El 21 de marzo de 1975, a los televisores de España llegó por primera vez en color una serie documental sobre las aventuras y desventuras de urogallos, lirones caretos y demás Fauna Ibérica. El mismo equipo de El Hombre y la Tierra, estrenada justo un año antes, había cautivado a la audiencia con las historias de anacondas, jaguares y alcatraces venezolanos. Félix Rodríguez de la Fuente, odontólogo de formación y aventurero en ejercicio, decidió en esta segunda temporada retratar por primera vez lo que ocurría al lado de casa, en una España rural y más bien pobre, con una mirada novedosa: la del conservacionismo.
El Hombre y la Tierra, estrenada en marzo de 1974, empezó en Fauna Ibérica a mostrar algo impensable en aquel país de ganaderos supervivientes: un lobo lamiendo la cara de un hombre que –también– fue cazador. “En aquel tiempo, el lobo venía de ser considerado (legalmente) una alimaña que había que exterminar”, recuerda ahora la bióloga y titulada en producción de documentales Odile Rodríguez de la Fuente. 50 años después (49, del capítulo de la serie dedicado al lobo, que fue toda una revolución) explica que Félix, su padre, “ha sido utilizado desafortunadamente para crear relatos interesados alrededor del lobo”.
En este capítulo de Tampoco es el fin del mundo, charlamos con la hija menor de Félix Rodríguez de la Fuente sobre la situación de la fauna ibérica, medio siglo después. Pero, sobre todo, de cómo la polarización interesada ha abierto una brecha ideológica entre los conceptos de campo y ciudad, “especialmente en temas profundamente complejos, con muchos matices de gris. Un buen ejemplo es el del lobo. Mi padre, en una época difícil, apostó por la interlocución”. Odile recuerda que fue muy combativo, en televisión y en radio, “se mojó, era muy duro en temas muy polémicos” pero el debate era posible y “denota que había quizá un mayor grado de humanidad”, pese a lo complicado de la España del tardofranquismo y la Transición.
“Me pone de los nervios que se utilice políticamente a Félix Rodríguez de la Fuente”
Hacia el comienzo del rodaje de El Hombre y la Tierra, el lobo ibérico estaba al borde de la extinción en España. En el capítulo dedicado a este animal, Félix destacaba que “apenas ya se escucha el canto del lobo”. Medio siglo después, el último informe oficial del MITECO, con datos de 2014, estima que hay 297 manadas con hasta 3.000 ejemplares, aunque desigualmente repartidos. Desde 2021, se considera al lobo especie silvestre de protección especial. “Parte del éxito se debió a las campañas que emprendió Félix”. Pero fue más allá de salvar a animales.
En la España de finales de los sesenta y principios de los setenta, “la relación con la naturaleza era muchas veces utilitarista. Se le daba la espalda si no era un recurso económico o cinegético. Rodríguez de la Fuente “se plantaba delante de una cámara y un micro, como un youtuber en blanco y negro, y se ponía a hablar sin guion”, rememora Odile, que recopiló hace unos años todo aquel material. Se le recuerda por la defensa del lobo, pero azotaba al urbanismo desaforado, aun cuando era un motor económico para para la dictadura. Condenaba el abandono y sobreexplotación de Doñana o de las Tablas de Daimiel. “Son ideas que han envejecido muy bien”.

¿Hay otras que no? ”Seguramente las relativas a especies y espacios concretos”, señala Odile Rodríguez de la Fuente. “La propia idiosincrasia de la conservación de los espacios, eso es lo que peor ha envejecido. Pero lo que mejor es lo más antropológico, decía que en el futuro ‘nos iban a robar cada vez más el tiempo’, el tiempo, por ejemplo, para profundizar”.
Se recuerda a Félix Rodríguez de la Fuente por el lobo pero fue pionero en la defensa de Doñana o la condena al urbanismo desaforado.
En un momento histórico de información y conocimiento como nunca, pero condensado en poco tiempo, en frases y píldoras, la voz de Félix Rodríguez de la Fuente se cuela en stories, tuits y microposts, rescatados de las filmotecas, por unos y otros. “Cuando se le utiliza políticamente me pone de los nervios –dice su hija– pero lo ha utilizado toda la banda ideológica. Debe de ser la única persona en España, en un país tan enfrentado ideológicamente, que lo hayan utilizado desde un extremo al otro, ¿eh?”.
