El renacimiento del cine musical se consolida en 2021

cine musical 2021
Escena del remake de Steven Spielberg de West Side Story | Niko Tavernise/20th Century Studios
Tiempo de lectura: 13 min

En lo que resta de 2021 llegarán, al menos, 11 películas de cine musical a la cartelera: Annette, Dear Evan Hansen, Todos hablan de Jamie, In the Heights, Tick, tick,… Boom!, los remakesde West Side Storyy Cenicienta, y las animadas Encanto, Vivo, Pinocho y la secuela de Canta. Todo un logro para un género que vivió su apogeo tras el nacimiento del cine sonoro, pero acabó siendo casi marginal hacia finales de siglo.

Publicidad

Durante las últimas décadas del siglo XX, los estudios apenas financiaron proyectos, y la taquilla tampoco parecía demostrar que el público tuviera interés en ver a estrellas de Hollywood cantando y bailando en pantalla. Aunque el género nunca se fue del todo, a lo largo del siglo XXI ha experimentado un pequeño renacimiento, consagrándose con grandes éxitos de crítica y público como las recientes La La Land o el biopic musical Bohemian Rhapsody, cuya recaudación parece haber animado a los grandes estudios a invertir en proyectos musicales.

La era dorada: cuando el cine musical lo era todo

A finales de los años 20, los estudios introdujeron números musicales en las primeras películas sonoras. “El cine se había hecho sonoro, y qué mejor para aprovechar esa tecnología que hacer que las películas fueran sobre música”, relata a Newtral.es María Noguera, doctora por la Facultad de Comunicación y profesora de Historia del cine de la Universidad de Navarra.

“Es como cuando aparece el color y tenemos mundos de fantasía colorimétrica como El mago de Oz que subraya mediante el diálogo el «camino de baldosas amarillas» que deben seguir los protagonistas”, comenta Noguera. Aunque fueron todo un éxito, el cine musical más primigenio murió rápidamente. De 100 estrenos en 1930, la cartelera pasó a contar con solo 14 en 1931. La audiencia se había cansado de lo que, en palabras de John P. Hess, director y conductor del programa educativo Filmmaker IQ, eran básicamente “vodeviles filmados”.

Los estudios se reinventaron en años posteriores, definiendo el musical como el género que conocemos hoy en día. El coreógrafo Busby Berkeley sería el primer director en incorporar movimientos de cámara que permitían lucir las coreografías o los escenarios. La teatralidad dio paso a la espectacularidad.

Publicidad

Fred Astaire o Ginger Rogers se convirtieron en estrellas, dando al género el aire de prestigio que mantendría durante toda su época dorada. Pero, con los años, estos musicales clásicos acabaron por volverse repetitivos. “A partir de los años 50, tras el boom y la atracción del público por esa novedad tecnológica el género empieza a decaer. Creo que Cantando bajo la lluvia (1952) es el mejor musical de la historia del cine, pero, a la vez, supone un punto y aparte”, opina Noguera.

“En los años 50 el cine de género vivió un momento crítico, apareció la televisión que fue una gran competidora por el tiempo de ocio de los espectadores. Además, el público, a nivel social, estaba a otras cosas”, opina la experta en Comunicación de la UNAV, que considera que el sueño americano se crispó durante los años 60 y 70 con la guerra fría, la guerra de Vietnam o la aparición de la contracultura.

Noguera incide en que el género no llegó a desaparecer en aquel momento: “Hay muchos musicales interesantes a lo largo de décadas posteriores como West Side Story, My Fair Lady, o Sonrisas y Lágrimas”. A excepción de las películas musicales de Elvis Presley o de Mary Poppins, la mayoría de las producciones de Hollywood en los 60 tenían su origen en éxitos de Broadway.

A pesar del triunfo de estos y otros films posteriores como Cabaret o Grease, los estudios encadenaron varios fracasos comerciales como el de Hello, Dolly! La llegada de taquillazos de otros géneros tan dispares como Tiburón o La guerra de las galaxias confirmó que la era dorada del musical había pasado hace tiempo.

Publicidad

“Es un proceso en el que intervienen factores de diversa índole: técnicos, estéticos, comerciales,… pero creo que fue un hecho de saturación. Se hacía lo mismo una y otra vez y llegó un punto en el que el público se cansó”, explica María Noguera, de la Universidad de Navarra.

La producción de este tipo de películas decayó, llegando a ser prácticamente inexistente en los años 90. En 1979, All that jazz fue nominada a mejor película en los Premios Óscar. Desde entonces, y hasta 1991, solo una película consiguió ese honor, y fue una de animación: La bella y la bestia.

