Fatiga pandémica, normas dispares y ‘reaperturas’ dejan sembrada la tercera ola

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Pasajeros en el aeropuerto de El Prat | Alejandro García (EFE)
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La COVID-19 no sólo ha dejado un mar de desolación y supuesta fatiga pandémica. El dibujo aséptico e impersonal del coronavirus se plasma en las gráficas diarias de casos e incidencia, como un molde que calca los comportamientos poblacionales y las decisiones de sus gobiernos. España, sus regiones, se adentraron en un oleaje constante desde el 21 de junio. Ahora hay amenaza de mar gruesa, en cuyas aguas rielan las luces de Navidad.

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Tercera ola, «una cuestión de terminología», en palabras del epidemiológico Quique Bassat (ICREA/ISGlobal), «pero lo que va a pasar no va a ser bueno», anticipa este profesor y pediatra. Simbólicamente, queda sembrada. Otra cosa es que brote. Bassat cree que, como con la segunda ola –cuya curva de contagios diarios se doblegó hacia el 4 de noviembre– la tercera se puede anticipar a las pesimistas previsiones que la pintaban en enero.

Todas las miradas están puestas en el levantamiento de las restricciones en las autonomías que las tenían, a finales de noviembre y principios de diciembre. Y más que la fatiga de la gente, ahí «pesan las ganas» o la desorientación en un marco de normas más laxo y cambiante.

Según Bassat, «hemos vivido con relativa tranquilidad los descensos en la incidencia y ahora volvemos a esta tendencia al alza, como se ha visto en países como Alemania», señala, «con una diferencia cultural respecto a ellos o a nórdicos»: estamos deseando reencontrarnos con besos y abrazos en menos de una semana. ¿Lo haremos con una tercera ola en marcha?

Para el profesor Daniel López Acuña, exdirector de Gestión de Programas de la PAHO-OMS, la paradoja es que una de las ‘curas’ para esa fatiga pandémica y emocional son los reencuentros familiares. «Un bálsamo para la fatiga es la socialización, pero creo que tenemos que trabajar con mucha imaginación y cautela para tener la fiesta en paz».

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La propia idea de fatiga pandémica puede usarse de excusa para cargar sobre la ciudadanía la fatalidad de los contagios por algunos gobiernos.

Para el experto hay que «reforzar la noción de que hay un último esfuerzo por hacer antes de tener la inmunidad de grupo por la vacuna. Ese aliciente no lo teníamos antes», explica el también asesor independiente de la ESAP.

¿Tanto nos hemos cansado de cumplir con la tiranía de la distancia física? ¿O responde a la inacción de los gobiernos? El propio término de fatiga pandémica es considerado una excusa acientífica en que se escudan políticos incapaces de tomar decisiones complicadas, según Nigel Harvey (psicólogo del University College de Londres).

En todo caso, las matemáticas dicen que no es lo mismo un abrazo o un brindis con incidencias de coronavirus y Rt altas (a cuántos está contagiando cada infectado) que bajas. «Importa la situación de partida», aclara una de las mayores expertas en modelos predictivos de riesgo de rebrote de la epidemia, Clara Prats.

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«La fatiga pandémica es uno de los problemas junto a la crisis económica –explica desde Barcelona a Newtral.es–. Esta situación es un caleidoscopio. Es mala en todos los aspectos, también el emocional. Y eso se traslada a los números». Esos guarismos están ahora en rojo, según el modelo que desarrolla junto a sus colegas de modelización y simulación de la UPC.

España arrancó el puente con un alto riesgo de rebrote (hacia el rojo, a la derecha, el punto azul), viniendo de una situación no menos delicada un mes antes. | Biocomsc, UPC

El germen de la tercera ola, antes del puente

Este jueves, Fernando Simón aseguraba que este «cambio de tendencia» podría sostenerse «hasta mediados o finales de enero» con un «crecimiento seguramente lento», solapándose con el posible efecto-Navidad y la campaña de vacunación anticovid.

