En el ensayo Contra el feminismo blanco, recién publicado en España gracias a la editorial Continta Me Tienes, su autora, Rafia Zakaria, reitera en varias ocasiones que su crítica se dirige a la ‘blanquitud’ como sistema, no al color de piel. Esta periodista y feminista pakistaní considera que se trata de “un sistema de poder, privilegio y supremacía que favorece a las personas blancas, sí, pero que va mucho más allá”.
Para ilustrarlo, usa como ejemplo a las sufragistas británicas: “Cuando consiguieron el voto en 1918, algunas de ellas viajaron hasta la India y allí les insistían a las mujeres indias en que tenían que hacer como ellas: luchar por poder votar. Hasta que una le contestó que no querían ser iguales que los hombres indios, que eran esclavos para la gente blanca como ellas. ‘Queremos liberarnos de vosotros y luego ya pediremos el voto’, respondieron”.
“El feminismo blanco es, precisamente, considerar que las demandas que afectan a mujeres blancas son universales. O, incluso, que son ellas quienes tienen que enseñar a las demás qué es el feminismo”, explica Rafia Zakaria en conversación con Newtral.es. Habla también de “mantener la autoridad moral de la ‘blanquitud’”: “Ser negra, asiática o marrón solo cobra importancia para ellas cuando se trata de justificar ciertas violencias. Por ejemplo, hay quienes piensan que contra ellas no se va a cometer un crimen de honor. Pero quizá te asesina tu marido o novio. La vida de las mujeres está amenazada en el mundo entero porque la autonomía de los cuerpos todavía no es universal. No tener esa visión global reafirma la idea de que la vida de otras mujeres en otros lugares valen menos”.

La “superioridad moral” del feminismo blanco
De forma muy similar se pronuncia Silvia Agüero, que se define como “madre, gitana, mestiza y feminista”, autora de la obra No soy tu gitana, con la que ya ha recorrido varias ciudades españolas: “Cuando una paya dice que los hombres gitanos son más machistas, se está alineando con creencias patriarcales que también afectan a esa paya”.
En conversación con Newtral.es, Agüero señala que “siempre se ha hecho una diferencia entre gitanas y payas, retratándonos a nosotras como más frescas, menos confiables”. “Cuando se compra el marco de que el problema es la gitanidad, el mensaje que se lanza es que las payas tienen que comportarse de una determinada forma, no parecerse a nosotras para evitar la violencia. Están diciendo: ‘Mira, paya, qué libre eres. De qué te estás quejando, si tú estás bien en comparación con las gitanas’. Se invisibilizan las razones estructurales por las que nosotras sufrimos violencia y también se banaliza la lucha de las payas”, añade.
Agüero también habla de la “superioridad moral” del feminismo blanco, como hace Rafia Zakaria, al apuntar que “se ha impuesto la visión de que el sistema payo es mejor, más bonito, con mejores sistemas de organización de la vida, de la política, del amor…”. “Se asume, por tanto, que el feminismo payo es mejor y que es algo a lo que nosotras debemos sumarnos. Pero nosotras llevamos siglos ejerciendo prácticas feministas, aunque no se llamaran así, para cuidarnos y para combatir el antigitanismo”, añade.
Patricia Caro, psicóloga especialista en políticas públicas, gitana y feminista, explica a Newtral.es que “no se puede obviar el antigitanismo a la hora de pensar qué es la desigualdad de género y cómo se construye”: “En España, el concepto de buena mujer se construye en oposición al de la mujer gitana. Si no se hace esa reflexión, no se diagnostica el problema correctamente, además de tener una memoria colectiva y una genealogía incompleta en la que nuestras aportaciones no están”, añade.
Caro fue una de las participantes del I Congreso Internacional de Antigitanismo de Género, celebrado el pasado octubre en Bilbao, donde expertas de diferentes lugares expusieron las violencias específicas que sufren las violencias gitanas en ámbitos como el de la salud o el de la educación y trazaron las primeras líneas del antigitanismo de género como categoría de análisis.
Según esta psicóloga, no se puede hablar de antigitanismo sin tener en cuenta la dimensión del género y viceversa: “Cuando se habla de que hay que garantizar el derecho al aborto, es imprescindible poner de manifiesto cómo se vulneran nuestros derechos sexuales y reproductivos de otras formas. Por ejemplo, con control reproductivo y esterilizaciones forzosas. La violencia obstétrica nos afecta de forma específica porque en el médico te preguntan si te has quedado embarazada porque has querido, o te inducen a tomar anticonceptivos o cuestionan que tengas lo que ellos consideran demasiados hijos”.

