Un barrio es un territorio no solo físico, sino también social. En los mercados hay tanta vida como en los patios de interior, y los bares y pequeños comercios hacen la función de plaza pública. En dos de los restaurantes de la madrileña calle Toledo, el Aviseo y el Alcázar, era donde habitualmente comían o tomaban café algunos de los religiosos del edificio donde se produjo una explosión de gas este miércoles. Dice Antonio García, dueño del Aviseo, que han “preparado muchos cocidos en fechas señaladas para ellos”.
El miércoles, sin embargo, el Aviseo no fue un punto de encuentro, sino de cobijo. La explosión de gas provocó el derrumbe de gran parte del centro parroquial de la Iglesia de la Virgen de la Paloma, de seis plantas, situada en la calle Toledo 98 (en el barrio de la Latina), un derrumbe por el que han fallecido, al menos, cuatro personas. Los edificios colindantes, un colegio y una residencia de mayores (La Paloma, del grupo Los Nogales), tuvieron que ser evacuados. “Empezó a entrar gente de la residencia, mayores y trabajadores, que no tenía a dónde ir. No podían estar en la calle porque había mucho humo y por el riesgo de que el edificio se derrumbara más. Les acogimos hasta que se los llevó el SAMUR”.
Las ventanas de la planta de arriba de este restaurante reventaron con la explosión y la calle donde se sitúa su comercio está cortada. “Entre el covid, Filomena y ahora esto… ¿quién va a venir aquí? Está siendo un 2021 desastroso”. Pero lo que más apena a Antonio es la ausencia: “De los cuatro que han muerto, conocía a dos. Bueno, a uno de ellos muy poquito, pero era un trabajador que estaba haciendo obras en la comunidad y le conocía de vista”, cuenta a Newtral.es.
También Miguel Fernández, del Alcázar, resguardó en su local a varios de los residentes, viandantes y vecinos de edificios colindantes que tuvieron que ser desalojados tras la explosión: “Algunos estaban muy asustados. Había viudos, personas mayores solas, que se quedaron aquí hasta que pudieron volver a sus casas. Fuimos un refugio durante unas horas”, apunta Miguel en conversación con Newtral.es.

Realojar a los ancianos de la residencia
También el bar Los Tiernos sirvió como alojamiento temporal para algunas trabajadoras de la residencia de mayores La Paloma-Los Nogales. En su cuenta de Twitter, el bar informaba de que estaban “a salvo”.
Aunque el gran refugio fue el Hotel Ganivet, situado justo enfrente del edificio donde ocurrió la explosión y el derrumbe. “Les ofrecimos techo, agua y mantas”, cuenta a Newtral.es uno de los responsables del hotel, Javier Guirado. Muchos de los ancianos eran clientes habituales, así como sus familiares: “Tenemos un vínculo muy importante con la residencia de La Paloma. Muchos abuelitos vienen aquí a tomarse el café, o sus familiares se alojan aquí cuando vienen de visita”, añade.

María José es hija de una de las ancianas que viven en esta residencia. Su madre, de 93 años, fue precisamente una de las que se pudo cobijar en el Ganivet hasta que la trasladaron a otra residencia del mismo grupo empresarial: “Sé que los ancianos más mayores, los que están peor, estuvieron en el hotel, y otros estuvieron en algunos bares. Les estoy muy agradecida porque aunque por suerte no pasó nada, es un momento de mucha angustia para personas tan mayores. Allí les dieron mantas y les tranquilizaron”.
Los 56 residentes de La Paloma fueron trasladados y reubicados en otras dos residencias del mismo grupo empresarial (Los Nogales): “32 en la residencia del Paseo Imperial, y 24 en la de Pontones”, tal y como señalan a Newtral.es fuentes de este conjunto de centros sociosanitarios.
Dichas fuentes explican que “por suerte, había espacio suficiente para realojarlos a todos en estas otras dos residencias el tiempo que haga falta”. Agradecen, además, la labor vecinal de los comercios, que ofrecieron sus servicios telefónicos a familiares “el tiempo que la centralita de Los Nogales estuvo caída”.
Desde Los Nogales indican que “los ancianos están en buen estado, haciéndose a su nueva casa”; además, “está todo listo para proceder a la segunda dosis de vacunación contra el COVID-19”.
Las sanitarias que ayudaron a los heridos
En el momento de la explosión, Yara Vale, de 27 años y opositando al MIR, estaba en su piso de la calle Toledo, que comparte con otras dos compañeras. Sus amigas la avisaron de que había mucho humo: “Vi que pasaba algo, aunque no sabía muy bien qué. Cogí la mascarilla y bajé corriendo. Le dije a un policía que era médica y que si podía echar una mano en algo. Me dijo que había algunos heridos, que si podía comprobar su estado hasta que llegase la ambulancia”, cuenta a Newtral.es.
Yara atendió a un repartidor de comida que circulaba por la calzada en el momento de la explosión: “Su moto salió disparada, tuvo mucha suerte porque él estaba bastante estable. Le comprobé las constantes, vi si tenía alguna herida grave, y esperé con él hasta que llegó la ambulancia. No es que hiciese gran cosa, pero cuando estás herido, tranquiliza estar con un sanitario hasta que te puedan atender adecuadamente”.

Lorena Torrens, enfermera de 26 años, también se acercó en calidad de sanitaria para ayudar, como explica a Newtral.es: “Vivo a pocos metros, y aunque en esas circunstancias es muy importante ir con cuidado para no convertirte en víctima secundaria, al menos pude evaluar a algunos heridos superficiales y tranquilizarles”.
Yara, por su parte, recuerda que se cruzó con más vecinos que bajaron para ayudar en la evacuación de los menores del colegio La Salle, donde todos los niños y profesores han salido indemnes: “Había otro chico, que era técnico de emergencias, que también estaba echando una mano. En momentos así, todos cuidamos de todos”.
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