Qué hacer después de un incendio en el bosque
Típicamente, el día 12 de octubre de cada año se daba por cerrada la temporada de incendios. Pero el Gobierno ha optado por prolongarla hasta el 31. El país ha vivido el peor verano de fuegos en décadas y la emergencia climática ha roto el calendario, aunque la situación se desbocó a mediados de agosto. Una sucesión de incendios se encadenó a la ola de calor más intensa jamás registrada, según Aemet. Algunos de ellos se tornaron en bestias que sorprendieron por su comportamiento inusual a vecinos y equipos de extinción. Incendios con la marca del calentamiento global. Pero, ¿cuánto es debido a esa nueva meteorología extrema? ¿Estamos preparados para lo que viene? Profesionales del campo, la ingeniería forestal, extinción, ecología o clima debaten sobre cómo enfrentarnos a los nuevos incendios, sin soluciones mágicas ni demagógicas.
Sólo en agosto, ha ardido alrededor de la superficie equivalente a la isla de Mallorca, en toda España. La mayoría de los grandes incendios forestales (GIF) se dieron en el
flanco occidental de la península. Esto es debido a la enorme masa vegetal presente y unas mayores condiciones de sequedad respecto a temporadas anteriores. Pero hay algo más… y no tiene que ver con ninguna explotación minera.
¿Y ahora, qué? ¿Nos ponemos a replantar? Cuidado
Tras un incendio forestal hay una pulsión íntima por recuperar el horizonte perdido. Por volver a la normalidad de un paisaje que nunca retornará. Es la ley de la naturaleza, pero sus tiempos discurren en un orden distinto al humano. “Mensajes como planta ya, todo está muerto, la culpa es de esta especie que se planta, desvían recursos de lo urgente”, sentencia desde el European Forest Institute la investigadora del programa de Resiliencia Sara Uzquiano. Ella sigue con atención el devenir de las zonas calcinadas en la sierra de La Culebra en 2022. “El monte es un ecosistema muy complejo y como tal, no tiene una respuesta sencilla”, como la replantación automática.
Lanzar bellotas u otras semillas, tras el incendio, puede ser una acción bienintencionada pero catastrófica o inútil dependiendo del lugar, coincide el técnico de bosques Gonzalo Rincón (WWF). “Primero, mantener un poco la sangre fría… pensar y luego actuar”. De hecho, la prioridad en estas semanas no es reverdecer. “Ahora mismo hay que proteger el suelo”.
Recuperarse del incendio sin prisas
Sandra Saura, investigadora del CREAF y profesora de Ecología en la UAM destaca que “si dejamos un tiempo, veremos que el ecosistema se va regenerando. Es muy importante que pase al menos un año para poder ver qué está pasando, para poder hacer una diagnosis y tener una visión de qué especies se están regenerando y qué especies no se están regenerando para después poder tomar decisiones más correctas y que que sean sostenibles a nivel ecológico, económico, etc.”.
“Las recomendaciones científicas priorizan actuaciones de emergencia para proteger el suelo frente a la erosión, especialmente en terrenos con fuertes pendientes” señala José Manuel Fernández Guisuraga (Universidad de León). Su compañera Leonor Calvo advierte a Newtral.es del peligro de arrastre de componentes tóxicos o nocivos hasta cauces.
“En áreas menos dañadas –continúa Fernández Guisuraga–, lo más recomendable suele ser dejar que el ecosistema se regenere de manera natural y observar su evolución”. Luego hay que evaluar si plantar o no. Esto es lo que está ocurriendo en La Culebra.
Las recetas de La Culebra no tienen por qué funcionar en todos sitios
“De un momento a otro, el cielo se quedó completamente negro y vi como avanzaba el fuego a una velocidad increíble”. Paula Jiménez, vecina de Villardeciervos, se vio en el verano de 2022 en el centro del primero de los incendios de la sierra de la Culebra en Zamora. Tres años después, apunta que ha crecido escoba y matorral, pero no hay rastro de los pinares que formaban parte de su paisaje emocional.
En efecto, fue “más lo emocional que lo económico”, relata a Efe esta vecina que coincide con Judit Martínez, vecina de Litos y trabajadora de la gasolinera de Otero de Bodas, uno de los puntos críticos de aquel incendio. Ella echa en falta repoblaciones: “no se ha hecho prácticamente nada”.
En 2022, más de 60.000 hectáreas ardieron entre Losacio y Riofrío de Aliste, en Zamora. Se decidió retirar el equivalente a unos 50.000 camiones cargados de madera quemada (no sin controversia). Y, desde ese momento, se dejó al monte respirar.
Datos de la Junta de Castilla y León señalan que el 63% de la superficie afectada ya presentaba regeneración natural “óptima”. El resto “requerirá ayudas, plantación o preparación de suelo”, sostiene la doctora Sara Uzquiano. A 2025 aún hay miles de hectáreas pendientes de reforestación efectiva y hay críticas por su lentitud.
“Sobre el terreno, la recuperación es heterogénea: valles y umbrías con buen rebrote; laderas secas y cumbres con fallos donde conviene actuar”, dice la investigadora. Ahí quizás sea útil una estrategia de plantación selectiva, “proteger regenerado”. ¿Con especies autóctonas? Parecería lo razonable, pero la emergencia climática abre un nuevo debate. ¿Y si lo que eran especies adaptadas ya no pueden con temperaturas extremas, sequías recurrentes y tantas tormentas secas?