La hostilidad a la hora de ocupar espacios
“Mientras salen a trabajar, van a asambleas y avanzan en su carrera, nosotras limpiamos y cocinamos”. Así resume el feminismo blanco Edith Espínola, portavoz de Servicio Doméstico Activo (SEDOAC). “Muchas estamos ya cansadas de que se hable de poner los cuidados en el centro. ¿Y quién pone a las cuidadoras en el centro?”, añade en conversación con Newtral.es.
Para Espínola, trabajadora del hogar y feminista originaria de Paraguay, “era necesario que otras compañeras se metieran a codazos en esos espacios en los que no estábamos presentes”. Pero critica que “sean espacios que a veces no relacionan cuestiones estructurales, como la violencia de género, con otras cuestiones como el régimen de internas o la ley de extranjería”. “Hemos conseguido la ratificación del Convenio 189 de la OIT, hemos demostrado que podemos luchar a pesar del escaso tiempo que tenemos. No necesitamos ser rescatadas. Pero no se puede seguir obviando que trabajar 18 horas al día en una casa y sin papeles es incompatible con defender los cuidados como un trabajo fundamental”, añade Espínola.
En este sentido, la portavoz de SEDOAC señala que acabar con la hegemonía del feminismo blanco no es solo una cuestión de ocupar espacios: “Cuando nos llaman para cumplir cupos, nos sentimos utilizadas. Es importante poner el foco en la violencia que supone que la ley de extranjería nos obligue a estar en situación irregular. Por eso campañas como la de Regularización Ya [regularización inmediata y sin condiciones de las personas en situación administrativa irregular] son directamente feministas”.
“Las putas no interesamos al feminismo blanco hegemónico, somos incómodas para él, así que ese feminismo tampoco nos interesa”, explica a Newtral.es Iris Meza, trabajadora sexual y perteneciente al sindicato OTRAS. Originaria de Ecuador, Meza apunta que “desde una visión paternalista, nosotras sufrimos más por ejercer la prostitución que por la ley de extranjería o por cómo nos persigue la Policía cuando no tienes papeles”.
Esta activista feminista critica que lo que se suele situar en la agenda política respecto a la prostitución “nunca tiene en cuenta a las trabajadoras del sexo”: “Nos dicen: ‘Pero busca un trabajo limpiando en una casa’. No tienen ni idea de la suspicacia que puede levantar una mujer trans como yo, con mi feminidad, mi cuerpo, mi expresión de género… Nos ven como personas que vamos a corromper el hogar. No es tan fácil acceder al mercado laboral. Pero sí nos pueden dar derechos, como papeles y mejor asistencia sanitaria, para no recibir tanta violencia”, añade.

Un movimiento transformador: lo colectivo frente a lo individual
Silvia Agüero dice que “la culpa no sirve de nada”: “Si me lloras por tu racismo, al final parece que te tengo que consolar yo”. Por eso, Patricia Caro propone empezar por “construir espacios de seguridad entre nosotras”. “Si una mujer gitana no se fía de ti, difícilmente va a poder contarte una situación de violencia que pueda estar viviendo. No hay que tutelar, sino acompañar”, explica Agüero. “El feminismo no es algo propio de las payas, es algo común de las mujeres. Empezar por saber qué es el antigitanismo y cómo opera podría ayudar mucho a que no recibamos tanta violencia en esos espacios en los que también tenemos que estar”, añade Caro.
Rafia Zakaria insiste en la necesidad de dar un enfoque más global a la agenda feminista, ya que, según ella, el feminismo blanco adolece precisamente de la individualización de los problemas: “En España lucháis por una mejor implementación de la ley aborto, mientras yo estoy en un lugar donde el aborto es prácticamente ilegal, donde los médicos serían arrestados si practicasen una interrupción. En Francia se fuerza a las mujeres musulmanas a quitarse el velo y en Irán las castigan por quitárselo. La motivación debería ser la autonomía universal de los cuerpos. Eso sería transformador”.
- Contra el feminismo blanco, de Rafia Zakaria (Contina Me Tienes)
- Rafia Zakaria, periodista y feminista pakistaní
- Silvia Agüero, autora de la obra No soy tu gitana
- Patricia Caro, psicóloga y feminista gitana
- Edith Espínola, trabajadora del hogar y portavoz de Servicio Doméstico Activo (SEDOAC)
- Iris Meza, trabajadora sexual y perteneciente al sindicato OTRAS
¿Y que pasa con las mujeres discapacitadas?, somos las olvidadas de las olvidadas, junto a las lokas. Y dentro de las discapacitadas incluyo a las neirodiversas, en especial a las autistas.
Las mujeres cuidadas exiimos que se nos tenga en cuenta.