Del olvido del cine musical a su reconocimiento crítico con el Óscar de Chicago

El clásico de Disney fue, además, el primero en obtener una nominación a mejor película antes de que existiera una categoría específica para este formato. El musical en los años 90 se realizó, precisamente, en dos dimensiones. Con la excepción de Evita (1996), todos los grandes éxitos del cine musical se realizaron en animación: Aladdín, Pesadilla antes de navidad, El rey león, Pocahontas, El jorobado de Notre Dame, Hércules, Anastasia, El príncipe de Egipto, Mulán, Tarzán o, incluso, la película de South Park, que era una parodia del género.

Publicidad

Para María Noguera, “el cine de los años 90 busca atraer a un público más familiar”. Esta apuesta coincide en el tiempo con el renacimiento de Disney, que arrastraba dos décadas sin demasiados éxitos comerciales o estéticos. Los musicales de animación introdujeron a las generaciones jóvenes en el género musical.

Noguera cree que el éxito de estos musicales animados radicó en que las canciones, ya que, al ser cantadas en diferentes lenguas, adquirieron popularidad dentro del acervo de cada país. “En ocasiones las canciones las cantan artistas famosos de cada país. Aquí también hay una labor de marketing”.

En los 30 años que siguieron al estreno de La bella y la bestia, únicamente seis películas han obtenido una nominación a mejor película: Moulin Rouge! (2001), Chicago (2002), Los miserables (2012), La la land (2016), Bohemian Rhapsody y Ha nacido una estrella (2018).

Moulin Rouge! fue la que abrió el camino a la consolidación del cine musical en 2021. Este film homenajeaba al teatro musical utilizando hits musicales de los 80 y los 90, y estaba protagonizado por dos estrellas del momento. “Casi todos los teóricos coinciden en que Moulin Rouge! dio el pistoletazo de salida y desde entonces se han hecho muchísimas cosas”, explica Teresa Fraile, doctora en Musicología de la Universidad Complutense.

Moulin Rouge! se convirtió rápidamente en un clásico moderno instantáneo cuyas canciones lo inundaron todo: anuncios publicitarios, actuaciones en programas de televisión o números 1 en las listas de éxitos, y que daría pie a otros éxitos de la década como Sweeney Todd, Mamma mia! o, Chicago, que consiguió otro logro: ser el primer musical en alzarse con el Óscar desde 1968.

El éxito de Los miserables o La la land confirman el renacimiento del cine musical

El arrollador éxito de Los Miserables en 2012 supuso la confirmación de que el género estaba de vuelta, y la maquinaria de Hollywood puso en marcha varios proyectos que se materializarían a partir de 2016: La la land, El gran showman, las secuelas de Mamma mia! o de Mary Poppins, los remakes de La bella y la bestia, Ha nacido una estrella, Aladdin o El rey león, y los biopics musicales Bohemian Rhapsody y Rocketman, así como el fracaso del éxito de Broadway Cats, cuya propuesta fue percibida como un despropósito por crítica y público. Bohemian Rhapsody, por otro lado, se convirtió en una de las películas más taquilleras de la historia, así como los remakes de Disney o Frozen y su secuela.

[‘Bohemian Rhapsody’: Freddy Mercury según Queen]

Para Teresa Fraile, doctora en Musicología de la Universidad Complutense: el motivo de este renacimiento no es un fenómeno exclusivo del cine. “Las nuevas generaciones tienen claramente una afición al musical escénico, y es una cuestión que se retroalimenta con el cine”.

“La recuperación que vive el género a partir del siglo XXI tiene que ver con una expansión del mismo, con un cambio”, indica María Noguera, de la Universidad de Navarra. “El género musical, más allá de la música se caracteriza por las coreografías y porque suele hablar sobre el espectáculo: el cine, el teatro, el baile, la ópera, la propia música,… Pero desde hace años han empezado a rodarse derivaciones temáticas que le dan una vuelta de tuerca”.

“Películas más pequeñas como Bailar en la oscuridad de Lars Von Trier demostraron que había un nuevo horizonte en el que expandirse, sin necesidad de grandes presupuestos”. Las películas de John Carney (Once, Begin Again o Sing Street) o La la land son otros ejemplos. “Sin muchos extras o grandes escenarios consiguen encapsular de nuevo el toque del musical de los años 30 o 40 para llevarlo a nuestro tiempo”.

