El astrobiólogo César Menor Salván (UAH, GeorgiaTech), experto en el origen de la vida que ha colaborado con la NASA, valora el reciente estudio liderado por un equipo de la agencia espacial estadounidense sobre indicios de vida pasada en Marte. En concreto, según publican en Nature, han encontrado restos químicos en una roca que identifican como una posible biofirma, es decir, sustancias que en la Tierra típicamente se forman a partir de restos orgánicos. La NASA lo ha presentado como la mayor evidencia de una forma microbiana que quizás vivió en Marte hace miles de millones de años. Sin embargo, la misión para estudiar estas muestras marcianas en la Tierra ha sido cancelada por los recortes de la administración Trump.
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Afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias”. Este famoso adagio nos advierte que debemos tener mucho cuidado a la hora de interpretar y discutir los datos experimentales y observacionales. Demarcar bien los criterios para establecer la verosimilitud y para falsar hipótesis y evitar sesgos tales como el de confirmación hacia nuestras hipótesis favoritas.
Acaba de publicarse el estudio de las famosas leopard spots en Marte (unas formaciones como manchas de leopardo en rocas del cráter Jezero). Es un trabajo muy complejo para comentar y seguro que hay muchas opiniones.
Lo primero a destacar es que no se ha confirmado ni afirmado que hubiera vida en Marte. El artículo en Nature es impresionante por la cantidad de trabajo que tiene detrás (algo que el público no llega a imaginar), aunque muestra un evidente sesgo hacia la hipótesis del origen biológico de estas estructuras.
Los autores son cuidadosos y su conclusión fundamental es que es necesario obtener más datos y traer muestras a la Tierra. La futura misión Mars Sample Return, si es que llega a llevarse a cabo, debería hacer eso. Pero debemos tener en cuenta que “potencialmente” esas estructuras podrían ser biomarcadores o biofirmas.
La explicación más técnica de lo que han visto en Marte
En un resumen general, lo que ven es un afloramiento con bastante hierro, fósforo y azufre. En concreto, en él se formaron unos nódulos con hierro y fósforo dominante, por procesos químicos postdeposicionales (autigénicos). Los nódulos Fe–P aparecen también encerrados dentro de nódulos de calcio-sulfato. Estos, a su vez, son cortados por venas más tardías: esto fija una secuencia temporal diagenética (Fe–P → Ca-sulfato → venas), típica de crecimiento autigénico (formación y crecimiento de nuevos cristales) en la roca hospedante.
En los cálculos de los autores, concluyen que el proceso es cerrado, sin aporte externo de fosfato. Este se infiere adsorbido en granos Fe³⁺–Al–Si durante el depósito y movilizado bajo condiciones no oxidantes para precipitar supuesta vivianita (Fe:P aprox 3:2). Eso es el patrón esperable de precipitación autigénica en microambientes reductores.
En algún momento, según el modelo propuesto, se produce una sulfidación, por entrada de sulfuro, que da lugar a unos frentes de reacción y a microzonas reductoras, dando un patrón con un núcleo rico en Fe-S y con un rim o frente de reacción con Fe-P, en el que han reprecipitado fosfatos de hierro. El proceso produce la decoloración de las manchas de leopardo, debida a la reducción de Fe (III) a Fe(II).
¿Cómo interpretamos todo esto?
El primer problema que veo en el trabajo es la sobreintepretación de los datos. Infieren que el núcleo de las manchas, rico en Fe-S, está formado por greigita, y que los fosfatos de hierro son vivianita y sus productos de oxidación, basándose en las proporciones de Fe, P y S. La identidad mineral, a esta escala, es clave y sin más datos, las identificaciones minerales son una interpretación ad hoc.
Uno de los datos importantes que es el Fe-P está asociado a materia orgánica. Pero ésto sólo se basa en la presencia de la banda G de carbono en Raman (La espectroscopía Raman es una técnica analítica). A mi, como experto en Raman, me ha chocado mucho. Incluso los propios autores explican que hay que tomar esta interpretación con reservas, debido a una serie de aspectos técnicos que no viene al caso comentar aquí.
Aunque fuera una banda G (y no se observan otros modos de carbono) esto sólo nos afirmaría la presencia de carbono elemental, que puede tener múltiples orígenes (nosotros mismos observamos una intensa banda G en el meteorito Kolang). Si este carbono tuviera un origen meteorítico, podría haber venido acompañado de compuestos orgánicos reductores. En el propio artículo lo reconocen y ello invalidaría una materia orgánica con origen biológico.
Además, aunque haya una correlación, no se demuestra que el carbono haya participado en el proceso. El tono del artículo induce un sesgo al lector: sugiere un contexto altamente favorable a la hipótesis biológica incluso antes de tener pruebas directas. Aunque los autores aclaran que se necesita “recolectar más datos” antes de concluir nada, las frases resaltan la posible influencia de microbios en un esquema narrativo.
Por el contrario, los mecanismos abióticos se tratan (en parte) como “desafíos” o improbabilidades en vez de vías plausibles. Pero, realmente, el único apoyo que encuentran a la «hipótesis biológica» es que la reducción de sulfato a sulfuro, posible fuente de sulfuro para los núcleos Fe-S de los nodulitos, es cinéticamente muy lenta sin actividad biológica. Con ello ya despachan el tema, sin considerar alternativas y asumiendo que la falta de evidencia de una sulfidización externa es evidencia de que no hubo tal.
Esto constituye un posible sesgo de confirmación: se dan más peso a las explicaciones con vida por encima de las abióticas, pese a que datos observacionales equivalen en ambos casos. Tildar los patrones de coloración (“manchas” blancas) como “reaction fronts” de degradación redox es interpretativo; en la Tierra, estructuras similares tienen orígenes mixtos y no se atribuyen unívocamente a procesos vivos. Afirmar que exactamente se dio Fe-reducción y luego SO_4-reducción microbiana bajo condiciones marcianas es puramente hipotético.
Vida o no vida, ambas hipótesis son verosímiles
Así que, sí. Debemos estudiar estas estructuras más profundamente. Debemos considerar que pueden ser biomarcadores. Pero de momento no tenemos nada sólido; ambas hipótesis (biológico o abiótico) son verosímiles con los datos actuales y hay que evitar las afirmaciones categóricas que estoy viendo en algunos medios.
Realmente la interpretación geoquímica y mineral da para mucha discusión y seguro que los expertos en yacimientos minerales tendrán algo que decir. Pero si finalmente la explicación fuera biológica, la existencia de sulfatorreducción bacteriana Earth-like sería uno de los mayores hallazgos de la exploración humana y lo que nos estaría comunicando sobre evolución biológica sería extraordinario. Por ahora, afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias.
César Menor Salván es astrobiólogo, químico y profesor de Bioquímica en la Universidad de Alcalá de Henares y en Instituto Tecnológico de Georgia (EE.UU). Investiga evolución química, orígenes de la vida, biomarcadores evolutivos y geobiología.
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