Los árboles, migrantes climáticos
Cree el profesor Víctor Resco de Dios (Universitat de Lleida) que si la regeneración natural no funciona, se puede “ayudar a la migración de las especies”. ¿Qué significa esto? No replantar exactamente lo que había antes, sino variedades o especies adaptadas a la nueva realidad climática o la amenaza de nuevos incendios. Árboles que, quizás, se daban en otras latitudes o alturas.
Este fenómeno de migración climática de la vegetación ya ocurre de manera espontánea “en función de condiciones tanto ambientales como naturales”, aprecia la doctora Calvo. “En el Pirineo ya hemos visto especies que están subiendo en altitud de manera natural, no creo que tengamos que intervenir”. Los árboles ya están huyendo del fuego y la sequía. ¿Qué paisajes dejan atrás?
¿Cómo prevenir el próximo incendio? ¿De verdad se ‘apagan en invierno’? Desde la ingeniería: control de la masa vegetal y mimo a lo rural
El 80% de lo que ha ardido este año es matorral. Esto ha puesto el foco en lo que a veces se llama control o limpieza de la maleza en el monte, como primer paso para prevenir los grandes incendios. Pero las medidas anunciadas o las propuestas políticas o bien se quedan cortas o bien apuntan a donde no es.
“Siento rabia, dolor, impotencia…” dice el profesor Víctor Resco de Dios. El monte sigue ardiendo y se suceden lo que a su juicio son “gesticulaciones, no medidas para prevenir otro desastre”. A lo largo de esta temporada, se ha mostrado muy crítico con las posiciones edenistas, aquellas que defienden dejar a la naturaleza crecer libremente y hacer su trabajo respecto a los incendios. “Claro que ha habido siempre incendios”, señala. Pero “dentro de 10 o 20 años, el escenario será todavía peor porque el clima será todavía más riguroso”.
Defiende gestionar el monte con evidencia científica. “Las áreas protegidas ocupan el 38% de la superficie forestal, pero concentran el 55% de la superficie quemada”. La ciudadanía que vive en la periferia de un bosque protegido está nueve veces más expuesta, según estudios como el recientemente publicado por Resco de Dios.
Así que, desde el punto de vista de la prevención, sería necesario gestionar alrededor de un millón de hectáreas. ¿Se trata sólo de quitar maleza? “Hay que hacerlo de forma estratégica: desde quemas prescritas –como las de los pastores del siglo pasado, pero tecnificadas–, paisajes en mosaico –mezclar bosque con cultivos o tierras labradas, ganadería…”. A su modo de ver, “los bosques sin intervención humana no existen”, por más que se los proteja.
Eduardo Rojas Briales y Constanza Rubio Michavila (Universitat Politècnica de València) ponen el foco en el abandono rural. La ganadería y la agricultura extensivas como uno de los antídotos. A ello suman las talas controladas para la gestión comunitaria de la leña o los rebaños que mantienen a raya el matorral. “El éxodo rural ha desangrado estas prácticas”.
Desde la ecología: control de la masa vegetal y mimo a lo rural
“Cuidado con el uso de la expresión… ‘limpiar los montes’, que puede ser incluso a veces hasta contraproducente” a la hora de tener incendios. Es claro Gonzalo Rincón, desde WWF, plantando cara a una de las demandas más escuchadas este verano. El matorral como chivo expiatorio de todos los males .“No hay que quitar todo debajo de un sistema forestal porque entonces estás eliminando el concepto de ecosistema”, se suma Leonor Calvo Galán.
Desde Greenpeace se quejan de cómo se tergiversan el mensaje ecologista desde el negacionismo climático para acusarles de ser parte del problema. “No es cuestión de opiniones: hay normas y competencias claras que definen cómo deben actuar las administraciones y cuáles son nuestras responsabilidades ciudadan as”, señala Mónica Parrilla. En su blog, dentro de la organización ecologista, recoge los detalles legales. Y apunta a los responsables: “El 73 % de las masas forestales son de titularidad privada. Debe limpiar su finca y el ayuntamiento debe vigilar”. En 2024, Greeenpeace presentó un informe para no culpar a los espacios protegidos de agravar los incendios.
Su colega en WWF apunta a otro problema: “Se ha dado una expansión de lo que conocemos como interfaz urbano-forestal (viviendas o empresas muy cerca del monte) y que muchas de estas no tienen unos planes de protección preparados para la realidad que haya ahora mismo”, señala Rincón.
Tenemos “bosques muy jóvenes, densos y homogéneos; acumulan gran cantidad de biomasa (vegetación, viva o seca)”. Pero aclara que no se puede arrasar con todo. Un ejemplo es la valiosa miel de la sierra de La Culebra. Mucha de esa vegetación no arbórea es alimento para las abejas, como confirma la profesora Calvo Galán. “Es efectivo crear bandas de protección que rompan la continuidad vertical del bosque”, o sea, proteger masas de árboles con su matorral (y de viviendas) con zonas donde no haya vegetación o sea muy poco combustible.
Otra cosa es talar árboles dentro del perímetro de una zona incendiada. Organizaciones ecologistas han criticado medidas de urgencia para el aprovechamiento de la madera quemada. A su juicio, se talan árboles viables adaptados al fuego, que pueden rebrotar. Para entidades como SEO/Birdlife (autora del informe Incendios y Biodiversidad), estas acciones pueden generar perspectivas lucrativas. Alguien termina sacando dinero del incendio. Según su directora, Asunción Ruiz, “el pacto climático de Estado en negociación representa una oportunidad histórica”. Los incendios “no se pueden abordar únicamente desde la extinción y la prevención», añade el documento.
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