En noviembre de 2001, la policía mauritana se presentó en casa de Mohamedou Ould Slahi para que acudiera a comisaría a responder unas preguntas. No era la primera vez, así que Slahi le dijo a su madre que volvería pronto a casa. Pero el mauritano pasaría siete días respondiendo preguntas de las autoridades y del FBI. Después, los estadounidenses le pusieron en un avión rumbo a Jordán, con el consentimiento de Mauritania.
Ocho meses después, trasladaron a Slahi de Jordán a Afganistán y, en agosto de 2002, el Ejército de Estados Unidos lo llevó al Centro de detención de Guantánamo, en la isla de Cuba, donde pasaría 14 años siendo torturado y sin haber sido acusado de ningún cargo. Mohamedou no volvió a ver a su madre con vida.
En el momento de su detención en Mauritania habían pasado solo dos meses de los ataques del 11 de septiembre, y la CIA y el FBI sospechaban que Slahi había reclutado a los principales terroristas de aquel terrible episodio.
La cinta británica The Mauritanian —recientemente estrenada en cines y disponible para su alquiler online— toma como base Diarios de Guantánamo, la autobiografía de Slahi, para construir un film de denuncia sobre unos hechos, las detenciones ilegales y las torturas a presos, por los que la Administración Bush nunca pidió perdón públicamente.
La conexión de Slahi con Al Qaeda
Slahi había sido detenido con anterioridad tanto en Senegal como en su país natal a petición de las autoridades estadounidenses, en enero del 2000. EE.UU creía que podía formar parte del fallido “atentado del milenio” que el terrorista Ahmed Ressam trató de perpetrar en el Aeropuerto Internacional de Los Angeles el 31 de diciembre de 1999. Tras tres semanas siendo interrogado, Slahi fue puesto en libertad.
Los servicios de inteligencia habían establecido la conexión entre Ressam y Slahi porque ambos asistían a la misma mezquita en Montreal, ciudad en la que este vivió durante los dos meses previos al ataque frustrado. El Servicio de Inteligencia de Seguridad Canadiense (CSIS por sus siglas en inglés) había decidido investigar a Slahi en primera instancia porque combatió junto a los muyahidines en Afganistán en 1990.
Además, su primo, que era cercano a Osama Bin Laden, le pidió dinero en varias ocasiones. Slahi accedió dos veces, en 1998, pero se negó a volver a enviarle más dinero. El gobierno estadounidense utilizaría aquellas transferencias para acusarle de financiar a Al Qaeda.
El CSIS no encontró nada contra él, pero la inteligencia estadounidense le siguió la pista tras detener a Ressam por el ataque frustrado. Aunque no hallaron pruebas que le incriminasen y permitieran procesarle, sus vínculos con Al Qaeda a principios de los 90 sirvieron a EE.UU como causa para su detención tras el atentado del 11-S.

Slahi luchó en Afganistán contra el gobierno prosoviético con el apoyo de EE.UU
En 1973 se instauró en Afganistán una república que 5 años después pasó a ser dirigida por militares de ideología marxista y tutelados por la URSS, que intervino militarmente en el país. Un grupo de guerrilleros se opuso y comenzó una guerra que duraría 14 años. El origen de Al Qaeda se encuentra en este conflicto: la guerra afgano-soviética.
Para que los soviéticos no vencieran, EE.UU financió y apoyó las bases en las que se entrenaban los insurgentes afganos (conocidos como muyahidines) dentro de la conocida como Operación Ciclón —un caso llevado al cine en La guerra de Charlie Wilson— Un informe del Servicio de Investigación del Congreso estadounidense cifra en 3.000 millones de dólares la cantidad destinada a la financiación de estos grupos entre 1982 y 1991.
La URSS, prácticamente derrotada, dio la orden de retirada en 1988, pero la guerra continuó hasta 1992 entre el gobierno prosoviético y los insurgentes, apoyados por Irán, Arabia Saudí y el movimiento talib, jóvenes refugiados en Pakistán tras la intervención soviética y que fueron educados en la interpretación literal de la sharia (talibán significa “estudiante” en lengua pastún). Su objetivo era crear un gobierno islámico en Afganistán.
Para entonces, Mohamedou Slahi se encontraba en Alemania. Había recibido una beca para estudiar en la universidad y se trasladó al país en verano de 1988. Desde allí viajaría en dos ocasiones a Afganistán para ayudar a los muyahidines en la guerra civil contra el régimen de Mohammad Najibullah. Una en 1990, y otra en 1992.
Osama Bin Laden también acudiría a la lucha, pero, aunque popularmente se dice que Al Qaeda nació de una de aquellas bases financiadas por EE.UU, a día de hoy no se ha podido probar que la CIA entrenase o financiase directamente al líder terrorista.
El infierno de Guantánamo
Debido a su presencia en Afganistán y a que su primo era una figura cercana a Bin Laden, la CIA sospechaba que Slahi trabajaba como reclutador para Al Qaeda. Además, Mohamedou había acogido en su casa durante una noche de 1999 a Ramzi bin al-Shibh junto a otros dos hombres. Bin al-Shibh era uno de los líderes de la Célula de Hamburgo, cuyos miembros planearon los ataques del 11 de septiembre. El tribunal del distrito desestimaría más tarde la relevancia de este hecho.