España, país de musicales

Aunque a otra escala, en nuestro país también se ha podido notar el boom que el cine musical ha vuelto a despertar en el público. “El caso de España es particular. Nuestro país es muy musical en muchos sentidos, y nuestro cine también lo ha sido desde sus inicios”, explica Teresa Fraile, doctora en Musicología e investigadora del cine musical en España.

“En el cine mudo comenzaron a hacerse zarzuelas en pantalla. El público no permanecía en silencio, sino que cantaba, porque conocían las piezas”, ilustra la experta. “La zarzuela ha tenido un peso brutal en nuestro país, pero, paralelamente se han desarrollado la copla, el couplé, el flamenco,… y todo eso ha ido al cine”.

A pesar de que en países como Francia se hicieron musicales de importancia como Los paraguas de Cherburgo, no hubo muchas industrias cinematográficas en las que se consolidase el cine musical fuera de Hollywood. Las más destacadas fueron la india, el cine musical soviético y el que se hizo en España durante el franquismo.

“Lo que ha habido toda la vida en España es un cine muy muy musical, pero con un modelo más español que tenía que ver con los espectáculos de variedades. Un cine con canciones en el que se interrumpía la narración y había un espectáculo, siempre con pretextos como que la protagonista fuera una artista, o que se cantase una canción en una fiesta o en un espectáculo”, explica Fraile.

“Se dice que la dictadura influyó en la creación musical como producto de evasión, pero creo que es una opinión un poco sobrevalorada porque hubo más una continuidad que una ruptura. El cine folclórico es una creación republicana, muy arraigado en la cultura del momento. El franquismo lo utilizó como una bandera de lo español, pero, incluso dentro de la censura del régimen, hubo cosas que se escaparon. No hay más que ver las letras de las canciones de Bienvenido, Mister Marshall”.

El cine musical decae en España, al igual que en el resto del mundo “un poco por moda, pero ciertamente se tenía, sobre todo entonces, la consideración de que es un cine menor, poco intelectual. En España se vinculaba mucho al régimen y su superficialidad da paso al cine de autor, ya que había otros intereses sociales, como pasa en el extranjero”, añade Fraile. “Además, el musical es un cine que necesita de cierta producción, y los medios en España eran menores, y queda relegado al cine de promoción de los artistas infantiles”.

“Ese modelo hollywoodiense de grandes coreografías, en el que la gente se pone a cantar de repente aquí ha llegado más bien durante el siglo XXI”, expresa Fraile. Las películas de Emilio Martínez Lázaro (El otro lado de la cama y Los dos lados de la cama) recuperan el cine musical, en su vertiente más hollywoodiense, “pero adaptado al contexto español, recuperando, además, canciones del imaginario popular, que la gente conoce”, declara la experta en musicología.

Películas de corte más “clásico” como Explota explotael último musical en llegar a nuestras pantallas, o el inminente estreno de El cover, debut en la dirección del actor Secun de la Rosa, conviven, como sucede con el cine procedente de EE.UU con cintas que se diversifican de ese modelo con otras temáticas y otros géneros musicales, como Cerca de tu casa, un musical que habla de desahucios.

El musical no triunfa en la ficción televisiva por su carácter serializado

En televisión no se ha consolidado el renacimiento experimentado por el cine musical. Glee fue de los pocos casos de éxito, ya que Smash o The Get Downla que era la gran apuesta de ficción Netflix y que tenía detrás al artífice de Moulin Rouge!— fueron sonados fracasos que acabaron cancelados. Si bien es cierto que algunas series longevas como Riverdale y, especialmente, comedias o ficciones de género fantástico como The Flash, Supergirl o Buffy, cazavampiros han integrado episodios musicales a lo largo de sus tramas.

Para María Noguera hay un motivo narrativo detrás de la decisión de no crear musicales serializados: “La televisión necesita dotar a los personajes de diferentes capas que puedan ser moldeadas y ampliadas conforme avanzan las temporadas. En un musical, las canciones condensan los cambios de los personajes. A la televisión no le beneficia este formato. Un personaje televisivo no termina de cambiar del todo porque siempre está cambiando. Siempre se enfrenta a nuevas situaciones”.

Donde sí ha predominado el género musical durante las dos últimas décadas es en el ámbito del entretenimiento televisivo. Desde el estreno de Operación Triunfo en 2001, la televisión española se encuentra muy vinculada a los talent shows musicales, como explican desde la Universidad Complutense.

Internacionalmente también ha habido un auge de formatos, y el interés por Eurovisión ha traspasado el continente: Estados Unidos quiere hacer un concurso similar, y Netflix ha estrenado una película sobre el festival consiguiendo que una de sus canciones fuera nominada a los Premios Óscar.