Para Prats, «probablemente estamos iniciando la tercera ola, veremos si la podemos frenar a tiempo». Los datos conocidos al inicio de semana muestran, según Sanidad, contagios anteriores al puente. Según el director del CCAES Fernando Simón, este viernes podríamos estar viendo ya reflejadas las infecciones derivadas de relajamientos sociales de las normas entre el 4 y el 8 de diciembre. El cambio de tendencia, en las notificaciones, llegó el 9.

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El equipo de Prats detectó incluso antes del puente un incremento de movilidad en Cataluña «superior al de los días anteriores». El repunte de esta semana puede venir de ahí. «No de la movilidad en sí. Por ir de un sitio a otro no pasa nada si voy en mi burbuja. Es lo que supone esa movilidad: ir a ver a otras personas», aclara.

Para López-Acuña «hay que se tan draconianos con las medidas como en otros lugares de Europa». Él sí achaca claramente este incremento a aglomeraciones ligadas a compras prenavideñas o el Black Friday

Después de que en el Consejo Interterritorial del pasado miércoles se decidiera que serán los gobiernos autonómicos quienes decidirán si restringir más o menos las interacciones navideñas, se desplaza algo más el foco hacia la responsabilidad individual. 

La sociedad ha sido muy buena cumplidora. El problema es no tener la percepción de incumplir (nos relajamos en familia) y la inconsistencia de las normas en el tiempo.

Óscar Zurriaga, SEE

Óscar Zurriaga, vicepresidente de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE), destaca que, en general, «la sociedad ha sido muy buena cumplidora. Hemos visto casos puntuales de lo contrario y eso causa alarma, cuando en realidad es la excepción». Pero de cara a las próximas semanas hay dos problemas: no tener la percepción de incumplir, por estar en confianza, entre familiares querido y allegados; y la inconsistencia en el tiempo de las normas.

«El tema es que esos buenos cumplidores no están recibiendo a cambio que la norma que hay hoy se mantenga mañana», advierte Zurriaga. «Se han decretado medidas a golpe de telediario, si en Alemania se hace, lo hacemos nosotros. Eso puede llevar a gente a pensar que ‘no habrá tanta evidencia [científica] si es que se cambian las medidas’, y sí que las hay».

Desde la SEE recuerdan que los técnicos ponen sobre la mesa la realidad analizada y las alternativas para responder a ella. Los políticos deciden. 

Ni curva, ni recta: marejada de ondulaciones

Una de las cosas llamativas es la dispar manera en que la COVID-19 ha dibujado la gráfica de contagios diarios en cada comunidad. Si bien, agregadamente en verano se inició un ascenso en forma de recta, no explosivo –como una curva exponencial propia de marzo–, aquel lento goteo que fue rampa para la segunda ola respondía a la suma de muy diversas incidencias en diferentes territorios de España.

El doctor Javier del Águila, especialista en Medicina Preventiva y modelos matemáticos cree que hay que mirar «con más detalle las gráficas. El virus se expande geográficamente porque nos movemos nosotros», de ahí que unas autonomías pasen antes por lo peor que otras.

La chispa del rebrote «puede empezar azarosamente –recalca Del Águila– pero luego se extiendo por donde se mueven las personas (y se ven con otras). La cuenca del Ebro tiene gran movilidad. También se dice que cuando Madrid estornuda, se constipan las Castillas (por la movilidad asociada)».

Con las restricciones que, en general, se vienen decretando en España dudan de que se pueda bajar la incidencia muy por debajo de 200.

El modelo de Prats funciona muy bien a nivel territorial. Mide el riesgo relacionando la Rt con la incidencia acumulada. «Cuanto más al rojo, menos posible es controlar los casos uno por uno. En verde, el sistema sanitario puede explorar los casos y trazar cadenas de contagio. Cuando la incidencia se dispara con eso ya no es suficiente», explica la doctora.

