Las nevadas cubren de silencio las ciudades y encienden los cielos por la noche. Esa percepción, que en lugares como Toledo o Madrid se vivieron intensamente gracias a la borrasca Filomena, tiene su réplica en las entrañas de la tierra.
Los detectores del Instituto Geográfico Nacional no sólo se fijan en zonas calientes, como Granada y sus terremotos. han observado que el ruido sísmico cayó en picado allá donde la nevada colapsó las calles. Mucho más incluso que el histórico silencio vivido durante el gran confinamiento de marzo a mayo de 2020.
Caída del ruido sísmico en Madrid, como consecuencia del paso de la borrasca Filomena ?https://t.co/z7Rl2uGueN pic.twitter.com/gps2T9JxbJ
— IGEO (CSIC-UCM) (@IGeociencias) January 18, 2021
“Hablamos de ruido antrópico, básicamente, son coches, trenes o industria”, explica desde Barcelona el sismólogo de Geo3Bcn-CSIC Jordi Díaz Cusi. O sea, lo que hace vibrar el suelo cada día por nuestra actividad cotidiana. Las ondas, cual terremoto imperceptible, “se propagan con frecuencias entre 1 y 15-20 Hz y se registran por los sismómetros de forma más o menos continua”.
El ruido sísmico casi cesó al 100 %
Aquello paró en seco en el primer estado de alarma, tal y como recogieron en un estudio internacional publicado en Science. Lo que no podía imaginar el equipo de Díaz es que, diez meses después, el silencio sísmico volviera pero de manera aún más acusada. Es posible que ciudades como Madrid se paralizaran como nunca antes, por la nevada.
“Pensemos que en marzo y abril de 2020 estábamos confinados, pero siguieron circulando algunos autobuses, camiones, etc. Con el paso de Filomena casi no hubo nada en marcha. Hablamos de reducciones de prácticamente el 100 % durante las primeras horas tras la gran nevada”, señala el sismólogo a Newtral.es.
Durante la primavera de 2020, el nivel de ruido promedio diario bajó entre 1 dB y 5 dB por debajo del nivel de referencia previo al confinamiento. Durante las fases de transición aumentó progresivamente hasta alcanzar valores cercanos y, en algunos casos, comparables a los de referencia.
En algunos lugares, sin embargo, empezó a bajar otra vez, llegando a alcanzar valores equivalentes a los del confinamiento, como ocurre en el acelerómetro de Torre Pacheco (Murcia). Pero nada como lo visto al sur de Madrid.
Uno de los sonidos que, por lo general, una meganevada no para es el de las campanadas de las iglesias. Este equipo también aprovechó 2020 para perfilar cómo suena cada ciudad desde las entrañas terrestres. O sea, cómo tiemblan a cada toque, permitiendo estudiar los ‘biorritmos’ de cada pueblo.
Por ejemplo, en Grecia, se observa cómo las campanas no suenan después de comer para respetar la siesta. En el caso francés, se preserva, según la señal, el toque del ángelus de las 7:00.

Para estos investigadores “2020 y 21 supone un cambio de paradigma”. Las redes de sismógrafos, algunos ‘oficiales’ ligados al IGN, otros, particulares, (pero que también le reportan los datos), servían para vigilar la actividad natural de la Tierra. Parecía “que el ruido sísmico (antrópico) no interesaba, pero vemos que no sólo es importante para estudia la Tierra, sino a quienes la habitamos”, concluye Díaz.
?Así es el "latido sísmico" de Barcelona. @JDiazCusi ha generado esta animación con los datos de ruido sísmico de la ciudad entre febrero y julio de 2020. #sismología pic.twitter.com/U9qoVulolh
— GEO3BCN – CSIC (@GEO3BCN_CSIC) January 25, 2021
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