La humanidad ya bebía leche animal cuando aún era intolerante a la lactosa

Ordeñado tradicional de una vaca en América e intolerancia a la lactosa | Wirestock
Ordeñado tradicional de una vaca en América | Wirestock
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La intolerancia a la lactosa implica que no se puedan digerir con facilidad los lácteos. Eso provoca diarreas y malestar en quien padece esta condición. Que no enfermedad. Porque un día toda la humanidad fue intolerante al azúcar lactosa. Simplemente, con el paso de los milenios, nuestro sistema digestivo se fue adaptando. Y según se cree, se acomodó ‘por las bravas’, o sea, bebiendo leche animal aunque a nuestros ancestros les sentase mal. Pero esto sólo ocurría ‘cuando no había otra cosa’, según se acaba de descubrir. Y eso permitió ciertos saltos evolutivos.

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Los humanos prehistóricos en Europa parece que comenzaron a consumir leche de animales domésticos miles de años antes de que desarrollaran el gen para digerirla. Es decir, la tomaban aun cuando eran intolerantes a la lactosa. Esto se desprende de un estudio publicado este miércoles en Nature, aunque no es la primera vez que hay indicios de ello. 

La intolerancia a la lactosa era común, cuando el organismo humano no había mutado para producir lactasa, que permite su digestión.

Las personas con intolerancia a la lactosa carecen de la enzima lactasa. Igual que le pasaba todos nuestros antepasados. Esto le ocurre aún hoy a buena parte de la población del sudeste asiático o Sudamérica: no pueden tomar leche sin acompañarla de una pastilla de lactasa. De hecho, las leches ‘sin lactosa’ de los supermercados sí tienen lactosa, pero incorporan lactasa para ser más digestiva entre quienes tienen intolerancia.

La lactasa natural, sintetizada por el organismo, debió de surgir y quedarse con la humanidad por presión selectiva. A alguien, algún día, la leche empezó a sentarle bien. Lo cual era una ventaja para sobrevivir, especialmente en regiones con escasa radiación solar y, por tanto, pocas posibilidades de sintetizar vitamina D. Y pudo tener más descendencia con ese ‘don’ genético para generar lactasa y no tener intolerancia a la lactosa. La cuestión es cómo ocurrió eso, cuándo y por qué. Y el registro fósil y la investigación del ADN dan datos algo desconcertantes.

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Arqueología forense de la intolerancia a la lactosa

Los autores de este trabajo, liderados por Richard P. Evershed, creen que el consumo de leche en los humanos antiguos desempeñó un papel importante en la evolución de la persistencia de la enzima lactasa en los adultos. Pero en esa tesis falla algo: no siempre había leche de animal disponible ni en todos los lugares. Y, al revés: ¿por qué en el Neolítico, cuando empezó la ganadería por la carne, se empezó a consumir algo que sentaba mal?

Para explorar más a fondo la coevolución de la producción lechera y la persistencia de la lactasa (fin de la intolerancia a la lactosa), Evershed y sus colegas construyeron un mapa completo del consumo prehistórico de leche mediante el análisis de 6.899 residuos de grasa láctea animal derivados de más de 13.000 fragmentos de cerámica de 554 excavaciones arqueológicas. Entre esos puntos, Atapuerca (Burgos).

La evidencia sugiere que el uso de la leche estuvo muy extendido en Europa desde el Neolítico en adelante (alrededor del 7000 a. C.), pero varió según las diferentes regiones y épocas. Luego examinaron la frecuencia de la principal variante del gen de la lactasa entre los euroasiáticos a lo largo del tiempo. Eso se consigue con datos de ADN antiguo de 1.786 individuos prehistóricos.

Los resultados mostraron que la intolerancia a la lactosa debió de ser común hasta alrededor del año 1000 a. C. Esto es casi 4.000 años después de que se detectara por primera vez alrededor ese marcador de la lactasa que la hace digerible en un individuo, del 4700-4600 a. C. Pero las poblaciones europeas no se volvieron torelantes a la lactosa de golpe o en un solo evento.