Esto puede explicar por qué Alemania, Italia o, en España, Asturias lo están pasando ahora mal. Sus gobiernos ganaron fama en la primera ola por sus medidas eficaces de rastreo de contactos y aislamiento de contagiados, reforzando su atención primaria. Pero en cuestión de semanas, cuando la incidencia ha subido bruscamente, «el rastreo no ha sido suficiente».

Las curvas, los contagios, son diferentes en cada lugar porque «es un virus que responde muy bien a las medidas de restricción», apostilla Del Águila. Eso sí. Hay siempre un ‘suelo‘ para la incidencia «si no hay confinamientos más o menos estrictos». Quizás el de España ronde esos 200 casos por cada 100.000 habitantes en 14 días, a tenor de lo visto esta semana.

Con todo, los expertos consultados no se atreven a calificar el repunte actual como una clara tercera ola. De hecho, «quizás durante los próximos meses, salvo si se repite un confinamiento duro, tendremos varias crestas, no una explosión»: marejada.

¿Cancelar la Navidad? ¿Turrones en agosto y uvas en abril?

Con este panorama, y a la espera de que las comunidades autónomas decidan si restringirán más o de qué modo los encuentros sociales en Navidad, una parte de la epidemiología pide, sin ambages, que se «haga un paréntesis en estas fiestas». Que no se celebren.

Luces de Navidad en Bilbao. | Luis Tejido (Efe)

«Al menos no como tenemos costumbre», señala López-Acuña, que vuelve a apelar a la imaginación y creatividad pero a distancia. Bassat sugiere «posponer las celebraciones, hagamos una gran fiesta en verano, si las condiciones lo permiten».

Traducimos condiciones por vacuna puesta e inmunizando a «al menos un 70% y 80% de la población», aclara López-Acuña. El peligro es embriagarnos de optimismo vacunal prematuramente. Con suerte, las primeras dosis se administrarán antes de dos semanas. Pero la inmunidad en los primeros vacunados no llegará hasta un mes después. Ahora «tenemos un horizonte que en verano no». Pero no saldremos del túnel «el día que empecemos a vacunas, sino el día que terminemos de vacunar».

«Preparémonos para eso también, no generemos un efecto rebote de frustración al ver que la gente se sigue contagiando una vez iniciada la campaña de vacunación covid», advierte Del Águila. Empezar a vacunar en medio de una tercera ola complica los esfuerzos para medir la efectividad.

Si todo va bien con la campaña de vacunación contra la COVID-19, estaremos vacunando en enero con dos armas: la de Pfizer y Moderna, con una proporción de personas de riesgo y altamente expuestas ya inmunizadas para el arranque de primavera. Ahí sí, estaremos empezando a salir del túnel, ahí ‘se acabará’ el calamitoso 2020. Uvas en abril.

Para este epidemiólogo, «por encima de 300 fallecidos diarios (y por debajo, aunque ahora hayamos alcanzado esta cifra), no debería haber ningún otro componente emocional».

«Necesitamos esa recarga emocional que se da en Navidad», reconoce por su parte el doctor Zurriaga. «No tenerla nos hace verlo todo más gris. Pero es la única herramienta que tenemos. Las recomendaciones no son obligaciones y cada cual se adaptará a su manera. Pensamos que nuestra gente querida, a la que hace mucho que no vemos, no supone un peligro». Cuando –justo por no verla habitualmente– se convierte en el mayor riesgo.

Ciudades como Barcelona, Palma de Mallorca o Burgos se anticiparon a la hora de apagar sus alumbrados de Navidad durante las horas del toque de queda. Aquí no hay nada que ver. «A veces algunos gestos simples pueden servir para lo propiciar contagios –apunta López-Acuña–. La epidemiología tiene un importante componente de psicología social. Pero lo fundamental es centrarnos en impedir comportamientos gregarios obvios, testar y aislar».

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