Legido-Quigley: “La ‘covid cero’ funcionó en países como China cuando no había vacuna, ahora hay que evolucionar”

Helena Legido-Quigley, conocedora de la preparación pandémica en Asia y la covid cero
Helena Legido-Quigley, conocedora de la preparación pandémica en Asia y la covid cero | S. Villafañe, M.V.
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China se enfrenta estas semanas a su peor brote de coronavirus desde lo peor de la pandemia, en el arranque de 2020. La megalópolis industrial de Shenzhen está confinada, junto a otras nueve urbes más pequeñas. El país que más estrictamente ha llevado su política ‘covid cero‘ se enfrenta diariamente a más de 1.000 nuevos contagios (aunque casi todos leves). Las cifras apabullan en un lugar acostumbrado a tasas tendentes a cero. Pero son (por ahora) ridículas para los estándares europeos, sobre todo si se tiene en cuenta que en China habitan más de 1.400 millones de personas.

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La misma suerte que los chinos están padeciendo ahora otros seguidores (igual o menos estrictos) de las políticas de 'covid cero', como Hong Kong, Macao y Taiwán. Corea del Sur, con algo más de población que España, registra desde febrero su peor ola, con más de 300.000 diagnósticos diarios. Y Singapur, ejemplo en estrategias de preparación ante epidemias, ha tocado techo en cerca de 20.000 infecciones al día a finales de febrero.

A medio camino entre esta ciudad-estado (de 5,7 millones de habitantes) y Londres, la profesora Helena Legido-Quigley (Barcelona, 1977) tiene una mirada privilegiada de la realidad asiática. Es parte del panel independiente de personas expertas con el que cuenta la Organización Mundial de la Salud (OMS) para evaluar la respuesta a la pandemia. Entre 2020 y 2021, ha publicado un trabajo en The Lancet y otro en British Medical Journal sobre las políticas basadas en evidencia durante la pandemia.

Tirones de orejas al llamado 'primer mundo', críticas a las políticas de austeridad sanitaria y alabanza a laa fortalezas de los asiáticos, “que ya conocían lo que era tener una epidemia como la del primer SARS”. Hoy, sin embargo, esos países orientales parecen sucumbir ante ómicron y las hormigonadas barreras de contención no sirven para mantener a cero los casos de covid. Legido-Quigley acaba de publicar un nuevo artículo en Eurosurveillance sobre estas lecciones. ¿Qué está pasando con la pandemia en una China parcialmente confinada, Corea o la propia Singapur?

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  • R. He sido siempre muy cautelosa al valorar la 'covid cero' hasta que no la evaluemos adecuadamente. Parece claro que ayudó a contener el virus, pero hay que hacer una valoración del impacto económico y en la salud mental. Sí que parece evidente que durante el primer año funcionó. Pero uno de los mayores fallos de esta pandemia, incluso para investigadores o gestores, es que no hemos sabido evolucionar. Con este virus es importante saber qué ha funcionado en un momento concreto y en ciertos países, pero en este segundo año quizás ya no haya ido tan bien. Esta es mi impresión personal.
  • P. ¿Han preferido fiarlo casi todo al cierre, más que a la vacuna?

  • R. La estrategia de 'covid cero' funcionó en estos países durante el primer año cuando no había vacunación. Luego, cambia completamente el escenario. Los países que se han sabido adaptar a ello han sido más exitosos. Es el caso de Singapur –que también ha hecho cosas mal, como el manejo de la población inmigrante, que fue tremendo–. Utilizó una estrategia no pura de 'covid cero' pero muy estricta, con vigilancia y rastreo excelentes, fortalecimiento del sistema de salud y muy pocos casos. La vacunación ha sido de las mejores del mundo. Esto último no ha pasado en muchos países asiáticos y tenemos que estudiar por qué. Y en ese momento, en Singapur dijeron 'consideramos a la covid endémica. ¡Ahora abrimos el país!' Fue el primero de todos. Y lo están manejando, aunque les está costando.