El gobierno estadounidense no tenía pruebas sólidas contra Slahi, solo estas endebles conexiones. No pudieron acusarle de nada y, sin embargo, estuvo retenido en Guantánamo durante 14 años. Sometido a constantes torturas e interrogatorios que trataban de lograr una confesión.
La larga y cruda secuencia de la película que muestra las torturas recibidas por Slahi se basa en su propio testimonio, pero también en lo que acreditan numerosos informes secretos filtrados por Wikileaks, testimonios de otros presos y reportajes de investigación que han visto la luz a lo largo de los años.
Un informe del Senado desveló públicamente en 2014 los métodos de interrogación llevados a cabo por la CIA en la prisión, entre los que se encontraban las técnicas de ahogamiento, violaciones sexuales, privaciones de sueño o tortura psicológica, como la amenaza con hacer daño a familiares de los detenidos.
Pese a lo gráfico de la secuencia, los creadores del film reconocen a BBC que no querían “hacer pornografía de la tortura” y que, de hecho, el eje de la película “es una victoria de la no violencia”. Además, los productores no querían caer en el problema del “salvador blanco” y disminuyeron el tiempo en pantalla de los abogados para “no restar importancia a la historia de Mohamedou”.

Un limbo legal que Obama prometió cerrar, pero que sigue albergando presos
La base naval de Guantánamo se instaló en Cuba tras la guerra en la que España perdió sus posesiones en ultramar, en 1898. George W. Bush puso en marcha el centro de internamiento en enero de 2002 en dicha base al margen de la Convención de Ginebra, que protege a los prisioneros de guerra, y negando el habeas corpus a los detenidos.
El propósito de este centro era recabar información, a pesar de la inocencia de la mayoría de los presos —según estos informes, el 60% de los prisioneros ni siquiera suponía una amenaza para el Gobierno estadounidense— La ubicación era idónea para el propósito: la cárcel se había ubicado en propiedad estadounidense, pero enmarcada dentro del territorio soberano de un tercer estado con el que EE UU no tenía contactos diplomáticos.
Se creó así un limbo legal, apoyado en sucesivas normativas como la Ley de Comisiones Militares promulgada por Bush en 2006. Un detenido catalogado como “combatiente enemigo” podía estar privado de libertad hasta que se conociese su relación con actividades terroristas (la Administración Bush dejó de utilizar este término en 2009).
Los detenidos habían cometido el “delito” de tener un conocido relacionado con el terrorismo, o haber viajado por una ruta utilizada por estos. Como consecuencia de las torturas, algunos internos terminaban por confesar delitos que no habían cometido. Entre los detenidos hubo menores de edad o ancianos con demencia senil.

Unos años después de que se pusiera en marcha la prisión, se permitió la representación legal de algunos detenidos, tal y como refleja la película con el personaje real al que interpreta Jodie Foster, la abogada Nancy Hollander. Tardó 14 años en poder sacar a Slahi de allí y hacerle retornar a Mauritania, donde vive actualmente.
A pesar de que Barack Obama firmó en 2009 la orden para el cierre Guantánamo en el plazo de un año, este nunca se produjo. Donald Trump no tuvo ni la intención de hacerlo y, a día de hoy, en la prisión siguen detenidas 40 personas. Según informa The New York Times, nueve de ellos han sido acusados de crímenes de guerra y se ha recomendado el traslado de seis de ellos a otro país. Los otros 25 permanecen detenidos sin cargos, sin sentencia condenatoria o sin juicio a la vista. La prisión llegó a albergar a unos 800 presos.
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