A los 16 años, convenció a sus padres para irse a estudiar a Estados Unidos. Se buscó la vida para terminar haciendo un doctorado con el equipo que quería. Trabajó un tiempo en el mundo de la investigación, “descubres que es muy duro”. Y se volvió a Europa, donde ha seguido un camino no menos fácil: el emprendimiento en tecnologías experimentales para la salud. Y, en concreto, en la exploración de la última frontera cíborg: el cerebro-máquina. Carolina Aguilar es confundadora de Inbrain Neuroelectronics, una spinoff del CSIC y el ICREA, “a hombros de gigantes de la ciencia”. En la actualidad trabaja con implantes cerebrales de grafeno contra el párkinson y los tumores. Y no, “no es fácil ni está disponible”, ni es una conspiranoia de magnates leyendo nuestros pensamientos.
“Tratamos de demostrar que el grafeno –dice Aguilar en este capítulo del pódcast Tampoco es el fin del mundo– permite más resolución [a la hora de leer el cerebro enfermo] frente a los metales que se usan actualmente en implantes cerebrales”. Su empresa compite en un ecosistema trufado de anuncios entre lo esperanzador, el hype y lo distópico. El último, del pasado 30 de enero, por parte del dueño de Neuralink, Elon Musk. En un tuit, anunció que había instalado su primer implante cerebral (no de grafeno) en un paciente, del que no ha trascendido más. La intención declarada de Neuralink es que personas con dificultades motoras o de expresión puedan controlar dispositivos móviles u ordenadores con la mente. El implante fue bautizado como Telepathy.
Pero bajo la pompa del también dueño de X, que por ahora no se acompaña de publicación alguna en revista científica, hay una comunidad médica, ingeniera, neuróloga y psiquiátrica que lleva años trabajando contra los síntomas de enfermedades del cerebro, como la liderada por Aguilar. “Nosotros nos levantamos todos los días pensando en cómo mejorar la vida de las personas que tienen enfermedades como el párkinson, la epilepsia y otros síndromes neurológicos”. Es el caso de Carlos, paciente con un implante, que cuenta su historia en este capítulo de Tampoco es el fin del mundo, y que asesora al equipo de Aguilar. Cero intenciones de escanear pensamientos o implantar recuerdos.
“Nuestra misión es que el día que no estemos en este planeta Tierra podamos dejar una herencia para esas personas que lo necesitan”. Y esto es algo que, reconoce Aguilar, “no se hace de un día para otro”. Ni en un tuit.
Hacia un implante casi microscópico de grafeno para leer el cerebro con total precisión
El grafeno es el material prometido para la próxima generación de interfaces cerebro-ordenador (BCI), según Inbrain Neuroelectronics. Ofrece una precisión sin precedentes para localizar las redes de neuronas o zonas del cerebro que fallan cuando se da el párkinson o la epilepsia en una persona. Pero también para localizar regiones clave del habla o los sentimientos, que hay que dejar intactas cuando se hace una cirugía cerebral.
Hasta ahora se utilizan típicamente electrodos de metales como el titanio. Sensores de 16, 32, 64… puntos. Su resolución es limitada, “como tener una pantalla con pocos píxeles”. El grafeno los multiplica exponencialmente, pues es un material capaz de crear láminas de apenas un átomo de espesor. Llegar a medir lo más pequeño con poco consumo de energía. Esa es la apuesta de Carolina Aguilar.
En este caso, la idea no es ‘leer’ la mente, sino más bien descifrar y modular “frecuencias de ondas del cerebro, de forma selectiva y en tiempo real, biomarcadores patológicos”, explica. Esto “va a tomar muchísimo tiempo porque tiene una complejidad muy importante. Pero cada vez tenemos mejor tecnología y más gente trabajando en el campo”.
El pasado enero, un equipo internacional con participación de Inbrain publicó en Nature Nanotechnology los resultados de sus implantes cerebrales de grafeno EGNITE en ratas. También han probado su tecnología en ovejas a las que estimulaban la lengua, visualizando esa estimulación con una precisión sin precedentes en su cerebro. Y, lo más importante, pudiendo producir una respuesta inducida en el cerebro. Esto abre el camino a tratamientos in situ totalmente personalizados y modulables por inteligencia artificial. Para ello han creado una filial que trabaja con una multinacional farmacéutica alemana, orientada al tratamiento de enfermedades crónicas.
El siguiente paso es llevarlo a humanos. “Los requisitos para estos ensayos en Europa son muy exigentes”, dice Aguilar. La plataforma de Inbrain recibió la designación de dispositivo innovador de la reguladora estadounidense FDA para su uso en la enfermedad de Parkinson.