  • P. Cuando en Europa empezaba una ola tras otra, se planteaba si no estaríamos mejor con la estrategia de 'covid cero' asiática. ¿Con ómicron ya no hay debate posible?

  • R. Con la vacuna. Creo que los países europeos y, especialmente España, lo han hecho realmente bien. Es saber adaptarse y cuestionarte tus planteamientos de salud pública. Con ómicron todos nos tuvimos que replantear estrategias y adaptarnos. También ha habido muchos círculos que se han creado de 'covid cero' y no han salido de ahí. Hay que saber evolucionar.

  • P. ¿España lo ha hecho bien... pero tarde? ¿Lo hemos fiado demasiado a la vacuna y, antes, a la profesionalidad y creatividad del personal sanitario?

  • R. El sistema de salud español se consideraba de los mejores del mundo... hasta que llegaron las medidas de austeridad. Tuvieron un impacto muy grande de forma negativa y eso hizo que cuando empezó la pandemia hubiera muchas dificultades. Aunque la sanidad pública era fuerte, el sistema de salud pública estaba debilitado. Recuerdo estudiar las medidas de austeridad y vi que se hizo un recorte del 75%. Siempre pensaba que como tuviéramos una crisis o una pandemia iba a ser un desastre. Es lo que terminó ocurriendo. Pero tenemos unos profesionales que creo que a veces ni nos los merecemos. En un estudio que hice sobre enfermeras y médicos durante los primeros meses de la pandemia, se veía la capacidad inventiva, organizativa, adaptativa... era impresionante. La parte positiva de todo esto es que se podría desarrollar el área de telemedicina. En unos meses, algo que nos hubiera llevado cinco años, fue posible en muchos países en que se decía que era impensable. España, y Barcelona en particular, es un hub [polo] internacional de e-health [tecnologías de la información para la salud, desde atención médica a disfrutamos, a la vigilancia de la salud o investigación].

  • P. ¿Estamos dejando en manos del paciente el manejo de la pandemia en esta nueva fase?

  • R. Estamos en un momento en que tenemos que replantearnos cómo vamos a controlar la covid y nos vamos a preparar para futuras pandemias. Quienes trabajamos en salud pública sabemos que dejar el manejo de la enfermedad sólo al paciente nunca ha sido una buena idea. Proponemos centrar los sistemas de salud en la persona, pero no dejarle toda la responsabilidad. El paciente tiene que ser consultado respecto a las medidas a adoptar, que pase a ser parte del consejo de administración de los centros sanitarios, como en Reino Unido. Incluso, que participen del sistema de investigación [médica]. Es uno de los cambios estructurales necesarios.

Las tasas de vacunación han sido muy dispares en Asia. Aunque algunas personas expertas consideran a ómicron una variante intrínsecamente más leve, hay bastantes dudas sobre el grado de daño que puede causar entre población mayor no inmunizada. Por ejemplo, dos tercios de los mayores de 80 años estaba sin vacunar al inicio de esta ola en Hong Kong y estos día bate sus récords de muertes.

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La situación es similar cuando se compara con países bañados por el Pacífico. Después de mantener a raya la covid durante dos años, ómicron ha irrumpido tanto en Hong Kong como en Nueva Zelanda. Su impacto en letalidad no podrían ser más diferente. La hongkonesa no es muy distinta a la de países muy golpeados como el Reino Unido, Portugal o España en tiempos prevacuna. En Nueva Zelanda, la tasa de letalidad se mantiene por debajo del 1%. En el territorio autónomo de China –ajeno a la política de 'covid cero'– está muriendo uno de cada 20 infectados.

A eso se suma un problema: la vacuna SinoVac, usada mayoritariamente en estas regiones de Asia, ha demostrado una limitada eficacia frente a ómicron. Al menos, con sólo dos dosis. Los pinchazos de refuerzo no se han generalizado, quizás bajo la sensación de seguridad que daba haber controlado los contagios durante los últimos 20 meses.

En otro lado del mundo, África se ha considerado durante varios momentos de la pandemia como un 'polvorín' para su población. La tormenta perfecta de una baja vacunación, bolsas de pobreza estructural, difícil acceso a infraestructuras sanitarias, etc. se ha visto como detonante de contagios y muertes masivas. No ha ocurrido. O, al menos, no hemos sido testigos de ello, salvo por el caso de Sudáfrica.