El consumo de leche era común en Europa a pesar de que solía sentar mal

Estos hallazgos indican que en Europa el uso de la leche estaba muy extendido aun cuando los pueblos prehistóricos todavía tenían en gran medida intolerancia a la lactosa. Esto genera dudas sobre si el consumo de leche es un factor clave para la persistencia de la lactasa. Hay algo más.

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Santos Alonso, investigador del departamento de Genética, Antropología Física y Fisiología Animal de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) recuerda que “este ejemplo de la lactasa es uno de los casos más claros de la existencia de la selección natural (darwiniana) reciente en los humanos, pero quedan dudas sobre dónde y cuándo se originó esta mutación y por qué empezó a resultar tan ventajosa como para aumentar su frecuencia”, explica.

Los tolerantes a la lactosa se hicieron fuertes en momentos de escasez, cuando no había mucho más que leche que beber.

El autor, que no ha participado en este estudio, señala al SMC de España que el trabajo de Evershed proporciona “una resolución sin precedentes del consumo de leche a lo largo de la geografía y la prehistoria europea”. Pero “no da respuesta definitiva a estas preguntas”, si no fue el consumo generalizado de leche lo que hizo que la pudiéramos tolerar.

En realidad, los autores del estudio creen que hubo momentos en que la leche era un alimento muy accesible, cuando había mucho ganado. Incluso, una buena alternativa al agua contaminada. Sin embargo, el precio a pagar era una diarrea. Si todo iba ‘bien’, podemos imaginar un tiempo en que las personas tenían digestiones incómodas y malestar. Pero es difícil comparar nuestra idea actual de malestar con la de aquel tiempo.

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Este equipo sí cree que esa diarrea era potencialmente mortal por deshidratación, por ejemplo, o por infecciones derivadas. Pero eso no era devastador, salvo en épocas de hambruna y epidemia, cuando los organismos de buena parte de la comunidad estaban comprometidos.

Como en una buena selección darwiniana, quedaron los más fuertes. Pero también los que producían lactasa. Los que no tenían intolerancia a la lactosa. Aunque esos humanos ‘con poderes especiales’ no siempre fueron tan importantes. Los indicadores de hambruna y exposición a patógenos explicaban su evolución. Es decir, se hicieron fuertes en momentos más o menos puntuales, de escasez.

El gen de la tolerancia a la lactosa

Un bebé puede (o podía) tomar leche sin problema porque produce siempre lactasa –si no pasa algo raro–. Cuando crece (o crecía), su genética indica que deje de generar esta enzima. Pero existe una mutación (alelo rs4988235-A, aunque puede que más) que permite la persistencia de la lactasa durante la vida adulta. Si hoy no tienes intolerancia a la lactosa, tú también posees esa mutación.

Dice Alonso que “se sabe que el individuo más antiguo que presenta la mutación data de aproximadamente el año 4700 a. C.” Sin embargo, sólo se detectan frecuencias apreciables de este alelo (variedad del gel) a partir del año 200 a. C.; asimismo, los datos muestran que, contrariamente a lo que se pensaba, Europa Central no es el lugar de Europa con mayor consumo de leche en la prehistoria, y que la ‘industria’ láctea, si bien persistió a través del Neolítico, sufrió grandes fluctuaciones en el tiempo y el espacio”.

El trabajo viene a desmontar la idea de que nos acostumbramos a la leche bebiendo leche. Eso es cierto en parte. Pero “en individuos gravemente malnutridos y e intolerantes a la lactosa, la diarrea asociada al consumo de leche tendría unas consecuencias más graves”.

Por otro lado, la exposición a patógenos estaría relacionada con el hecho de que en aquellas poblaciones de mayor densidad poblacional (y animal, que pueden transmitir zoonosis) suele darse una mayor prevalencia de enfermedades infecciosas y aguas contaminadas. La alternativa al agua no potable era típicamente la leche de vaca, cabra u oveja. Y sólo a algunos les sentaba bien.

En resumen, ”este estudio constituye un gran avance para la comprensión de la evolución de la persistencia de la lactasa, si bien quedan abiertos otros aspectos que pueden tener influencia: por ejemplo, la composición de la microbiota intestinal de las poblaciones del pasado, que no se puede esclarecer con los datos y el material disponible a fecha de hoy”, concluye Alonso.