Un ‘El Hombre y la Tierra’ para un siglo XXI en llamas
Para Odile Rodríguez de la Fuente, es necesario entender las ideas del conservacionismo en el contexto de la época y no sacar conclusiones superficiales. Por ejemplo, con el mismo tema del lobo. ”En multitud de entrevistas y de alocuciones suyas, siempre decía que el lobo viva donde pueda y donde deba. Y que no haya personas que tengan que sufrir daños hasta el punto de que no puedan vivir en esos espacios. Él no tomó una posición de la defensa del lobo a ultranza sacralizar la especie a toda costa o que no haya que sacrificar especímenes”. Pero Félix fue un feroz opositor a prácticas de caza que consideraba despiadadas.
Rodríguez de la Fuente convivió con dos lobos, Rómulo y Remo. Y también, junto a Odile, en un “campo en que sientes la sincronización de los ritmos naturales. Es entonces cuando te das cuenta, enseguida, de que están pasando cosas raras: floraciones fuera de temporada, invasiones de insectos… y a una velocidad inusitada”, explica en alusión a la emergencia climática. “El sector primario es perfectamente consciente, pero los populismos [negacionistas] están enfocados a la frustración”. A su modo de ver, ha habido un envenenamiento del discurso aprovechando la brecha de las dificultades del sector agroganadero, como cuando percibe “más legislación o burocracia o competencia desleal. Deberíamos potenciar la agricultura tradicional, que venimos en llamar ecológica o regenerativa”.
Ese diálogo campo-ciudad es “parte de su legado”, que en la actualidad estaría enfocado seguramente no sólo a la preservación de especies y espacios, sino a luchar contra una emergencia del clima que no llegó a conocer Félix. Hoy hay una pléyade de divulgadores en redes sociales y un nuevo activismo que han conseguido involucrar a una parte sustancial del público juvenil en el que consideran el problema número uno que vivirán a lo largo de su vida, en forma de catástrofes naturales o efectos de la sequía, que ya vivimos por ejemplo en los precios de los alimentos.
¿Será el agua el nuevo ‘lobo’ del siglo XXI? “Sí, es también enormemente sintomático del de esta especie de carrera hacia ningún sitio de un consumismo embrutecido. De una visión industrializada del campo, de una producción de alimentos –o de lo que sea– en masa, que muchas veces termina desechada. Creo en una agricultura más sostenible y ecológica, no es el caso de gran parte de Doñana, de la fresa, que requiere grandes insumos de agua, o la política de trasvases, que se orientó también a zonas de veraneo donde no había agua. Vamos a tener que tocar fondo para darnos cuenta de lo absolutamente preciado que es“.
Ua sexta extinción que se suma a la emergencia climática, pero ambas se pueden frenar
En este capítulo completo de Tampoco es el fin del mundo contamos la historia del lobo que recorrió a pata más de 1.200 km durante las restricciones de la pandemia, de la Baja Sajonia al Pirineo de Lleida. Un signo del enorme impacto que tiene la acción humana en los ecosistemas. En cuanto levantamos un poco el pie del acelerador, la recuperación es posible y sin necesidad de confinamientos.
Explica Odile Rodríguez de la Fuente que la humanidad se enfrenta a un triple reto que, quizás, no era tan evidente en la época de Félx: una crisis climática efecto de la industrialización basada el energías fósiles; una crisis de los ecosistemas, con la sexta extinción masiva en marcha; y una crisis de transformación planetaria que –aun sin consenso terminológico– hemos venido en llamar Antropoceno. “Las ideas del decrecimiento me seducen, aunque creo que está mal elegida la palabra”, asegura, porque “es una transformación a mejor”, hacia una mayor calidad de vida de humanos y restos de seres vivos del planeta.
Escucha la entrevista completa o suscríbete a este capítulo de Tampoco es el fin del mundo, en que podrás escuchar también el testimonio de varios pastores afectados por ataques del lobo y el de Fernando Rodríguez Tábara, ganadero y pastor que defiende la presencia de este animal, del que se protege con mastines. Un pódcast guionizado grabado y ambientado musicalmente por Mario Viciosa.