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De lo que no hay duda es de que África apenas supera el 15% de personas vacunadas. En Sierra Leona, el viaje típico a un centro de vacunación cuesta 6 dólares y lleva 1,5 horas por trayecto. La mayoría de su población vive con menos de 1,25 dólares al día, tal como expone James Dzansi en Science.

  • P. ¿Necesitamos cambiar el modelo de investigación y desarrollo de fármacos y vacunas, entendidas como un bien común?

  • R. Mientras que hemos tenido un éxito enorme en el desarrollo de la vacuna, nuestro gran fallo ha sido la distribución. Había intención de que el 70% de la población mundial estuviese vacunada a mediados de este año y este objetivo no lo vamos a conseguir. Escribimos un artículo bastante exhaustivo, pero no acabamos de dar alternativas, con las opciones. Pero teníamos claras las ideas generales: las vacunas tienen que ser un bien común, que la distribución ha de ser equitativa y que la producción se tiene que dar en distintas zonas, no sólo Europa, Asia y EE.UU. Sobre el modelo para considerarlas un bien común es complicado. Es una conversación que también ha estado presente mucho tiempo con los tratamientos antirretrovirales [para el VIH] y otras medicaciones, y siempre es un asunto que se ha dado de lado. Y por primera vez se están teniendo discusiones. Hay interés en cambiar el modelo. La idea es que haya una producción y distribución equitativas. El problema de raíz es que los que desarrollan las vacunas hacen una prenegociación sin principios equitativos.

  • P. Hasta la fecha no ha habido movimientos. ¿No se olvidará esto ahora que no vemos la amenaza de morir de coronavirus?
  • Soy optimista. Me dicen que va a ser muy difícil pero va a haber interés después del fracaso que hemos tenido. Más que nada porque toda la población mundial se ha dado cuenta de que las inequidades nos afectan a todos.
  • P. ¿Ahora que Europa ha pasado por una pandemia, va a quedar una impronta como la que le quedó a países asiáticos?

  • R. De mis primeras obsesiones al principio de la pandemia era que Europa podía aprender de los países asiáticos porque habían pasado por el SARS, el MERS y ya se habían preparado y tenían experiencia previa. Lo vimos en cuando a organización, fortalecer sus sistemas de salud, rastreo... habían hecho simulaciones de pandemias.

“Tenemos una oportunidad de dos años para prepararnos para la próxima pandemia. Espero que se introduzcan reformas sistémicas”.

  • Tiendo a ser optimista. Estamos en un momento fundamental. La primera fase es la de preparación. Ahora hemos estado en la de 'shock' durante dos años. Y ahora empezamos a reagruparnos y prepararnos para la próxima. Que esperemos que no ocurra. tenemos una oportunidad de dos años para ver en qué podemos mejorar y prepararnos a nivel nacional e internacional. [Antes de esta pandemia] doce paneles habían sido ignorados. Esperemos que esta vez introduzcamos reformas sistémicas.
  • P. ¿Cómo nos preparamos para la próxima pandemia cuando no tenemos claro si hemos salido de esta?

  • R. Me entristece la parte global del asunto. Proponemos que se eleve la discusión de pandemia a un consejo de primeros ministros, en Naciones Unidas. Es vergonzoso que [durante esta crisis] no haya habido una reunión especial. Y a nivel nacional, nos toca evaluar la respuesta y evaluar mejor. En todos los medidores que teníamos hasta ahora, en todos, hemos fallado. Tenemos la intuición de que hay que fortalecer la salud pública, la atención Primaria, la promoción de una vida saludable. Y relacionar todo eso en lo que llamamos 'one heath', una salud única, animal, del medio ambiente y la humana. Hacen falta reformas sociales y es una oportunidad para tener una sociedad mejor y más sana. Pero hace falta liderazgo político, que en muchas ocasiones ha estado ausente. Pero los hay que han tomado la iniciativa.