La pandemia ha redibujado la forma en la que los ciudadanos entienden el lugar de trabajo. Pero pocos países han visto una transformación tan potencialmente disruptora como Estados Unidos, donde la jornada laboral de cuatro días está ganando fuerza.
Mucho tiene que ver con la idiosincrasia de la nación, hogar de Wall Street y Silicon Valley, con un mercado laboral en constante movimiento. Además, en un contexto pospandémico en el que la competitividad de las empresas por atraer talento ha creado nuevas oportunidades. Entre ellas, empleos que ofrecen ventajas y beneficios poco antes vistos en Estados Unidos.
Hace unos días, legisladores en California presentaron un proyecto de ley para instaurar una jornada laboral de cuatro días, la primera de su tipo a nivel estatal en Estados Unidos. La propuesta tiene pocos visos de convertirse en ley, pero ilustra un fenómeno que lleva tiempo reverberando en la empresa privada. Y sobre todo, alimenta el fuego de un debate que promete cobrar protagonismo en los próximos años.
Contexto de pandemia
Con la salida de la pandemia, el mercado laboral en Estados Unidos está en uno de sus puntos más competitivos. Es algo que sobre todo se está dando en los llamados trabajadores de cuello blanco. Es decir, abogados, banqueros, ingenieros o médicos.
- Esos trabajadores están dimitiendo de sus puestos o cambiando de trabajo en números de récord.
- La coyuntura está poniendo en dificultades a las empresas, que tienen que ofrecer mejores contratos para asegurar buenos fichajes.
- La competitividad está desencadenando propuestas cada vez más ambiciosas sobre cómo entender el trabajo hoy en día.
- Y entre esas propuestas está la jornada laboral de cuatro días.
Un mejor equilibrio
En el caso de las industrias de cuello blanco, la pandemia ha presentado un nuevo paradigma. La vuelta a la oficina lleva dilatándose desde mediados de 2020. Y muchos trabajadores han experimentado lo que significa trabajar más días desde casa:
- Menos horas de trayecto hasta el lugar de trabajo, lo que permite aprovechar mejor la jornada.
- Más tiempo cerca de la familia, lo que permite una mejor conciliación.
- Fines de semana más largos, lo que permite viajar con más asiduidad.
Pero la adaptación imprevista a la era COVID-19 también ha angustiado a los trabajadores. Diferentes encuestas muestran que muchos de ellos están agotados o frustrados por los cambios.
- Algunos trabajan más horas o tienen más responsabilidades que nunca.
- A veces, invierten horas del fin de semana porque no hay salvaguardas que limiten lo que los empleadores pueden exigir de ellos.
Ya nada volverá a ser como antes
«El número de días presenciales en la oficina nunca va a volver a la media prepandémica. Jamás», dice el catedrático de economía Nick Bloom, de la Universidad de Sanford, en un artículo para The Atlantic. Bloom está investigando el fenómeno y tiene otras conclusiones interesantes:
- Después de dos años trabajando desde casa, los trabajadores prefieren no volver al paradigma previo.
- También creen que saben gestionar mejor el trabajar desde casa, lo que ha hecho aumentar la productividad autoevaluada.
- En la próxima década, dice Bloom, los trabajadores estadounidenses pasarán el 25% de su tiempo trabajando en casa.
Es de ahí que Estados Unidos, un país en el que trabajar más de 40 horas históricamente es visto como un logro (y así se recompensa), la jornada laboral de cuatro días esté cogiendo fuerza.
Una historia de intentonas
Estados Unidos lleva más de medio siglo lidiando con debates sobre la jornada laboral de cuatro días. La semana de 40 horas no se implantó hasta 1940, pero Richard Nixon ya auguraba en 1956 que no quedaría mucho para una nueva reducción.
- Y en 1977, el presidente Jimmy Carter instó a las empresas a probar a implantar la jornada laboral de cuatro días en medio de la crisis del petróleo.
- Precisamente el estancamiento económico de esos años, así como el foco en la eficiencia y la productividad de los siguientes, hizo improbable una generalización del fenómeno.
- Para 2020, solo el 5% de los trabajadores decían trabajar una semana laboral de cuatro días en Estados Unidos, según una encuesta de Gallup.
Solo ahora, algunos legisladores demócratas tantean la posibilidad de implantar la jornada laboral de cuatro días en Estados Unidos. Pero incluso en estados como California es difícil que haya mayorías dispuestas a aprobar medidas de ese tipo. En el caso de la última ley:
- La llamada AB 2932 cambiaría la definición de lo que conocemos como semana laboral de 40 a 32 horas para compañías con más de 500 empleados.
- Es decir, más de 2.600 empresas en todo el estado.
- Aquellos empleados que trabajen más de 32 horas tendrán que ser remunerados por encima de su salario normal.
También hay una iniciativa como la de California en el Congreso de Washington D.C., pero con pocas probabilidades de pasar. Y el debate lo tienen perdido desde la casilla de salida.
