. La distribución que los hombres querían hacer era la de salir el viernes a mediodía o entrar el lunes más tarde. Es decir, valoraban tener un fin de semana más largo. Las mujeres, sin embargo, preferían salir un poco antes cada día para recoger a los niños del colegio”.
La socióloga Sara Moreno recuerda que “las preferencias no son neutras al género”: “Las políticas públicas implementadas hasta ahora van en la línea de promover la conciliación por parte de las mujeres: reducción de jornadas, trabajo a tiempo parcial, excedencias…”. Son ellas quienes mayoritariamente usan estas herramientas: “Ellas sufren más la exclusión del mercado laboral, por lo que sus sueldos y su estabilidad son peores. Esto conlleva que, en un núcleo familiar donde los dos trabajan, si ella cobra menos o tiene peores condiciones, será la que se reduzca la jornada o se coja la excedencia”, explica Moreno.
[Entre el trabajo y la vida: ¿es posible conciliar?]
Trabajar un día menos o trabajar menos cada día
Karen Foster, profesora de Sociología y Antropología en la Universidad de Dalhousie (Canadá), apunta en un análisis publicado en The Conversation que “una verdadera jornada laboral de cuatro días no debe confundirse con comprimir las 37 o 40 horas de trabajo semanales en cuatro días en vez de en cinco”, señalando que pasaría por establecer 30 horas de trabajo semanales (7,5 horas al día) sin pérdida salarial. Foster cita un estudio publicado en la revista Harvard Business Review que mostraba que “los trabajadores pueden ser tan productivos en 30 horas como en 40 porque pierden menos tiempo y descansan mejor”.
La socióloga canadiense considera que la resistencia a la reducción de jornada se debería, en parte, a la idea, arraigada en el imaginario colectivo, “de que el trabajo duro es virtuoso y las personas ociosas o con más tiempo libre son peligrosas o menos confiables”. Esto es algo que también apunta la profesora de Finanzas Miriam Marra: “En nuestro estudio vimos que aquellos empleados que optarían por una jornada laboral de cuatro horas se mostraban preocupados sobre si sus jefes les percibirían como vagos, así como por dejar trabajo pendiente a sus compañeros y por el riesgo de resentimiento entre el personal”.
Bibiana Medialdea, economista especializada en discriminación laboral y trabajo de los cuidados, publicó en octubre de 2019 un artículo en Agenda Pública en el que abogaba por trabajar menos horas cada día: “Es la única forma de que la reducción revierta en una organización del tiempo más equilibrada, que permita mejoras reales en la calidad de vida y una reorganización equitativa de los cuidados. Un equilibrio de los trabajos y los tiempos sólo es posible con cambios que los afecten de forma estructural. Y la vida sucede todos los días, no solo los fines de semana”.
Es por eso que Sara Moreno considera que el planteamiento de los cuatro días está “muy masculinizado al ser contrario a la lógica cotidiana de los cuidados”: “No queda claro tampoco si se plantea una reducción de horas semanales que los trabajadores podrían distribuir en cuatro días o en cinco, eligiendo así entre trabajar un día menos o trabajar un poco menos cada día”.
Desde su punto de vista, una política pública feminista de la reorganización de los tiempos pasaría por “reducir la jornada laboral diaria, sin posibilidad de distribuirla según preferencias, ya que en las familias también se reproducen dinámicas de poder, y que sea extensible a toda la población ocupada” para que el diseño no tome solo a la familia como sujeto político.
Este último razonamiento tiene en cuenta la clase social de la que procede el individuo. Por ello, Moreno, de cara a que el debate sea lo más profundo posible, considera necesario preguntar por las dinámicas de consumo: “¿Qué pasaría los viernes, sábados y domingos? ¿No iríamos al cine, al restaurante o a comprar? Claro que lo haríamos, por lo que parece que la jornada laboral de cuatro días se plantea, como siempre, para los mejor situados en el mercado de trabajo: es decir, para los que trabajan en oficinas y no en fábricas de producción. Los días que unos libren querrán hacer cosas a costa de que otros estén trabajando, como ya ocurre”.
Fuentes consultadas
- Miriam Marra, profesora de Finanzas e investigadora en el ICMA Centre (Universidad de Reading, Reino Unido)
- Sara Moreno, socióloga e investigadora en la Universitat Autónoma de Barcelona (UAB)
- Vicent Borràs, sociólogo e investigador en el Institut d’Estudis del Treball
- Encuesta de YouGov en siete países europeos sobre el apoyo a una jornada laboral de cuatro días
- Análisis de la socióloga Karen Foster en The Conversation sobre la jornada laboral de cuatro días
- Análisis de la economista Bibiana Medialdea en Agenda Pública sobre la jornada laboral de cuatro días