Nos podemos remontar a 2004 para encontrar el primer implante cerebral conectado a un ordenador. Pero entre 2021 y 2023, los avances han sido “muy sorprendentes”, reconoce desde la Sociedad Española de Neurología su vicepresidente, el neurocirujano del hospital Quironsalud Madrid David Ezpeleta. Personas que han podido volver a caminar a pesar de tener rota su médula. Pacientes de párkinson que han frenado sus temblores. Mujeres y hombres enclaustrados en un cuerpo y garganta inmóviles por la ELA que han vuelto a poder expresarse sólo con pensar en palabras. “Hay contados pacientes en el mundo utilizados en los estudios”, matiza el doctor, también experto en neurohumanidades.
El experto distingue entre implantes cerebrales más o menos genéricos “que se usan desde hace tiempo” e “interfaces cerebro-ordenador (BIC)“, del estilo al anuncio de Musk. “Son noticias con un predicamento brutal a 170 millones de seguidores, pero esto es una cosa, otra cosa es la investigación y otra cosa la práctica clínica habitual. Estos implantes cerebrales no son práctica clínica habitual”. Pero “nos están indicando un camino”. Y a su juicio, sobre todo tras estudios como los publicados por el equipo de Aguilar, “es prometedor” contra los males del cerebro. No para leer la mente, algo que, de algún modo, ya se puede hacer.
“No espero la revolución” con el implante cerebral de Elon Musk
“No espero la revolución –dice Aguilar respecto a Neuralink– si la revolución es simplemente mover con la mente un joystick, porque también lo puedo hacer con un casco o gorro [de electrodos] sin implantes cerebrales”. De hecho, hemos visto ya hasta competiciones de drones movidos por el pensamiento. ”Elon Musk por una parte nos ayuda, porque da visibilidad al sector y hace falta mucho dinero, convencer a mucha gente de algo completamente nuevo. Pero también crea mucha desinformación, crea situaciones complicadas para los que estamos haciendo cosas muy científicas o muy médicas”.
Ya se han presentado avances para que personas con ELA se puedan comunicar con el pensamiento, similares a las promesas del Telepathy de Musk
Cada anuncio, un hype. “Imagínese si Stephen Hawking pudiera comunicarse más rápido que un veloz mecanógrafo” dijo Musk. Según Bloomberg, Neuralink tiene la intención de realizar 11 operaciones este mismo año, frente a las 27 que prevé para 2025 y las 79 en 2026. “La tecnología de Elon Musk fundamentalmente codifica un movimiento –aclara Aguilar–; así podríamos, en teoría, llegar a una casa y encender y apagar la luz con el pensamiento o conducir un Tesla. Pero es que, por ahora, no le van a dejar hacer eso en la FDA”.
La FDA (la Agencia Federal del Medicamento de EE.UU.) es “la policía de los dispositivos médicos“. A Neuralink le autorizó iniciar sus experimentos en humanos el pasado septiembre. Comenzó entonces el reclutamiento de voluntarios para recibir este implante cerebral. El objetivo, “permitir a las personas controlar el cursor o el teclado de una computadora usando solo sus pensamientos”.
¿Leer la mente? ¿Implantar recuerdos? “Claro que no”, sentencia Aguilar. “El sensacionalismo a veces vende, pero también crea corrientes que no son positivas. Sí que es verdad que con implantes y sin implantes podemos crear una transmisión del cerebro a un movimiento al pensar en ese movimiento”. Pone como ejemplo el trabajo de sus colegas suizos Grégoire Courtine (EPFL) y a la neurocirujana Jocelyne Bloch (Hospital de Lausana), que consiguieron el ‘levántate y anda’ en parapléjicos o un enfermo de párkinson.
En cuanto a lo de leer el pensamiento mediante un implante en el cerebro, cree que estamos ante algo un tanto filosófico. ¿Qué es exactamente un pensamiento? ¿Acaso se puede localizar un pensamiento en un sitio muy concreto del cerebro? “Hay estudios en la traducción del pensamiento al habla. ¿Eso es leer la mente? Es predecir que esa persona (que no puede moverse ni fonar) quiere decir manzana o ventana; de ahí a leer la mente o a hacer que una persona hable cinco idiomas… yo lo veo casi imposible. El cerebro es un órgano complejísimo. Apenas sabemos de él lo que el tamaño del cerebro de un pez cebra”, concluye.
En este capítulo de Tampoco es el fin del mundo puedes escuchar la entrevista completa con Carolina Aguilar y el testimonio del paciente y presidente de la Asociación de Párkinson de Valladolid Carlos Rodríguez. Igualmente, el análisis de David Ezpeleta (SEN). Con el guion, montaje y ambientación de Mario Viciosa, la producción de Xulio Rodríguez y la imagen de Ximo Ferrández.
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