- Los pocos que apoyan el proyecto argumentan que mejorará el equilibrio laboral y personal de los trabajadores, su salud mental y su productividad.
- Los muchos detractores, incluyendo patronales y economistas como Bloom, alegan que las empresas se verán forzadas a un mayor gasto -y por tanto a congelar salarios y despedir a más gente-.
Un ejemplo nórdico de éxito
Pero que haya proyectos legislativos abocados al fracaso en Estados Unidos no significa que escaseen argumentos en defensa de la jornada laboral de cuatro días.
- Al contrario, y según promotores de su implantación, simplemente creen que las propuestas no están bien diseñadas.
- Es de ahí que haya tantos estudios y pruebas en marcha para demostrar la valía de la nueva semana laboral de cuatro días.
- Empresas como Kickstarter y Shopify han aprobado una jornada de cuatro días en Estados Unidos.
- Países como España y Reino Unido tienen en marcha programas piloto para probarla.
- Y organizaciones como 4 Day Week Global están creando sus propios programas para animar a más empresas privadas a sumarse a la causa.
El ejemplo de éxito más mencionado es el de Islandia. Entre 2015 y 2019, el país llevó a cabo dos estudios a gran escala por los que el 1% de los trabajadores redujeron su jornada laboral a 35 o 36 horas a la semana. Los resultados concluyeron que:
- La productividad y los servicios se mantuvieron igual o incluso mejoraron en la mayoría de las empresas que participaron en los estudios.
- El bienestar de los trabajadores aumentó de forma drástica en factores como el estrés autodiagnosticado, el agotamiento y el equilibrio entre las vidas personal y laboral.
Gracias a los estudios, el 86% de la fuerza laboral islandesa trabaja ahora menos horas que hace una década -o al menos tiene derecho a trabajar menos horas-. Eso sí, los estudios no se centraron en una reducción de días laborales, sino de horas, a veces dilatadas a lo largo de cinco días.
Un futuro con baches
Pero no todas las ventajas que presenta la jornada laboral de cuatro días tienen consecuencias positivas en el largo plazo, sea para las empresas o para los empleados. Y según la industria, la cultura o el país, la semana reducida no termina de encajar.
- Por ejemplo, menos horas laborables y menos cohesión en el lugar de trabajo desliga a los empleados de la compañía en la que trabajan.
- Eso puede implicar que cambien de empleo de forma más asidua o que nunca encuentren una conexión con la misión de su empresa -y la acaben odiando-.
Además, determinar los días en los que unos empleados libran y otros no en esa nueva semana laboral a veces tiene consecuencias negativas:
- Según The Wall Street Journal, una consultoría tuvo que abandonar un programa de jornada laboral de cuatro días porque los trabajadores acababan perdiendo demasiado tiempo en informar a sus compañeros sobre lo que habían hecho ellos.
- Y aquellos que se ofrecían a tener reuniones en sus días libres al final se estresaban más, mientras que otros terminaban resentidos con colegas que apagaban sus comunicaciones en sus fines de semana extendidos.
Estudios realizados en las últimas décadas han dado resultados bastante menos positivos que los que dieron los hechos en Islandia:
- En Alemania, un estudio de Rutgers University realizado entre 1984 y 1994 concluyó que un programa de semanas con menos horas de trabajo pudo dañar al empleo.
- Y en Francia, un estudio de McGill University entre 2000 y 2009 determinó que una política de 35 horas semanales hizo poco por hacer aumentar el empleo.
La factura, para los de siempre
Cabe resaltar que una jornada laboral de cuatro días puede tener implicaciones sistémicas en Estados Unidos. En ciudades como Nueva York o Los Ángeles, llevar a cabo un cambio tan significativo puede tener consecuencias trascendentales sobre esas metrópolis:
- A menos empleados en la oficina, menos trabajo e ingresos para quienes están contratados en los centros de esas ciudades. Y eso afecta a trabajadores en la industria de los servicios (limpieza o restaurantes) y a los precios de un transporte público menos usado (y que duelen más a la clase trabajadora).
- Cuanto más tiempo pasen los trabajadores en las urbanizaciones fuera de la ciudad, con más espacio y aire libre, menos impuestos recaudarán los centros urbanos. Y de nuevo, quienes más lo sufrirán serán los trabajadores menos pudientes.
La jornada laboral de cuatro días está lejos de ser la panacea para el mundo laboral, especialmente en un país como Estados Unidos. Pero lo que definirán los próximos años es si la forma en la que entendemos el trabajo ha cambiado lo suficiente como para que la semana laboral acortada ahora sí tenga sentido.
- Quizá, y solo quizá, la pandemia ha acelerado un cambio que ya se predijo en la primera mitad del siglo XX.
- Quizá, y solo quizá, la jornada laboral de cuatro días sea solo el principio de una transformación en la relación que las personas tienen con su empleo.
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