Los montajes pornográficos suponen, según estimaciones, el 96% de todos los deepfakes que hay en internet y la mayoría usan imágenes de mujeres sin su consentimiento. Esto fue lo que le pasó a Helen Mort, una poeta inglesa que descubrió a finales de 2020 que había imágenes pornográficas suyas circulando por internet en forma de deepfakes.
Ella no pensaba que fuera a ser víctima de estos montajes, creados con imágenes que subió a sus redes sociales de sus fotos familiares y vacacionales. Ella creía que eso solo les pasaba a las famosas: “eso es imposible, ¿cómo voy a terminar yo ahí?”.
Un día se acercó un vecino y le explicó la situación, esas fotos llevaban colgadas desde 2017. Fue a la policía, pero le dijeron que no podían hacer nada: como no le habían enviado las imágenes directamente, no contaban como acoso, y además no eran reales. Eran deepfakes. “Tuve pesadillas durante semanas, no quería salir de casa, quise borrar todos mis perfiles en redes sociales y no paraba de preguntarme quién podía haberme hecho algo así”.
Contar su historia
¿Qué hizo entonces? Visibilizarlo: “no puedo cambiar el hecho de que sucediera y tal vez nunca me entere de quién es el culpable. ¿Qué puedo hacer? Crear conciencia”. Y creó un poema donde dio luz a esta problemática.
La respuesta fue abrumadoramente positiva, Helen Mort se sintió abrazada, protegida por una comunidad. Aunque piensa que las leyes británicas deben cambiar (y ha creado una campaña en change.org para ello), considera que el principal problema es el comportamiento: “Necesitamos ser menos pasivos y pensar sobre las personas que hay detrás de las imágenes pornográficas. ¿Piensa la gente en la deshumanización, en la falta de consentimiento cuando va a consumir estas fotos?”
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